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El conocimiento infuso que Dios derrama.

Uno de los fenómenos sorprendentes de nuestra fe es que hay gente que no ha sido instruida en la fe cristiana y sin embargo conoce buena parte de ella.

Se trata de un conocimiento infundido desde el cielo, similar a lo que le sucedió a San Pablo en el camino a Damasco.

A veces esa instrucción infusa sucede sin que la persona la note y en otros casos la realizan visitas celestiales que se le manifiestan.   Aquí te vamos a contar tres casos extraordinarios de instrucción infusa en la fe por medio de visitas del cielo.

Nuestro Señor Jesucristo dejó encargada a la Iglesia la evangelización del mundo, diciendo a los apóstoles que vayan por el mundo y prediquen el evangelio, expresión que recogen Mateo 28, Marcos 16 y Lucas 24.

Pero no irían solos, en Hechos de los Apóstoles se describe como el Señor los ayudaba en esa tarea.

Lo que seguramente sigue hasta el día de hoy, cuando un sacerdote o un laico le predica el evangelio a otra persona, la instruye en la doctrina.

Pero hay casos en que la instrucción no llega por manos humanas sino que es infundida sobrenaturalmente desde el cielo.

Y hasta es posible que algunas cosas de la compresión de la doctrina, en cada uno de nosotros, sea también infundida sobrenaturalmente cuando así lo pedimos o lo necesitamos.  

Por ejemplo tenemos el caso de una anciana china que no sabía leer y vivía en una aldea separada de la civilización. 

Cuando estaba por morir, mandó a uno de sus hijos a que esperara en el borde del camino a dos extranjeros que iban a pasar por ahí. 

¿Cómo supo que efectivamente iba a encontrar a dos misioneros austríacos en ese momento?  

Los jesuitas austríacos que la asistieron en sus últimos momentos en la tierra fueron el padre Gotsch y el hermano Gervasio, quienes se sorprendieron cuando un joven dijo que los esperaba y les rogó que lo acompañaran a ver a su madre enferma. 

Fueron hasta una aldea que se encontraba a 15 kilómetros de allí y en una casa precaria había una mujer en la cama que agonizaba y preguntó al sacerdote:

«¿Existe un Dios en el cual hay tres personas? ¿Existe otra vida, un lugar de felicidad para los buenos y un lugar de terror para los malos?»

«¿Es verdad que Dios vino a esta tierra para morir por los hombres y abrirles el lugar de felicidad?»

El padre Gotsch no salía de su asombro y le respondió a todo afirmativamente, preguntándose de dónde había sacado ese conocimiento religioso la mujer que vivía en un lugar tan alejado. 

Y más aún cuando la mujer le preguntó,

«Traes agua contigo, entonces, ¡lávame (quiso decir bautizame), para que pueda ir a aquel sitio de felicidad!»

El sacerdote le explicó brevemente la liturgia, el sentido del sacramento y después la bautizó.

Y luego la enferma le preguntó,

«¿También tienes contigo el pan? ¿Ese pan especial porque Dios está adentro? ¡Dame de ese pan!»

Entonces el padre sacó la hostia consagrada y le expresó cuál es el sentido de la Eucaristía y le dio la primera comunión.

Le administró también los últimos sacramentos: la confesión de los pecados y la unción de los enfermos.

Y después le dijo:

«Hasta ahora fuiste tú quién hacía las preguntas. Ahora me toca a mí: ¿Quién te ha enseñado las verdades de la fe? ¿Has conocido a creyentes católicos o evangelistas?»

«No» respondió.

«Entonces ¿has leído libros cristianos?»

«No sé leer y ni siquiera sabía que existían libros de ese tipo»

«Entonces, ¿de dónde y de quién has recibido la noticia de la fe?»

Y ella le contestó,

«Siempre pensé que debía ser así y desde hace 10 años que vivo de esta forma. También he instruido así a mis hijos y puedes lavarlos a todos (o sea bautizarlos)»

«Pero ¿sabías que íbamos a pasar hoy por aquí?»

«¡Por supuesto! Vi a un hombre en sueños. Él fue quien me dijo que enviara a mi hijo menor a la ruta a que llamara a los dos extranjeros que pasarían por allí. Me dijo que me iban a “lavar” para ir al lugar de la felicidad después de la muerte»

El padre Gotsch y el hermano Gervasio estaban sumamente conmovidos no solo por el conocimiento de la mujer sino también por la actitud de entrega ante la muerte y la paz que exhibía antes de su partida de este mundo.

Y como San José es el patrono de la buena muerte, le regalaron antes de irse una estampa del santo  

Y ella muy feliz exclamó: 

«¡Pero a éste, lo conozco! Vino a verme muchas veces. ¡Es quien me dijo que mandara a mi hijo a la ruta para llamarlos!»

Ahí comprendieron que San José había sido enviado del cielo para instruir a la mujer. 

Y supieron luego que la mujer china había muerto aquella misma noche.

Otro caso similar le ocurrió a un misionero, el padre Oblat, en Lesotho, África del Sur. 

El padre Oblat viajaba por Lesotho en compañía de un catequista por las altas montañas del país.

Visitaba a los cristianos distribuidos en las diversas poblaciones cuando el ruido de un relámpago lo tiró al suelo, de dónde se levantó bastante dolorido.

Su acompañante le pidió volvieran y el sacerdote le contestó que seguirían porque el demonio estaba molesto y seguramente había un alma que salvar. 

Y siguieron el camino orando ambos.

Hicieron la ruta por varios senderos montañosos hasta que de una aldea lejana escucharon que los llamaban. 

Vamos allí, dijo el padre Oblat, y su compañero lo quiso hacer desistir advirtiéndole que el lugar estaba lleno de brujas y que era un peligro porque seguro se trataba de una trampa.

Pero el sacerdote respondió: «Quizás haya un alma que salvar allí. Debo ir y averiguarlo». 

Y el padre Oblat marchó decidido a la aldea con su ayudante a rastras. 

El alma necesitada de auxilio espiritual era una chica de unos 17 años que agonizaba en una choza a donde los llevaron unas mujeres. 

Las mujeres afirmaron, 

«Te ha estado llamando. Quiere ser bautizada por un sacerdote católico para poder estar con la bella dama». 

El padre se arrodilló cerca de la adolescente moribunda quien le preguntó con un hilo de voz, 

«¿Es usted un sacerdote católico?» 

Él respondió: «Sí, lo soy». 

«Entonces bautizame pronto. Por favor, apúrate…»

El sacerdote la bautizó prestamente

«María, te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo»

Y así recibió el sacramento exultante de alegría.

Y les contó que ella había pasado mucho tiempo en la aldea cristiana donde había aprendido sobre el cristianismo. 

Pero le agregó algo conmovedor, 

«Tuve un sueño, vi a una hermosa dama blanca con un cinturón del color del cielo. Ella me sonrió y me besó amorosamente. 

Quería acercarme a ella, pero me dijo: ‘Ahora no, pero pide que te bautice un sacerdote católico y luego iré a buscarte'».

Entonces el sacerdote marista emocionado le regaló una Medalla Milagrosa.

Y ella dijo,

«¡Esta es la dama! ¡Esta es la que vi!».

Besó la medalla y después cansada por el esfuerzo se durmió.

El sacerdote la bendijo y siguió su camino. 

No estaban muy alejados de la aldea cuando las mujeres le gritaron que la joven había fallecido, seguramente la Santísima Virgen la había venido a buscar.  

Pero el caso más extraordinario y mejor documentado es el de la «dama de azul o monja azul», que catequizaba a los indios en lo que hoy es el sur de EE.UU.

Un hecho asombroso bien documentado, que resultó ser una bilocación de Sor María de Jesús de Agreda, una clarisa española de clausura, del siglo XVI, que tenía ese don de estar en dos lugares al mismo tiempo como el Padre Pío, San Antonio de Padua y otros.

Sobre este caso extraordinario hemos realizado un video que te recomiendo mirar, https://youtu.be/sc22lsyDBdY 

Sor María de Agreda nunca abandonó el convento de las Pobres Clarisas de Agreda, en la provincia de Soria, España y no obstante evangelizó entre 1620 y 1631 a muchos indígenas norteamericanos.

Son numerosos los testimonios de su evangelización a los indios en Arizona, Nuevo México y Texas. 

Y no sólo catequizó a varias tribus indias en la fe católica, sino que les indicó cómo encontrar la Misión Franciscana que estaba cerca de ellos y les dijo que pidieran que los frailes franciscanos fueran a bautizar a sus coterráneos.

Los indios Jumanos – del territorio de Nuevo México – son los que dieron a conocer que en 1630 una dama de azul los visitaba y les enseñaba la fe católica, cuando fueron a pedir el bautismo.

Se calcula que a lo largo de once años realizó 500 visitas en estado de bilocación al sur de Estados Unidos.

Estos milagros fueron examinados y documentados por las autoridades de la Iglesia del momento, aunque al principio descreían. 

También fue examinada cuidadosamente dos veces por la Inquisición.

La monja dijo que había sido impulsada de niña a rezar por los indios de la Nueva España.

Y que recibía visiones de Jesucristo.

Y en una de estas visiones Nuestro Señor le dijo que catequizara a los indios de Nuevo México.

Entonces, mientras rezaba, la extraordinaria religiosa entraba en éxtasis y se trasladaba a las aldeas de los indios.

Hoy su cuerpo permanece incorrupto.

Bueno hasta aquí lo que te queríamos contar de casos de catequesis infusa que bajan del Cielo.

Y me gustaría preguntarte si alguna vez te ha sorprendido que conoces algunas cosas de la religión católica sin que nadie te lo haya enseñado.

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