Conocer el pensamiento de Methol permite entender mejor a Bergoglio.
Hace un par de semanas publicamos un artículo sobre el pensamiento político y geopolítico de Jorge Mario Bergoglio, hoy Francisco, ver aquí, donde se decía que una de las grandes influencias de Bergoglio había sido el filósofo Alberto Methol Ferré, y hoy nos basamos en un libro de Alver Metalli, El Papa y el Filósofo, donde trata el tema de la influencia de Methol sobre Bergoglio.
Alberto Methol Ferré, uuguayo, atravesaba con frecuencia el Río de la Plata para ir a Buenos Aires y encontrarse con su amigo arzobispo. Falleció a los ochenta años de edad, en el 2009.
Convertido en 1949 gracias a la lectura de Gilbert G. Chesterton, confesaba que
“a través de él comprendí que la existencia es un don, como la salvación y la fe; que se es cristiano por gratitud”.
Methol Ferré fue una persona y un pensador de notable relieve que tuvo una intensa amistad con Jorge Bergoglio, y que era apreciado y admirado por éste debido a su capacidad de reflexión intelectual.
En una larga entrevista que Metalli hace a Methol en el 2006 surge la imagen de un “realista utópico”. Su sueño a partir de “Nexo”, la revista que fundó en 1955, es la unificación de América del Sur, la superación de las particularidades nacionales en una federación – que gira alrededor del binomio Argentina-Brasil- semejante a la norteamericana.
Es el ideal de la generación de los Rodó, Vasconcelos, Ugarte, Fombona, Pereira y Calderón.
“Para sobrevivir, América Latina debe hacer algo parecido a lo que hicieron los Estados Unidos de América, pero a partir de sí misma, de su propia originalidad de círculo cultural católico”.
Hay que pasar de los “Estados desunidos del Sur” a los “Estados Unidos del Sur”, un proceso ineludible que se ve confirmado por el Mercosur, el Mercado común del sur, que Methol contrapone al Nafta, el Area de libre comercio entre México y U.S.A.
De esa integración la Iglesia solo puede obtener ventajas:
“potencia el poder, y por lo tanto potencia la misión de la Iglesia de influir sobre el poder del mundo. No me refiero al poder abstracto, sino a esa potestad que hace que los pueblos tengan horizontes vastos, que no sean meras provincias”.
En el realismo de esta afirmación hay algo de “romántico”. Metalli recuerda que entre los autores de Methol se encuentra Friedrich Schlegel, a quien debe el encuentro con la gran tradición cristiana y sus palabras clave.
En realidad Methol defiende la fe del pueblo sudamericano, y para ello reivindica también la parte más auténtica de la teología de la liberación. Tras la caída del ateísmo mesiánico, marxista, triunfa ahora –tal como lo vio Augusto Del Noce- el ateísmo libertino, enemigo de todo lo que es popular. El enemigo ha cambiado, ya no proviene del comunismo y ni siquera de las sectas.
“Las sectas cumplen un rol de redención de los estratos más expuestos como víctimas de la sociedad de consumo. Son como una cura: se expanden allí donde el ateísmo libertino genera mayor devastación o, desde otro punto de vista, tiene más éxito”.
Frente a todo esto, frente a un proceso de secularización que acosa y disuelve la fe popular, Methol, que colaboró largamente con el CELAM, traza con lucidez las etapas de la Iglesia latinoamericana, desde Puebla hasta Santo Domingo. Un cuadro que se mueve entre esperanzas –“los tiempos están maduros para una teología y una filosofía de la historia cristiana, globalizante”– y pesimismo.
“Nos encontramos en un momento de cansancio, es innegable. La generación que hizo el Concilio, prácticamente se ha extinguido. De Lubac, von Balthasar, Congar, Chenu, Danièlou, Rahner… Fueron años de un esplendor intelectual entre los más elevados de la historia de la Iglesia. No veo movimientos intelectuales que se puedan comparar, ni siquiera como un eco”.
En América Latina la declinación de la teología de la liberación no fue reemplazada por nada sólido.
“En cierto sentido la ‘evaporación’ de la teología de la liberación ha disminuido el empuje del conjunto de la Iglesia latinoamericana para asumir la condición de los pobres con coraje. Creo que la Iglesia está pagando el precio de haberse librado demasiado fácilmente de la teología de la liberación, que hubiera debido hacer su mayor aporte después de la caída del comunismo, no apagarse con el marxismo. Hoy es urgente suplir su ausencia”.
Una ausencia que no se refiere solo al pensamiento teológico, sino que también concierne al laicado organizado:
“a veces alguien sopla sobre las cenizas y las brasas vuelven a crepitar. Pero hoy es así, solo quedan cenizas”.
Se perfila entonces una tensión que no es fácil de resolver, entre el proyecto de unificación del continente “católico” y la realidad de una fe que asiste a la propagación del modelo hedonista de masas. Una tensión que hoy parece disolverse gracias al testimonio del primer papa latinoamericano, el amigo Bergoglio, que elegido como pontífice tomó el nombre de Francisco.
Methol sabía que
“la Iglesia es el único sujeto presente en el escenario del mundo contemporáneo que puede hacer frente al ateísmo libertino”.
La noción de “experiencia”, como Luigi Giussani había captado con agudeza, es lo que falta en el pensamiento católico contemporáneo, porque el atractivo del cristianismo es más persuasivo que el mundano sólo si es “experiencia” de una positividad que mueve al afecto y a la gratitud. Eso lo sabía Methol.
Fuentes: Terre d’America, Signos de estos Tiempos