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El Jueves Santo el Papa Francisco lavó los pies a inmigrantes, tres de ellos musulmanes.
La intención del Papa fue un gesto de humildad y hermandad, tal como lo difundió la prensa Católica y cómo lo entendió la mayoría de los católicos.
Sin embargo no se midió cuál podría ser la reacción de los musulmanes en un contexto multicultural. No se pensó en el contenido de su religión, en el momento político en que se hizo.
La palabra Islam significa sumisión y la sumisión es lo que el Islam espera de otras religiones, por lo tanto muchos musulmanes pueden haber visto este gesto de Francisco no como un gesto de hermandad, si no como de entrega, de sumisión.
Los musulmanes consideran que la suya es la religión suprema, la religión natural y última, pero en un sentido que no tienen los cristianos, sino en un sentido de poder.
Y no toleran que el “pueblo del libro”, o sea los cristianos y los judíos, no reconozcan su supremacía. Por eso se dice que los musulmanes son supremacistas.
Ellos esperan que el “pueblo del libro” asuma la condición de ciudadano de segunda clase o sea dhimmis, con derechos limitados.
El origen de esto se puede ver en el versículo 9:29 del Corán qué dice que el pueblo del libro ha de ser combatido “hasta que paguen la jizya con sumisión voluntaria, y se sienten inferiores”.
Las condiciones que regulan la vida de los dhimmis se desarrolla en el Pacto de Omar, donde se hacen dos docenas de estipulaciones que incluyen: la prohibición de la construcción de nuevas iglesias o la reparación de las antiguas, la prohibición de la visualización de la cruz, la exigencia de que los no musulmanes dejen sus asientos en honor a los musulmanes; y con el tiempo se agregaron otros requisitos de humillación por ejemplo, a veces, se requería que cuando pagaran la jizya fueran obligados a acercarse al funcionario de impuestos en cuatro patas.
Las leyes dhimmis no son una cosa del pasado, porque las iglesias están prohibidas en Arabia Saudita, no se permite portar una Biblia, y en la mayoría de los países de medio oriente los cristianos son vistos como seres inferiores, que sólo sirven para trabajos de baja categoría; y el Estado Islámico en Irak y Siria ha vuelto imponer el impuesto jizya.
De modo que lo que hace el Papa, cuando se arrodilla ante un musulmán, no se ve automáticamente un gesto de humildad o de camaradería, sino que cada uno lo va a interpretar de acuerdo a su cultura, y la cultura musulmana es que el cristianismo es una religión de segunda categoría y los cristianos deben humillarse ante los musulmanes.
Además esto sucedió dos días después del bombardeo de Bruselas y los musulmanes, que piensan siempre en términos de poder, deberían haber esperado una respuesta fuerte, pero en cambio o tuvieron una respuesta que ellos consideran débil, que puede interpretarse como una sumisión.
La medida de como piensan los musulmanes es la que dijo Osama Bin Laden “si un hombre ve un caballo fuerte y un caballo débil su naturaleza será favorecer al caballo fuerte”. Esa es la lógica que emplean los musulmanes en general, no sólo los musulmanes terroristas.
Seguramente el Papa tenía la esperanza de hacer una declaración de inclusión de la Iglesia ante los musulmanes, pero no tuvo en cuenta cómo lo puede interpretar la cultura musulmana, y ese es uno de los peligros de politizar la liturgia.
Lo que el Papa buscaba era indicarles que todos debemos hacer lo mismo, pero eso no entra dentro de la lógica de los musulmanes, ellos participan de otra cultura, manejan otros códigos, y sobre todo son de otra religión y no han aceptado la religión cristiana como propia, por lo tanto mal pueden utilizar sus criterios para comportarse en la vida.
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