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Las profecías ocultas de Padre Pío sobre el futuro de la Iglesia y su impacto en Juan Pablo II.

El padre Pío es uno de los santos más populares, porque sus dones fueron impresionantes.

Y su mensaje fue claro y ortodoxo.

Sin embargo no es tan popular entre el clero como debería, a pesar de haber sido sacerdote.

Y quizás esto haya que buscarlo en la denuncia del fraile capuchino, sobre la apostasía de buena cantidad de sacerdotes, que le habría mostrado Jesús en 1913.

Pero hay un sacerdote por el que el Padre Pío tuvo una predilección especial porque sabía cuál sería su futuro.

Porque el Padre Pío recibía visiones del Cielo que le permitían conocer cosas del futuro.

A este sacerdote, Karol Wojtyla, luego Juan Pablo II, le hizo dos revelaciones que queremos contar.

Aquí hablaremos sobre las revelaciones que Jesús le hizo al Padre Pío sobre la apostasía de una buena parte del clero.

Y te contaremos las 2 revelaciones que le hizo a Juan Pablo II.

Sabemos que el Padre Pío conocía muy bien el Tercer Secreto de Fátima, en virtud de su gran confianza en Jesús y la Virgen.

Fue el mismo Jesús, en 1913, quien reveló de antemano al Padre Pío lo que la Virgen reveló a los humildes niños de Cova da Iria el 13 de mayo de 1917.

El 28 de marzo de 1913, 4 años antes del 13 de mayo de 1917, Jesús se apareció al Padre Pío. 

Parecía maltratado, desfigurado y llorando.

Desanimado al verlo llorar, el fraile preguntó al Señor por qué lloraba.

Y le reveló que muchos sacerdotes y dignatarios eclesiásticos actuaban imprudentemente en su iglesia, causándole disgusto, lágrimas y amargura.

Y una segunda revelación de Jesús al Padre Pío fue aún más explícita: “Hijo mío, no creas que Mi agonía duró sólo tres horas. 

Estaré, a causa de las almas más beneficiadas por Mí, en agonía hasta el fin del mundo. 

La ingratitud y el sueño de Mis ministros hacen más pesada mi agonía. Qué mal corresponden a Mi amor”.

Jesús autorizó al Padre Pío a escribir también a sus dos directores espirituales, para que estuvieran informados de las múltiples infidelidades de los consagrados.

El Padre Pío ciertamente oró por muchos sacerdotes cuya fe vacilaba, envuelta en dudas, engañada por las tortuosas ideologías del mundo.

Y reveló que vendría una apostasía sin precedentes de sus pastores.

Declaró que el mayor peligro para la humanidad sería doble: un enfriamiento del amor hacia el Creador y una posible distorsión de los verdaderos dogmas de la Iglesia. 

Las disputas ideológicas de pensamiento y las excesivas rencillas dentro de la propia Iglesia darían lugar a la apostasía de los consagrados.

La iglesia, atacada y profanada por sistemas ateos, perdiendo su unidad, sería casi completamente borrada del mundo, hasta el punto de quedar reducida a un pequeño rebaño. 

Y será este pequeño rebaño el que permanecerá fiel a la Verdad proclamada por Jesucristo. 

Sólo con este pequeño rebaño triunfará el Inmaculado Corazón de María. 

De este pequeño rebaño comenzará nuevamente una nueva humanidad, que comenzará a construir una nueva era de paz y amor.

Pero hubo un sacerdote que fue predilecto del Padre Pío.

Durante su estancia en Roma estudiando para su doctorado, Karol Wojtyla escuchó por primera vez hablar del Padre Pío.

Y fue en abril de 1948 cuando decidió conocer al Padre Pío.

De esta particular estancia, dos recuerdos quedarían imborrables en su memoria: la intensa emoción al participar en la Santa Misa celebrada por el capuchino, y el momento privado que tuvo con él, en el sacramento de la Reconciliación.

Y 14 años después, en 1962, siendo ya monseñor Wojtyla, y estando en Roma en las sesiones preparatorias del Concilio Vaticano II, recibió la noticia de la grave enfermedad de su amiga Wanda Poltawska.

Convencido de que la oración del Padre Pío tenía un poder especial ante Dios, decidió escribirle para pedirle ayuda y oraciones por la mujer, madre de cuatro hijas.

Un amigo personal llevó la carta y cuenta que después de haberle leído el contenido, el Padre Pio pronunció la famosa frase: “¡A este no le puedo decir que no!”, y añadió: “guarda esta carta porque un día será importante”.

Unos días después, Wanda Poltawska tomó la decisión de operarse del cáncer.

Pero milagrosamente las últimas pruebas antes de la operación, dieron que el tumor simplemente había desaparecido.

Once días después, Juan Pablo II volvió a escribir una carta, esta vez para darle las gracias.

Y en esa ocasión el fraile dijo: “¡Alabado sea el Señor!”.

Wojtyla volvió a san Giovanni Rotondo en dos ocasiones más. 

La primera, siendo cardenal de Cracovia, en 1974, para celebrar en su tumba la fecha de su ordenación sacerdotal.

Y la segunda proclamado ya Papa, en 1987, con motivo del primer centenario del nacimiento del Padre Pío. 

En estos dos viajes visitó los restos mortales de Padre Pío y rezó arrodillado junto a la tumba del fraile capuchino.

Y algo importante de la relación entre estos dos santos es que el Padre Pío le hizo dos revelaciones inéditas.

Durante la confesión de 1948 el joven sacerdote Wojtyla se interesó por las llagas del Padre Pío.

Le preguntó qué llaga le producía más dolor. 

Estaba convencido de que era la del corazón, pero el Padre Pío lo sorprendió mucho cuando le dijo: “No, la que más me duele es la de la espalda, la que tengo en el lado derecho”. 

Esta sexta herida en el hombro, como la que Jesús sufrió llevando la cruz camino del Calvario era la llaga “que más dolía”, porque había supurado y nunca había “sido tratada por los médicos”.

Y en ese mismo 1948, cuando el Padre Pío conoció al joven Karol Wojtyla predijo su pontificado y el atentado del 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro.

Uno de los acompañantes del futuro Papa, el Dr. Medi, al regresar a la pensión donde se hospedaban en ese viaje, contó a los demás que apenas el Padre Pío vio a Wojtyla, lo miró a los ojos y le dijo: “Serás Papa, pero habrá sangre y violencia”.

Mientras Wojtyla comentó: “Profesor, el Padre Pío quería bromear. Soy polaco, nunca podré ser Papa”.

Pero no se trataba de una broma, sino más bien de una auténtica profecía del Padre Pío.

El 16 de octubre de 1978, su coronación como Papa, y el 13 de mayo de 1981, el atentado en la Plaza San Pedro, los dos elementos de la profecía, se convirtieron en hechos concretos de la historia.

El polaco monseñor Edward Nowak, que durante muchos años fue secretario de la Congregación para las Causas de los Santos, afirmó: “Le preguntamos específicamente: Santo Padre, ¿es cierto que el Padre Pío predijo su Pontificado? 

Se rió mucho, mucho, pero no contestó nada”.

La misma pregunta que le hizo monseñor Cosmo Francesco Ruppi, párroco de la archidiócesis de Lecce, y Juan Pablo II simplemente respondió: “Ellos dicen que sí…”. 

Juan Pablo II siempre fue muy reservado sobre esto, pero nunca lo negó.

Bueeeno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre la apostasía de buena parte de los sacerdotes que el Padre Pío sabía que vendría y las dos revelaciones que le hizo a Juan Pablo II. 

Y me gustaría preguntarte si tu le has rezado al Padre Pío por alguna intercesión y que tipo de cosas le has pedido.

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