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El Camino de Santiago es una ruta que recorren los peregrinos para llegar a la ciudad de Santiago de Compostela.

Donde se veneran las reliquias del apóstol Santiago el Mayor.

Durante toda la Edad Media fue muy concurrido.

Después fue un poco olvidado y en la época actual ha vuelto a tomar gran auge.

El Camino de Santiago ha sido declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.

 

 

El camino de Santiago es un fenómeno espiritual de primer orden en la Iglesia y la sociedad actual.
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Que va mucho más allá de su aprovechamiento turístico, económico y político.

Ver también el artículo sobre la Catedral de Santiago de Compostela aquí.

El camino de Santiago ha experimentado en estos últimos años un auge extraordinario, convirtiéndose de nuevo en una realidad viva que llama poderosamente la atención.

Las estadísticas nos dicen que más del 50% de los peregrinos declaran ir a Santiago por un interés explícitamente religioso.

Y que otro 30% más o menos reconocen motivaciones a la vez culturales y religiosas a su caminar.

El crecimiento del número de peregrinos en los últimos años es muy grande.

Sobre todo a partir de las últimas visitas de Juan Pablo II en 1982 y con motivo de la JMJ de 1989, en la que acompañaron al Papa más de 500.000 jóvenes en el Monte del Gozo.

 

Catedral de Santiago de Compostela

Fachada de la Catedral de Santiago de Compostela

 

EL ORIGEN DEL CAMINO

El origen de la peregrinación a Compostela está en la “inventio” o descubrimiento de la tumba del Apóstol por el eremita Paio y el Obispo Teodomiro de Iria Flavia.
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Probablemente en los años 812-814, bajo el reinado de Alfonso II el Casto, que resistía en Asturias a la invasión musulmana que había ocupado toda España y entrado también en el reino franco.

Sorprende grandemente el eco extraordinario de esta noticia surgida en un lugar oscura y lejano de la Europa de entonces (en el Finis Terrae) y proclamada por personajes que serían desconocidos a las naciones europeas.

 

Mapa de los distintos caminos a Santiago

Mapa de los distintos caminos a Santiago

 

Existía una tradición comúnmente admitida tanto en Oriente como Occidente que hablaba del culto al primer Apóstol Mártir en el Noroeste Hispánico.

La naturalidad y rapidez de la aceptación del anuncio del redescubrimiento del “locus apostolicus” es atestiguada en los Martirologios de Floro y de Adón de Lyon (840-860), que ya recogen la noticia del culto sepulcral a Santiago.

En la tercera década del S. IX se había puesto ya en marcha la peregrinación hacia el sepulcro del Apóstol.

El filósofo árabe musulmán Algazel manifiesta en el año 845 el relieve alcanzado por el fenómeno:

Su Kaaba es un ídolo colosal que tienen el centro de la iglesia.

Juran por él y desde las partes más lejanas, desde Roma lo mismo que de otros países, acuden a él en peregrinación y pretenden que la tumba que se ve dentro es la de Santiago, uno de los doce apóstoles y el más querido de Isa…”.

El mismo estupor muestra el embajador Ali Ben Yusuf:

“Es tan grande la multitud de los que van y vuelven a Santiago que a penas deja libre la calzada hacia Occidente.

 

Señalización en el camino

Señalización en el camino

 

LA LEYENDA

A finales del siglo VIII se difunde en el noroeste de la Península Ibérica la leyenda de que Santiago el Mayor había sido enterrado en estas tierras, tras evangelizarlas.
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En estas tierras también se produjo la primera aparición de la Virgen María en la historia, y al mismo Santiago, en el año 40, cuando la Virgen aún vivía, lo que dio lugar a la advocación de la Virgen del Pilar.

Así ocho siglos después de la muerte del Apóstol Santiago, en el año 813, un ermitaño llamado Pelayo o Paio vio una estrella posada en el bosque Libredón.
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Se lo comunicó al obispo Teodomiro, obispo de Iria Flavia, (cerca de Padrón).
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Fueron allí y descubrieron en la espesura la antigua capilla, donde existe un cementerio de la época romana.

El descubrimiento del sepulcro coincide con la llegada al reino astur de mozárabes huidos de las zonas dominadas por los musulmanes, buscando poder practicar sus creencias religiosas.

 

Señalización

Señalización

 

EL PRIMER PEREGRINO CONOCIDO

Cierto día de primavera, cien años después de que Beato de Liébana hablara de la venida de Santiago Apóstol a tierras hispanas, una comitiva de hombres de iglesia, con sus siervos y algunos soldados, cruzaba el Ebro entrando en las amables tierras riojanas después de dejar atrás las de los fieros vascones.

Corre el año 950 y al frente del grupo va Godescalco, obispo de Le Puy-en-Velay, en la Aquitania francesa.
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Que se dirige en peregrinación a los extremos del mundo conocido,
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“a los confines de Galicia para implorar humildemente la misericordia de Dios y la intercesión del apóstol Santiago”.

El grupo se aparta unas millas del camino habitual para llegar al monasterio de San Martín de Albelda.

Donde hay una biblioteca de cierta fama y un prestigioso escritorio donde los monjes se dedican a copiar e ilustrar viejos códices y beatos.

Godescalco quiere uno de estos codiciados libros, el que habla de la virginidad de María y cuyo autor fue el obispo visigodo Ildefonso.

De este episodio da cuenta Gómez, el escriba de Albelda que asumió el encargo y que dejó escrito en el propio libro -conservado en la Biblioteca Nacional de Francia- noticia del paso del obispo y de su solicitud.

Y de cómo se llevó consigo el códice cuando, a su regreso desde Compostela, pasó de nuevo por Albelda el invierno del año 951.

 

En el camino de Rocenvalles a Burgos

En el camino de Rocenvalles a Burgos

 

MONJES E INGENIEROS

Un siglo después del paso de Godescalco, la antigua vía Aquitana de los romanos se convierte, con muchos puntos de peaje, en una autopista de peregrinos.

Santo Domingo de la Calzada, por algo es el patrono de los ingenieros de caminos, y su discípulo san Juan de Ortega construyen puentes para facilitar el tránsito de los peregrinos, principalmente franceses.

Muchos se quedan atraídos por la demanda de buenos artesanos, comerciantes o constructores de los que tan necesitados andan los reinos hispanos cristianos en pleno proceso de repoblación.

Con ellos llegan también monjes y abades ultrapirenaicos, con el empeño de implantar la regla benedictina en todos los monasterios.

De sustituir el autóctono rito hispano en las iglesias por el rito romano, de cambiar costumbres.

Y de imponer modas, incluso hasta en la escritura, donde la tradicional letra visigótica va cediendo ante el empuje de la letra carolina que se había desarrollado en la corte de Carlomagno y de sus sucesores.

 

Capilla San Martin en Orio.

Capilla San Martin en Orio

 

LAS CINCO REINAS BORGOÑONAS

Grandes impulsores y promotores del Camino fueron Sancho el Mayor de Navarra y el monasterio borgoñón de Cluny.
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Que fue la primera empresa multinacional conocida que, a partir de la reforma benedictina, situó bajo su dominio e influencia a las principales abadías hispanas, entre ellas San Fructuoso de Sahagún o San Zoilo de Carrión.

De sus celdas procederán algunos de los abades y obispos que asumirán las nuevas sedes episcopales, como la de la Toledo recién conquistada, a cuyo frente puso a Bernardo de Sédirac el rey Alfonso VI.

Éste, queriendo consolidar la alianza, que le servía para afrancesar y modernizar sus reinos, patrocinó con ingentes sumas de dinero, procedente de los tributos musulmanes, la renovación del citado monasterio de Cluny.

Que gracias a ello se convirtió en una gigantesca abadía capaz de albergar en su iglesia varios miles de fieles.

Para sellar el pacto fue el propio abad cluniacense Hugo de Semur quien se acercó en 1090 a Burgos, donde el rey castellano confirmó una aportación anual de dos mil dinares.

Y el francés le ofreció oraciones por su alma y la de su padre, Fernando I, a perpetuidad.

Y por si eso no fuera bastante, los de Cluny facilitaron al rey hasta cinco sucesivas esposas procedentes de la nobleza borgoñona.

 

Capilla San Martin en Orio

Iglesia de San Martin de Fromista

 

LA EFICIENCIA EN EL TRABAJO

Los monjes benedictinos traen con ellos, a partir del ora et labora, la división del tiempo y del espacio, la eficiencia, la organización y la logística, y sobre todo el arte románico.

Durante su vigencia en España, desde mediados del siglo XI hasta los primeros años del XIII, se conocieron momentos de bonanza nunca vistos.

Creció la población, se expandieron los reinos cristianos a costa de los musulmanes, se colonizaron nuevas tierras, hubo estabilidad económica y social.

Y un puñado de importantes monarcas aseguraron sus dominios y dieron cohesión a sus reinos.

Con tan favorable situación se fundaron nuevas poblaciones y se renovaron casi todos los templos.

Desde las más humildes parroquias hasta las grandes catedrales y monasterios, intentando cada cual mejorar lo anterior y lo vecino.

Y gracias a la Vía Jacobea, los reinos peninsulares pudieron compartir con las demás monarquías europeas los grandes movimientos culturales y artísticos que caracterizaron a la Edad Media: el románico y el gótico.

 

Interior de Iglesia en el camino

Interior de Iglesia en el camino

 

EL ROMÁNICO

Un ejemplo claro de las influencias artísticas y emblema del Camino es San Martín de Frómista.

La más francesa de las iglesias, en uno de cuyos capiteles un avispado cantero interpretó una de las escenas de La Orestiada, asombrado de la perfección clásica de las figuras desnudas que contaba el mito griego en un sepulcro romano de la cercana abadía de Husillos.

En Frómista tomó apuntes otro cantero, que copió el capitel en la catedral de Jaca, y otro, a su vez, en el castillo de Loarre, y algunos más trasladaron la escena a iglesias francesas, entre ellas Saint-Sernin de Toulouse.

Haciendo del Camino un itinerario de ida y vuelta, al contrario de hoy, que sólo es un camino de ida.

Son románicos los más significativos edificios que jalonan la ruta jacobea: San Juan de la Peña, la catedral de Jaca, Sangüesa, Santa María de Eunate, Estella, Santo Domingo de la Calzada, San Juan de Ortega, Frómista, Sahagún, San Isidoro de León, Santiago de Villafranca del Bierzo, San Nicolás de Portomarín, Vilar de Donas…

Y por supuesto, la gran catedral de Santiago, levantada en honor del Apóstol por su representante en la tierra, el obispo Diego Gelmírez, activo personaje tanto bajo palio como sobre el caballo.

Que dejó a su muerte en 1140 un templo que semejaba no poco a un verdadero castillo flanqueado por torres y al que en 1188 remataría con toda su habilidad el maestro Mateo, cincelando el Pórtico de la Gloria.

Aymeric Picaud, un peregrino del Poitou que visitó Compostela a mediados del siglo XII, dejó constancia del esplendor de la ciudad y de la magnificencia de la catedral:
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“Espaciosa, luminosa, armoniosa, bien proporcionada en anchura, longitud y altura, y de admirable e inefable fábrica.
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Un bálsamo para los peregrinos, pues quien recorre por arriba las naves del triforio, aunque suba triste, se vuelve alegre y gozoso al contemplar la espléndida belleza del templo”.

 

Iglesia Huergas de Gordon, Santuario del Buen Suceso

Iglesia Huergas de Gordon, Santuario del Buen Suceso

 

CATEDRALES GÓTICAS

Durante los siglos bajo medievales las peregrinaciones mantuvieron cierta presencia.
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Pero múltiples problemas sociales (la consolidación de una nobleza que necesitaba más y más recursos, largas guerras y ocasionales hambrunas y epidemias) empobrecieron muchos pueblos y comarcas.

Con la progresiva reconquista de Andalucía, el foco de atención de los reyes y de la sociedad y la búsqueda de oportunidades se desplazan a tierras más ricas y benignas.

En muchas aldeas norteñas ya no hay ni recursos ni necesidad de renovar los templos.

Sólo algunas pequeñas poblaciones se atreven a embarcarse en proyectos desmesurados, como Villalcázar de Sirga, en Palencia, que dejó inacabado un templo grandioso que se divisa desde la distancia emergiendo sobre el bajo caserío.

A pesar de ello, se construyen extraordinarias catedrales góticas a la vera del Camino, en Burgos sustituyendo a la precedente románica, y en León.

Estos templos que aspiran a tocar el cielo con sus agujas son el icono del lugar.

La expresión del poder de unas ciudades que se alejan del espíritu jacobeo en un momento en que las tierras del norte peninsular empiezan su lenta decadencia.

A finales del gótico y durante el renacimiento, y para atender a los que enfermaban, se construyen grandes edificios civiles: el hospital del Rey en Burgos, el de San Marcos en León o el de los Reyes Católicos en Compostela, estos dos últimos convertidos en el siglo XX en paradores de turismo.

 

Altar mayor de la Catedral con la tumba de Santiago debajo

Altar mayor de la Catedral con la tumba de Santiago debajo

 

RENACIMIENTO DEL CAMINO

A finales del siglo XVII, el peregrino italiano Domenico Laffi da cuenta de la miseria que padecen muchos de los pueblos del Camino, como el burgalés de Hontanas, que vive acosado por los lobos.

Donde él y sus compañeros se fueron “a la cama en tierra, porque no había otra”, o el leonés de San Miguel del Camino, donde duermen igualmente sobre el suelo, “siendo los habitantes tan pobres que tienen necesidad de que se les dé una limosna y después se les pague la posada que dan bajo su cabaña”.

En esos tiempos, una España exhausta pretende vivir de las glorias del pasado.

Pero ni el país, ni el Camino, ni las gentes están para desafíos artísticos a excepción de la fachada del Obradoiro compostelana, obra de Fernando Casas Novoa, de la primera mitad del siglo XVIII.

Y después del barroco, el silencio, el vacío, sin otros constructores que los albañiles locales haciendo torpes reparaciones.

Ya no hay escultores que trabajen la piedra o la madera, ni pintores que cuenten los milagros de las reliquias.

Desinterés absoluto por la veneración de éstas, pobreza secular, guerras continuas casi llegan a extinguir el Camino.

Entre todo ello, sólo un resplandor: el santuario de la Virgen del Camino en León, obra del arquitecto dominico Francisco Coello y del escultor José María Subirachs.

Iniciada en 1957 y que sorprende por su espléndida modernidad en unas tierras que artísticamente parecía que habían dejado de existir hacía al menos dos siglos y medio.

Pero el Año Santo de 1993 supuso un cambio en esta deprimente evolución, al menos para el Camino, que desde entonces ha vivido una revitalización inusitada que parece acrecentarse de Xacobeo en Xacobeo.

 

Equipo del peregrino

Equipo del peregrino

 

LA PEREGRINACIÓN COMO TIEMPO DE VERIFICACIÓN DE LA FE

Ciertamente el Camino nace por una meta, nace por la llamada que significa la tumba del Apóstol.
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No tiene su fin en sí mismo, no puede decirse: la meta es el camino.
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Aunque sea un símbolo de la vida humana y cristiana, valorar solamente el camino, sería contradecirse, dejar de buscar a Dios y quedarse sólo en sí mismo.

Por el contrario, para quien quiere llegar al sepulcro de Santiago, la experiencia de la peregrinación, el tiempo del camino, prepara la reconciliación y la renovación de la vida, contribuye a dar certeza y claridad a la fe.

El peregrino parte para hacer un camino en primera persona, confiado en el fondo en Dios.

Deja su casa y sus propiedades; descubre que todas las cosas pueden ser superfluas, que lo importante es cada uno, su verdadero ser.

La experiencia del peregrino es la de quien deja preocupaciones y afanes, para descubrir la única cosa que importa y que lleva consigo: su propio yo.

Pues, ¿de qué le vale al hombre poseer el mundo entero si se pierde a sí mismo?

La relación con la naturaleza y con los hombres se hace también más verdadera para quien camina en el Señor.

 

Credencial de peregrino - Compostela

Credencial de peregrino: la Compostela

 

«El peregrino tiene una experiencia auténtica del tiempo: se levanta antes de que haya salido el sol.

Ve amanecer; hace silencio por la mañana para levantar la mirada a la Presencia de Dios mientras empieza de nuevo su vida.

Va viendo cómo cambia el color de las cosas a medida que avanza el día; vive intensamente cada momento.

Reposa en una iglesia, en una sombra; vive sin reloj, sin calcular el tiempo.

Lo importante no es lo pasajero, sino lo eterno.

Cada día pasa, pero el tiempo recibe la huella de lo eterno.

Permanece viva en él la esperanza de alcanzar la meta movido por el deseo del Destino.

Comprueba que lo importante es descubrir el sentido de la existencia, frente al cual se renueva a cada instante la necesidad de la conversión” (Eugenio Romero Pose).

El peregrino puede hacer igualmente la experiencia del encuentro con los hermanos, fieles y testigos del mismo Señor.

Que han dado forma en la historia a todo un camino de caridad y de cultura, en que se expresa la vivencia cristiana, construyendo y edificando hospitales y albergues, puentes, iglesias y monasterios.

¡Qué importante resulta encontrar los templos abiertos, poder compartir lo vivido con la comunidad cristiana del lugar!

En el camino es posible reconocer la participación en una común dignidad de hijos de Dios y en un común destino.

 

Iglesia de O Cebreiro

Iglesia de O Cebreiro

 

EL AÑO JACOBEO: EL ÚLTIMO FUE 2010 Y EL PRÓXIMO 2021

El culmen de las peregrinaciones son los años jacobeos.
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Se denomina Año Santo Jacobeo, para el Camino de Santiago, al año en que el 25 de julio (festividad del Apóstol Santiago) cae en domingo.
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Esto sucede con una cadencia regular de 6-5-6-11 años, de modo que cada siglo se celebran catorce años santos jacobeos.

En estos años los católicos pueden conseguir la bula jubilar o jubileo.
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Para ello los requisitos son los siguientes:
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* Visitar la Catedral de Santiago de Compostela, en Galicia, España donde, según la tradición, se encuentra la tumba de Santiago el Mayor.
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* Rezar alguna oración (al menos, el Credo, el Padre nuestro y pedir por las intenciones del Papa). Se recomienda oír Misa.
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* Recibir los sacramentos de la penitencia (puede ser quince días antes o después) y de la comunión.

La gracia del jubileo consiste fundamentalmente en una indulgencia plenaria (completa) para el perdón de la pena que merecen los pecados.

El primer Año Jubilar fue establecido por el Papa Calixto II en el 1126.

Los últimos han sido 1993, 1999, 2004 y 2010.

El próximo será en 2021.

 

Catedral de Santiago de Compostela

Catedral de Santiago de Compostela

 

Escuchemos a Juan Pablo II en Santiago de Compostela el 9 de noviembre de 1982:

“Yo Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: vuelve a ser tú misma.
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Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces.
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Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa y benéfica tu presencia en los demás continentes (…) [los cuales] te miran y esperan también de tí la misma respuesta que Santiago dió a Cristo: puedo”
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Fuentes:

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