En el siglo IV hubo una mujer, llamada Egeria, (como queda testimoniado por Valerio –abad de Bierzo– en una epístola dirigida a sus monjes a mediados del siglo VII), que guiada por el Señor recorrió a lo largo de tres años los distintos lugares por donde pasó el pueblo de Israel, el lugar del nacimiento, la pasión y la resurrección de Nuestro señor Jesucristo y los sepulcros de innumerables santos mártires para hacer allí oración y encontrar motivo de edificación. Sobre todo, el Calvario y el Santo Sepulcro eran meta de innumerables peregrinos.
Se sabe que ella fue peregrina y que en su viaje estuvo por los países que forman el Oriente próximo: Asia menor, Siria, Palestina y Egipto, gracias a un manuscrito, hallado en Italia, en el año 1884. A raíz de diversos estudios que se hacen después de este magnífico hallazgo, tenemos muchos datos acerca de la vida y del viaje que ella realiza, a pesar que lamentablemente se han perdido algunas hojas.
Aquí solo daré a conocer algunos detalles sobre la vida de esta peregrina, y sobre el manuscrito, dejando para más adelante los lugares y santuarios que ella recorrió (Jerusalén, Monte Nebo, el Sinaí, etc.) y la riqueza de la liturgia utilizada en Jerusalén, en el siglo IV.
El país: es Marius Ferotín, monje benedictino francés, que después de confrontar varios datos acerca del lugar de nacimiento de ella, concluye que su patria, es un lugar comprendido dentro de la “ Provincia Gallaecia”, que pertenecía a Roma. Esta provincia era muy grande por lo cual no se puede dar un lugar preciso de donde ella nació y vivió.
No obstante si fue pariente del emperador Teodosio (como lo demuestran algunos documentos) podría haber vivido en Cauca (actualmente llamada Coca, provincia de Segovia) y su vida religiosa debió llevarla a cabo en algunos de los centros de Asturias o de León, en las que piadosas jóvenes consagraban a Dios su virginidad, llevando vida ascética.
La familia: si no era familiar del emperador Teodosio, al menos eran conocidos, esto se comprueba porque Egeria encontró en los lugares donde fue, el apoyo de grandes personajes, monjes, clérigos y obispos que se ofrecían para mostrarle los lugares que quería conocer.
Teodosio nació en Cauca en el 347, hijo del conde Flavio Teodosio. Acompañó a su padre en las guerras de Gran Bretaña, el Ilirico y África, después de la muerte de su padre en el 377, estuvo alejado de los cargos públicos.
Es el emperador Graciano en el 378 quien lo asocia al imperio dándole el cargo mayor en la dignidad militar. En el 370 le encarga el gobierno de Oriente. Desde fines de este año, hasta el año siguiente, emprende su viaje hasta la ciudad de Constantinopla, haciéndose bautizar en Tesalónica.
Los comienzos del viaje: se puede suponer entonces que ambos viajaron juntos con un numeroso acompañamiento desde el NO de España, pero con distintos objetivos; Teodosio para defender el imperio contra los invasores y Egeria para venerar los distintos santuarios situados en Palestina y visitar los monasterios de Siria y Egipto. Después de abandonar su tierra natal, atravesarían la Galia meridional, hasta llegar al Ródano, luego por el N de Italia, embarcándose en Aquileya o en algún otro puerto por el Adriático.
Aquí se separarían, él para luchar contra los bárbaros, mientras que ella seguiría por mar hasta Constantinopla, en este lugar aprovecharía a estudiar el griego para hablar con la gente que vivía en esta capital y para entenderse con los que encontraría a lo largo de su viaje, para más tarde emprender su peregrinación a los lugares santos.
Sobre el manuscrito: lo más probable es que el códice que contiene el Itinerario de Egeria fuese escrito en latín en el S XI, en el monasterio benedictino de Monte Casino, y se conservase aquí durante varios siglos.
En el año 1650 no es contado entre los libros de la biblioteca del monasterio, recién en 1788 se encuentra este códice en Arezzo, en el monasterio de las santas Flora y Lucila. En el año 1810 suprimido este monasterio por orden de Napoleón, el códice es llevado a la “Confraternità dei laici”, (en la misma ciudad) es aquí donde se lo encuentra en 1884.
El itinerario fue escrito en pergamino, mide 262 x 171 mm, y además de contener lo de Egeria, que ocupa 22 hojas, se encuentra en la primera parte 15 hojas que contienen el “Tratado de los misterios y los himnos de San Hilario”
División del manuscrito: está dividido en dos partes, la primera parte describe los viajes de Egeria, la segunda parte la liturgia de Jerusalén en el siglo IV.
Al manuscrito le faltan hojas pero es imposible determinar cuántas: el original, que posiblemente fue el que tuvo el abad Valerio, no pudo ser hallado nunca a pesar de los esfuerzos por encontrarlo. Es por las cartas que él escribe comentando sobre el manuscrito y los detalles que pone, que se sabe que éste que se tiene ahora, está incompleto.
Aspectos del itinerario: leyéndolo uno se da cuenta que ella leía la Biblia en cada lugar que visitaba, (cita 80 veces el AT y 20 el NT.). Si bien es cierto que en ese entonces no era tan sencillo viajar con una Biblia, sin embargo se ve que ella siempre la llevaba consigo.
Posiblemente la que utilizó haya sido en griego, ya que es posterior la traducción al latín que hace San Jerónimo. También queda de manifiesto que conocía los lugares, su historia y que le eran familiares, lo que muestra que había estudiado acerca de ellos.
Era costumbre que aquellos que pasaban por Tierra Santa, hicieran representaciones gráficas de los lugares, edificios y personas con las que ellos habían tenido contacto. Gracias a estos se han podido conocer, sobre todo monumentos, que hoy día han desaparecido o han sido transformados. En el original Egeria también debió haber hecho esto, porque ella misma pone: “como veis”, es una lástima que esos gráficos se hayan perdido.
Cada lugar es descrito minuciosamente y con detalles preciosos, lo mismo sucede cuando escribe acerca de la liturgia de Jerusalén. Todo esto nos hace pensar en la importancia que tenía para ella, el estudio de cada uno de los lugares por donde peregrinó, acompañada con la palabra de Dios, para meditar en su corazón las verdades conocidas.
Como dice el abad Valerio en la carta antes mencionada, cuanto más instruida estaba en la santa doctrina, tanto más sentía encendido su corazón en la llama de un deseo santo inenarrable. Leyendo, pues, con gran avidez todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento y cuanto halló escrito sobre los lugares de los más señalados santos en diversas partes del mundo, provincias, ciudades, montes y desiertos, parte, solícita, en viaje y aunque su peregrinación durará muchos años, recorre sin embargo, todos esos lugares con el auxilio de su Señor.
Al ir en busca del remedio para su alma, ha dado a muchas almas un ejemplo admirable para seguir a Dios.
LOS DISTINTOS LUGARES A DONDE FUE, LOS CAMINOS ESCOGIDOS, Y EL TIEMPO QUE UTILIZÓ PARA ELLO.
Cuando Egeria llegó a la ciudad de Jerusalén, en el 381, ésta distaba mucho de ser igual a la del tiempo de Jesús, hasta el mismo nombre de la ciudad había desaparecido, se usaba más el de Aelia Capitolina.
Historia de la ciudad de Jerusalén (132-381)
Desde el 132 al 135 el pueblo judío se había levantado en armas contra Roma por segunda vez. En el 134, Roma toma la capital y un año después el emperador “Aelius Hadrianus” construye una nueva ciudad y le pone el nombre de Aelia Capitolina, pero corrientemente se la llamaba Aelia.
Ésta estaba dividida en dos partes separadas:
1- al norte: vivía el elemento civil, principalmente los veteranos que habían tomado parte en las luchas.
A su vez estaba dividida en 4 grandes barrios por dos amplias arterias. Una iba desde el N al S y formaba el cardo maximus, desde la puerta de Sión, hasta la puerta de Damasco. La otra de O a E, el decumanus, desde la ciudadela o Torre de David hasta la entrada o explanada del templo.
El quadrivium era la intercesión entre el cardo maximus y el decumanus, y cerca de éste se hallaba el foro y el capitolio, y en otras partes de la ciudad, las termas, el teatro y el circo, elementos esenciales en toda ciudad o colonia romana.
En la gran explanada del templo judío, destruido por el emperador Tito (año 70) se encontraba el templo de Zeus o de Júpiter.
2- Al sur: los soldados de “la legio X fretensis”, ellos formaban la guarnición de la colonia y el territorio.
Cuatro eran las puertas que daban entrada a la ciudad, tres de ellas visibles todavía, la de Jaffa, Damasco y la del arco del Ecce Homo.
En general esto es lo que conoció Egeria, sólo había habido dos cambios importantes, el foro y el capitolio, destruidos por los arquitectos de Constantino en el 326 daban lugar a la Basílica del Martyrium, la Anástasis, y el patio o claustro entre los dos, llamado ante crucem.
Donde estaban los soldados de la fratensis habían empezado a llegar cristianos venidos de los pueblos gentiles.
Más al sur, una nueva Iglesia acogía la sala alta de Pentecostés o Iglesia de los apóstoles: el cenáculo.
Eusebio de Cesarea atestigua que Adriano se mostró tolerante con los cristianos, pero no así con los judíos que tenían prohibida la entrada a Jerusalén.
De a poco fue aumentando el número de los cristianos, celebrando sus reuniones religiosas en el cenáculo (monte Sión) junto al cual residían sus obispos.
Cuando vino la paz Constantiniana y sobre todo con la construcción del Martyrium y de la Anástasis (325-335) el obispo Máximo trasladó su residencia a Jerusalén; fue en este tiempo donde pudo organizarse la Iglesia aquí y por medio de la catequesis convertir más gentiles al cristianismo.
La Jerusalén cristiana de Egeria.
Vivió en esta ciudad por tres años, ya la mayoría eran cristianos y con su jerarquía bien establecida.
1- El obispo y su clero: el obispo era Cirilo, cuya sede dependía de la metropolitana de Cesarea marítima.
Entró a la vida monacal muy joven, fue ordenado diácono en el 330 por su obispo Macario y presbítero por el nuevo sucesor Máximo. Se encargó de la catequesis predicando a los catecúmenos de la Aelia capitolina.
Fue elegido obispo de Jerusalén en el 350 y después de haber sido destituido y desterrado tres veces por el arriano Acacio, vuelve definitivamente a su sede en el 379, al ser elegido Teodosio como emperador. En el 381 asiste al concilio general de Constantinopla. Muere en el 386.
Será él quien se encargue de la atención espiritual de Egeria mientras se encuentra aquí.
El clero diocesano de Jerusalén era ya numeroso, en la descripción que ella nos hace de los variados actos litúrgicos encontramos:
-presbíteros que predican frecuentemente.
-que sirven de intérpretes cuando predica el obispo en griego.
-que asisten al obispo en las celebraciones más solemnes.
-diáconos que rodean al obispo durante la ceremonia de la adoración de la cruz.
2- La vida monacal: había en esta diócesis y en todo el oriente cristiano, una vida ascética intensísima, tanto eremítica como cenobítica, practicada por numerosas personas.
Cuando Egeria llegó a Constantinopla, pudo constatar esta vida ascética en la capital del Imperio, así también en Jerusalén, sobre todo la vida cenobítica.
En el monte de los olivos conoció y mantuvo estrecha amistad con Melania la Anciana, que acababa de fundar junto al santuario de la ascensión un monasterio con cincuenta monjas y una hospedería para peregrinos y enfermos. Cerca de éste uno fundado por Rufino de Aquileya, para monjes, también muy numeroso.
Uno de sus ideales al emprender el viaje había sido ver y ponerse en contacto con estas personas santas, que llevaban como ella vida monacal.
No se sabe exactamente el género de vida que llevaban ella y sus compañeras, pero queda demostrado que era una vida piadosa y consagrada a Dios. Aunque vivían en comunidad no estaban sujetas a clausura, en el sentido que hoy se le da a esta palabra, podían salir libremente de su casa o monasterio y comunicarse con el mundo. Con ellas había vivido, y por el trato respetuoso y a la vez familiar y sumamente cariñoso, parecería que ella hubiese sido la superiora.
Los viajes de Egeria
La primer parte en la que ella describe seguramente el viaje desde su tierra natal hasta Constantinopla y de aquí a Jerusalén y a otros lugares dentro de Egipto no ha sido encontrada, comienza la descripción estando ya en el Sinaí, por eso los datos son tomados de lo que escribe el monje Valerio y Pedro Diácono acerca de los viajes que ella realizó.
Viaje a la Nitria y la Tebaida.
Debió emprender el viaje, después de haber estado en Jerusalén para la cuaresma y pasar allí las fiestas de Pascua y Pentecostés del año 382.
Los monasterios y eremitorios que ella iba a visitar se hallaban, unos en el delta y otros en la Tebaida (alto y bajo Egipto)
El viaje de ida parece que fue por mar, lo más probable es que haya sido desde Cesarea marítima hasta Alejandría, visitando los monasterios a lo largo del Nilo. El viaje de vuelta sería desde Tebas a Pelusio, siguiendo la gran vía que las unía, así visitaría seguramente varios lugares del Éxodo, que luego volverá a visitar más despacio a su regreso del Sinaí.
En Alejandría se detendría algunos días, no solo para estudiar la vida monástica que estaba muy activa ahí, sino también para conversar con personas que llevaban esta vida.
En el uadi Natrun, este valle es una depresión del desierto líbico. Distante de Alejandría unos 80 km, al SO, aquí se establecieron en el siglo IV varios eremitas y monjes, contribuyendo con su ejemplo y su actividad literaria al aumento del cristianismo en Egipto, su fundador fue Amun.
Hacia el O de este uadi, en el desierto de Skete, había varios monasterios en una misma región, llamados en conjunto lauras.
Para llegar a Tebas pudo haberlo hecho por tierra o por el Nilo, contempló sin duda los innumerables y majestuosos monumentos egipcios de los faraones que había en el trayecto desde el Cairo hasta Tebas: las pirámides de Guiza, Menfis y Saqqara; los grandes templos de Tebas, Lúqsor y Kárnak.
En Fustat (Cairo viejo) existía probablemente una capilla de los coptos, con la tradición de que había sido refugio de la Sagrada familia en su huida a Egipto.
En Fau, había un gran convento fundado por San Pacomio, donde los monjes de todo Egipto se reunían dos veces al año. Cerca también se encontraba el lugar llamado Tabennisi, con el primer monasterio fundado por él, en el año 320.
En todos estos monasterios se hablaba el copto, llamado saídico o del Alto Egipto, solo algunos monjes sabían el griego.
Viaje al Sinaí
Egeria dice que el viaje de Jerusalén al Sinaí se hacía en 22 jornadas
, aquí estuvo varios días, a su regreso pasó por los lugares del éxodo, eso demuestra que tardó en regresar. Calculando así los días se supone que tardó en todo el viaje unos dos meses, y que lo emprendió a principios de noviembre del 383, después de celebrar en Jerusalén del 14 al 21 de septiembre, las fiestas de las Encenias o dedicación de los edificios Constantinianos del santo sepulcro y lo terminó como ella nos dice a comienzos del 384, porque celebró la fiesta de la Epifanía, el 6 de enero en la ciudad de Arabia (capital de la provincia del mismo nombre).
Debe haber salido por mar desde Cesarea marítima hasta Pelusio, capital de la Provincia Augustámnica (el emperador Constantino dividió Egipto en 6 provincias).
Además de la actividad comercial y militar ésta era una ciudad episcopal muy poblada y activa, se encontraban cerca de ella muchos monasterios.
La ciudad estaba situada a unos 50 km. al oriente de la actual Port Said y canal de Suez, fue muy importante durante todo el período romano y bizantino.
Desde aquí se dirigió a Cylsma, unidas por una vía comercial y militar.
Clysma quedaba a unos 5 km de Suez, era una fortaleza ptolemaica, que había sucedido a un puesto más antiguo de época faraónica. Cuando Egeria estuvo,
formaba un puerto importante de comercio con las Indias y ciudades del mar Rojo y de la Arabia.
De Clysma, a solo 12 km al SE por un camino desértico, se encontraban las fuentes de Moisés, un oasis con fuentes de agua fresca y abundante vegetación.
Desde Ain Musa (nombre en árabe), llegaron caminado después de tres días a Mará. Aquí Moisés convirtió el agua amarga en dulce echando un madero en el agua (Ex.15, 22-25)
Bastante más alejado de este lugar llegaron a Elim, (también llamado uadi Gharandel) identificado con el de la Biblia “Había doce fuentes de agua y setenta palmeras y acamparon allí junto a las aguas” (Ex.15,27)
Siguiendo su marcha llegaron hasta Farán, distante del Sinaí 50 km. Farán fue en la época bizantina sede episcopal.
Aquí en lo alto de una colina, junto a numerosas ruinas de monasterios e iglesias, veneran los beduinos el lugar donde Moisés oraba durante la batalla contra Amaleq (Ex.17,8-10).
Desde el uadi Feiran se llega después de varias horas de marcha a caballo o camello a un lugar llamado el-bab (la puerta), y por este a un desfiladero el Naqb el-Haua a 1505 m. sobre el nivel del mar.
El Sinaí: dice Egeria que “a los viajeros les eran mostrados los lugares bíblicos por donde iban”, seguramente por los anacoretas de Farán que les acompañaban, pasado el desfiladero de Naqb el Haua se encontraba un valle amplísimo, siguiendo este valle se llega hasta el convento de los cuarenta (deir el arbain) a 1170 mtrs. de altura, aquí se recuerda los cuarenta monjes degollados por los sarracenos.
Se hallan al pie del monte de Moisés, pasan la noche en algunas de las ermitas para subir bien temprano hasta la cima del Yabal Musa a 2992 m. de altura. Oyen Misa, y contemplan el hermoso panorama.
Van bajando al monte Horeb, con el recuerdo de Elías, y poco después llegan al lugar donde Aarón y los setenta ancianos esperaban a Moisés. En el pie del monte, se encuentra el lugar de la zarza ardiente(Ex.3,1-5).
Emprende su regreso pasando por distintos lugares, Gessen, Etham (Ex13,20) Pithom (Ex.1,11) Arabia y Ramesses; la primera era el nombre de una de las provincia de Egipto en el Delta Oriental, también el de su capital. La segunda es la ciudad de donde parten de Egipto los hebreos (Ex.12,17). Fue restaurada por Ramsés II (1292-1225 a.C) el más grande de los faraones. Tathnis (Tafnis) y Pelusio, aparece la primera en la Biblia (Jer.2,16; Jer 43,8-9)
El monte Nebo: Realiza este viaje atraída por el recuerdo de Moisés, parte de Jerusalén en compañía de un presbítero, varios diáconos y monjes, llegan a Jericó después de haber caminado unos 30 km., siguen hasta el Jordán al lugar tradicional por donde pasaron los israelitas conducidos por Josué.
De aquí se dirigen a la ciudad de Livias y desde aquí, al Monte Nebo, gebel el-neba (en árabe) a 808 metros de altura, desde donde Moisés vio la tierra prometida (Dt.32,48-50 y 43,1)
Al país de Job: Es animada a realizar este viaje por unos monjes que le relatan acerca de la patria de Job.
Parte desde Jerusalén y tardan 8 días en llegar a Carneas, antes llamada Dennaba, y ahora llamada ciudad de Job. Como el viaje es largo se detienen en Siquem, actual Nablus, luego continúan hacia el Oriente, al Jordán, antes de llegar al río hay un hermoso valle y en él hay una Iglesia que recuerda el encuentro de Melquisedec con Abraham (Gen.14, 17-20). Llegan por fin a Carneas, donde se veneraba el sepulcro de Job.
Viaje de regreso a Constantinopla
Después de haber visitado todos los lugares santos durante tres años, vuelve a su tierra natal, pasando por lugares que ya había conocido y otros que le eran nuevos.
No se sabe con precisión el camino de regreso que tomó, pero se puede suponer que para llegar hasta Antioquía, lo hizo por mar, porque no nombra ninguna ciudad por la que hubiera pasado.
Sale pues de Cesarea marítima y llega hasta Antioquía, como Edesa no quedaba muy lejos, se determina a ir y a otros partes de la Mesopotamia, para poder ver a los monjes que se encontraban allí y rezar en el sepulcro de Santo Tomás.
Egeria llega el 19 de abril, hacía más de 10 años que había muerto allí San Efrén, diácono. No lo conoció personalmente pero pudo escuchar los himnos que el mismo había escrito, durante la liturgia cantada alternando dos coros. Eran de temas muy variados escritos en la lengua materna siríaca.
Ese mismo día visitó la Iglesia y el sepulcro de Santo Tomás que se encontraban en dos lugares diferentes.
De Harán a Antioquía; queda a unos 38 km al SSE de Edesa, llega el 23 de abril, en la vigilia del santo del lugar, San Helpidio, festejando así con todos los monjes que venían para ese día. La Iglesia había sido construida en lo que fue la casa de Abraham. Fue visitando con el obispo de la ciudad todos los lugares que tenían relación con los lugares bíblicos.
De Antioquía a Constantinopla: Se encontraría en Antioquía con el obispo, llamado Melecio, que había asistido al concilio de Constantinopla, estaban también aquí, los presbíteros Flaviano y Elpidio.
Después de varias jornadas llega a la ciudad de Tarso, patria del apóstol San Pablo, donde probablemente conoció al obispo Diodoro.
Visita el sepulcro de Santa Tecla, que quedaba a tres días de allí, antes de llegar, en uno de los monasterios, se encuentra con una amiga suya, “de cuya vida todos daban testimonio en oriente, la santa diaconisa llamada Marthana”, a la que había conocido en Jerusalén. De allí van al sepulcro, aquí están dos días, vuelve a Tarso, y se queda en la ciudad tres días.
El mismo día que parte de Tarso llega a la mansión de Mansocrenas, donde murió de fiebre el emperador Constancio el 3 de noviembre de 361.
Sigue el mismo camino que llevó al ir a Jerusalén por las provincias de Capadocia, Galicia y Bitinia, hasta llegar a Calcedonia “en este lugar -dice ella- me detuve por el famoso sepulcro de Santa Eufemia, que desde antiguo me era ya conocido”.
Al día siguiente pasa el mar y llega finalmente a Constantinopla, dando gracias a Dios por haberle concedido ir a Jerusalén, ver lo que deseaba y volver de nuevo a Constantinopla.
Dice que tenía también el deseo de pasar a Asia y venerar en Efeso el sepulcro de San Juan evangelista y otros lugares, no dice nada de la Virgen en Efeso, una prueba más a favor de su sepultura en Jerusalén.
Con mucha insistencia le repetía a sus hermanas ”viva o muerta” lo que parece indicar que no se sentía bien, tan largo había sido el camino, con tantos sacrificios, que su salud estaría resentida.
EN EL TIEMPO DE EGERIA HABÍA EN JERUSALÉN CINCO GRANDES SANTUARIOS
El Cenáculo en el monte Sión: Una tradición antigua e ininterrumpida nos asegura de la autenticidad del Cenáculo. Cuando en el año 70, Jerusalén fue destruida por el emperador Tito, esta zona de Sión quedo intacta, porque estaba instalada en ella, “la legio Fretensis decima”, que había ayudado a Tito.
San Epifanio, palestino que vivió en Jerusalén por varios años, en sus escritos, dice que en el año 117 cuando Adriano, llegó a Jerusalén de paso a Egipto, halló la ciudad y el templo destruidos por Tito, excepto algunas casas, entre ellas la que contenía “la pequeña Iglesia de Dios”, en el monte Sión, donde se había establecido la guarnición de Tito.
Es la Iglesia que conoció Egeria, pero ya agrandada, probablemente por Cirilo de Jerusalén siendo ya obispo. En sus escritos nombra a ésta “en este mismo lugar donde ahora se halla la iglesia en Sión”.
Iba varias veces al año el obispo con todo el pueblo, y allí practicaban varios actos litúrgicos.
Esta Iglesia agrandada comprendía dentro la sala alta o Santo Cenáculo, fue destruida por los persas en el 614 y reconstruida magníficamente por los cruzados a principios del s XII con el nombre de Santa María de Sión.
Recién en el año 1335 entró en poder de los franciscanos, le habían cedido la propiedad los piadosos reyes de Nápoles, Roberto y Sancha de Mallorca que lo habían comprado unos años antes. Pero solo quedaban ruinas de la Iglesia, ya que había sido muchas veces invadida, pero el Cenáculo se conservaba bastante bien, solo un poco deteriorado. Ellos se encargaron de la reparación y lo conservaron por más de dos siglos, hasta que fueron arrojados de él por los turcos de Constantinopla a mediados del siglo XVI.
El Cenáculo fue la primer Iglesia del mundo cristiano, llamado con razón “Mater omnium ecclesiarum”, madre de todas las Iglesias.
En el testimonio de Egeria no se encuentra ningún recuerdo del rey David y tampoco de su sepulcro aunque más tarde se celebraría allí una synaxis (reunión de fieles para celebrar la fiesta o conmemorarla) en honor de David.
El Santo Sepulcro Constantiniano: La fuente principal, de valor inestimable, que se posee acerca de los edificios construidos por el emperador Constantino, en el lugar de la muerte, sepulcro y resurrección de Jesucristo, es la que nos ha dejado Eusebio de Cesarea, en su obra “de Constantini vita”, ya que él fue testigo ocular y estuvo muy ligado al emperador.
1- Origen de los edificios Constantinianos: En el año 325, se celebró en Nicea de Bitinia el primer concilio ecuménico, que duró dos meses, convocado y presidido por el mismo emperador Constantino. Tenía por objeto procurar la unidad de la Iglesia, condenado el arrianismo y también fijar la fecha de la celebración de la Pascua.
Antes de regresar a su diócesis Macario, obispo de Jerusalén, solicitó al emperador autorización y la obtuvo para hacer desaparecer el Capitolio y templo de Júpiter que Adriano había erigido en el centro de la ciudad y que cubrían los lugares santos.
Lo obtuvo fácilmente porque Constantino había dado un decreto exigiendo de los paganos la restitución de las iglesias cristianas confiscadas por ellos y los lugares consagrados por la sepultura de los mártires.
Macario, con la ayuda de las autoridades de la ciudad hizo demoler los edificios que cubrían los lugares cristianos desescombrando todo hasta lo más profundo.
Cuando llega al año siguiente, Elena, madre del emperador, ya se había llegado hasta el hoyo o cisterna en la que fueron arrojados los instrumentos de la crucifixión; pues a ella se le atribuye el hallazgo de la Cruz.
Cuando Constantino supo del hallazgo, escribió a Macario para felicitarlo haciéndole saber la orden dada a Draciliano, viceprefecto del pretorio, y al gobernador de Palestina, acerca de los edificios que debían construirse en aquellos lugares santos:
“Constantino Vencedor, Máximo, Augusto a Macario: Es tan grande la gracia de nuestro Salvador, que no hay palabras para narrar este milagro. Pues el monumento de su sacratísima pasión, oculto bajo tierra durante tantos años, sólo vino a la luz después de desaparecido el enemigo de todos (la muerte de Liciano) y de recobrada la libertad por sus siervos: cosa que supera toda admiración; pues aunque todos los sabios del mundo, reunidos en consulta, se propusieron decir algo acerca de la excelencia del monumento, creo que no podrían decir ni la mínima parte… solo quisiera decirte que mi principal deseo es que… aquel lugar sea adornado con un hermoso monumento.
Conviene, pues, que tu prudencia disponga y cuida todo lo necesario para la obra; de modo que esta basílica no sólo sea la más bella de cuantas existen,
sino que supere a las mejores construcciones de todas las ciudades. En cuanto al edificio y la decoración de sus muros, te hago saber que he encargado de ello a nuestro amigo Draciliano, viceprefecto del pretorio, y al gobernador de la provincia.
Nuestra piedad les ha ordenado que sean enviados inmediatamente los artistas y obreros y cuanto sea necesario a la obra, según tu prudencia les indicará. En cuanto a las columnas y mármoles, busca todo lo que creas más precioso y útil a la vista, y procura escribírnoslo, para que sabiendo por tu informe su cantidad y calidad, podamos hacer llevar de todas partes los materiales que creamos serán necesarios; porque es justo que el lugar más ilustre del mundo sea adornado según lo merece.
Quisiera saber tu opinión acerca del techo de la basílica: si quieres que sea artesonado, o con otra ornamentación. Si se hace artesonado, podrá adornarse con oro… que Dios te guarde, querido hermano”
Los arquitectos de estas admirables obras son: Zenobio y Eustato.
2- Descripción: De Oriente a Occidente se hallaban en este orden: Martirio, Atrio interior, Anástasis y al SO del martirio la Cruz.
La Basílica del martirio comenzaba en la calle principal de Aelia, el Cardo Maximus, unos escalones elevaban su nivel sobre el de la calle; tres puertas, la central mas grande que las laterales, se abrían en la fachada y daban acceso a un atrio a Cielo raso de 25 metros desde la fachada, rodeado de galerías cubiertas y en el centro una fuente. A continuación, tres puertas daban acceso a la Basílica, de cinco naves, la central era más amplia.
Una escalera cerca del altar bajaba al lugar donde fue hallada la Cruz, hoy llamada de Santa Elena y entonces formando la cripta del Martirio. En el ábside se hallaba el trono episcopal y detrás la escalinata del presbiterio adornada con doce columnas en honor de los doce apóstoles. Encima de las naves laterales corría una línea de galerías, espléndidamente adornadas.
Esta Iglesia del martirio servía de catedral al obispo y de parroquia a los fieles de Jerusalén.
Detrás de ella, se abría un ancho atrio a cielo raso y rodeado de galerías por sus tres lados, cubiertas para proteger a los fieles de la lluvia y del sol. Este atrio recordaba el huerto de José de Arimatea, que en el se había excavado su sepulcro nuevo.
En el ángulo SE del atrio había una roca de unos 4 ó 5 metros más alta que el nivel del suelo que la rodeaba, y en su cima fue colocada una cruz, adornada de piedras preciosas y cubierta con una especie de dosel contra vientos y el sol, porque también se encontraba a cielo raso.
Este lugar Egeria lo llama “Cruz: ante crucem y post crucem”. Al oriente de ésta, había una capilla, en donde algunos días se celebraba un acto litúrgico.
En la parte más occidental se encontraba la Anástasis, en el centro, se abría el antro, la gruta sepulcral, esto era el Santo Sepulcro.
La cúpula que la cubría estaba sostenida por columnas monolíticas con capiteles corintios, algo maltratadas por los persas en el 614 y enteramente arrasadas por el califa Hakim en el año 1009 y sustituidas por otras columnas y pilastras en la reconstrucción de Constantino Mónomaco en el año 1048.
Esta cúpula constantiniana aparece en el mapa de Mádaba en color amarillo y el techo del martirio en rojo.
Algunos han pensado que la Anástasis fue construida después porque no se habla expresamente de ella en la dedicación, pero si Constantino manifestó su deseo de rodear el Santo Sepulcro de un espléndido santuario, esto quiere decir que todos los edificios fueron construidos simultáneamente.
Dice Eusebio en sus escritos “ante todo adornó aquella gruta sagrada, por ser la cabecera de toda la obra… y la decoró, con columnas riquísimas y el mayor adorno”
Y Cirilo de Jerusalén, diez años más tarde, dice “El vestíbulo, que precedía la cámara sepulcral (llamado hoy capilla del ángel) desapareció al edificar la Anástasis; pues fue cortado para dar lugar a la armoniosa construcción actual. Pero la piedra que cerraba el sepulcro se encuentra hoy junto al mismo sepulcro”
Los materiales (columnas y mármoles) que servían para la construcción de estos edificios debían ser buscados y enviados a los arquitectos desde varias partes distintas, así se lo había dicho el emperador al obispo. Quizá mucho del material utilizado fue llevado desde la espléndida Cesarea de Herodes, donde era abundante, o tal vez de la Sebaste herodiana de Samaria o de otros grandes monumentos helenísticos y romanos de Palestina, Siria y Transjordania.
Una idea de la belleza de estas columnas monolíticas de la Anástasis constantiniana, pueden dárnoslas las columnas que adornan el interior de la mezquita de Omar en Jerusalén, ya que muchas cosas fueron quitadas de los lugares cristianos por el califa Hakim en el 1009.
Estos edificios constantinianos (llamados así por la orden dada por el emperador para su construcción) que eran: Martirio, Cruz y Anástasis, estaban incluidos en un períbolo rectangular de unos 132 metros de largo por 38 de ancho. Tenían dos amplios corredores a ambos lados de la basílica, servían estos, para que sin entrar en ella estuviesen comunicados directamente con la Anástasis por dos puertas.
La dedicación de estos edificios se hizo el 14 de septiembre del 335 y duró la fiesta por espacio de una semana.
El obispo Máximo, (331-347) sucesor de Macario, trasladó su sede desde el monte Sión a el martirio, donde en el ábside había una serie de asientos para el obispo y los presbíteros que lo acompañaban.
La Iglesia de la gruta en el monte de los Olivos: Al mismo tiempo que empezaron los trabajos en el sepulcro, otro grupo de trabajadores comenzaba con los edificios en Belén y en el monte de los olivos.
Eusebio es quien atribuye a Santa Elena la iniciativa para la construcción en este monte “la madre del emperador, ennoblecía con grandes edificios en el monte de los Olivos el recuerdo de la subida del Salvador al cielo, construyendo sobre la altura, cerca de la cima de la montaña, el edificio sagrado de una iglesia y un lugar de oración en honor del Salvador, el cual gustaba detenerse en ese lugar: allí, en la gruta misma donde la historia verídica asegura que el Salvador de todos inició a sus discípulos en sus misterios ocultos”
El edificio se compone de un atrio, el cuerpo de la Basílica, baptisterio, y en el ábside el altar, en el lugar mismo de la gruta venerada por haber estado allí el Salvador.
Por muchos siglos este santuario quedó en el olvido, recién en el año 1910 y 1911 se hicieron excavaciones que dan a conocer restos del santuario y han permitido trazar un plano del mismo.
Desde la segunda mitad del S XIX se conoce este santuario con el nombre del Pater Noster.
El lugar de la Ascensión: Desde antes del s IV se veneraba en el monte de los Olivos, un lugar que recordaba la subida del Salvador a los cielos.
Egeria le da a este lugar el nombre de “Inbomon”, es decir “el lugar”, ya que ella no nombra ninguna iglesia, quizá habría algún monumento que recordaba este hecho (Mc.16,19)
La iglesia de forma octogonal fue construida por Poemenia, noble dama pariente del emperador Teodosio, ella llego a Jerusalén en el año 394.
La Basílica de la Natividad en Belén: Este lugar fue venerado por cristianos desde los primeros tiempos, atestiguado esto por Justino, escritor palestino, en el siglo II.
Este lugar fue profanado, en tiempo de Adriano, había allí un bosquecillo y un templo en honor de Adonis. Constantino y su madre mandaron a construir una Basílica para honrar lugar tan sagrado. Comenzando los trabajos al mismo tiempo que los del Santo Sepulcro, en el año 325.
Los samaritanos en el año 527, en su rebelión contra el imperio, arruinaron un poco el lugar, pero fue reconstruida por Justiniano poco tiempo después.
En el año 1934 se hicieron excavaciones que permitieron descubrir parte del pavimento constantiniano, visible todavía en parte.
La Iglesia de los pastores: Llamada también, campo de los pastores, en árabe “Kanisat al rua”.
Se halla a un poco más de un kilómetro al oriente de Belén, en la llanura que se extiende al pie del pueblo de Beit Sahur. Es en este lugar donde los ángeles se les aparecieron a los pastores y les anunciaron el nacimiento del Salvador (Lc. 2,8)
No se sabe con exactitud el año en que fue fundada esta Iglesia, pero ya existía cuando Egeria estuvo aquí.
Fue destruida por los samaritanos en el año 529 durante su sublevación en Palestina, quedando sólo, cubierto por las ruinas, el pavimento, descubierto en las excavaciones de 1972.
En la misma época los samaritanos arruinaron también muchas Iglesias, entre ellas la de la Natividad, reconstruida después por Justiniano, seguramente fue él quien mandó reconstruir la Iglesia de los pastores.
Excavaciones en esta Iglesia: Cuando en el año 1972 se hicieron las excavaciones arqueológicas los resultados fueron muy buenos, ayudando a verificar la autenticidad del lugar.
Fue excavada y estudiada la gruta y capilla subterránea, que data del siglo IV, llamada “Sagrada gruta natural”, la “Iglesia de la gruta”, que data del siglo V, y la Basílica que data del siglo VI; pues es la reconstrucción de la Iglesia destruida por los samaritanos.
Lo que mejor se conservó fue la Iglesia de la gruta, es de la primera época bizantina y el más antiguo edificio cristiano del lugar, es rectangular y mide 11 por 15 metros, fabricada enteramente dentro del área de la gruta. El pavimento era de mosaico, pero solo se conserva una pequeña parte.
De la Iglesia superior solo se conserva el pavimento, que perteneció a la Iglesia anterior a la basílica del siglo IV. En este pavimento se encuentra la siguiente inscripción de estilo bizantino “Acuérdate de tu siervo Lázaro y de todas sus ofrendas. Amén” indicaría quien fue el que hizo esto, posiblemente un presbítero indígena, por su nombre.
Los franciscanos fueron dueños de esto desde el siglo XVI, hasta que en el año 1820 fueron sacados del lugar y entregado esto a los griegos.
Su nueva capilla, ocupa las ruinas del monasterio agrícola fundado por el abad Marciano en el 454, donde se detenía San Teodosio en sus visitas a Belén desde el suyo de Dor Dosi.
LA LITURGIA SEMANAL EN LOS SANTOS LUGARES
Presentamos ahora como era la liturgia en los Santos Lugares, según lo relata la Peregrina Egeria. Y en este número veremos la liturgia semanal, es decir, como se vivía cada día y en especial el Domingo. El mes que viene veremos las principales solemnidades en el año (Pascua, Navidad, Pentecostés, etc.).
La liturgia semanal: Cada día, los ascetas, hombre y mujeres, bajaban desde las habitaciones que tenían entre las ruinas del palacio de Herodes en la explanada del monte Sión donde hoy tienen su nuevo colegio los Armenios gregorianos, para rezar en la Anástasis, una vigilia matutina, desde el canto de los gallos, hasta el alba.
Aunque no tenía carácter popular, asistían a ella algunos laicos fervorosos, y también presbíteros y diáconos.
Tal vez se alternaban en la recitación de las oraciones: aquellos después de los himnos y éstos después de las antífonas.
Al amanecer, empezaba el “oficio matutino” destinado al pueblo, compuesto de salmos determinados y terminaba ya de día. Participaban algunos catecúmenos (los que se preparan para recibir el bautismo) y fieles.
Terminados los salmos, el obispo, acompañado de su clero, entraba dentro de la gruta del sepulcro, hacía allí su adoración, salía y desde el interior de los canceles oraba por todo el pueblo y por algunas personas en particular.
Luego bendecía a los catecúmenos y a los fieles uno por uno, era ya de día cuando se despedían.
Oficios del domingo: Comprendía las siguientes partes
a- La Espera: Comenzaba antes del canto de los gallos y tenía lugar en el atrio interior, entre el martirio y la Anástasis, alumbrado por lámparas pues la Anástasis no se abría antes del canto de los gallos. Egeria conoce muy bien esto, ya que fue una de las que “esperaron”, porque los fieles temiendo no llegar a tiempo al oficio de resurrección, iban a la Iglesia mucho antes de la hora.
Los fieles empleaban el tiempo piadosamente cantando salmos hasta la hora del oficio.
b- El oficio de la resurrección: Comenzaba al canto de los gallos. Era solemne, se celebraba en la Anástasis (el lugar mismo de la resurrección) todo estaba muy bien iluminado.
Estaba presente el obispo Cirilo con su clero desde el comienzo, la entrada de éste no tenía carácter solemne sino que se dirigía directamente al sepulcro. Se abrían todas las puertas y la muchedumbre entraba.
El oficio comenzaba con el canto de tres salmos o cánticos de la Escritura, con responsorios. El primero era cantado por un presbítero, el segundo por un diácono y el tercero por un clérigo cualquiera. Después de cada salmo se recitaba una oración. A continuación se hacía una conmemoración, pero Egeria no nombra quien es el que lo hacía, si el obispo o un diácono.
La ceremonia siguiente consistía, en colocar los incensarios en el interior del sepulcro, esto es dentro de los canceles de la Anástasis, con incienso quemado en gran cantidad para que su rico perfume la invadiera .
Esto no iba acompañado de ningún canto, parece que este acto estaba destinado a preparar la lectura solemne del Evangelio.
El obispo de pie en el interior de los canceles, tomaba el Evangelio y lo leía él mismo desde la puerta del cancel. La perícopa escogida es llamada “La Resurrección del Señor”, pero comprendía la Pasión, muerte y Resurrección del Salvador.
Se hacía la lectura para mover al pueblo a meditar los misterios de la redención. Era leída seguramente muy despacio y escuchada con mucha atención, provocando en los fieles profundos sentimientos de dolor y admiración.
La resurrección era realmente el motivo de la celebración y el punto culminante del evangelio leído; pero ésta no se podía entender bien sin la pasión, ya que la victoria sobre la muerte presuponía la muerte misma. La exaltación del hijo de Dios era la consecuencia de su humillación.
Si bien no se podían separar, era más acentuada la Resurrección por ser, objeto de la pasión y esperanza de los cristianos.
Después de esta lectura se dirigían en procesión, cantando himnos a la Cruz, frente al atrio interior, donde se cantaba un salmo, seguido de una oración.
Para terminar bien el oficio, el Obispo bendecía a los fieles y se despedía.
c- La vigilia de la mañana: La vigilia matinal de los domingos correspondía a la de los días feriales. Aquellos que deseaban descansar antes de la celebración que tendría lugar en el martirio, iban a dormir a sus casas.
El oficio de la mañana de los días feriales y la vigilia matinal de los domingos terminaba a la misma hora.
d- La celebración en el Martyrium: Se celebraba el “oficio de la mañana” seguido de la Misa.
Todos los presbíteros presentes podían predicar, finalizando el obispo; esto se hacía los días domingos para que el pueblo de Dios sea instruido siempre en las Escrituras y en el amor a Dios.
Esto hacía que pasase mucho tiempo hasta la despedida. Una vez que terminaba la despedida, los monjes llevaban al obispo con himnos desde la Iglesia de la Anástasis. Cuando comenzaba a caminar éste, con himnos se abrían todas las puertas de la Anástasis y entraba todo el pueblo, excepto los catecúmenos.
Una vez entrado el pueblo, entra el obispo y se dirige a los canceles (eran los que rodeaban la roca del antro o gruta del mismo Santo Sepulcro).
Primero se dan gracias a Dios y se hace oración por todos: luego eleva la voz el diácono para que todos inclinen la cabeza, estando de pie, y así los bendice el obispo, de pie dentro de los canceles interiores y luego sale. Saliendo se le acercan a besarle la mano.
En esa época no había divisiones entre los cristianos, ni distintas confesiones que pugnaban por derechos en los Santos Lugares, ¡ni statu quo!, sino que las iglesias estaban hermoseadas, y el culto en todo su explendor. Si ahora, la liturgia en Tierra Santa tiene un sabor especial, ¡cómo sería en los felices días de Egeria!
LAS FIESTAS DEL AÑO
Egeria después de dar a conocer como era la liturgia en la semana pasa a describir las fiestas del año.
Epifanía y su octava: Era celebrada el 6 de enero, conmemorando el nacimiento de Jesús en Belén. La vigilia del día 5 era celebrada por el obispo de Jerusalén y su clero, parte en la Iglesia de los pastores, parte en la Iglesia Constantiniana de la misma ciudad. Terminada la vigilia, el obispo y sus acompañantes regresaban a Jerusalén, llegando al alba del día 6; ese mismo día celebraban allí solemnemente la fiesta. Lo mismo se hacía en Belén.
Habiendo llegado, entra el obispo y todos con él en la Anástasis, donde se encuentran encendidas muchas lámparas.
Se dice un salmo y se hace oración, son bendecidos por el obispo primero los catecúmenos y después los fieles. Se retiran todos, menos los monjes que se quedan recitando himnos.
Una vez que el pueblo ha descansado, se reúnen todos en el Gólgota, todos los himnos son apropiados para ese día. Después se van cantando himnos a la Anástasis, según costumbre, la despedida tiene lugar hacia la hora sexta (mediodía).
Al día siguiente se va nuevamente al Gólgota, y lo mismo se hace el tercer día. Durante estos tres días se celebra toda esta alegre fiesta en la Iglesia que hizo Constantino, siempre hasta la hora sexta.
El cuarto día en Eleona, la hermosa iglesia que está en el monte de los Olivos, todo se hace con los mismos adornos y la misma solemnidad. El quinto día en el Lazarium, cerca de Jerusalén.
El sexto en Sión, el séptimo en la Anástasis, el octavo en la Cruz. Así durante 8 días se festeja alegremente. El obispo debe estar estos días en Jerusalén.
Por la solemnidad y alegría de estos días acuden de todas partes innumerables gentes a Jerusalén.
En Belén, por ocho días completos, festejan también con mucha alegría, los monjes que deben quedarse allí.
Egeria al describir los ornamentos de las Iglesias dice:“…Allí no ves más que oro, piedras preciosas y seda; porque si miras los tapices, son de seda bordada de oro; si miras las cortinas, son también de seda bordada de oro. Todo el servicio del culto divino que se ve aquel día es de oro con piedras preciosas incrustadas. Y el número o valor de los cirios, candelabros o lámparas y de toda clase de objetos de culto ¿puede acaso apreciarse o escribirse? Y ¿qué diré de la ornamentación de la fábrica misma, que Constantino, bajo la vigilancia de su madre, en cuanto se lo permitieron las riquezas de su reino, decoró con oro, mosaicos y mármoles preciosos, tanto la Iglesia mayor como la Anástasis y la cruz y los demás lugares santos de Jerusalén?
La Presentación: Se celebra a los 40 días de la Epifanía. Ese día hay procesión a la Anástasis, en las que todos toman parte, y todo se hace ordenadamente con suma alegría, como para Pascua.
Predican todos los presbíteros y también el obispo, siempre acerca de lo que dice el Evangelio de la presentación de Jesús en el templo (Lc. 2,22-38).
Después de haber celebrado todo por orden, según la costumbre se celebra la oblación, y luego se hace la despedida.
La cuaresma y el ayuno: Aquí se observan ocho semanas antes de pascua, porque no se ayunan los sábados (excepto el de la vigilia pascual) y los domingos. Si se restan estos días quedan cuarenta y un días de ayuno, llamados “eoarti”, propiamente significa “fiesta”, pero que en Jerusalén la usarían para indicar los oficios de pascua, tal vez asociando la idea de la alegría con que practicaban los ayunos, considerándolo como fiestas.
La manera como practican los ayunos; algunos después de haber comido el domingo después de Misa, a la hora quinta o sexta ya no comen en toda la semana hasta el sábado siguiente después de la Misa en la Anástasis: estos son los “hebdomadarios”( los que ayunaban por semanas, su ayuno era rigurosísimo).
Los que han comido el sábado por la mañana, ya no comen por la tarde; sino que al día siguiente, el domingo, comerán después de la despedida de la Iglesia, a la hora quinta o más tarde, y después ya no comen hasta el sábado siguiente.
Otros llamados “apuctitas”, no solo en cuaresma sino en todo el año comen una sola vez al día.
Si algunos de ellos no puede ayunar las semanas enteras, cena a media semana, el jueves durante toda la cuaresma, si ni esto puede, lo hace dos días en la cuaresma, y el que ni esto puede come por la tarde.
Nadie exige cuánto deba hacer, cada uno hace lo que puede, ni es alabado el que hace mucho ni vituperado el que hace menos.
No pueden probar pan, ni aceite, ni nada de lo que producen los árboles; sino solamente agua y una pequeña bebida de harina.
En la cuaresma se hacen todos los días y en distintas horas himnos, rezo de salmos, etc., antes de entrar en la semana mayor, el sábado, al amanecer, hace la oblación el obispo; y luego el archidiácono (es un diácono encargado de anunciar algunos actos litúrgicos) avisa al pueblo que a la hora séptima (la una después del mediodía) debe estar en el “Lazarium” o Betania.
Al llegar al lugar donde María, hermana de Lázaro, encontró al Señor, salen todos los monjes a recibir al obispo. Allí, en la Iglesia, se dice un himno y una antífona y se lee el evangelio alusivo (Jn.11, 29-35). Desde aquí se dirigen al Lazarium, cantando himnos, una vez que llegan se rezan himnos y antífonas apropiadas al día y al lugar. Antes de la despedida es anunciada la Pascua por un presbítero, que lee el evangelio “Seis días antes de la Pascua vino Jesús a Betania…” (Jn.12,1-8)
Terminado esta liturgia vuelven a Jerusalén y en la Anástasis rezan vísperas.
Semana Mayor: Comienza con la procesión del domingo de Ramos, ese día desde el canto de los gallos hasta el amanecer, se hace lo de costumbre en la Anástasis o en el atrio de la cruz, así también a la mañana en el Martirio, pero después de la despedida se advierte al pueblo que desde el día siguiente y durante toda la semana deben reunirse en la Iglesia Mayor, a las tres de la tarde y que ese mismo día deben estar todos a la una en el monte de los Olivos.
La procesión del domingo de Ramos: Se encuentran todos en la Iglesia que hay allí, se recitan himnos y antífonas y se hacen lecturas apropiadas al día y al lugar.
Cuando son las tres de la tarde, suben cantando himnos al Inbomón (lugar desde donde el Señor ascendió a los cielos), y allí se sientan todos excepto los diáconos: se hace aquí igual que en la otra Iglesia.
A las cinco de la tarde, se lee el evangelio donde dice “salieron al encuentro del Señor, diciendo: Bendito el que viene en nombre del Señor” (Mt.21, 1-9). Se levanta el obispo y luego el pueblo y van a pie todo el camino, delante del obispo, cantando himnos y antífonas y van llevando en sus manos palmas o ramas de olivos, así van cantando hasta llegar a la ciudad, entran en la Anástasis y se hace el lucernario (rezo de vísperas), se repite la oración en el atrio de la cruz y se despide al pueblo.
Esta ceremonia ha sido practicada durante la época bizantina, luego por los Cruzados, y desde el siglo XIV por los franciscanos de Tierra Santa, fue interrumpida por algún tiempo, y hoy con algunas variantes se sigue realizando.
Lunes, martes y miércoles: Desde el lunes hasta el miércoles, toda la acción litúrgica es la misma, el martes van a la gruta de Eleona, donde el obispo lee el evangelio (Mt.24,4-44) y el miércoles, un presbítero lee en la Anástasis el evangelio de la traición de Judas (Mt.26,14-16).
Jueves Santo: Los actos litúrgicos de este día se celebran en tres lugares: Santo Sepulcro, monte Olivete y Getsemaní, terminando todo en el Santo Sepulcro.
Después de hecho lo de costumbre desde el canto del gallo, en la Anástasis y en el Martirio, donde se dice Misa y comulgan, siguen hasta la Anástasis, son bendecidos los catecúmenos y los fieles y se despide a todos a las cuatro de la tarde, donde van a sus casas a comer.
Después de comer, todos van a Eleona, a la Iglesia en cuya gruta estuvo ese mismo día el señor con los Apóstoles y allí se leen textos del Evangelio alusivos al día y al lugar (Mt.24,3-14; Mc.13,3-13; Lc.21,7-9).
Desde allí, a medianoche, van subiendo al Inbomón, cantando himnos; allí siguen diciendo himnos y antífonas, y oraciones que recita el obispo quien lee los textos evangélicos propios (Mc.16,19.20; Lc.24,50-53; Act.1,4-11).
Hacia la una después de medianoche comienzan a bajar del Inbomón, cantando himnos, y llegan al lugar donde Jesús oró esa noche. Entra el obispo y con él todo el pueblo, en la Iglesia de Gestsemaní, se reza una oración apropiada y se dice un himno, se lee el evangelio del prendimiento de Jesús (Mt.26,36-46; Mc.14,32-42 ;Lc.22,39-46; Jn.18,1-12). Provoca en la gente mucha emoción que se manifiesta por medio de sollozos y lágrimas.
De Gestsemaní se van a pie hasta la ciudad caminado muy despacio, una vez que llegan al atrio de la cruz, ya cuando el día esta empezando a clarear, y allí se lee el evangelio de Jesús ante Pilatos (Mt.27,11-23; Mc.15,2-15; Lc.23,3-7 y 13-25; Jn.18,29-40).
El obispo anima a los fieles y los despide.
Viernes Santo: Antes de la salida del sol, todos se dirigen con presteza a la iglesia que está en Sión a orar ante la columna de la flagelación, luego regresan y van a sus casas a descansar un poco para estar en las ceremonias del día.
En la iglesia del Gólgota detrás de la Cruz, en el mismo sitio donde halló Santa Elena la cruz, se sienta el obispo en su cátedra, y es colocada ante él una mesa alrededor de la cual están los diáconos, de pie. Colocan allí la cruz, guardada, junto con el título, en un relicario de plata dorada.
Toma el obispo por sus extremidades el santo leño y se acercan los fieles y catecúmenos, uno por uno, para venerarlo, tocándolo con los ojos y con la frente, pero no con la mano, vigilándolo cuidadosamente los diáconos.
Besan después el anillo de Salomón y el cuerno con cuyo aceite eran ungidos los reyes, y van saliendo, termina cerca del mediodía esta ceremonia.
Luego se dirigen todos al atrio libre (entre la Anástasis, la cruz y el martirio) allí el obispo sentado en su cátedra, preside la ceremonia que dura tres horas. Se leen distintas lecturas, referentes a la pasión ,ya sea del A.T o del N.T. Todo termina con la lectura del evangelio de Jn. 19, 30, una oración y la despedida.
En la Anástasis se lee el evangelio donde Pilatos entrega el cuerpo a José de Arimatea y éste lo pone en el sepulcro nuevo (Jn.19, 38-42). Leído el evangelio, son bendecidos los catecúmenos y se hace la despedida.
Sábado Santo: A las tres de la tarde termina el día sábado y comienza la preparación de las vigilias pascuales.
Los catecúmenos que acaban de ser bautizados son llevados a la Anástasis, (esto era algo característico en ellos, inmediatamente después de ser bautizados son llevados al lugar de la resurrección, indicando con esto la resurrección a una nueva vida) donde el obispo hace oración por ellos, de allí son llevados al martirio y
con todo el pueblo se siguen las vigilias pascuales.
Luego se celebra la Misa y se hace la despedida, cuando regresan a la Anástasis leen el evangelio de la Resurrección y así termina el oficio de las vigilias pascuales.
Pascua y su octava: El adorno de los lugares es el mismo que para la fiesta de la Epifanía.
La liturgia se celebra en el martirio y en la Anástasis, excepto el miércoles, que se va al monte de los Olivos y el viernes al Sión.
El domingo de Pascua, después de vísperas van al Sión, y leen allí el evangelio de la aparición de Jesús a sus discípulos en ese mismo lugar (Jn.20,19-23).
Durante los ocho días, el obispo, los recién bautizados, los apuctitas y cuantos quieren del pueblo suben al monte de los olivos y allí en la Iglesia del Inbomon y en la gruta dicen himnos y oraciones, bajando se dirigen hacia la Anástasis.
El domingo de la octava de Pascua, suben al Monte de los Olivos el Obispo y el pueblo, y en los dos lugares ya sabidos se practican varias devociones, luego se dirigen a la Anástasis rezando ahí las vísperas, terminado este oficio todo el pueblo lleva al Obispo a Sión donde se lee el evangelio de la aparición (Jn.20, 24-29), por último vuelven todos a sus casas.
Pentecostés: Los oficios comienzan con el primer canto del gallo, la vigilia se realiza en la Anástasis donde el Obispo lee el evangelio de la resurrección.
Al amanecer la liturgia tiene lugar en el Martirio predicando los obispos y los presbíteros, se realiza la oblación y luego se dirigen todos a Sión, junto con el Obispo. Se lee allí lo sucedido allí y en ese lugar “la venida del Espíritu Santo” (Hch.2,1-13). Al mediodía se dirigen todos hacia el Monte de los Olivos y en el Inbomon se leen perícopas evangélicas y de los Hechos de los Apóstoles que recuerdan la Ascensión del Señor.
A las tres de la tarde bajan a la iglesia de Eleona, donde se rezan vísperas y otras oraciones, y desde allí van bajando a la ciudad, ya de noche, alumbrados con muchas antorchas. Al llegar a la iglesia constantiniana se abren las grandes puertas que dan al Cardo Máximo de Adriano, entra el pueblo con el Obispo al Martirio cantando himnos, van luego a la Anástasis y al atrio de la Cruz; luego acompañan todos al Obispo cantando himnos hasta Sión, ya es medianoche.
Día de las Encenias: Es llamado aquel en que fue consagrado a Dios la Santa Iglesia que está en el Gólgota, llamada “Martirio”, también la Santa Iglesia que está en la Anástasis en el lugar donde el Señor resucitó después de la Pasión.
Son celebradas con sumo honor porque la cruz del Señor fue hallada en aquel día. Por eso se ha establecido que la consagración por primera vez de estas iglesias fuera el día en que fue hallada la cruz del Señor.
Son celebradas durante ocho días. Desde muchos días antes comienzan a llegar muchedumbres de todas partes, no sólo de monjes y de aputactitas de varias provincias, esto es de Mesopotamia o de Siria o de Egipto y Tebaida, donde hay muchos monjes, sino también de otros diversos lugares o provincias, porque no hay nadie que deje de ir a Jerusalén para esos días de fiesta y solemnidad.
Los obispos por pocos que sean, se hallan en estos días más de cuarenta o cincuenta. Uno piensa haber cometido gran pecado si no ha tomado parte en estas fiestas tan solemnes a menos que haya habido algún impedimento en contra que impida al hombre su buen propósito.
La ornamentación es la misma que para Pascua y Epifanía.
El Bautismo:
a- La inscripción: Para ser inscriptos, el catecúmeno debe dar su nombre a un presbítero antes de la cuaresma. El día que comienza la cuaresma, se pone para el Obispo una cátedra en medio de la Iglesia Mayor, en el Martirio, se sientan a ambos lados los presbíteros en sillas y todos los clérigos están de pie. Así son presentados uno por uno los competentes, si son hombres con sus padres, si son mujeres, con sus madres. El Obispo pregunta en particular a los vecinos del que entró diciendo: “¿es éste de buena vida, obedece a sus padres?, etc.” si llega a comprobar que es irreprensible de todo lo que averiguó por los testigos presentes, él mismo anota con su mano el nombre. Pero si es acusado de algo, le ordena que salga fuera diciendo: “enmiéndese, y cuando se haya enmendado, se acercará al bautismo”
b- La catequesis: Durante los cuarenta días en que se ayuna deben ser exorcizados temprano por los clérigos, San Cirilo expresa claramente el contenido esencial de los exorcismos por medio de la belleza imagen del crisol “deseamos tener oro puro, que sin el fuego no puede quedar limpio de las materias extrañas, así el alma no puede quedar purificada sin los exorcismos”.
Luego de esto se pone una cátedra para el Obispo en el Martirio, y todos los que serán bautizados se sientan alrededor junto al Obispo, éste les enseña la ley, de esta manera: comenzando por el génesis durante los cuarenta días va recorriendo todas las Escrituras, exponiéndoles primero según el sentido literal y explicando luego el sentido espiritual, esto es lo que se llama catequesis.
c- Recepción y entrega del símbolo: cuando se han cumplido cinco semanas de enseñanza reciben el símbolo, del cual les expone la doctrina haciendo lo mismo que con las Escrituras, primero el sentido literal y luego el sentido espiritual. Y así sucede que en estos lugares todos los fieles siguen las Escrituras cuando se leen en la Iglesia porque todos son instruidos durante aquellos cuarenta días.
En la Semana Mayor ya no queda tiempo para instruirlos. En esta semana el Obispo se sienta en su cátedra en la Iglesia del Martirio y van pasando uno por uno el varón con su padre, la mujer con su madre y le entregan el símbolo, luego éste les habla a todos.
Cuando llegan los días de Pascua el Obispo va exponiendo todo lo que se hace en el bautismo. Durante este tiempo ni un catecúmeno se acerca a la Anástasis. Mientras el Obispo expone y narra cada cosa son tales los gritos de los que aclaman que sus voces se oyen aun afuera de la Iglesia, porque expone los misterios de tal manera, que nadie puede menos de conmoverse al oír lo que tan bien expone.
Lenguas litúrgicas: En esta provincia una parte del pueblo habla griego y siríaco, otra parte sólo griego y otro sólo siríaco. El Obispo habla siempre en griego, un presbítero traduce al siríaco lo que éste va diciendo en griego, lo mismo hacen con aquellos que sólo saben latín, para que así todo el pueblo aprenda.
Siempre los himnos, las antífonas y las lecciones como así también las oraciones que dice el Obispo contienen tales expresiones que son siempre apropiadas y convenientes al día que se celebra y al lugar de que se trata.
Fuente: Hermana María de Rocesvalles para Familia Religiosa del Verbo Encarnado, en Medio Oriente