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La oración es la herramienta más poderosa que tenemos para relacionarnos con nuestro creador.

Sin embargo muchas veces experimentamos dificultades para llevar una vida de oración.

A veces la vida de oración se nos hace pesada y penosa, cuándo debe ser un descanso y una fuente de alegría.

Entonces ¿cómo podemos desarrollar una vida de oración firme y gozosa?
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¿Cómo hacer para no decaer o que se vuelva una rutina insípida?

En este artículo nos ocupamos de cómo superar las trabas para orar, cómo desarrollar una actitud de oración permanente y cómo establecerla como hábito.

Y te sugerimos una serie de oraciones básicas para comenzar y perseverar.

 

SUPERANDO LAS RACIONALIZACIONES QUE IMPIDEN ORAR

Muchas personas racionalizan el por qué no tienen una vida de oración consistente.

Dicen por ejemplo,

«No necesito orar formalmente, Dios sabe que lo amo».

«Simplemente no puedo encontrar el momento para orar».

«Mi fe no es lo suficientemente profunda como para sacar algo de la oración».

«He intentado aprender a orar, pero simplemente no lo entiendo. Es muy difícil».

Todas estas son excusas que no te dejan acercarte a la oración.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice que la oración es algo vital para tu alma, porque es una relación personal con el Dios vivo y verdadero (numeral 2558) y que sin oración tu fe morirá (numeral 2744).

El primer paso para eliminar estas trabas es compatibilizar tu vida cotidiana con la oración.

Una buena forma es tratar de encontrar a Dios en las tareas habituales de tu vida diaria

Y además apartar 5 o 10 minutos de silencio para empezar a orar.

Puedes orar incluso cuando caminas entre la gente o paseas solo, cuando trabajas en tu empleo, o mientras cocinas.

El desafío es aprender cómo orar y luego tener la perseverancia para orar todos los días, teniendo en cuenta que el Espíritu Santo es el maestro de la oración como dice el catecismo numeral 741.

En definitiva el esfuerzo es convertirte verdaderamente a Cristo, lo que implica desarrollar el amor por Dios, desear hacer su voluntad, y abrirse al cambio en la vida que te propone Él.

 

CÓMO COMENZAR A ORAR

La traba para comenzar una vida de oración consistente es modificar la idea que tienes sobre la oración.

¿Cómo piensas en la oración? ¿Es una tarea que te resulta pesado o un descanso que disfrutas?

¿Es algo que consideras sumamente importante para tu vida o es una de las tantas cosas que tienes para hacer?

Muchas personas que luchan con la oración dicen que se aburren cuando la hacen, se distraen, les resulta un trabajo pesado y penoso.

Les resulta difícil comprender que la oración es establecer una relación con el creador, con quien te ha dado la vida y te la sostiene.

La dificultad puede estar por el lado de que los seres humanos somos muy sensoriales y estamos acostumbrados a ver y sentir con nuestros ojos y oídos a la persona con la que nos comunicamos.

Y el desafío en este caso es lograr el silencio externo e interno para encontrar a Dios, lograr que los ojos del corazón y de la fe te permitan contactarlo.

En este caso el enemigo también es la carne que lucha contra nuestro espíritu.

Porque si no tenemos una vida de oración consistente es porque algo o alguien nos lo impide.

Si estás en esa lucha entonces esa es tu oración para comenzar a orar consistentemente.

La comunicación que deberías establecer con Dios en tu caso es contarle lo que experimentas cuando tratas de orar, que te aburres, que te resulta pesado, que quiere huir.

Y luego guarda silencio para comprender lo que Él te contesta, que son los pensamientos que te van a surgir en la cabeza.

Si haces esto, estás orando, no de la manera tradicional vocalizando un texto, sino de la manera en que puedes hacerlo en ese momento.

Ten en cuenta que todo lo que piensas y sientes Dios lo sabe de sobra, pero expresarle con honestidad lo que sientes y piensas te abre las puertas estados más avanzados de oración.

Poco a poco ese diálogo con Dios se te hará cada vez más relevante.

Y progresivamente experimentarás confianza y descanso en esa comunicación, donde antes había tensión y aburrimiento.

San Anselmo lo expresa de esta manera,

«Hombre insignificante, escapa de tus asuntos cotidianos por un corto tiempo, escóndete por un momento de tus pensamientos inquietos.

Interrumpe tus preocupaciones y problemas y quédate menos preocupado por tus tareas y trabajos.

Tómate un poco de tiempo para Dios y descansa un tiempo en Él. Entra en la cámara interior de tu mente.

Ciérrate a todo excepto a Dios y lo que sea que te ayude a buscarlo.

Y cuando hayas cerrado la puerta, búscalo, habla con Dios«.

Ya más adelante podrás vocalizar oraciones sin que te pese, porque estarás más entrenado a orar.

Y más adelante aún, podrás experimentar que hay situaciones en que las palabras no parecen necesarias, ni posibles, ni adecuadas.

Entonces suspirarás cómo dice San Agustín,

«Esta tarea [de la oración] generalmente se lleva a cabo más con suspiros que con palabras, más a través del llanto que del habla».

De modo que en el inicio, si las palabras se te hacen difíciles, siéntate en silencio y espera al Señor, considerando que no estás haciendo algo trabajoso sino descansando.

Y si todo esto también te es difícil, debes pedir ayuda a Dios para aprender a orar.

En definitiva se trata de desarrollar una actitud y un hábito.

 

ACTITUDES BÁSICAS Y HÁBITOS SIMPLES

El desafío es desarrollar una actitud de humildad y de fe básicas.

Confiar en Dios como la única fuente para satisfacer nuestras necesidades.

Y esto implica desarrollar humildad, fe y perseverancia.

Lucas 18: 9-14 relata una parábola que muestra las actitudes divergentes entre un fariseo y el recaudador de impuestos orando en el templo.

Ahí el fariseo muestra la soberbia de confiar en sí mismo e incluso se habla a sí mismo y no a Dios, su oración es la presunción de lo que él cree que Dios debería pensar sobre él.

No demuestra ni humildad ni fe ante Dios.

En cambio el recaudador de impuestos tiene una humildad basada en su sentido de pecador y espera con fe la misericordia de Dios, de ahí su oración «¡Dios, ten misericordia de mí, pecador!».

Por otro lado está la perseverancia, comprometerse aunque no experimentemos algún beneficio particular por nuestra oración.

El numeral 2753 del catecismo dice que cuando las personas comienzan a orar se enfrentan a las tentaciones sobre la utilidad y la posibilidad de orar.

El otro desafío es desarrollar hábitos.

Los dos hábitos más importantes son desarrollar la conciencia de la presencia de Dios en cada momento de tu vida, y orar diariamente en diversos momentos del día.

Estos dos hábitos deberían estar incorporados como si fueran parte de tu respiración.

 

EXPERIMENTAR LA PRESENCIA DE DIOS EN CADA MOMENTO

Hay un gran peligro en disociar la vida diaria con la vida de fe.

Algunos van a misa los domingos pero viven el resto de la semana como si Dios no existiera.

E incluso algunos van a misa, a la iglesia, a la parroquia, como si fuera un club campestre, para hacer actividades sociales.

Desarrollar la conciencia de la presencia de Dios en cada momento de nuestra vida es la piedra fundamental de nuestra fe y de nuestra vida de oración.

San Agustín dice,

«¿Por qué escalar las montañas o bajar a los valles del mundo buscando a Aquel que habita dentro de nosotros?»

Por lo tanto si está dentro de nosotros debemos hacernos conscientes de Su presencia, dentro y fuera de nosotros.

Esto significa reconocerlo, identificarlo, mantenerlo vivo en nuestros pensamientos, comportarnos de acuerdo a sus exigencias.

Si logras ver a Dios en cada uno de tus pensamientos y en cada cosa que miras o que oyes, entonces todo estará impregnado en Dios, en su amor y misericordia, y descubrirás lo que es ser amado por Él.

A esto le llama San Pablo “orar sin cesar”.

¿Y cómo mantener esa presencia Viva en nosotros en cada momento?

Hay cosas simples que puedes hacer, como por ejemplo tener siempre a mano un objeto que te recuerde a Dios, por ejemplo una cruz, una imagen, y que cada vez que lo toques pienses en Dios.

La otra cosa es visualizar su presencia creadora en cada cosa que hay en el mundo, en las personas, en la naturaleza; pensar que esto se debe a su mano creadora y su bondad.

Y también establecer un diálogo permanente.

Agradecerle por las cosas que te suceden a lo largo del día, decirle lo que necesitas, o mejor aún preguntarle qué es lo que necesitas; pedir perdón cuando sientes que has hecho algo mal, y en fin contarle cualquier cosa que te preocupe.

Esto no te lleva más de un par de segundos y no te distraerá de tus obligaciones diarias.

El desafío precisamente es colocar la presencia de Dios junto con las cosas que haces.

A partir de ahí podrás subir al escalón de la oración diaria.

 

LA ORACIÓN DIARIA

Otro desafío es acompasar el ritmo diario de tus actividades con la oración, para llevar a la práctica la actitud y desarrollar el hábito.

Hay que identificar momentos el día en que es conveniente orar, elegir la oración para hacer en cada caso y perseverar para que se convierta en hábito.

Se deberían usar oraciones cortas, que dispongan el corazón para reconocer a Dios y hacer la voluntad del Padre.

Sin embargo una cosa que deberías considerar es que puedes distraerte.

Y en este caso deja que las palabras de la oración propiamente dicha restauren tu atención; esta es la ventaja de la oración vocal.

Un momento propicio es la oración de la mañana, en que ofreces el comienzo del día a Dios.

Una oración de la mañana puede ser,

«Oh Jesús, a través del Inmaculado Corazón de María, te ofrezco mis oraciones, obras, alegrías y sufrimientos de este día por todas las intenciones de tu Sagrado Corazón, en unión con el santo sacrificio de la Misa en todo el mundo, en agradecimiento por tus favores, en reparación por mis pecados, por las intenciones de todos mis parientes y amigos, y en particular por las intenciones del Santo Padre. Amén.»

Otro momento clave es el de la comida, y en este link puedes encontrar una serie de oraciones para antes y después de la comida.

El siguiente momento clave es el mediodía. Los católicos suelen recitar el Ángelus a las 12:00, y en este link puedes encontrar la oración.

Otro momento típico son las 3 de la tarde, la hora en que murió Jesús, en que se reza la Coronilla de la Divina Misericordia.

Y el otro momento típico es antes de acostarse hacer un examen de conciencia, cuyo contenido puedes encontrarlo en este link.

También hay oraciones para luego de consumir la sagrada comunión, este es un ejemplo,

«Jesús, en la Última Cena prometiste establecer tu hogar en todos los que obedecieran tus mandamientos.

Ayúdame a obedecerlos ahora y en cada momento de mi vida.

Porque cuando amo al Padre y amo a mi prójimo, como tú lo hiciste, no hay nada que te impida construir tu hogar en mí y yo el mío en ti.

Que el gozo y la paz que proviene de permanecer en ti llenen todo lo que digo y hago, para que otros puedan ser atraídos a la Sagrada Comunión que comienza en esta vida y llega a su culminación en la próxima. Amén».

En este otro link encontrarás otras oraciones complementarias a éstas para realizar durante la jornada.

Con el paso del tiempo también podrás establecer el hábito de rezar el rosario diariamente y practicar otro tipo de oraciones

 

TIPOS DE ORACIÓN VOCAL

El propósito de las oraciones es estar unidos a la voluntad de Dios en el cielo, que se refleja en las jaculatorias «hágase tu voluntad» y «hágase en mí según tu palabra».

Un tipo de oración vocal son las súplicas, que están orientadas a pedir favores, y que generalmente tienen un formato abierto, que puede ser incluido dentro de otras oraciones.

Muchas oraciones a Santos incluyen el pedido de su intercesión.

Otra son las oraciones de arrepentimiento y contrición, en que demostramos nuestro pesar por los pecados que cometimos y nuestra disposición a enmendarnos.

Algunas oraciones de contrición puedes leerlas aquí.

Otro tipo de oraciones son las de acción de gracias, que son recitadas como agradecimiento por favores recibidos.

También generalmente son oraciones de tipo libre y se recomienda agradecer con la misma insistencia con que se suplicó el favor.

Naturalmente también se puede hacer una oración de agradecimiento genérico por todos los favores que hemos recibido de Dios, sin especificar alguno en particular.

Un ejemplo de oración de acción de gracias al finalizar el día es el siguiente,

«Padre, aunque estés infinitamente distante, también estás infinitamente cerca, porque habitas en la médula interna de mi ser.

Te agradezco por estar conmigo y por todo lo que me has dado hoy, por la vida misma y por todos los que han hecho que valga la pena vivirla.

Dame la gracia de alabarte, honrarte y agradecerte, tanto como pueda y más de lo que pueda, no solo en palabras, sino en una vida que libremente te dedico. Amén.»

Otro tipo de oración es de adoración, en que se adora a Dios por lo que es Él: santo, bueno, misericordioso, todopoderoso, omnipotente, omnisciente, eterno, etc.

Muchas de las oraciones que hemos recomendado en este artículo es beneficioso hacerlas en una hora santa de adoración frente al Santísimo Sacramento.

Momento en el cual también se puede realizar meditación y contemplación, que no requiere palabras sino direccionar nuestro pensamiento.

La meditación es reflexionar sobre los eventos en la vida de Jesús, y una herramienta muy útil para esto es el santo rosario.

Mientras que la contemplación es reflexionar sobre cómo se aplica la palabra divina a nuestra propia vida.

Hay que tener cuidado en diferenciar la meditación cristiana con la meditación oriental o de la nueva era, que piden un vaciamiento de la mente, corriendo el riesgo de que entre en nuestra mente cualquier ente maligno.

En la meditación cristiana llenamos nuestra mente con los pasajes de la Biblia, de la vida de Jesús, de María y de los Santos.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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