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Se la considera una de las advocaciones mas viejas de España.

Alfonso VI, Doña Urraca y muchos mas aseguran haber visto por sus ojos los muchos milagros.

ns de los ojos grandes

En la cantiga 77 el rey Sabio Alfonso X narra »
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Cómo Santa María sanó en su iglesia de Santa María de Lugo a una mujer paralítica de pies y manos».

Gran parte de estas curaciones portentosas se lograban con la aplicación del aceite de las lámparas que ardían ante el altar de la Virgen.

Se Celebra su fiesta el 15 de agosto, aunque la imagen famosa no representa la Asunción.

Es Nuestra Señora la Madre, y, con más propiedad, la Virgen de la Leche, pues representa a la Virgen Madre en momentos inmediatamente posteriores al de dar su pecho virginal a su Hijo Divino.

La Patrona de Lugo también se llamó Santa María la Grande, la Mayor, Nuestra Señora de las Victorias.

Y el pueblo fiel la llamó con gran acierto Nuestra Señora de los Ojos Grandes.

Se discute la antigüedad de esta imagen. Lo que no puede discutirse es su valor artístico como estatua bellísima.

Tiene la vista de sus grandes ojos como perdida en el espacio, no mirando a nada y mirándolo todo con sus grandes ojos de maternal misericordia.

La capilla, y, en el centro de la misma, el trono de gloria en que está la imagen, son bellísimos.

Obra inspirada de los mejores artistas compostelanos en la primera mitad del siglo XVIII: Fernando Casas (arquitecto), Ferro Caaveiro (aparejador), Felipe Romay (escultor), y García Bouzas (pintor decorador).

ns de los ojos grandes de pie fondo

 

LA HISTORIA DE LA VIRGEN

Una tradición asegura que, inspirado ante esta imagen, compuso San Pedro de Mezonzo la Salve Regina.
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Evidentemente tuvo que ser la imagen anterior, pues ésta, como mucho, podrá ser del siglo XII, y el citado Santo es del X.
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Alfonso X el sabio no tenía dudas para valorar a la imagen de Lugo como la más antigua imagen de la Virgen Maria en Hispania.

Y el canónigo de la Catedral lucense, Juan Pallares Galloso la relacionó directamente con Santiago apóstol, indicando que fue él mismo quien en el siglo I d.C. cristianizó la imagen de piedra que pertenecía a un ídolo pagano.

El pueblo de Lugo le profesa sincera y constante veneración. Coronada canónicamente el 15 de agosto de 1904.

Y le fue impuesta la Medalla de Oro de la Ciudad el 15 de agosto de 1954.

Fue invocada con el nombre de Santa María de Lugo; como escudo de nuestros reyes en sus empresas contra los enemigos de la religión y de la patria fue llamada la Virgen de las Victorias, y desde hace varios siglos se la distingue con la dulcísima advocación de Virgen de los Ojos Grandes.

La catedral de Lugo, cuya sede existía con toda certeza a mediados del siglo III, tuvo siempre por titular, a lo que puede presumirse, a la Virgen María.

Claro es que de tan remota antigüedad, si exceptuamos el hecho incuestionable de la existencia de la diócesis y el nombre de algunos de sus prelados, las noticias que han logrado sobrevivir a la irrupción de los bárbaros y a la invasión musulmana son vagas e imprecisas.

La luz comienza a hacerse en los primeros lustros de la Reconquista, desde los que la Virgen de Lugo está presente en los principales episodios de la vida local.

Ella inspira la obra restauradora del obispo Odoario y a Ella acuden nuestros monarcas en los momentos azarosos de su reinado.

Odoario restaura la catedral, la ciudad episcopal y la diócesis, devastadas por la primera irrupción musulmana.

En su magna empresa le guía la devoción a la Virgen de Lugo, que alienta y preside la reconquista de estas tierras, como la de Covadonga preside y alienta la reconquista patria.

En el llamado testamento menor, que llegó a nosotros en redacción tardía, Odoario describe la repoblación de las tierras lucenses con sus siervos y familiares, llevada a cabo en tiempos de Alfonso II, y, después de ofrecer a la Virgen de Lugo las iglesias reedificadas que menciona, la invoca con estas palabras:

«Oh gloriosa Virgen María, en cuyo honor brilla esta iglesia…, dígnate aceptar estos dones que te ofrezco, con todo lo que en adelante logre ganar y acrecer durante toda mi vida».

Alfonso II atribuye a la intercesión de la Virgen de Lugo la victoria del castro de Santa Cristina sobre el traidor Mahamud, y en acción de gracias enriquece su iglesia con pingües donaciones.

Bermudo II, en documento del año 991, signado por San Pedro de Mezonzo, la invoca en fervorosa oración como

«Señora y Dueña, Reina de las Vírgenes, Madre de la luz», y ofrece tierras y posesiones «a la Virgen en cuyo honor se ha erigido, en las márgenes del Miño, la iglesia de Lugo».

Alfonso V confirma en 1027 el diploma de su antecesor y reproduce casi a la letra la misma plegaria:

«A Tí, Señora, santa y gloriosa Madre de la luz, Virgen perpetua y Madre de Nuestro Señor Jesucristo, que tienes tu trono en esta sede catedralicia, a las márgenes del Miño…»

Bermudo III fue largamente favorecido en sus empresas por la Virgen de Lugo.

Tres diplomas son testigos de la protección de María y de la gratitud del rey.

En el último, fechado el año 1036, suscribe una pequeña oblación a la iglesia de mi señora y dueña, Santa María, para que sea mi auxiliadora en la defensa de la ciudad de Lugo y merezca yo, mediante su patrocinio, abundantes recompensas del Señor.

Alfonso VI, para librar a la ciudad de las manos de Rodrigo Ovéquez, se ve obligado a derribar las murallas y entrar a sangre y fuego en la catedral, donde el vasallo desleal se había hecho fuerte.

Preocupado el rey por tantos «crímenes y ofensas», solicita el perdón de la Virgen María, cuya iglesia fue antiguamente fundada en esta ciudad de Lugo y devotamente venerada por mis abuelos y por ellos enriquecida con bienes y tierras desde que fue rescatada del poder de los sarracenos.

Alfonso VII hizo siempre honor al glorioso título de oblato de la Virgen de Lugo, favoreciendo constantemente a la iglesia de Santa María.

Basten estos ejemplos, espigados al azar en los diplomas reales de la catedral lucense.

El doctor Pallarés, en el siglo XVII, dice haber reconocido 144 privilegios reales, con donaciones a la Virgen de los Ojos Grandes.

Singularmente emotivos son los diplomas de Doña Urraca relacionados con la Virgen de Lugo.

En el de 1107 narra la reina cómo llegó a la catedral y ante el altar de la Virgen consagró como oblato de María al infante don Alfonso, el futuro emperador, cuya vida y cuyo reinado coloca bajo la protección de la Virgen de Lugo.

El año 1112 donaba la reina a la catedral copiosas posesiones: el documento fue otorgado en uno de los momentos más azarosos de la vida de Doña Urraca, que, en un arranque de patética ansiedad, rompe en lágrimas y sollozos al ver amenazado su trono por las huestes de su segundo esposo, Alfonso el Batallador:

«Ahora, pues, Señora y Reina, Madre de Jesús, Virgen Madre de Jesús, te ruego aceptes esta mi oblación, aunque modesta, y presentes mis lágrimas, mis suspiros, mis gemidos ante el acatamiento de la Divina Majestad, para que tu poderosa intercesión me ayude a poseer pacíficamente el reino que me legó mi padre y seas mi escudo y mi protección ahora y en la hora del tremendo juicio».

capilla de los ojos grandes

 

LA DEVOCIÓN POPULAR

A esta vigorosa manifestación de devoción están vinculadas las gracias extraordinarias alcanzadas por intercesión de María.

El diploma en que el Cabildo Vaticano concede la coronación de la Virgen de los Ojos Grandes, al ponderar los extraordinarios méritos de la venerada imagen, la llamaba celeberrimam non minus vetustate quam prodigiorum multitudine: celebérrima, tanto por su antigüedad como por la multitud de sus prodigios.

De los documentos de la catedral, el primero que los menciona es Alfonso VI, que asegura haber visto, por sus ojos los muchos milagros que ante su altar obraba la Madre de Dios: tunc vero nos ibidem videntes oculis nostris multa miracula coelitus fieri.

Doña Urraca afirma que eran innumerables y frecuentes los prodigios que hacía el Señor en esta iglesia por intercesión de su Madre.

Casi con las mismas palabras el conde don Munio Peláez, en documento fechado el año 1123, atestigua que en este templo, dedicado a la Madre de Dios, se realizan frecuentes e innumerables milagros.

Las prodigios obrados por la Virgen de Lugo tienen su primera proyección literaria en el libro de los Loores et milagros de Nuestra Señora, de Alfonso X.

En la cantiga 77 el rey Sabio narra, con su sencillez y viveza características, una curación milagrosa, cuyo título traducido dice así:

«Cómo Santa María sanó en su iglesia de Santa María de Lugo a una mujer paralítica de pies y manos».

El regio trovador de María nos ha dejado en el estribillo de esta cantiga una feliz y breve descripción de la imagen de los Ojos Grandes, que adopta la actitud de la Virgen de la Leche, tema iconográfico muy extendido desde la segunda mitad del siglo XIII: Da que Deus mamou o leite do seu peito, non é maravilla de saar, contreito.

El milagro se realiza dentro de la iglesia el 15 de agosto, festividad de la Virgen: «e no mes de agosto, no día escolleito, na sa festa grande», como escribe el poeta.

Estaban presentes el obispo «e toda a gente», que no pudieron reprimir las lágrimas y prorrumpieron en alabanzas a María.

El doctor Pallarés recoge en el capítulo LIX de Argos divina. Nuestra Señora de los Ojos Grandes una serie de hechos extraordinarios, principalmente curaciones de enfermos y desahuciados, atribuidos a la intercesión de la Virgen de Lugo.

Gran parte de estas curaciones portentosas se lograban con la aplicación del aceite: de las lámparas que ardían ante el altar de la Virgen, y su fama había llegado a los últimos confines de la Península.

«De algunas partes vienen por él —escribe Pallarés—, y hay testigos de que a Cádiz lo llevó un indiano, pasando por esta ciudad, de que soy testigo.»

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LOS EXVOTOS

Muchísimos instrumentos particulares y quinientas escrituras de donación que existían en el siglo XVII son la mejor demostración de la devoción popular.

Una de sus manifestaciones más espléndidas es el voto de los cornados, al que califica Pallarés y Gayoso de «el voto más señalado y más especial entre los que se han hecho a esta imagen».

Su origen es antiquísimo.

Ya en el siglo XVII los testigos más ancianos que pudo consultar el primer historiador de la Virgen de Lugo, atestiguaban «que el voto era de inmemorial tradición y costumbre en este obispado».

En el año 1587 un acta capitular alude a la posesión que tiene la iglesia de Lugo del voto de los cornados.

El mismo nombre parece demostrar que se instituyó el voto cuando estaba en uso esta clase de moneda, que fue introducida en la segunda mitad del siglo XIII, reinando Sancho el Bravo, y corrió en los reinados siguientes, para desaparecer en el de los Reyes Católicos.

Los cornados más antiguos equivalían a un cuarto y un maravedí; y a la mitad de este valor los más modernos: pero no queda memoria de la cantidad que satisfacía cada familia.

Consta solamente que en la segunda mitad del siglo XVII cada casa contribuía con cinco maravedís, lo que supone una recaudación muy considerable en una diócesis que tenía amplios territorios en las provincias de Pontevedra, La Coruña y León.

De las donaciones particulares, cuya relación exhaustiva ocuparía varios volúmenes, hemos de destacar, por su interés histórico, la de doña Sancha Rodríguez, que en el año 1202 ofrece a la Virgen una lámpara que ha de lucir siempre junto a las demás que arden ante el altar de Santa María.

 

LA COFRADÍA

A rodear de mayor esplendor y grandeza el culto de la Virgen contribuyó poderosamente la Cofradía de los Ojos Grandes. No queda memoria de su erección, pero no puede negarse que es antiquísima.

Ya en el año 1577 el obispo don Juan Suárez de Carbajal le daba nuevos estatutos, para acomodarla a las necesidades de los tiempos.

La generosa piedad de los cofrades mereció de la santidad de Alejandro VII un breve, fechado en 1663, en el que afirma que acostumbran a hacer muchísimos actos de piedad, caridad y misericordia, y enriquece a la Cofradía con varias indulgencias plenarias y parciales.

Por estos tiempos se popularizó el rezo de la salve a la Virgen de los Ojos Grandes al sonar las doce del mediodía.
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Y se acrecentó el culto de la venerada imagen aumentándose las luces que ardían ante su altar.
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Particularmente en las festividades marianas, y en el día de la Asunción, vísperas, misa y procesión se repartían cirios blancos a todos los asistentes.

catedral lugo fondo

 

LA CATEDRAL DE LUGO

Se carecen de noticias de lo que pudo haber sido la primera iglesia de Lugo desde su temprana evangelización, posiblemente en el siglo I de nuestra Era, hasta los tiempos del Obispo Odoario a mediados del siglo VIII.

Sabemos que este obispo, a quien evoca un acróstico medieval en una piedra colocada sobre la puerta interior oriental de acceso al templo, llevó a cabo la restauración del edificio entonces preexistente.

Por un diploma de Alfonso II, fechado el 27-III-832, conocido a través de una redacción posiblemente interpolada más tarde.

Sabemos que la catedral odoariana era un edificio de gran belleza, por lo que el Rey Casto lo adoptó como modelo para construir la de Oviedo.

A las deficiencias de construcción y a los asedios de las guerras se debió el que en el primer tercio del siglo XII se hallara el edificio en unas condiciones tales que obligaron al obispo Pedro III con su cabildo y otras personas notables de la ciudad a concertar en 1129 con el maestro Raimundo la construcción de un nuevo templo conforme al estilo arquitectónico entonces imperante, el románico.

La Catedral de Lugo actual es una catedral románica cuya construcción se inició en 1129 y finalizó en 1273.
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Fue diseñada por el maestro Raimundo de Monforte y dedicada a Santa María, llamada Virgen de los Ojos Grandes.

Una de sus joyas artísticas es el retablo renacentista que estaba en el altar mayor, obra de Cornelius de Holanda, y que se partió a consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755.

Tras ello se decidió dividirlo en varios fragmentos, los dos mayores de los cuales se encuentran actualmente en ambos extremos de la nave de crucero.

La catedral posee el privilegio papal de exposición permanente del Santísimo Sacramento que es sacado en procesión.
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De ahí el cáliz y la hostia que aparecen en el escudo de la ciudad con la leyenda Hic hoc misterivm fidei firmiter prifitemvr (Creemos con fidelidad en este misterio), en referencia al misterio de la consagración del cuerpo de Cristo y que se trasladó al propio escudo de Galicia.

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Este hecho hace que se denomine a Lugo la ciudad del Sacramento.

Tiene una planta de cruz latina con tres naves, crucero y girola con cinco capillas absidales.

La nave mayor se cubre con bóveda de cañón apuntado y los laterales con bóveda de cañón.

A la izquierda de la entrada a la catedral está la Torre Vieja, gótica, rematada por un cuerpo de campanas renacentista, terminado por Gaspar de Arce en 1580.

En el atrio de la Catedral de Lugo se ubica un cruceiro fecha desconocida, se sitúa en cabecera de la catedral, al lado de los ábsides, en el tramo que va entre la torre-campanario y la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes.

Son románicos los paramentos verticales y bóveda de la nave del crucero, lo mismo que la mayor parte de la nave mayor, laterales y triforio, cuyas bóvedas fueron rehechas en el siglo XVIII.

Pertenecen al gótico el primer cuerpo de la capilla mayor y la girola con sus capillas absidales adosadas (1320-1360), exceptuada la central, así como las antiguas de Santo Domingo de los Reyes (1370) y San Froilán (1480), que actualmente forman la llamada del Pilar, además del primer cuerpo de la torre de las campanas (hacia 1570 o antes) y el nártex o pórtico norte (1510-1530), no la portada.

Al barroco se adjudica la sacristía (1678), la sala capitular y sus aledaños (1683), el claustro (1714) y la capilla central de la girola, llamada de los Ojos Grandes (1726).

En el renacentista enmarcan los estudiosos el segundo cuerpo de la capilla mayor, la actual capilla de San Foilán.

La fachada, por su parte, corresponde a un proyecto en estilo neoclasicista de finales del siglo XVIII, si bien su conclusión tiene lugar a finales del siglo XIX, con el remate de las dos torres.

Es lo más destacado del estilo románico de la catedral, está cobijada por un pórtico de principios del siglo XVI, cubierto de una bóveda estrellada, mandado levantar por el obispo Pedro Ribera.

Tiene un espléndido Pantócrator sedente con forma de capitel donde se representa la Última Cena. Está tallada en mármol y data del siglo XII, siendo sus herrajes del siglo XIII.

Del Tesoro, sólo quedan algunos restos después del saqueo napoleónico en 1809.

Posee una destacada colección de cálices de los siglos XV al XIX. Destaca la custodia del siglo XVII de Juan de Arfe, la corona de la Virgen de los Ojos Grandes y el relicario de San Froilán.

La Capilla de la Virgen de los Ojos Grandes data del siglo XVIII y es obra de Fernando de Casas Novoa y puso su primera piedra el Obispo Santa María Salazar, el 7 de diciembre de 1726.
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Fue coronada canónicamente el 15 de agosto de 1904 y le fue impuesta la Medalla de Oro de la Ciudad el 15 de agosto de 1954.
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La imagen de la Virgen de los Ojos Grandes se encuentra en ésta capilla y está considerada una obra maestra del barroco.

Se desconoce al autor de la talla, de piedra policromada.

Algunos entendidos la sitúan cronológicamente en el siglo XII, aunque otros postergan su factura al XV.

Fuentes:

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