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Puestos de rodillas delante María Santísima del Olvido, Triunfo y Misericordias, o de sus estampas, hecha la señal de la cruz, se dará principio con el siguiente Acto de contricción para todos los días.

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, en quien creo, en quien espero, a quién amo sobre todas las cosas, y deseo en Vos crean, esperen y amen a todas las criaturas, porque sois, nuestro Dios único, sólo verdader, infinito, sabio, omnipotente, principio y fín de todas las cosas; que nos criasteis de la nada, nos redimisteis por vuestro amor y nos mantenéis por vuestra suma bondad y misericordia: A vuestro pies Señor, me postro, y digo que me pesa de haberos ofendido por ser quien sois, tan digno de ser amado, y quisiera de que este dolor me acabara la vida; pero ya que por mi fragilidad y miseria no puedo daros las debidas gracias ni merecer que me perdonéis, invoco a toda la Corte celestial, a los Santos de mi devoción y a la Reina de los Ángeles, vuestro purísima madre y poderosa abogada, para que como tan celosa de Vuestra Gloria supla y os obligue por mí, para que me concedáis la gracia de una contricción perfecta. Con la que persevere hasta la muerte. Protesto desde ahora que quiero vivir y morir creyendo y confesando todas las verdades católicas, Adorándoos y Amándonos como mi Dios, Señor, Creador, Redentor y mi único y sólo bien, esperando en vuestra misericordia hacer desde hoy en todas vuestra santísima y adorable voluntad, y entregar en vuestras divinas manos al tiempo de mi muerte mi alma, amparada de la Reina y de los Ángeles María Santísima, para que por esta divina Señora no me juzguéis como merezco, sino según vuestra infinita misericordia. Amén.

ORACIÓN PRIMERA PARA TODOS LOS DÍAS

Soberana Reina de los Ángeles y Purísima Virgen María, esposa del Espíritu Santo: Vos sois el tesoro de Dios, lleno de gracias; la mujer fuerte que, encumbrada en méritos como la palma, os hizo tálamo hermoso del Espíritu Santo, y medianera entre el cielo y la tierra. Por estas prerrogativas, gracias y privilegios que os concedió el Altísimo, os suplico, Purísima Madre mía, que por vuestra protección me acojo; tened compasión, ¡Oh Señora!, de todos lo afligidos. Mirad con clemencia nuestra lágrimas para que, sin teniendo todos vuestro socorro, devotos alabemos y celebremos vuestro santo nombre. Su arco arrojó contra nosotros el enemigo, y contra el poder de su diestra esperamos de Vos, ¿oh benignísima Señora!, el consuelo. Rompedle, dulcísima, Madre mía las ataduras de su horrenda malicia y libradnos de todas sun iniquidades. Arrojadle, Señora, al lugar de las tinieblas para que allí le reciban las sempiternas sombras. No se gloríe, Madre mía, de que alcanzó de vuestros hijos la victoria; como el sol, alumbrados para vencerle con vuestra hermosa presencia. Vos sois la única e Inmaculada Virgen, Vos la que trajisteis del cielo a la tierra al sol de la justicia, con cuyo replandor se desterró la oscuridad que la cercaba. Desterrad, pues, Señora, al enemigo de nuestras almas, y llenad nuestro corazón de la luz de vuestra virtud, para que siempre en esta vida, por medio de vuestra sagrada Imagen de Olvido, os amemos, y en la otra por una eternidad gocemos de vuestra hermosura en el cielo. Amén, Jesús.
Se rezan tres Ave Marías con Gloria Patri y después se pide lo que se desea conseguir. Oración propia del día.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Ominipotente y benignísimo Señor, cuyo corazón piadoso, lastimado de vernos padecer, no sólo os obligó a enviarnos vuestro Unigénito Hijo para que, vestido de nuestra carne mortal, fuese remedio de nuestras enfermedades, sino que, extendiéndose a más vuestra misericordia infinita, nos disteis y criásteis una Madre toda llena de piedad, derramando en ella cuentas gracias y privilegios pudisteis, agotando de ella los inmensoso raudales de vuestra infinita grandeza. Gracias os doy, oh Padre Eterno, porque antes de todos los tiempos formasteis una criatura tan dichosa que desde luego la bendijiste como a hija Primogénita de vuestra infinita grandeza. Gracias os doy, Dios Hijo, porque desde el eterno la escogisteis por Madre. Gracias os doy, Dios Espíritu Santo, porque la elegisteis por Esposa. Gracias doy a la Santísima Trinidad, porque nos dio una Madre tan pura y tan santa, de cuyas manos llenas de jacientos se derraman en la tierra todas las gracias. Atended, Señor, a sus méritos y virtudes y volved vuestras miradas misericordiosas sobre la España, concediéndonos para la Santa Iglesia una perfecta paz apostólica y evangélica. Bien vesi, Dios ´mío, sus aflicciones, amparad al Pontífice santo, que por vuestra santísima voluntad la rige, y concedednos lo que os pedimos por medio de esta santa novena, si conviene para mayor honra y gloria vuestra, y si no que se haga en todo vuestra santísima voluntad para que, no sepa´randonos de vuestra divina Majestad en la vida, consigamos por los méritos de vuestro santísimo hijo e intercesión de María Santísima, el veros y alabaros por eternidades en la gloria. Amén, Jesús.
Bendito y alabado.

DIA PRIMERO

¡Oh Purísima Virgen María!, el que os reverencia y ama será bienaventurado y dichoso, pues su espíritu será con vuestra gracia y favor esforzado, y como el árbol plantado a la corriente de las aguas, dará abuandantes frutos de justicia; y pues sois el plátano escogido, prestadnos escudos fuertes para rebatir las ideas que el enemigo quiere infundirnos. Ungiendo el Señor de la casa de David, nos hizo ricos, de cuya grandeza a Vos se debe la gloria. Vos fuisteis el tálamo hermoso de Dios, y en Voz descansó como en su más puro trono: todas las lenguas os canten sin cesar soberanas alabanzas, y cuantas criaturas hay en el mundo os sirvar, pues vuestro espíritu excede, Madre mía, a la miel, y vuestra riqueza en quilates al tesoro más precioso. Vuestros empleos son hacerse un argos de lo divino, son que perdonéis un indivisible de amor de Dios. Dichosa os aclaman los espíritus divinos, pues por vuestra gracias sois sumamente graciosa. Dejaos ver, dulce Madre mía, y por esta vuestra sagrada y bellísima Imagen del Olvido, Triunfo y Misericordias, comunicadnos vuestro divino amor, pues de él se nos siguel el más dichoso acierto. ¿Quién podrá explicar los bienes con que regaláis a los que os ama?.
¡Oh Piadosísima Señora!, acordaos de los pobres desvalidos que, caminando por este valle de lágrimas, sólo de Vos esperan e consuelo. No os olvidéis, Madre mía; echadnos una mirada amorosa desde el solio y elevado trono que ocupa vuestra grandeza. Tened piedad de los hombres, oh prodigio de la virginidad y alma de los cariños de Dios, pues vuestro cuerpo goza privilegios de espíritu, y vuestro espíritu, brillantes luces de gracia. Mostradnos, Señora, lo que es de vuestro gusto, pues haciendo el vuestro haremos también el de vuestro Santísimo Hijo, para que con un amor puro os alabemos a Vos, a quien nuestras almas desean agradar siempre y por todos los siglos. Amén, Jesús.

DIA SEGUNDO

Dios os salve María, Virgen y madre de la piedad y trono de la suma grandeza y majestad, a quien sirve una y otra naturaleza de ángeles y hombres y a quien toda criatura en unidad os alaba, pues a una seña vuestra se trastornana aún los imposibles. El sol y la luna se corren admirando vuestra hermosura. Las angélicas potestades os sirven con enfermos, y al que acude y se vale de vuestro patrocinio por medio, de vuestra sagrada Imagen del Olvido le alcanzará siempre, porque sois, misericordia. ¡Quién, pues, habrá oh mortales, que no desee ver su rostro!. ¡Pedidle gracias y las hallaréis siempre!. Contempladla como Virgen y Madre de Dios y decidla con humildad: Señora mía, a Vos del tronco clamo para que nuestro hijo no me destruya; infeliz del que se separa del tronco de su sabiduría; como a la infructuosa higuera le maldecirá por estéril. Por lo tanto, pues, esperanza mía, en quien tengo librado el vivir y el morir, guiádme; pues descansáis en las moradas eternas, acordáos, piadosísima Madre mía, de los que os invocan y admitir benignamente las voces de los que claman a Vos como verdadera patrona. De vuestra acostumbrada piedad, y de los rayos abundantes de vuestra gracia esparcid alguno sobre nosotros.
Manifestad también a vuestro precioso Hijo del dulce licor que obtuvisteis en méritos, para que por ellos nos mire con misericordia, nos defienda de todos nuestros enemigos y nos dé su gracia para servirle en esta vida y gozarle en la otra. Amén, Jesús.

DIA TERCERO

¡Oh Purísima Virgen María!. Dios os guardó sin la maldición de Eva, testigo claro de la humanidad de Cristo, fuente Inmaculada de donde salió el agua de la gracia. Doncella soberana, Vos sois la ventana del cielo por donde Dios envió la mayor luz. Vos sois la escala por donde bajó a la tierra, para que por Vos consiguiésemos subir al cielo. Vos sois la piadosa abogada. Vos nuestro amparo. Vos Virgen sin mancha y manjar soberano del convite Angélico; la copiosa fuente y e Tabernáculo verdadero de Dios. Tened compasión, Oh María, de vuestros devotos, miradnos con misericordia y olvidaos, señora, de nuestras maldades. A Vos corremos a pedir clemencia, como los hebreos lo hacían a la piscina. Guardadnos señora, para que no demos pasos que os sean desagradables; y amparadnos, Madre mía, para que nunca ofendamos a vuestro Santísimo Hijo. El Señor, Oh Virgen pura, puso en vuestros labios la gracia y vistió de sus replandores todo vuestro cuerpo. Colocó en vuestra cabeza una radiante corona, y adornó vuestra entereza de hermosas y lúcidas virtudes. Vos después de Dios, sois, nuestra guía y la puerta más segura para el cielo. Vos sois la Madre de la piedad más excelsa, pues merecisteis llevar en vuestras entrañas al Rey de la gloria. Vos también sois la Madre de la verdadera luz, de amor hermoso, y de la santa esperanza. Iluminad, Madre mía amantísima, nuestra ceguedad; sed nuestra protectora, pues no tenemos a quien pedir clemencia. A los pies de vuestra misericordia me acojo. Amparadnos, Señora y Madre mía, por vuestra sagrada imagen del Olvido, haciéndonos triunfar por vuestra virtud en esta vida, para que alumbrados con vuestra divina luz alcancemos la misericordia y veros en la eterna bienaventuranza de la gloria. Amén, Jesús.

DIA CUARTO

Soberana Reina de los Ángeles y Purísima Virgen María: de tu dulzura y gracia está lleno el empíreo y todo el universo. A todas partes difundís la gracia de vuestro fruto santo, abrando maravillas. En todo tiempo debemos tributaros alabanzas, porque siempre experimentamos vuestro socorro y patrocinio. Amparad, Señora, mi alma pobre y como Madre guiadla a la vida eterna. Yo, hermosa, os saludo por vuestro gran merecimiento, y también porque nos disteis el soberano Salvador. Vos sois de Dios el templo más adornado de gracia y el más rico tabernáculo del Espíritu Santo. Todos os publican grande del Altísimo habitáculo, porque en Vos habitó su gracia de un modo maravilloso. Aplicad, pues, Señora vuestros oídos a mis devotas alabanzas, y la oscuridad de mis vicios separadla con vuestros hermosos ojos, que Vos sois la Virgen sin mancilla, Vos el cerrado huerto y la verdader esperanza del pecador afligido. De Vos nació el que desterró el miedo de nuestros corazones y el que nos dio alientos para las virtudes. Sea la paz conmigo. Oh dulcísima María llena de gracia, Vos sois entre todas las mujeres la más dichosa y la que merecisteis ser Madre del Verbo Divino. Disponed, pues, oh dulcísima María, que por medio de vuestra hermosísima imagen del Olvido conozcamos vuestras excelencias y busquemos las eternas riquezas, y aquí sólo asipiramos al servicio de Dios, para que, amparados siempre con vuestra gracia, vayamos a gozar después de los eternos descansos de la gloria. Amén, Jesús.

DIA QUINTO

Honren los cielos y la tierra a María Santísima, a quien honró el Altísimo con su inmensa grandeza. Con gusto le den la gloria las criaturas todas, pregonando con presteza sus grandes misericordias. La plenitud de las gracias recibió en sí esta soberana reina, para hacer participantes a sus devotos de ellas. Vos sois, Oh María, siempre hermosísima estrella de la cuál salió el sol de la justicia. Vos sois, la graciosísima y risueña señora, que al Abraham supremo ofrecisteis la más pura víctima para nuestro remedio. Vos sois el Templo de Dios, el sagrario de la santidad, hospicio de la virtud y erario de la castidad. Vos sois la paloma sencilla, la cítara animada, la ciudad fortalecida y la zarza maravillosa que ardisteis y no os quemasteis. Vos sois el candelero virgíneo que ahuyentasteis las tinieblas de nuestro corazón. Iluminad, Señora, mis ojos ciegos, yo me hallo sorda y muda, efectos todos de la multitud de mis culpas. Vos sois madre de la verdadera luz y el Señor os constituyó para que siempre nos ilustrarais y para qu nos defendierais de todas las tempestades. En Vos, Señora confío y espero el remedio de Vos, que sois mi amparo y el refugio de mis males. No despreciéis, Señora las voces de los que lloran y ordenad que estén sus oraciones delante de vuestra presencia. Acordaos, piadosísima María, de vuestra grande misericordia, y por vuestros méritos y benditísima imagen del Olvido, oíd benignamente nuestras súplicas para que, presentadas así a vuestro Santísimo Hijo, tenga mayor valor. Alcanzad lo que os pedimos y excusad lo que tememos, para que siempre os bendigamos en esta vida por gracia y por gloria eterna. Amén, Jesús.

DIA SEXTO

¡Oh Purísima Virgen María!. Navío cargado de las riquezas celestiales, concha soberana que en vuestro palacio prevenisteis en matizados rubíes las divisas de carne y de sangre para que dulce tálamo del Autor de la naturaleza. ¡Oh, felices ósculos de los que dejasteis estampados en el rostro que siempre es consuelo al que le mira!. Vos sois Señora, la palma generosa que, victoriosa con vuestro bendito fruto, os eleváis al más encumbrado trono. Vos sois el pabellón hermoso, construido por el Altísimo para morada de su Hijo. Vos sois el árbol de la vida y la verdadera arca que nos libra del naufragio de la culpa. Vos sois la azucena más pura, escogida como el sol y más luminoso que la luna. Vos sois la verdadera estrella de mar. Vos sois la vara más florida. Vos sois, ¡Oh María!, el celoso palacio a los ojos de Dios, el albergue maravilloso en el cual, divinamente alojado en vuestras virtudes divinas, descubrió el mayor Artífice en el humilde portalejo, con los ojos entumecidos que si esparcían luces, también lloraban perlas, con ardores de amor y temblores de frío. En Vos, Señora y Madre mía, coloco mi alma con sus sentidos y potencias, y después de Dios a Vos las dedico todas. No se turbará mi alma si Vos queréis defenderla, ni será aniquilada si vos queréis socorrerla. Recibidla debajo de vuestro amparo y volvedme la amistad con Dios. Vos sois la protectora de los que confían en el Señor y la valerosa Judit para defenderlos. No desechéis, señora, las súplicas que por medio de vuestra preciosa imagen del Olvido os dirijo, pues en Vos tengo puestas todas mis esperanzas. Temo mucho, Madre mía, el día riguroso del juicio, cuando por mandato del soberano juez, se dará a cada uno según su merecimientos. Por tanto os pido, Señora y madre mía que no desviéis de mi vuestro rostro, aunque me halléis en el cieno del pecado, antes bien curadme con la medicina del cielo. Amén, Jesús.
Recibidla debajo de vuestro amparo, volvedme a la amistad de Dios. Vos sois la protectora de los que confían en el Señor.

DIA SEPTIMO

Bendita para siempre confiesan a María los Arcángeles, la glorifican las Virtudes y Dominaciones, los patriarcas le cantan sin cesar alabanzas y los apóstoles se unen para engrandecer su hermosura. Himnos le cantan los confesores y mártires, y todas las vírgenes plublican sus glorias. Dios se ostentó prodigioso en la sinagoga hebrea, de la cual, como las más pura azucena salió María Santísima, y así como el lirio campea entre las espinas, así brilla la hermosura de María entre los ángeles. Vos sois, ¡Oh Purísima Virgen!, el lecho del verdadero Salomón. Vos habíais de ser la que había de engendrar el Redentor del mundo. Por todas estas grandezas, ¡Oh Piadósa Señora, y por vuestra sagrada Imagen del Olvido, a quien devotos veneramos, y por la gloria de vuestro santo nombre, amparadnos debajo de vuestro manto. Libradnos de nuestros descuidos para que jamás consiga el demonio cogernos en sus garras, y destruidle su soberbio furor. Nada podemos obrar sin vuestro patrocinio, ni quedar victoriosos sin vuestro amparo. Volved, pues, Señora la afabilidad de vuestro rostro, veamos la luz y la verdad, para que os amemos son horrores que nos ofusquen y sin temores que nos cerquen, hasta llegar a vuestra gloria. Amén, Jesús.

DIA OCTAVO

Dios es el que reina en los cielos y en todos los pueblos de la tierra, y María es la que se sienta entre los querubines; allí goza siempre de incomparable alegría, y no es posible decir la gracia que en sí tiene. Desde el trono que ocupa mitiga a Dios airado, y con su clemencia detiene el rayo de la divina justicia. Grande es, ¡Oh Señora!, en Sión vuestra grandeza. Más estima el Señor vuestra humildad santísima en todas las riquezas. Esta fue, Señora, la virtud que obligó al Verbo Divino a tomar carne en vuestras purísimas entrañas. Dios os salve, Madre de nuestro Señor Jesucristo, y gozad en hora buena eternas glorias de ser Madre del Redentor del mundo. No os olvidéis, Madre mía, de los grandes pecadores; socorrednos, Señora, con vuestro santos refugios y mostradnos por medio de vuestra sagrada imagen del Olvido, Triunfo y Misericordias vuestra clemencia. Vos sois, la misericordia y la ciudad de refugio, y nunca desamparáis a los que en las tribulaciones claman a Vos. Desterrad de nuestras almas la soberbia y el pecado y todo lo que no agrada a vuestro Santísimo Hijo.
Supla vuestra verda, Madre mía, nuestras faltas, para que s´´olo nos empleemos en considerar vuestras clemencias; y no permitáis, Señora, que jamás nos apartemos de vuestros ejemplos, para que, imitándoos en esta vida, tengamos el consuelo de veros y alabaros en la vida eterna. Amén, Jesús.

DIA NOVENO

¡Oh Purísima Virgen María, los purpúreos mártires cercan vuestro trono; las vírgenes cándidas adornan vuestro hermoso tálamo.
Alábente, María, cuantas criaturas habiten en el empíreo. Los cielos os bendigan como la más hermosa. Glorifíquente la tierra y el mar, y todas las criaturas visibles e invisibles alaben con gusto vuestra grandeza. Perdonadme, piadosísima María, lo que falto en vuestras alabanzas. Quisiera herir, Señora, el alternados himnos, vuestros oídos de misericordia, para de este modo, conocer vuestras grandezas, vuestros favores y gracias; pero ya que por mi flaqueza y miseria nada soy; pediré a todos los mortales que glorifiquen a María, nuestra amorosísima Madre, porque el fruto de su vientre es nuestro amparo. Alaben todas las gentes a esta preciosa paloma y alabe el cielo sus prodigiosas gracias.
¡Oh Madre del Sol divino!, templad el furor de vuestro Santísimo Hijo para que no descienda sobre nosotros por nuestros grandes pecados. No desechéis, Señora, las voces de los que os claman, y por vuestro amparo y patrocinio salgamos triunfantes del enemigo contrario que intenta rendirnos. Vos fuisteis la que después de vuestro Santísimo Hijo padeció los tormentos más intensos y obtuvo más corona que todos los santos justos. Por vuestras grandes virtudes a Vos vengo, Virgen piadosísima, por medio, de vuestra sagrada Imagen del Olvido, Triunfo y Misericordias, pidiéndoos que vuestro Santísimo Hijo no me deseche por mis muchos y grandes pecados. Llenad, Señora mi boca de vuestra dulzura para que perfectamente os alabe y eternamente os venere, disponiéndome primero para que jamás ofenda vuestro Santísimo Hijo. Amén, Jesús.

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