La homosexualidad está cambiando en la India.
La casta de los hijras (transexuales) en la India dita de la forma en que concebimos la homosexualidad en occidente. Originariamente había una función religiosa en ellos, pero la introducción de la cultura occidental está cambiando eso, con lo que se genera un amplio campo para las reivindicaciones del lobby LGTB.
Se llaman hijras, una palabra Urdu que significa en el sentido estricto «hermafrodita», y en un sentido amplio «transexual». Los hijras en la India, según un censo reciente que tuvo lugar en 2013 y cuyos datos recién están disponibles en la actualidad, serían más de 490.000 y habría 55 mil niños menores de seis años de edad, cosa que da lugar a más de una sospecha sobre los métodos correctos de recogida de datos.
LOS CAMBIOS QUE ESTÁN VINIENDO
Por primera vez, de hecho, un censo nacional ha visto aparecer en los formularios distribuidos a los ciudadanos, así como las palabras «macho» y «hembra», una forma totalmente nueva, «tercer género». No es la única novedad en este campo. Aun recientemente, la Comisión Electoral de la India ha permitido a los indios transgénero que puedan votar y ser votados (el transexual Bharathi Kannamma el mes pasado ha competido por el Parlamento nacional), derecho a que no era reconocido hasta hace poco tiempo.
En abril de este año y luego, tras una petición presentada por el transgénero Laxmi Narayan Tripathi, el Tribunal Supremo de la India ha permitido a las personas transgénero que puedan mostrar en sus documentos el término «tercer género».
Además esta categoría de personas está siendo incluida en las otras clases bajas (OBC), (un término utilizado por el Gobierno de la India para clasificar las castas que son educativamente y socialmente desfavorecidas), a las que el gobierno debe comprometerse a reservar cuotas de matrícula para su uso en las escuelas y en los lugares públicos.
Por último, la Corte instó al gobierno a implementar un plan nacional de atención sanitaria para estos sujetos, y promover campañas de sensibilización pública para combatir la marginación de los indios transgénero.
HISTORIA DISTINTA QUE EN OCCIDENTE
La lectura del fenómeno social de los hijras es compleja y no puede abordarse sólo con nuestros criterios de evaluación de occidente. Se mantenía firme, evidentemente, la reprobación moral de esta condición y las crítica contra las iniciativas judiciales y administrativos destinadas a reconocer un estatuto jurídico especial a este grupo de personas y, por tanto, su legitimidad.
La realidad de los hijras en la mayoría de los casos, y por lo menos hasta hace poco, tenía poco que ver con el fenómeno del transexualismo que conocemos en Occidente.
De acuerdo con la cultura de la India los hijras son el resultado de la potencia generativa en partes iguales entre el macho y la hembra. Esta condición híbrida y por tanto no definida, para ellos ha configurado un régimen jurídico particular, a través de los siglos: la exclusión del eje de los derechos de propiedad hereditaria, la prohibición de practicar los cultos y rituales de los hijos varones y la expulsión de la casta nativa con un abandono frecuente de la familia. Algunos los consideran como pertenecientes a una casta incluso inferior a los intocables.
El hecho es que los hijras se han unido en su propia casta, con reglas, propiedades y casas comunales, representantes locales y nacionales y entre ellos la creación de parientes ficticios. La comunidad de los hijras es guiada por un gurú que gobierna la vida de sus discípulos.
A partir de estos pocos datos se entiende bien que la transexualidad en la India no es sólo una realidad social, sino también tiene su propia figura característica en el ámbito religioso.
En el caso de los hijras femeninos pueden llegar a ser sacerdotisas de la diosa Bauchara Mata, que se reúnen anualmente en su templo en el pueblo de Koovagam, practicando el ritual del matrimonio con Krishna, una manifestación del dios Vishnu.
Paradójicamente, y como un índice para entender cómo la cultura india interpreta el transexualismo de manera diferente a la nuestra, los hijras concurren a menudo a las fiestas por el nacimiento de un hijo, bendiciendo su fertilidad y deseando que continúe su linaje. De una manera similar se hacen presentes en las ceremonias de boda bendiciendo al novio (aunque en ambos casos son mal tolerados). Esto es para dar testimonio de que los hijras están considerados como la unión de lo femenino y lo masculino expresado en el grado más alto.
Así que concentrándose en este fenómeno, al menos en la tradición cultural de la India y no en sus recientes derivaciones, no se sumarían a los supuestos «derechos de género», sino en lo religioso y, paradójicamente, familiar. Las hijras no pueden casarse, son como vírgenes consagradas al culto de la fertilidad, cuyos frutos serán cosechados por otros.
UN MUNDO QUE SE DESVANECE
Todo este andamiaje de creencias, ritos y costumbres, sin embargo, en la India hoy en día, casi se está desapareciendo y el mundo de los hijras se asemeja más al de los transexuales nuestros, muy dedicados a la prostitución (hoy el gurú sabio se ha convertido en el proxeneta que recoge el dinero al final del día). Además de esto, están excluidos de muchos círculos sociales y de la educación básica (54% son analfabetos), los hijras menudo se dedican a la mendicidad en las calles.
Por tanto, los activistas LGBT han encontrado un lado fácil en esta situación de degradación para pasar a exigir la protección de los derechos fundamentales, reclamando ser reconocidos en su particular condición de transexuales por la ley, como si realmente existiese el sexo masculino, femenino y el tercer sexo.
Fuentes: La Nuova Bussola Quotidiana, Signos de estos Tiempos