¿Cómo podemos conocer a esta impresionante mujer partiendo de quien más nos conoce a todos, Dios?
No debe haber mejor Maestro sobre la Madre que el Hijo, quien compartió 33 años de su vida con Ella.
La vida de la Virgen María es la de Jesucristo y la del Espíritu Santo actuando en la tierra.
En primer lugar debemos recordar el numeral 487 del catecismo de la Iglesia Católica, que dice que lo que la fe católica cree acerca de María se basa en lo que cree acerca de Cristo.
No se puede separar a la Madre del Hijo porque Ella llevó en su vientre al Hijo de Dios por la gracia del Espíritu Santo.
Y el Espíritu Santo estuvo presente en Ella desde el momento de Su propia concepción.
Así lo cree la Iglesia a través del dogma de la Inmaculada Concepción.
Que dice que la Santísima Virgen fue preservada del pecado original por el Espíritu Santo por los méritos de Jesucristo.
Porque se iba a convertir en la Madre de Dios y por lo tanto es la criatura humana más perfecta de Dios.
Cuando elogiamos una estatua estamos elogiando al creador y cuando honramos a María rendimos homenaje a Dios y específicamente al Espíritu Santo.
Ella es el lugar donde se hizo posible el nuevo pacto entre Dios y el hombre a través de Cristo.
El vientre de María es el arca donde se gestó el pacto definitivo entre la humanidad y Dios.
Y este actuar del Espíritu Santo, que venimos describiendo en María, tiene consecuencias en la generación del vínculo fuerte de amor que derramó en su vida.
Vemos en la presencia de María el amor que Jesús le dio a Ella.
Y que a su vez Ella comparte con su prima Isabel cuando corre presurosa a cuidarla cuando se entera que está embarazada.
Luego ese amor se despliega en toda su magnitud a la humanidad cuando Jesús le entrega a Su Madre a toda la humanidad como sus hijos, cuando estaba colgado de la Cruz.
Y lo vemos actuar en su presencia en la Tierra en apariciones para guiar, aconsejar y proteger a sus hijos.
Finalmente con Su Asunción ella experimentó lo que experimentaremos con el tiempo nosotros, o sea una resurrección corporal como la de Cristo.
Ahí vemos cómo el Espíritu Santo hace posible que seamos renovados en la nueva creación.
María es la prueba y la garantía de nuestra resurrección al final de los tiempos.
Podemos aprender mucho sobre ella si reflexionamos sobre los episodios del Evangelio
Y este es un apasionante viaje que conviene hacerlo iluminados por el Espíritu Santo y socorridos por la sana doctrina de los padres de la Iglesia.
LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES EN EL NACIMIENTO
Y vinieron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre.
Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño.
Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón. (Lucas 2,16-19)
Dicen los Padres de la Iglesia sobre esto:
Beda
Los pastores… no encuentran allí otra cosa que la pureza virginal de la Iglesia, representada en María;
la poderosa congregación de los doctores espirituales, representados en José;
y la humilde venida de Jesucristo, expuesta en las páginas de la Sagrada Escritura como al Niño Jesús reclinado en el pesebre.
San Ambrosio
No son, por lo sencillas, despreciables las palabras de los pastores, puesto que María les prestaba fe…
Aprendamos la castidad en todas las cosas de la Santa Virgen, la cual reunía en su corazón las pruebas de la fe con no menos modestia en sus palabras que en su cuerpo.
LA PROFECÍA DEL ANCIANO SIMEÓN
Simeón los bendijo y le dijo a María, su madre:
-Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción –y a tu misma alma la traspasará una espada-, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones. (Lucas 2,34-35)
El conocimiento de Cristo se revela a los humildes que lo imitan a Él, entre ellos a su Madre, y esto ayuda a reconocerlos como auténticos cristianos.
Aquellos que conociendo las Sagradas Escrituras se asombran, enternecen y transforman sus vidas partiendo del sacrificio de Cristo.
Identificándose con el sufrimiento de su Madre llegan a ser grandes cristianos.
Dicen sobre esto los padres de la Iglesia:
San Ambrosio
Tal vez manifestó en esto que la prudencia de María que no era desconocedora de este divino misterio, puesto que la palabra de Dios es viva y eficaz y más penetrante que cualquier espada de dos filos (Hebreos 4,12).
San Gregorio Niceno
Todas estas cosas que se dicen del Salvador, afectan igualmente a su Madre, porque toma también para sí todos sus trabajos y todas sus glorias, y no solamente le anuncia las prosperidades, sino que también los dolores.
JESÚS PERDIDO Y ENCONTRADO EN EL TEMPLO (Lucas 2,48-52)
Teniendo Jesús ya 12 años, y por ende con derecho de adulto para ser independiente según la cultura judía, decidió distanciarse de sus amorosos padres para ocuparse de los asuntos de su Padre celestial, luego:
Bajó con ellos, vino a Nazaret y les estaba sujeto. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. (Lucas 2,51)
De esto entendemos que está bien no entender todos los planes de Dios, pero hay que seguir confiando con Fe, expresando nuestras dudas ante Él, sin desfallecer en la búsqueda de Jesús, especialmente en el Templo.
Dice sobre esto Orígenes, in Lucam, 19
“Pero ¿por qué lo buscaban? ¿Creían que había perecido o que se había perdido? ¡Lejos de nosotros tal presunción! ¿Podían temer, acaso, que se perdiese un niño que sabían era Dios?
Pero así como nosotros al leer la Sagrada Escritura buscamos con dolor el sentido de ella, no porque creemos que las Escrituras vayan fuera de camino, o porque contengan algún error.
Sino porque deseamos encontrar la verdad intrínseca de ellas, así también buscaban ellos a Jesús, temiendo los dejase para volverse al cielo, y bajar otra vez cuando quisiera.
Conviene, pues, que el que busca a Jesús no pase de una manera negligente y perezosa, como lo buscan muchos y no lo encuentran, sino con trabajo y con dolor”.
Griego, o Geómetra
“Admiremos a la Madre de Dios, afectada en sus maternales entrañas, que manifiesta como con lamentos sus dolorosas pesquisas, y expresa lo que siente con la confianza, la humildad y la ternura de una madre.
En todas estas cosas, nada ni nadie le dirigió, excepto la mano de su Madre. En esto podemos aprender cosas de gran utilidad.
Respondiendo el Señor a María porque lo ha buscado entre sus parientes, nos sugiere el desprendimiento de la sangre, manifestando que el que se halla ocupado de las cosas corporales, no puede llegar al término de la perfección, de la cual se separa el hombre por el afecto de los parientes.”
Jesús ama a su Madre y la prepara para el momento en que Él tenga que sacrificarse por amor a su Padre celestial.
Desde joven nutrió a María en la Fe y la Esperanza en que su destino por más trágico que fuere, estaba guiado por su obediente Amor al Padre. La preparaba para la batalla contra la serpiente (Génesis 3,15).
MARÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS: LA BODA DE CANÁ
En el año 30 d.C., teniendo 30 años, Jesús comienza su ministerio público en la tierra para la Salvación del género humano.
En este recorrido su Madre discretamente le acompaña en algunas ocasiones decisivas, partiendo por su primer milagro:
Y, como faltó vino, la madre de Jesús le dijo: -No tienen vino. Jesús le respondió: -Mujer, ¿qué nos importa a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora. Dijo su madre a los sirvientes:
-Haced lo que él os diga. (Juan 2,3-5)
Este es un pasaje clave en donde Cristo deja entrever el papel de su Madre al llamarla “Mujer”, este título en griego y en hebreo es el mismo de la compañía ideal del Hombre (Adán), la “Mujer” (Gén 2,22s).
Y así como el cuerpo de Eva fue formado exclusivamente del cuerpo de Adán (la costilla), Jesús fue formado exclusivamente del cuerpo de María, en su vientre santo.
Este es un nexo muy importante que apunta a Nuestra Madre como aquella Mujer prometida en el Génesis.
Así mismo los padres de la Iglesia elogian la actitud de Fe de María que confía en la bondad de su Hijo aunque no tiene claro cómo responderá a su petición:
San Juan Crisóstomo
“Es digno de notarse cómo vino a la imaginación de la Madre haber concebido un concepto tan elevado de su Hijo, siendo así que hasta entonces ningún milagro había hecho”.
San Beda el Venerable
“Como diciendo (María): Aunque parece que se niega, lo hará sin embargo. La madre sabía, pues, que era bueno y caritativo”.
San Juan Crisóstomo, in Ioannem, hom. 21
“Aunque había dicho «no es llegada mi hora», al fin hizo lo que su Madre le había pedido.
…por honra de su madre, a quien no creía oportuno contradecir, ni quería avergonzar delante de todos; pues ésta le había traído a los que servían para que la petición se hiciese por muchos“.
María es la mujer que confía las necesidades de los hombres a su buen y justo Hijo.
De esto aprendemos dos cosas sobre la intercesión de María:
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Primero: gracias a la intercesión de María, Jesús adelantó el momento dispuesto para la manifestación de su poder milagroso.
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Segundo: Quienes quieran agradar a María debe hacer la voluntad de Jesús.
LOS PARIENTES DE JESÚS NO LE ENTIENDEN, SU MADRE LE ACOMPAÑA
En este periodo aprendemos a entender la mayor virtud de nuestra Madre.
Cualquier mujer tenía las características biológicas necesarias para poder dar carne al Hijo de Dios, pero sólo María contaba con las cualidades y excelencias del alma para merecer, por intervención divina, esta gracia.
En el evangelio según San Marcos se lee:
Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.»
Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?» Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos.
Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.» (Marcos 3,31-35)
Y en el evangelio de San Lucas encontramos este pasaje:
Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!»
Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.» (Lucas 11,27-28)
Superficialmente en estos pasajes pudiera entenderse cierto menosprecio de Jesús por su Madre, en cambio es justamente en ellos en donde habla con más claridad sobre la mayor admiración que debemos tener por María.
Bien lo dijo Benedicto XVI: La verdadera devoción a la Virgen María
“No consiste ni en un estéril y transitorio sentimentalismo, ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, que nos lleva a reconocer la excelencia de la Madre de Dios y nos inclina a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes” (Lumen gentium, 67).
Amarla es comprometerse a escuchar a su Hijo, venerar a la Guadalupana es vivir según las palabras del fruto bendito de su vientre”.
En el pasaje de san Marcos queriendo callar a Jesús intentan manipularle para que se detenga y salga con su Madre y familiares que le esperan.
Dicen sobre esto los padres de la Iglesia:
San Juan Crisóstomo
“Pero no habla así como si renegara de su Madre y de sus hermanos, sino como el que enseña que es preciso valorar la propia salvación por sobre todo parentesco temporal:
enseñanza que convenía mucho a aquéllos que se entretenían en conversación con sus parientes, como si esto les importara más que su salvación”.
Teofilacto
“No habla así para negar a su Madre, sino para manifestar que no sólo es digna de honra por haber engendrado a Cristo, sino también por todas sus virtudes”.
San Jerónimo
“Sabemos, pues, que seremos sus hermanos y hermanas, si cumplimos la voluntad de su Padre, para hacernos sus coherederos; porque respecto de esto no hay diferencia en el sexo, sino en los hechos”.
Jesús sabe que su Madre le esperará hasta que termine pues ella respeta su ministerio y su autoridad como Dios.
Es notable como en Marcos 3,31-35, cuando los parientes de Jesús en compañía de su Madre le buscan, ellos no interrumpen el ministerio de Nuestro Señor, sino que esperan afuera; mientras que en este otro pasaje:
Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer.
Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: «Está fuera de sí.» (Marcos 3,20-21)
Cuando no se encuentra María con los demás parientes de Jesús, estos sí le interrumpen y lo alejan de la gente.
Nuestra Madre conocía la misión de Jesús. Guardando y meditando todo en su corazón se preparó para no obstaculizarlo nunca, cuando era propicio silenciosamente le acompañaba a una distancia prudente.
En el pasaje de Lucas se ve nuevamente como buscan manipular a Cristo mediante el sentimentalismo, llaman su atención adulando a su Madre sólo por haberlo engendrando, omitiendo así lo más importante.
Los padres de la Iglesia también clarifican esto:
San Agustín en su documento Sancta Virginitate
«Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo».
San Juan Crisóstomo in Matthaeun hom. 45
“Esta contestación no la dio el Salvador menospreciando a su Madre, sino manifestando que de nada le hubiese aprovechado el haberle dado a luz si después no hubiera sido buena y fiel”.
San Beda el Venerable
“La misma Madre de Dios es bienaventurada ciertamente porque fue el instrumento temporal de la encarnación del Verbo; pero también lo fue por haber sido su amorosa y constante guarda.
Con esta sentencia, pues, hiere a los sabios judíos, que no solamente se negaban a oír y a guardar la Palabra de Dios, sino que también buscaban ocasión para negarlo y blasfemarlo”. (Ya que negaban que fuera también el Hijo de Dios)
Jesús ensalza a su Madre dándole el valor y reverencia justa sin dejar de proclamar que si bien había nacido de ella, Él era también el Hijo de Dios.
El valor de María viene de Dios por su obediencia, el valor de Jesús es por Él mismo que es Dios; amar a María es guardar su único “mandamiento”: Hacer la Voluntad de su hijo.
MARÍA AL PIE DE LA CRUZ
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clofás, y María Magdalena.
Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. (Juan 19,25-27)
Jesús clavado en la cruz, despojado de todo bien material, hereda lo último que tiene para ofrecer a su discípulo amado. La Iglesia representada en este discípulo ha dado un lugar muy especial a María.
Enseñan sobre este acto de amor los padres de la Iglesia:
Teofilacto
“Mientras los soldados se ocupaban de satisfacer su sórdida avaricia, Jesús cuidaba solícito de su Madre”.
San Ambrosio, in epistolis nos da una cátedra sobre este suceso
“María, Madre del Señor, estaba ante la cruz de su Hijo. Nadie me enseñó esto, sino San Juan Evangelista.
Otros describieron el trastorno del mundo en la pasión del Señor; el cielo cubierto de tinieblas, ocultándose el sol y el buen ladrón recibido en el Paraíso, después de su confesión piadosa.
San Juan escribió lo que los otros se callaron, de cómo puesto en la cruz llamó Jesús a su Madre, y cómo considerado vencedor de la muerte, tributaba a su Madre los oficios de amor filial y daba el reino de los cielos.
Pues si es piadoso perdonar al ladrón, mucho más lo es el homenaje de piedad con que con tanto afecto es honrada la Madre por el Hijo: «He aquí tu hijo». «He aquí a tu Madre».
Cristo testaba desde la cruz y repartía entre su Madre y su discípulo los deberes de su cariño.
Otorgaba el Señor, no sólo testamento público, sino también doméstico; y este testamento era refrendado por Juan.
¡Digno testimonio de tal testador! Rico testamento, no de dinero, sino de vida eterna; no escrito con tinta, sino con el espíritu de Dios vivo (2Cor 3) y pluma de lengua, que escribe velozmente (Salmo 44,2).
Pero María se mostró a la altura de la dignidad que correspondía a la Madre de Cristo.
Cuando huyeron los Apóstoles, estaba en pie ante la cruz, mirando las llagas de su Hijo, no como quien espera la muerte de su tesoro, sino la salvación del mundo.
Y aun quizás porque conociendo la redención del mundo por la muerte de su Hijo, ella deseaba contribuir con algo a la redención universal, conformando su corazón con el del Salvador.
Pero Jesús no necesitaba de auxiliadora para la redención de todos los que sin ayuda había conservado.
Por eso dice: «He sido hecho hombre sin auxiliador, libre entre los muertos» (Salmos 87,5).
Aceptó, en verdad, el afecto maternal, pero no buscó el auxilio ajeno.
Imitad, madres piadosas, a ésta, que tan heroico ejemplo dio de amor maternal a su amantísimo Hijo único.
Porque ni vosotras tendréis más cariñosos hijos, ni esperaba la Virgen el consuelo de poder tener otro”.
El papel de María en la Cruz fue ofrecer a su Hijo que redimía al mundo con su sacrificio.
Sus corazones al unísono obedecieron el designio de Amor del Padre cada uno con su dolorosa encomienda.
A su vez en este acto de desprendimiento mutuo, Cristo donó a su preciada Madre al “discípulo amado”.
Benedicto XVI comenta esto
“…y este hijo amado ciertamente es una persona, un individuo muy importante; pero es más:
es un ejemplo, una prefiguración de todos los discípulos amados, de todas las personas llamadas por el Señor a ser ‘discípulo amado’ y, en consecuencia, de modo particular también de los sacerdotes.”
La Iglesia recibe a María y ya no ve en ella exclusivamente a la Madre de Dios, sino la Madre de todos los discípulos que son amados y aman al Señor.
Y amarlo es cumplir sus mandamientos (Juan 14,15).
Abraham desde el Viejo Testamento arroja luz a este misterio de fe:
Él es el patriarca por excelencia de Israel, porque fue el primero que creyó en el Antiguo Pacto y el mismo San Pablo lo llama “Padre de la Fe”.
Y así como él por su ejemplo en el Viejo Testamento es “Padre en la Fe” (Hebreos 11,8-18), María es nuestra Madre, no por vana sensiblería, sino por su ejemplo de Fe y obediencia a Dios en el Nuevo Testamento.
Es por esto que la iglesia confía en María como guía, ejemplo e intercesora para entrar en comunión espiritual con Cristo.
Todo cristiano debería esforzarse en hacer propios los sentimientos y acciones de María hacia Dios.
Pidámoslo en oración:
Clementísimo Dios, que para salvación de pecadores y refugio de desgraciados, quisiste que el Corazón inmaculado de María fuese lo más parecido en caridad y misericordia al divino Corazón de su Hijo Jesucristo:
Concédenos, por la intercesión y méritos del dulcísimo y amantísimo Corazón que ahora conmemoramos, el llegar a ser semejantes al Corazón de Jesús.
Fuentes:
- http://www.catolicosfirmesensufe.org/maria-en-los-escritos-de-los-padres-de-la-iglesia
- http://ec.aciprensa.com/wiki/Mar%C3%ADa
- http://www.apologeticasiloe.com/Apologetica/Maria.htm
- http://apologeticasiloe.net/Apologetica/Conoce%20a%20Maria.htm
- http://www.mercaba.org/CATENA/Mt/01.htm
- https://www.catholicstand.com/understanding-the-holy-spirit-through-the-life-of-the-virgin-mary/
Informe Redactado por Marvin Marroquín, Estudios en arquitectura, filosofía, teología y apologética
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