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Occidente aprendió la metodología de Mao.

 

Con la caída del Muro de Berlín se suponía que el secularismo, el ateísmo, el laicismo y los muchos nombres para un mismo mal, habían quedado enterrados bajo los escombros del Muro. Pero no fue así. Para usar palabras de Maria en Fátima, el comunismo seguía esparciendo sus errores.

 

caida del muro de berlin

 

Con el fin del siglo y del milenio vino una amarga decepción: el secularismo distaba mucho de estar muerto. Y de este modo la ideología, hija de una civilización sin Dios y que sobrevivió a la desintegración del socialismo real, estaba de nuevo activa e imperaba en el mundo. Y para peor, había colonizado ideológicamente a las elites otrora defensoras de la libertad.

LA REVOLUCIÓN CULTURAL OCCIDENTAL

Tal vez uno de los análisis más interesantes es el trabajo de la periodista americana Marguerite A. Peeters, directora del instituto intercultural «Dialogue Dynamics» de Bruselas.

Peeters resumió su pensamiento en dos artículos para el “L’Osservatore Romano” (2009, 2012), en los cuales escribe sobre una «revolución cultural occidental» («western cultural revolution»).

De 1990 a 1996 las Naciones Unidas se ha dedicado —explica la periodista— a organizar una serie no despreciable de conferencias con la intención de «crear un nuevo consenso mundial», mediante una sistemática «imposición» de un «nuevo lenguaje».

En pocos años se acuñaron cientos de nuevos términos, sobre el proyecto ideológico según el cual para cambiar las cosas (revolución) no sirven los enfrentamientos armados, sino que basta con cambiar el nombre a las cosas o el significado del nombre: «buen gobierno», «libertad de elección», «calidad de vida», «salud reproductiva», «identidad de género [sexual]» («género»).

Detrás de estos términos, aparentemente inocentes, hay una intención oculta —y por esto fraudulenta— para dar a los conceptos «gobierno», «libertad», «vida» o «sexo» nuevos significados éticos, completamente funcionales para la construcción de una nueva sociedad artificial.

Más bien slogans para memorizar, antes que palabras, los nuevos términos son todos, en el fondo, especificaciones de un concepto central —«holismo»— es decir la idea de que el todo es mayor y más importante que la parte.

El problema —según Peeters— no es sólo la reconstrucción del mundo con un nuevo sentido moral, sino el hecho de que detrás de este proyecto no hay una mayoría democrática, sino una minoría prepotente, apoyada y financiada por poderes ocultos. Parece que quiere anularse la matriz democrática de los Estados liberales a favor del restablecimiento de una oligarquía hereditaria, o de un gobierno de pocos, que entregará el poder y el dinero a personas que ya están adoctrinadas.

NUEVA ÉTICA DEL NUEVO REINO

Marguerite A. Peeters, en el ensayo «La nueva ética global: desafíos para la Iglesia» (2006) fue aún más precisa.

La generación de 1968 —escribe— «había ocupado puestos clave en la ONU». Después de 1989, ellos «se han presentado como «los» expertos» y, «sin encontrar oposición […] han ejercido un liderazgo normativo a nivel mundial».

Hijos, pues, de una visión libertaria, si no anárquica del mundo, los «expertos» han pasado por encima del colapso social-comunista, logrando imponer una «ética global que se coloca por encima de todo», de cualquier gobierno o religión.

Esta nueva ética, que presume de redefinir qué es lo bueno y lo malo, tiene rasgos bien reconocibles. En opinión de la periodista, en primer lugar es un «diktat», una «dictadura», aunque solo fuera porque prevé un «alineamiento» general de cada cuerpo social y la participación acrítica de todos: si alguien protestara, o no expresara activamente su «consenso», sería inmediatamente entregado al escarnio público, mediante el «ejercicio arbitrario del poder» y de la «intolerancia».

Peeters lamenta, en diversas partes de su obra, la imposición del nuevo lenguaje, que «ya no es ajeno a la Iglesia». Por el contrario, hoy «el adversario se encuentra adentro». Ya «muchas ONG, organismos de ayuda, universidades, asociaciones femeninas católicas, sacerdotes y pastores» han adoptado este lenguaje. Y aún así «la Iglesia sigue siendo ignorante respecto a los retos de esta ética» anticristiana: tanto de los «riesgos», ya que «son mortales para la vida de fe», como de las «oportunidades» que ofrece el cambio cultural para la evangelización.

UNA MONTAÑA DE DINERO PARA DESTRUIR LA FAMILIA

Por su parte, la socióloga y ensayista alemana Gabriele Kuby, en una reciente entrevista publicada en «Tempi» (11 de enero), ha expresado su gran aprecio por el libro de Peeters sobre la «Revolución cultural occidental», porque le «ha abierto los ojos». Y sobre todo por revelar quién está realmente detrás de los masivos financiamientos que sirven a los ideólogos de Naciones Unidas —y últimamente de la Unión Europea— para ganar visibilidad y espacios en los medios de comunicación: «grupos industriales globalizados, grandes fundaciones como Rockefeller y Guggenheim, personas muy ricas como Bill y Melinda Gates, Ted Turner y Warren Buffett, […] y la Unión Internacional de lesbianas y homosexuales (Ilga)».

Grandes lobby, en suma, grupos de poder en capacidad de autofinanciarse y, por tanto, de acceder a los medios de comunicación y controlarlos en forma contundente y permanente.

Según la socióloga, la revolución cultural actual está llevando a cabo uno de sus programas más nefastos: la destrucción de la familia humana natural, con el pretexto de promover una completa liberación sexual.

La ideología y el «concepto de «Género» —observa Kuby en la entrevista— presupone que cualquier orientación sexual […] es equivalente y debe ser aceptada por la sociedad», y «cualquiera que se enfrente a esto» es «discriminado como “homofóbico”».

Estamos, por tanto, frente a «un ataque mundial contra el orden de la creación» y, por eso, «contra la humanidad entera». El objetivo es destruir «el fundamento de la familia», para «reducir el crecimiento de la población en este planeta».

Además «son pocos los que están conscientes de que detrás se esconde una estrategia de las élites de poder, de la ONU a la Unión Europea, a las altas finanzas».

Fuentes: Observatorio Cardenal Van Thuan, Signos de estos Tiempos

 

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