A los católicos nos cuesta unir las piezas. No llegamos a comprender del todo que hay un plan, que es muy claro en occidente, para sustituir la moral cristiana tradicional.
Que ese plan llega hasta dentro de la Iglesia.
Y que está bien armado con cada una de las piezas cumpliendo su trabajo.
En Fátima la Virgen alertó sobre el peligro del comunismo.
Y luego el marxismo se camufló y hoy es hegemónico en el mundo, trasladando el mismo conflicto entre proletariado y burgueses al resto de las instituciones, como por ejemplo la familia.
Y es el mismo aggiornamento de la Teología de la Liberación dentro de la Iglesia, cuyo predicamento está siendo hoy central dentro de la jerarquía vaticana.
Aquí hablaremos sobre cómo se aggiornó la Teología de la Liberación adoptando los criterios del marxismo cultural.
Y lo hacemos cuando murió su fundador, el dominico Gustavo Gutiérrez, quien ya había comenzado tempranamente este remozamiento, que le ha dado una segunda primavera a su movimiento.
Nuestra Señora de Fátima advirtió en 1917, que Rusia esparciría sus errores por el mundo, si el Papa no consagraba Rusia al Inmaculado Corazón de María e impulsaba la devoción de los Primeros Sábados.
Lo cual no sucedió en tiempo y forma.
Y entonces luego que el modelo de la Unión Soviética fracasó, el comunismo se apoderó poco a poco de occidente, pero con otra cara, camuflado.
Fue a través de transformar el concepto de la lucha de clases económica del marxismo, entre proletarios y burgueses, en un conflicto que está presente dentro de todas las instituciones.
Ese marxismo cultural se convirtió en la corriente principal en el mundo académico.
Y fue formando así a la élite gobernante de occidente.
Se trasuntó en las políticas favorables al aborto, el matrimonio homosexual, el feminismo, la ecología, la raza.
Y sucedió mientras que el marxismo económico estaba siendo arrojado al basurero de la historia, como un completo fracaso.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los filósofos marxistas culturales de la Escuela de Frankfurt, lo que también se llama Teoría Crítica, emigraron de Alemania a las universidades norteamericanas.
Y vendieron persuasivamente una ilusión: un paraíso utópico en la Tierra, construido sobre las promesas de justicia social y la igualdad para todos.
Un mundo que suena muy parecido a los cielos.
Y que es también la misma ambición de satanás: recuperar el cielo, pero sin Dios.
La Teoría Crítica ha llegado a dominar el pensamiento del mundo académico estadounidense, y luego de todo occidente, con su llamada a interrogar todo.
Rebelión en aras de la rebelión, contra un orden establecido que se ha mantenido durante miles de años.
Y sin proponer mayor promesa para el futuro, luego de la destrucción.
Es un asalto a los valores e instituciones occidentales.
Promovieron la lucha de clases dentro del “nuevo proletariado”: la mujer, las minorías sexuales, la raza, la naturaleza, las instituciones básicas de la sociedad, especialmente la Familia.
Y sus instrumentos fueron: la ideología de género para luchar contra la discriminación sexual; el feminismo para contrarrestar el dominio masculino; el ecologismo extremo para proteger al planeta Tierra.
E incluyeron entre sus enemigos al cristianismo, la familia, la moralidad sexual convencional, el patriotismo nacionalista.
Literalmente nada sirve ni es sagrado.
Y la familia fue el primer objetivo, al igual que la familia naciente de Adán y Eva fue el objetivo de satanás.
Y dentro de ello el mayor objetivo fue la naturaleza fundamental de la relación sexual entre hombres y mujeres.
Que tiene que ser disociada del pedestal de la procreación.
Y es por lo que la izquierda ha empujado tan duro cuestiones como el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Y eso llegó a la Iglesia a través de la Teología de la Liberación.
Que es un mix entre el catolicismo y el marxismo.
Movimiento que tuvo que enfrentar también la caída del socialismo real y del marxismo.
Tuvo que reinventarse y lo hizo con el mismo criterio del marxismo cultural.
La Teología de la Liberación siempre fue reprimida en la Iglesia, especialmente en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, porque se aleja de la verdad enseñada por la Iglesia.
Rechaza la trascendencia, manipula la Escritura, distorsiona la imagen de Dios, y de la Redención y del pecado.
Y da primacía a la praxis.
Pero el sacerdote Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la Teología de la Liberación, escribió ya tempranamente el fundamento de su aggiornamiento: dijo,
“Es importante recordar que lo que se busca mediante la lucha contra la pobreza, la injusticia y la explotación, es la creación de un hombre nuevo”.
El giro es un hombre nuevo, completamente liberado de todo tipo de opresión, incluso de la moral y de las leyes de la naturaleza.
Un hombre muy diferente del creado por la gracia de Dios.
Así la teología de la liberación se reinventó con los nuevos pobres.
En los años setenta y ochenta los pobres para la Teología de la Liberación eran los proletarios explotados por un sistema económico, que incluía la propiedad privada de los medios de producción.
Pero ahora son también otras categorías de personas, consideradas oprimidas, pero de modo y por razones diferentes.
Los nuevos pobres son los homosexuales, los transexuales, las mujeres, e incluso la naturaleza.
Así la Teología de la Liberación se reinventó.
No está muerta y no permaneció en absoluto confinada a América del Sur.
Y hasta podemos decir que hoy está floreciendo, a decir por lo que se oye y se lee de la jerarquía vaticana.
Por ejemplo, tomemos el caso de la homosexualidad.
Olvidando que la Iglesia siempre ha enseñado amar al pecador y condenar el pecado, la Teología de la Liberación homosexual, lésbica y queer habla de la opresión secular hacia el mundo homosexual.
Y de esta manera legitima la rebelión no ya contra una autoridad humana injusta, sino contra la ley moral natural, querida por Dios.
Es el propio orden de la Creación que se considera como una estructura opresiva.
Con el pretexto de la igual dignidad del hombre y de la mujer, en la realidad promueven el choque entre los sexos, distorsionan el concepto de maternidad, y legitiman todos los horrores en nombre de la autodeterminación de las mujeres.
Y por otra parte, es muy difícil considerar oprimidos a los miembros de los poderosos grupos de presión como el lobby gay y el lobby feminista.
Y también se incluyó al ecologismo.
El ex sacerdote Leonardo Boff se ha reinventado en ecologista dentro de la Teología de la Liberación, diciendo: “Al grito de los pobres debemos añadir el grito de la Tierra”.
Lo que significa aceptar el mito del planeta Tierra visto como un organismo vivo, llamado Gaia.
Lo que subvierte el orden del cosmos, ya que da prioridad a la flora y la fauna sobre el hombre, que el único ser creado a imagen y semejanza de Dios.
Y hoy en la Iglesia la jerarquía vaticana habla de la conversión ecológica de los católicos.
Bueeeno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo la Teología de la Liberación está teniendo una nueva primavera dentro de la Iglesia, y cómo su fundador el padre Gustavo Gutiérrez vivió para verla.
Y me gustaría preguntarte si conoces a algún católico que sea partidario de la nueva Teología de la Liberación o no.
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