La Santísima Virgen es nuestra Madre del Cielo.
Ella cuida de nosotros intercediendo ante Su Hijo.
Por eso debemos estar unidos a Ella.
Pero no por conveniencia material sino por Amor.
Debemos ser buenos hijos y cultivar esa relación. No acordarnos de Nuestra Madre solamente cuando estamos en apuros.
En este artículo planteamos una sucesión de 5 pasos para profundizar la relación con Nuestra Madre del Cielo.
PRIMERO, CONOCERLA
El primer factor para ser bueno es conocer quién es realmente nuestra madre.
Es cierto que conocemos mucho a las madres por el cariño y amor que nos trasmiten desde que somos bebes.
Un bebe reconoce a la madre porque ha estado en contacto durante nueve meses.
En el vientre de la mujer ha oído sus palabras, sus cantos, sus risas y tristezas.
El niño ha sabido reconocer luego de su nacimiento la voz de la madre.
Llora cuando está lejos y se tranquiliza junto a ella.
Pero cuando se habla de la Virgen ¿cómo se la puede conocer si no se ha estado en su vientre?
¿Cómo reconocer a la madre si no tenemos 2000 años?
En las Sagradas Escrituras, se pueden encontrar diferentes pasajes que dan evidencia de la presencia de la Inmaculada, como madre nuestra.
Por eso uno de los factores es aprenderse los versículos que sean de la Virgen.
Esto sirve para conocerla desde el punto de vista de Dios.
Si no la conocemos en profundidad no la podemos amar en profundidad.
También es posible complementarlo buscando exégesis, es decir comentarios de los santos sobre la Inmaculada.
Así como el bebé reconoce la voz de la madre, así también nosotros podemos reconocer la voz de la Inmaculada, si sabemos quién es.
Jesús ha dicho: “Yo soy el buen Pastor, mis ovejas oyen mi voz y me reconocen.”
Así es como nosotros reconocemos que Él es, por su presencia en la Sagrada Eucaristía, en la misa, en la Iglesia Católica que es su esposa.
Así también nosotros podemos reconocer a la Inmaculada como la Madre de Dios, la Virgen siempre purísima, la llena de gracia.
Esto es para evitar confundir a la Virgen con alguien que no es.
La Inmaculada no es una madre que no nos corrige, que le da igual lo que hagamos.
Su presencia es para velar y guiarnos, llevándonos a Jesús.
Es importante conocer los versículos del Antiguo y del Nuevo Testamento que hacen referencia a Ella.
Aquí podrás encontrar pasajes de la escritura que hablan de la Santísima Virgen.
SEGUNDO, ESTAR CONECTADOS PERMANENTEMENTE A ELLA
El segundo elemento es estar conectados a Ella, como lo está un bebe con su madre.
El cristiano tiene su propio cordón umbilical, el que lo une muy especialmente a la Madre.
Este cordón es un vínculo que sirve para alimentar al chiquito.
Si éste no lleva comida, no tiene objeto.
El cristiano tiene el rosario; ese es nuestro cordón con La Madre.
La comida es la gracia, que logramos al rezar el rosario (Los misterios Preparatorios, Gozosos, Luminosos, Dolorosos, Gloriosos)
La difusión del rosario tiene como origen los conventos y monasterios de los benedictinos, cartujos y de dominicos. Mira aquí la historia del Santo Rosario.
Los misterios se atribuyen a la agrupación de los dominicos: esto son los gozosos, dolorosos, y gloriosos.
Los luminosos, aunque son posteriores a la tradición de los otros tres, son un hilo conductor entre el niño Jesús, aun cuando está pequeño, haciendo el camino hacia los misterios dolorosos.
Los misterios gozosos inician con la Encarnación de Jesús y los gloriosos terminan con la coronación de la Inmaculada.
El rosario es corona de rosas para la Virgen, y un meditar de la vida de Jesús de la mano de la Inmaculada.
Y nos dan un panorama completo a partir de los misterios preparatorios.
Inician con la Inmaculada, pues en las Sagradas Escrituras dice:
«Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio.
Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos.
Y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó.« (Rom 8: 28-30)
Él predestinó a la Inmaculada salvándola del pecado original, porque sabría lo que pasaría después con la Encarnación.
Por lo tanto la vida de la Madre está incompleta si la iniciamos desde el embarazo de Jesús.
Entender la meditación de la vida de Cristo, olvidando a la Madre, o sin recordar las grandes cosas que Dios ha hecho en favor de su sierva, es olvidar parte de la historia.
Por eso el segundo factor es el cordón, el rosario, para mantener la unidad entre el hijo y la Madre.
Para algunos el rosario también es la corona franciscana, que son los siete gozos de la Virgen, dividido en siete decenas, en recuerdo de los años que la Inmaculada vivió.
TERCERO, IMITARLA
El tercer elemento es su imitación, que tiene su base en el conocimiento que hemos adquirido de ella y en la unidad que hemos conseguido, con Ella, a través del rosario.
Como el niño que imita a sus padres, así nosotros podemos imitarla en sus virtudes como buenos hijos, sabiendo quién es nuestra madre.
Y aprendiendo a ser discípulos de Cristo, como Ella fue la sierva del Todopoderoso.
Imitar a la Virgen es recordar su vida, es honrarla.
Fue la creatura que conoció más a Jesús, la que sabía qué le gustaba comer, a qué horas se dormía, qué darle si le dolía algo.
La que en las mañanas le hacía su desayuno, y por las noches lo arropaba con mantas y le daba un beso en la frente, mientras le cantaba o le contaba alguna anécdota.
Es ese amor que se manifestó en seguirle cuando ya era grande, estando al pie de la cruz.
Ella sabía más de lo que los apóstoles se enteraron.
Los discípulos pueden saber todo lo que Jesús les explicó, pero probablemente no reconocían esas indirectas que se hacen entre las madres y los hijos.
Cuando por una mirada de la madre el niño ya sabe que es lo que debe hacer.
Como en el episodio de las Bodas de Caná, donde Ella solo le consulta y luego dice a los sirvientes que hagan lo que Él les diga.
Simplemente Jesús entendía que ese día no tenía que hacer milagros.
Sin embargo la Madre lo consigue.
¿Cómo podía resistir Jesús al oír la dulce voz de su madre, que desde su nacimiento le decía: Buenos Días Jesús. Ven, ya está la comida…?
Si nosotros la imitamos, Jesús verá en nosotros el rostro de bella Madre, el rostro de las virtudes.
De la que fue llevada por amor en cuerpo y alma al cielo, como lo dice Apocalipsis 11.
De la que dio a Jesús la vida y le siguió hasta la cruz, de la que estuvo presente en la Iglesia.
Imitar a la Madre es en su santidad, en estar con la Iglesia que Cristo fundó.
El buen hijo es como el discípulo que la acogió en su casa.
El que la imita es una persona admirada por tenerla a su lado.
CUARTO, TENER PRESENTE SIEMPRE SU PRESENCIA ANTE NOSOTROS
El cuarto factor es recordar la presencia de la Virgen con nosotros.
La Inmaculada, que es la Madre de Dios, Virgen prudente y santa, se apareció a Santa Catalina Labouré, dándole una medalla.
Ésta medalla la conocemos como milagrosa, San Maximiliano Kolbe la llama por su nombre: la medalla de la Inmaculada.
Ésta tiene a la Virgen de un lado, de pie con sus manos extendidas sobre el mundo.
De sus manos salen torrentes de luz que iluminan el mundo.
Alrededor una leyenda que dice: “Oh María concebida sin mancha de pecado original, ruega por nosotros que recurrimos a vos”
Del otro lado de la medalla se observa la M, que es la letra inicial del nombre de la Virgen, adosado a una cruz, símbolo de esa unidad de la Madre con Jesús.
Y es por ello que abajo se ven los dos corazones, el de la Inmaculada y el de Jesús.
La medalla de la Inmaculada es la medalla que Ella misma dio, para recordarnos su presencia con nosotros.
Así como las mamás dejan un papelito o un mensaje durante el día para recordar que ellas están pensando en nosotros, así la medalla nos recuerda el amor maternal de la Inmaculada por nosotros.
Lleva siempre la medalla de la Inmaculada en el cuello y regálala a todos, para recordar el amor de la Virgen por nosotros.
Ella se encargara de trabajar en esa alma si tú has logrado convencerlo de llevarla.
QUINTO, HONRARLA
El quinto factor para ser buen hijo es profundizar aún más nuestra relación con Ella honrándola.
El primero es conocerla, aprendiendo los versículos de la Biblia donde hablan de Ella.
Ese meditar se une al segundo, que es el rezo del rosario, un cordón umbilical entre la Madre y el hijo.
El tercero es imitarla, pues ya que la hemos empezado a conocer y a meditar su vida, debemos tomar su ejemplo para honrarla.
Esa forma de honrarla es un sentido de admiración por Ella.
Por eso orgullosamente portan sus hijos la medalla de la Inmaculada, que es signo de su amor continuo por nosotros.
No es un amuleto, ni magia, es un símbolo que Ella nos da para recordar su amor por nosotros.
Ya Ella como Madre hará lo que tenga que hacer por sus hijos sabiendo que nos ayudara a ser mejores.
Por eso este quinto paso en la devoción se manifiesta en tener una estampa, cuadro o escultura de la Inmaculada.
Vestida de blanco y azul, rodeada de doce estrellas.
Tener un espacio muy especial donde siempre tenga una vela.
Así como Ella nos recuerda su amor con una medalla, nosotros nos recordamos de Ella mediante un altar.
La vela encendida es un símbolo de respeto, de honra.
A la vez nos recuerda que Cristo como luz es Dios de vivos.
Recuerda su gloriosa Asunción y que desde el Cielo está con nosotros velando.
El altar sirve para mostrar esa presencia de amor por parte de nosotros hacia Ella.
El arte nos ayuda a orar y platicar más con Ella.
Por eso busca una escultura o estampa de la Virgen que te guste, que te inspire poder vivir para Ella.
Que cada vez que la veas te enamores de la Santísima, que te fomente el espíritu de oración y de amor por Ella.
La Vela encendida frente al cuadro es el obsequio y es a la vez un factor de amor.
El fuego que se desprende de la llama también significara el amor que debe brillar siempre en nuestro corazón por Ella.
Por eso dile: enciendo esta vela, signo de mi amor continuo por ti.
Ayúdame a imitarte y amarte más.
Y al apagarla di: al desaparecer la llama de esta vela, símbolo de mi amor, que puedas ver que mi corazón sigue latiendo por ti Madre mía.
Y ADEMÁS…
Las mamás no pueden sentirse felices si no ven a los hijos unidos.
Por eso es importantísimo que no te olvides de Jesús, de ir a misa.
Debes hacerle muchas visitas al Santísimo, como lo hacen los hermanos entre ellos.
Mejor sería si esa visita se hace en peregrinación a la Basílica de la Inmaculada, que en la mayor parte de países existe una, o un santuario.
Así que por siempre será alabado Jesús sacramentado y María concebida sin pecado original.
Enrique Alfaro, de Guatemala, Profesor de Arte y Teología
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