A la edad de 17 años, Luisa hizo una novena de preparación para la Navidad con nueve horas de meditación, y después de haberla terminado, Nuestro Señor la invitó a meditar de manera continua las últimas 24 horas que sufrió durante el transcurso de su Pasión, comenzando desde el momento en que se despidió de su Madre (antes de instituir la Eucaristía), hasta terminar en el instante en que fue sepultado.
En cada hora de su Pasión, Nuestro Señor mismo, nos invita a hacerle compañía y brindarle consuelo con nuestro amor, pues poco a poco conforme vayamos penetrando cada escena, cada palabra, cada verdad, cada sufrimiento, iremos comprendiendo cuán grande ha sido el amor de Nuestro Dios y por lo tanto, nos será imposible no amarlo como merece ser amado. Aprenderemos a descubrir y a conocer no sólo la Pasión externa que vivió Jesús, sino también todos aquellos sufrimientos, íntimos y ocultos a los ojos de todas las criaturas: Su Pasión interna.
Por lo tanto, meditar una hora de la Pasión significa unirnos a Jesús, para hacer lo mismo que él hacía durante cada una de las escenas de su Pasión, como por ejemplo: las oraciones y reparaciones que él hacía a su Padre en su interior, cuando era flagelado, coronado de espinas, crucificado, etc… y para ello nos servimos de este libro: «Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo«. De manera que, cada vez que leamos, meditemos, penetremos o profundicemos cada hora de su Pasión, tratemos de hacer nuestras sus mismas oraciones, sus mismas intenciones, sus mismas reparaciones, para poder junto con él, elevarlas al Padre por la salvación y el bien de toda la humanidad.
Después de vivir de manera continua estas Horas de la Pasión por más de treinta años, San Aníbal María di Francia, habiendo sido nombrado por la autoridad competente Censor Eclesiástico para los escritos de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, le impuso en virtud de la Santa Obediencia poner por escrito estas meditaciones, dando por resultado este Libro de Cielo. Viendo la riqueza de su contenido y vislumbrando todo el bien que haría San Aníbal mismo se encargó de publicarlo en cuatro ediciones (1915, 1916, 1917 y 1924).
Después de que Luisa terminó de escribir el manuscrito original, se lo envío a San Aníbal junto con una carta. En ella le habla de la complacencia que Jesús siente cuando se meditan estas Horas, pues, lo dice ella misma: es «como si Jesús escuchara su misma voz y las mismas oraciones que él hizo ante su Padre durante el transcurso de las últimas 24 horas de su dolorosa Pasión«. Así mismo, junto con el manuscrito y dicha carta, Luisa le envió algunas hojas en las que incluyó los efectos y promesas que Jesús hace a aquellos que mediten estas Horas de su Pasión.
Lea la Carta que Luisa le envió a San Aníbal junto con las Horas de la Pasión…
DISTRIBUCIÓN Y DETALLES DE LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Vea aquí, en el sitio oficial, toda la información para orar las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo de Luisa Piccarreta http://www.passioiesus.org/es/horasdelapasion/distribucion.htm
BENEFICIOS QUE CONLLEVA LA MEDITACIÓN DE LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Son muy grandes los beneficios que se adquieren cuando se medita con frecuencia la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo; en la historia de la Iglesia podemos ver innumerables testimonios de esto en los santos. Un modo eficacísimo de meditar en la Pasión de nuestro Señor, lo tenemos en este maravilloso y bellísimo libro: «Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo».
En estas horas, Jesús mismo nos toma de la mano y nos introduce dulcemente pero con paso firme en cada uno de los diferentes momentos de su pasión, desde que se despidió de su Madre Santísima antes de empezar su pasión, hasta que ella misma se apartó de él dejándolo en el sepulcro. Con una suavidad indescriptible nos va enseñando a vivir junto con él cada momento de su pasión, y por lo tanto a darle un verdadero alivio y consuelo, una digna reparación, un agradecimiento digno de un Dios que haciéndose hombre se abajó hasta lo más profundo de nuestros abismos. Y por si fuera poco, va infundiendo en el alma que se adentra en estas horas, un espíritu nuevo, una nueva disposición, una nueva vida, del todo divina, hasta llegar a estar como rumiando su pasión durante el transcurso de todo el día, y más aún, viviéndola en cada circunstancia de nuestra vida.
El alma, penetrando en estos excesos de amor y de dolor, se va entonces transformando en Jesús mismo, llegando así a recibir el fruto completo que Nuestro Señor mismo quiso que dieran sus sufrimientos, el que volviera a nosotros aquél orden primero para el cual fuimos creados y que el pecado nos arrebató, es decir: «Vivir en la Voluntad de Dios», hacer la Voluntad de Dios «como en el cielo así en la tierra», como aprendemos a partir de los escritos de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta.
Volviendo así al orden, al puesto y a la finalidad para la que Dios desde toda la eternidad quiso crear al hombre, y es decir, para la sola gloria de Dios.
Leamos a continuación algunos de los beneficios que nuestro Señor le menciona a la sierva de Dios Luisa Piccarreta en relación con la meditación de las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo:
El pensamiento continuo de la Pasión de Jesús, forma un manantial en el corazón del alma, para gloria de Dios y para bien de las criaturas. 10 de abril de 1913
«Quien piensa siempre en mi Pasión forma en su corazón una fuente, y por cuanto más piensa en ella, tanto más esta fuente se agranda, y como las aguas que brotan son aguas comunes a todos, así esta fuente de mi pasión que se forma en el corazón sirve para bien del alma, para gloria mía y para bien de las criaturas.»
Las Horas de la Pasión son las mismas oraciones y reparaciones de Jesús. 6 de septiembre de 1913
«Hija mía… las horas de mi Pasión, que son mis mismas oraciones, mis reparaciones y todo amor, han salido propiamente del fondo de mi corazón. ¿Has acaso olvidado cuántas veces me he unido contigo para hacerlas juntos y he cambiado los flagelos en gracias para toda la tierra?»
«¡Oh, cuánto me gustaría que aunque sea una sola por país hiciera estas Horas de mi Pasión! Me escucharía a mí mismo en cada país, y mi justicia, en estos tiempos tan despreciada, quedaría en parte aplacada.» octubre de 1914
«Estas Horas son las más preciosas de todas, pues no son otra cosa que repetir lo que yo hice en el curso de mi vida mortal, y lo que continúo en el Santísimo Sacramento. Cuando escucho estas Horas de la Pasión, escucho mi misma voz, mis mismas oraciones, veo mi Voluntad en esa alma, voluntad de querer el bien de todos y de reparar por todos, y yo me siento transportado a morar en ella, para poder hacer en ella lo que hace ella misma. ¡Oh, cuánto quisiera que, aunque fuera una sola por región, hiciera estas horas de mi Pasión!; me oiría a mí mismo en cada lugar, y mi Justicia, en estos tiempos tan grandemente indignada, quedaría en parte aplacada.»
El repetir siempre las Horas de la Pasión le da a Jesús gran complacencia, y como recompensa, él da abundantemente al alma nueva luz y nuevas gracias en la tierra, y en el cielo, nueva luz y gloria. 4 de noviembre de 1914
Estaba haciendo las Horas de la Pasión, y Jesús complaciéndose mucho, me dijo:
«Hija mía, si tú supieras la gran complacencia que siento al verte repetir estas Horas de mi Pasión, y siempre repetirlas y volverlas a repetir, tú quedarías feliz. Es verdad que mis santos han meditado en mi pasión y han comprendido cuánto he sufrido, y se han soltado en lágrimas de compasión, de tal manera que se sienten consumir de amor por mis penas, pero sin embargo, no lo han hecho de una manera continua ni siempre repetida en este mismo orden. Así que puedo decir que tú eres la primera que me da este gusto tan grande y especial, y vas desmenuzando hora tras hora mi vida y lo que sufrí; y yo me siento tan atraído, que hora tras hora te doy el alimento y como contigo el mismo alimento, y hago junto contigo lo que tú haces. Debes saber sin embargo que te recompensaré abundantemente con nueva luz y nuevas gracias, y aun después de tu muerte, cada vez que sean hechas por las almas sobre la tierra estas Horas de mi Pasión, yo en el cielo te cubriré siempre con nueva luz y gloria.»
Quien hace las Horas de la Pasión, hace suya la vida de Jesús, y toma el mismo oficio de él. 6 de noviembre de 1914
Continuando las acostumbradas Horas de la Pasión, mi amable Jesús me ha dicho:
«Hija mía, el mundo está en continuo acto de renovar mi Pasión, y como mi inmensidad envuelve a todos, dentro y fuera de las criaturas, por eso estoy obligado, por su contacto, a recibir clavos, espinas, flagelos, desprecios, escupitajos y todo lo demás que sufrí en la pasión, y aun más. Ahora, quien hace estas Horas de la Pasión, a su contacto siento que me saca los clavos, rompe las espinas, endulza mis llagas, me quita los salivazos; siento que me cambia en bien el mal que me hacen los demás; y yo, sintiendo que su contacto no me hace mal sino bien, me apoyo siempre más sobre ella.»
Después de esto, volviendo mi bendito Jesús a hablar de estas Horas de la Pasión dijo:
«Hija mía, has de saber que cuando el alma hace estas Horas, toma mis pensamientos y los hace suyos, mis reparaciones, las oraciones, los deseos, los afectos y aun mis más íntimas fibras y las hace suyas, y elevándose entre el cielo y la tierra hace mi mismo oficio, y como corredentora dice junto conmigo: «Ecce ego mitte me» («Heme aquí, envíame a mí» Is 6,8), quiero repararte por todos, responderte por todos e implorar el bien para todos.»
«¡Más difusión, más difusión!»
Estas Horas son pequeños sorbos de dulzura que dan las almas a Jesús.
Cuando el alma hace memoria de la vida, pasión y oraciones de Jesús, los ángeles se ponen alrededor de esta alma y recogen sus palabras, sus oraciones, sus compadecimientos, sus lágrimas y sus ofrendas, las unen a las de Jesùs, y las llevan ante la Majestad Divina, para renovarle a Jesús la gloria de su vida misma. 13 de octubre de 1916
Estaba haciendo las Horas de la Pasión y mi bendito Jesús me dijo:
«Hija mía, en el curso de mi vida mortal, millones y millones de ángeles cortejaban a mi Humanidad y recogían todo lo que yo hacía, los pasos, las obras, las palabras y aun mis suspiros, mis penas, las gotas de sangre, en suma, todo. Eran ángeles destinados a mi custodia, a darme honor, obedientes a todas mis señales, subían y bajaban del Cielo para llevar al Padre todo lo que yo hacía. Ahora estos ángeles tienen un oficio especial, y conforme el alma hace memoria de mi vida, de mi Pasión, de mi sangre, de mis llagas, de mis oraciones, se ponen en torno a esta alma y recogen sus palabras, sus oraciones y los compadecimientos que me hacen, las lágrimas, los ofrecimientos, los unen con los míos y los llevan ante mi Majestad para renovarme la gloria de mi misma vida. Es tanta la complacencia de los ángeles, que permanecen reverentes en torno al alma para oír lo que dice y rezan junto con ella; por eso, con qué atención y respeto el alma debe hacer estas horas, pensando que los ángeles están pendientes de sus labios, para repetir junto con ella lo que ella dice.»
Luego añadió: «Ante tantas amarguras que las criaturas me dan, estas Horas son los pequeños sorbos dulces que las almas me dan, pero ante tantos sorbos amargos que recibo, son demasiado pocos los dulces, por eso, más difusión, más difusión.»
Lo que el Padre Celestial encontró en Jesús, es decir, gloria, complacencia, amor, satisfacción completa, perfecta, a bien de todos, lo quiere encontrar Jesús en las almas, como otros tantos Jesús que se asemejen a él.
El alma debe repetir estas intenciones en cada Hora de la Pasión que haga, en cada acción, en todo. Así se aplacará la divina justicia. 9 de diciembre de 1916
«Hija mía, no engrandezcas mis penas con tus preocupaciones. Ya son demasiadas; yo no espero esto de ti; es más, quiero que hagas tuyas mis penas, mis oraciones, a todo mí mismo, de manera que yo pueda encontrar en ti otro yo. En estos tiempos quiero grandes satisfacciones, y sólo quien me hace suyo me las puede dar.
Y lo que en mí encontró el Padre, es decir, gloria, complacencia, amor, satisfacción completa, perfecta, a bien de todos, yo lo quiero encontrar en estas almas, como otros tantos Jesús que se me asemejen. Y estas intenciones las debes repetir en cada Hora de la Pasión que hagas, en cada acción, en todo; y si yo no encuentro mis satisfacciones, ¡ah, se acabó para el mundo! Lloverán castigos a torrentes. ¡Ah, hija mía! ¡Ah, hija mía!» Y desapareció.
El mundo se ha desequilibrado porque ha perdido el pensamiento de la pasión de Jesús. Ha hecho como un niño que ya no ha querido reconocer a su madre; como un discípulo que, desconociendo al maestro, no ha querido escuchar ya sus enseñanzas. Estos serán el dolor de ellos mismos y el terror y el dolor de la sociedad. En esto se ha convertido el hombre: terror y dolor, pero dolor sin piedad. 2 de febrero 1917
Estando en mi habitual estado, me encontré fuera de mí misma y hallé a mi siempre amable Jesús chorreando sangre por todos lados, con una horrible corona de espinas; y con trabajo me miraba a través de las espinas, y me dijo:
«Hija mía, el mundo se ha desequilibrado porque ha perdido el pensamiento de mi pasión. En las tinieblas no ha encontrado la luz de mi pasión que le daba claridad, que dándole a conocer mi amor y cuántas penas me cuestan las almas, podía volver a amar a quien verdaderamente la ha amado; y la luz de mi pasión, guiándolo, lo ponía al seguro de todos los peligros. En la debilidad no ha encontrado la fuerza de mi pasión que lo sostiene; en la impaciencia no ha encontrado el espejo de mi paciencia que le infunde la calma, la resignación, ya que frente a mi paciencia, avergonzándose, se empeña en dominarse a sí mismo. En las penas no ha encontrado el consuelo de las penas de un Dios, que sosteniendo las suyas, le infunde amor al sufrimiento. En el pecado no ha encontrado mi santidad, que haciéndole frente, le infunde el odio a la culpa.
¡Ah, en todo ha abusado el hombre, porque se ha apartado en todo de Quien puede ayudarlo! Por lo tanto, el mundo ha perdido el equilibrio; ha hecho como un niño que ya no ha querido reconocer a su Madre; como un discípulo que, desconociendo al maestro, no ha querido escuchar ya sus enseñanzas, ni aprender sus lecciones. ¿Cuál será la suerte de este niño y de este discípulo? Serán el dolor de ellos mismos y el terror y el dolor de la sociedad. En esto se ha convertido el hombre: terror y dolor, pero dolor sin piedad. ¡Ah, el hombre empeora, empeora siempre, y yo lo lloro con lágrimas de sangre!»
«Estas Horas son el orden del universo, ponen en armonía el cielo y la tierra, y hacen que no pueda destruir el mundo.»
Al meditar las Horas de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, se pone en circulación su sangre, sus llagas, su amor y todo lo que él hizo y que aun corre para la salvación de todos. Es como si se repitiera la misma vida de Jesús de nuevo. 16 de mayo de 1917
Después me hallé fuera de mí misma; me encontraba en medio de muchas almas que me decían (parecían ser almas del purgatorio y santos y nombraban a una persona conocida mía que había fallecido no hacía mucho):
«Él (Jesús) se siente como feliz al ver que no hay alma que entre en el purgatorio que no lleve el sello de las Horas de la Pasión, y ayudada y rodeada por el cortejo de estas Horas, toma sitio en un lugar seguro. No hay alma que vuele al paraíso que no sea acompañada por estas Horas de la Pasión. Estas Horas hacen llover del cielo un continuo rocío sobre la tierra, en el purgatorio e incluso en el cielo.»
Oyendo esto decía yo para mí: «Tal vez mi amado Jesús para mantener su palabra de que por cada palabra de las Horas de la Pasión él daría un alma, hace que no haya alma salvada que no se sirva de estas Horas.»
Después de esto, volví en mí misma y encontrando a mi dulce Jesús le pregunté si eso era cierto y él me dijo:
«Estas Horas son el orden del universo, ponen en armonía el cielo y la tierra, y hacen que no pueda destruir el mundo. Siento que ponen en circulación mi sangre, mis llagas, mi amor y todo lo que yo hice y que corre sobre todos para salvar a todos. Cuando las almas hacen estas Horas de la Pasión, siento que le dan vida a mi sangre, a mis llagas, a mis ansias de salvar almas; así que, sintiendo que mi vida se repite, ¿cómo podrían obtener las criaturas algún bien si no por medio de estas Horas? ¿Por qué dudas? La cosa no es tuya sino mía, tú sólo has sido el esforzado y débil instrumento.»
Por cada palabra que el alma medita de las Horas de la Pasión, se abren tantas vías de comunicación con Dios. 12 de julio de 1918
Estaba rezando con cierto temor y ansiedad por un alma moribunda, y mi amable Jesús al venir me ha dicho:
«Hija mía, ¿por qué temes? ¿No sabes tú que por cada palabra sobre mi pasión, pensamiento, compasión, reparación, recuerdo de mis penas, tantas vías de comunicación de electricidad se abren entre el alma y yo, y por lo tanto de tantas variedades de belleza se va adornando el alma?»
El padre San Aníbal Di Francia, ya difunto, le habla de las Horas de la Pasión (o Reloj de la Pasión). 17 de junio 1927
Después de esto me encontré fuera de mí misma, y mientras buscaba a mi dulce Jesús me he encontrado con el padre Di Francia, estaba todo alegre y me dijo:
«¿Sabes cuántas bellas sorpresas he encontrado? yo no me lo imaginaba, cuando estaba sobre la tierra, si bien pensaba que había hecho algún bien al publicar el «Reloj de la Pasión»; pero las sorpresas que he encontrado son maravillosas, encantadoras, de una rareza jamás vista, todas las palabras concernientes a la Pasión de Nuestro Señor cambiadas en luz, una más bella que la otra, todas entrelazadas entre ellas, y estas luces crecen siempre a medida que las criaturas hacen las Horas de la Pasión, así otras luces se agregan a las primeras. Pero lo que me sorprendió más, han sido las pocas palabras publicadas por mí acerca de la Divina Voluntad. Cada palabra cambiada en sol, que invistiendo con sus rayos todas las luces forman tal con nuestro Sumo Bien Jesús que me dio la ocasión y la gracia de hacerlo; también tú agradécele de parte mía.»
PROMESAS DE JESÚS PARA QUIEN ORE Y MEDITE CON LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Cuando la Sierva de Dios Luisa Piccarreta terminó de escribir las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, como lo hemos dicho en otros lugares, le envió a San Aníbal María di Francia el manuscrito final junto con una carta que ya hemos transcrito en otro lugar. En dicha carta, Luisa, entre otras cosas, dice:
«…He incluido también otras pocas hojas en las que he escrito los efectos y las hermosas promesas que Jesús ha hecho a todos aquellos que mediten las Horas de la Pasión.»
Les hemos presentado anteriormente los efectos que produce la meditación de «Las Horas de la Pasión», ahora aquí les presentamos algunas de las hermosas promesas que le hace Nuestro Señor a todos aquellos que mediten las Horas de la Pasión.
A quien hace las Horas de la Pasión, Jesús le otorga sus mismos méritos como si él mismo estuviera sufriendo su pasión. 10 de abril de 1913
Y yo: « Dime, mi bien, ¿qué cosa darás en recompensa a los que hagan las Horas de la Pasión como tú me has enseñado? »
Y él: « Hija mía, estas Horas no las veré como cosas vuestras, sino como cosas hechas por mí, y les daré mis mismos méritos, como si yo estuviera sufriendo en acto mi pasión, y así les haré obtener los mismos efectos, según la disposición de las almas; esto en la tierra, y por lo cual, mayor bien no podría darles; después, en el cielo, a estas almas las pondré frente a mí, flechándolas con flechas de amor y de felicidad, por cuantas veces hayan hecho las Horas de mi pasión, y ellos también me flecharán. ¡Qué dulce encanto será esto para todos los bienaventurados! »
Si quien medita Las Horas de la Pasión lo hace junto con Jesús y con su misma Voluntad, Jesús dará un alma por cada palabra que se repita, pues toda la mayor o menor eficacia de estas Horas de la Pasión está en la mayor o menor unión que tengamos con Jesús. octubre de 1914
« Hija mía, como recompensa por haberlas escrito, por cada palabra que has escrito te daré un alma, un beso. »
Y yo: « Amor mío, esto para mí; y a los que las hagan, ¿qué les darás? »
Y Jesús: « Si las hacen junto conmigo y con mi misma Voluntad, por cada palabra que repitan les daré un alma, porque toda la mayor o menor eficacia de estas Horas de mi Pasión está en la mayor o menor unión que tengan conmigo. Y haciéndolas con mi Voluntad, la criatura se esconde en mi Voluntad, y obrando mi Voluntad puedo hacer todos los bienes que quiero, aun por medio de una sola palabra. Y esto, cada vez que las hagan. »
LOS RELOJES VIVIENTES
¿Qué son los Relojes Vivientes?
Los Relojes Vivientes son grupos conformados por 24 personas que se comprometen cada una a meditar-orar diariamente una Hora (capítulo) de «Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo», la cual es asignada por el coordinador del Reloj Viviente.
¿Cómo se puede conformar un Reloj Viviente?
Es muy sencillo. La persona que teniendo un grupo de personas desee conformar un Reloj Viviente:
1. Le asigna una Hora (capítulo) de la Pasión a cada persona.
2. Establece cada cuánto tiempo se irá rotando la Hora asignada a cada persona, que puede ser
• ya sea diariamente,
• o bien cada semana,
• cada 15 días
• o hasta cada mes.
Cuando haya completado el Reloj Viviente con 24 personas que han querido comprometerse diariamente a hacer una Hora de la Pasión el Reloj estará completo y funcionando para la gloria de Nuestro Señor Jesucristo.
De acuerdo al tiempo de rotación establecido, cada persona avanzará su Hora haciendo la siguiente Hora que le corresponda. Así, por ejemplo, si a una persona le fue asignada la Hora de las 5 a 6 de la tarde (Jesús se despide de su Madre Santísima), el día que corresponde hacer la rotación hará entonces la siguiente Hora, es decir de 6 a 7 de la tarde (Jesús se separa de su Madre Santísima).
Al inicio el Reloj puede no estar completo, pues si sólo ha encontrado algunas personas que desean formar parte del Reloj Viviente puede empezar sólo con ellas y ya con el tiempo irá encontrando otras personas que se interesen hasta completar las 24 personas que se necesitarían para completar el Reloj Viviente.
VIDEOS SOBRE «LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO» Y LOS RELOJES VIVIENTES