Pruebas objetivas que se pueden verificar aún sin fe.

Los cristianos no están condenados por Dios a creer en la resurrección de Jesucristo y en su presencia permanente entre nosotros sólo por la fe.

La fe la otorga Dios y quien la tiene no necesita pruebas.

Pero nuestro Dios nunca deja de lado la razón.  

Y nos ha dejado también pruebas objetivas de que la resurrección de Jesús y su presencia permanente entre nosotros es real.  

Las que por otra parte han convertido a muchos incrédulos, entre ellos científicos que han analizado milagros eucarísticos o la Sábana Santa de Turín. 

Aquí hablaremos sobre las pruebas que Dios ha dejado en el mundo sobre la resurrección de Jesús y sobre su presencia permanente entre nosotros, para que los incrédulos puedan acceder a ese conocimiento usando la razón. 

Y que por lo tanto puedan constituirse en un elemento para evangelizar a los no cristianos.

La fe cristiana se cimenta en la resurrección de Jesucristo.

Un personaje que caminó sobre la tierra hace 20 siglos, que dijo que era Dios, hizo milagros, curó enfermos y expulsó demonios, y especialmente resucitó después de tres días de muerto.

¿Esta aseveración se puede probar? 

Porque si no se puede probar la resurrección de Jesucristo, la Biblia pasa a ser simplemente una colección de máximas morales de un profeta, como en general sostienen los modernistas dentro del cristianismo.

Y por lo tanto no obligan.

Pero si podemos tener la certeza de que Jesús resucitó y se quedó entre nosotros como prometió, entonces los mandatos que Él nos dejó obligan, porque vienen de Dios, que tiene la sabiduría eterna.

Algunos dirán, bueno no son necesarias pruebas objetivas, eso se conoce por la fe, la certeza está dada por la fe que nos regala Dios. Y con eso basta.

Pero el verdadero Dios no nos pide que abdiquemos de la razón para tener fe en Él, por el contrario, nuestra razón, o sea las pruebas objetivas que tengamos, también nos llevan a Él.

Esta es un de las diferencias entre el Dios que se reveló en la Biblia y la revelación imperfecta de Dios que han tenido otras religiones, por ejemplo el Islam.

Y es por esta razón que podemos encontrar pruebas objetivas de que Jesucristo resucitó y está entre nosotros, porque Él mismo nos la ha dejado para que lo reconozcamos también por la razón.

Una serie de estas pruebas son los testimonios de los contemporáneos de Jesús, en primer lugar los testimonios de los seguidores de Jesús que muestra la Biblia, en segundo lugar los testimonios de otros textos de la época que no forman parte del canon de la Biblia y luego testimonios de historiadores.

Ellos nos hablan de que existió sin lugar a dudas un personaje histórico llamado Jesús de Nazareth, cuyos milagros y enseñanzas fueron recopilados.

Nos dicen que fue crucificado y murió más allá de cualquier duda, porque una lanza le atravesó el corazón. 

Fue enterrado y al tercer día la tumba apareció vacía, y este personaje comenzó a aparecerse a sus seguidores durante 40 días, hasta que lo vieron elevarse al cielo y desapareció.

Pero Él dijo que estaría con nosotros hasta el final del mundo, y cada cristiano ha sentido que se comunica con Él, y que le ha respondido a sus peticiones, y hasta ha aparecido físicamente en ocasiones a diversos videntes.

Pero si nuestra fe no abdica de la razón como método, entonces deberían existir pruebas objetivas, para que pudieran ver los que no tienen fe, de que Jesucristo resucitó y está entre nosotros.

¿Las hay? Claro que sí.

Tenemos 4 pruebas objetivas principales de su resurrección y de que está entre nosotros, todas ellas se refuerzan entre sí y con los testimonios de la Biblia.

En primer lugar tenemos la Sábana Santa de Turín.

Que es un lienzo de 442 cm por 113 cm y se conserva en la capilla real de la Catedral de San Juan Bautista, en la ciudad de Turín.

Esa tela de lino envolvió el cadáver de un hombre que fue azotado, crucificado con clavos, coronado con espinas en la cabeza y herido por una lanza en el costado y murió.

Está mencionado en la Biblia que Jesucristo ya muerto fue envuelto en una sábana. 

Su imagen envuelta quedó impresa en la tela a través de las manchas de sangre y de suero, que no son reproducibles por medios tecnológicos actuales. 

La ciencia ha demostrado que la imagen impresa en la sábana no es de un dibujo, sino una impresión lograda en la tela por una energía fabulosamente grande, imposible de replicar actualmente con nuestros medios técnicos.

Y la sangre es de una persona de sexo masculino del tipo AB positivo, con un ADN muy antiguo.

Además el material, la hechura de la tela y las partículas de polen que hay en ella apuntan a medio oriente y al primer siglo.

La cara que muestra la sábana santa es compatible con los primeros rostros de Jesús dibujados al inicio del cristianismo.

Y su contextura física es la de una persona que tenía un estilo de vida compatible con Jesús, que era carpintero.

Paralelamente hay otra prueba textil que da credibilidad mayor a la Sábana Santa, nos referimos al Santo Sudario de Oviedo.  

Que es el lienzo que habría envuelto la cabeza de un hombre muerto, que mide 83 cm por 52 cm.

Refleja la cara del mismo hombre muerto que la Sábana Santa.

El polen encontrado en ella y el material y tejido son coincidentes con la Sábana Santa, lo mismo que el tipo de sangre y el ADN.

Y se menciona en la Biblia que luego del descendimiento de la Cruz la cara de Jesús fue cubierta con un lienzo, como era costumbre entre los judíos y que se le quitó al envolverlo en la sábana.

De modo que hasta aquí tenemos objetivamente pruebas de que hubo un hombre que fue cruelmente flagelado y crucificado, en el primer siglo en oriente medio.

Con sangre AB positivo.

Sobre el que se ejerció una enorme energía mientras yacía en la tumba, que dejó impresa su huella en la Sábana Santa y luego el cuerpo muerto desapareció.

Y todo esto coincide con lo que narra la biblia sobre la pasión y resurrección de Jesús y su ascenso de los cielos. 

¿Pero no dijo que se quedaría con nosotros hasta el fin del mundo?

¿Tenemos pruebas de esto? Sí las tenemos.

En la historia de la Iglesia se han registrado cientos de milagros eucarísticos.

O sea manifestaciones en la hostia y el vinos consagrados de que hay una presencia oculta, velada, dentro de ellos.

La Iglesia Católica sostiene que un sacerdote debidamente ordenado por la sucesión apostólica, genera que Jesucristo se haga presente velado, en la hostia y el vino, cuando en la misa el celebrante dice «este es Mi cuerpo» y «esta es Mi sangre», en la plegaria eucarística.

Porque eso fue enseñado por Jesús en la última cena del jueves santo y llamó a los apóstoles a hacerlo siempre en memoria suya.

La transubstanciación no se ve con los ojos físicos, las especies de pan y vino no cambian a los ojos, pero Jesucristo está allí.

Y para asegurar que está allí, Jesucristo ha recurrido varias veces a mostrar que dentro de la hostia y el vino hay algo más, hay una persona.

Y dos de esos cientos milagros eucarísticos han sido estudiados científicamente a fondo, el milagro de Lanciano y el de Buenos Aires.

En el siglo VIII un monje basiliano, en la ciudad de Lanciano, dudaba de la presencia real de Nuestro Señor en las especies eucarísticas.

Y en el momento de la consagración la hostia se hizo carne humana y el vino se hizo sangre humana.

El vino se dividió en 5 partes, que se corresponden con el número de heridas que Cristo sufrió en la cruz.

Cada una de esas partículas independientes o todas sumadas pesan lo mismo.

Y la carne resultó ser tejido muscular del corazón humano. 

Y algo parecido sucedió en Buenos Aires en 1996, cuando una hostia que se había caído al suelo, fue puesta en agua para desintegrarla, y terminó manifestándose como un trozo de ventrículo del corazón de un ser humano, de una persona que había sido severamente traumatizada o golpeada 

Una década después ese tejido aún permanecía vivo. 

Hemos realizado un video sobre este milagro eucarístico.

Comparados los dos milagros se comprueba que las dos muestras corresponden a la misma persona, que nació y vivió en medio oriente.

Y esto coincide 100% con la sangre hallada en la Sábana Santa de Turín y en el Santo Sudario de Oviedo.

Las muestras revelaron el tipo de sangre AB positivo.

De modo que aquí tenemos las pruebas dadas a la razón, de que Jesucristo murió y resucitó, y que está permanentemente entre nosotros por lo menos en la hostia consagrada.

Que se complementa con los testimonios que nos da la Biblia de esto.

Y con lo que ha experimentado cada cristiano en su vida y lo vive con su fe.

Bueno, hasta aquí las pruebas objetivas que Dios nos ha dado de que Él resucitó y que está presente permanentemente entre nosotros.

Y me gustaría preguntarte si la mayoría de los católicos que conoces creen que Jesús está presente con su carne y con su sangre en la hostia consagrada, o creen que es sólo un símbolo. 

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