Esta es la historia del Niño Jesús de Praga.
En Sevilla, un monje Carmelita Descalzo recibe la visita del niño Jesús y el pedido de hacerle una estatua.
En otra visión, le fue informado al Prior del Monasterio el destino de la imagen.
El que terminaría en Praga, en la Iglesia Santa María de la Victoria, bajo la advocación Niño Jesús de Praga.
La historia de esta advocación es tan prodigiosa como los milagros atribuidos al Niño Jesús de Praga.
EL INICIO DE LA CAPILLA QUE LUEGO ALBERGARÁ AL MILAGROS NIÑO JESÚS DE PRAGA
Las dificultades atravesadas por la fe católica en Praga entre finales del siglo XV y principios del siglo XVI se reflejaron en la construcción de los edificios religiosos.
En el barrio de Malá Strana los luteranos y los calvinistas tenían cada uno su comunidad religiosa.
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En el 1584 ellos construyeron una pequeña capilla llamada en los manuscritos capilla del Maestro Jan Hus o de San Juan Bautista.
Pronto se dan cuenta de la capilla se les ha quedado pequeña.
El 20 de julio de 1611 se puso la significativa e importante primera piedra de una nueva construcción.
Esto fue después del ataque a Praga de los mercenarios del obispo de Passau y de la abdicación de Rodolfo II y del advenimiento del emperador Matías.
El 20 de julio de 1613 la iglesia fue consagrada a la Santísima Trinidad.
Los adornos de la iglesia luterana eran muy sencillos y simples, de ellos se conserva en la actualidad la pila bautismal, hoy pila de agua bendita.
Las actividades de la comunidad protestante en la iglesia del SS. Trinidad pudieron continuar tranquilamente una vez iniciada la Guerra de los 30 años y después de la batalla de la Montaña Blanca.
Hasta 1622 en que el último predicador protestante se tuvo que ir, y la iglesia quedó por algún tiempo cerrada.
LOS CARMELITAS SE HACEN CARGO DE LA IGLESIA DE PRAGA
Fernando II les había prometido a los Carmelitas Descalzos la construcción de dos conventos en recuerdo de la victoria de la Montaña Blanca.
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El primero fue construido en el 1623 en Viena, mientras que en Praga los Carmelitas Descalzos recibieron como regalo la ya vacía iglesia de la Santísima Trinidad.
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Con la condición de cambiar el título a Santa Maria de la Victoria y San Antonio de Padua.
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Y así se hizo, los Carmelitas Descalzos recibieron también en la parte sur una casa para hacer el convento.
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Y un cementerio anexo, en el que había una capilla de san Juan, recién consagrada a san Luis.
El 7 de septiembre de 1624 el Vicario General Gaspar Arsenio de Radbuza acogió a los carmelitas en la antigua iglesia luterana, que se consagró al día siguiente a Nuestra Señora de la Victoria y a San Antonio de Padua.
En 1784 el convento fue suprimido por decreto imperial de José II y los bienes de los religiosos confiscados.
La iglesia heredó el oficio de parroquia de la cercana Santa a María de la Cadena y fue confiada a la Orden Militar de los Caballeros de Malta.
El 2 julio del 1993 de manos del cardenal arzobispo de Praga, Monseñor Miroslav Volk, la iglesia de Santa María de la Victoria ha sido de nuevo confiada a los Padres Carmelitas Descalzos, después de doscientos años.
En este tiempo actual de despertar espiritual de Praga, entre sus tareas está la de sustentar y difundir la devoción al San Niño Jesús de Praga.
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Ocuparse de la atención pastoral de la población local, orientando y formando a las nuevas vocaciones religiosas.
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Y esperar a las numerosas visitas de grupos de turistas y peregrinos que procedentes de todo el mundo, llegan hasta la bellísima ciudad de Praga, para ponerse a los pies del «Pequeño praguense», el Santo Niño Jesús de Praga.
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Que tiene en esta hermosa iglesia de Santa María de la Victoria, el relicario dónde es amorosamente custodiado.
ORIGEN DE LA IMAGEN DEL NIÑO JESÚS DE PRAGA
Allá por el final de la Edad Media, entre Córdoba y Sevilla, al sur de las márgenes del Guadalquivir, hay un monasterio famoso, lleno de monjes con largas barbas y ásperas vestiduras.
Después de una incursión de los moros que pueblan la zona, queda reducido a ruinas, y solo cuatro monjes se salvaron de la catástrofe.
Entre ellos está Fray José de la Santa Casa, un lego con corazón de santo y cabeza y manos de artista, pero con un amor desbordante a la Santa Infancia de Jesús.
En cualquier oficio que la obediencia le mandase, se le encontraba infaliblemente entretenido, pensando y hablando con el Niño Jesús.
Un buen día Fray José está barriendo el suelo del monasterio, y de repente se le presenta un hermoso niño que le dice:
-¡Qué bien barres, fray José, y que brillante dejas el suelo!
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-¿Serías capaz de recitar el Ave María?.
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-Pues entonces, dilo.
Fray José deja a un lado la escoba, se recoge, junta las manos y con los ojos bajos, comienza la salutación angélica.
Al llegar a las palabras «et benedictus fructus ventris tui» (y bendito el fruto de tu vientre), el niño le interrumpe y le dice:
¡ESE SOY YO!, y enseguida desaparece.
Fray José grita extasiado:
¡Vuelve Pequeño Jesús, porque de otro modo moriré del deseo de verte!.
Pero Jesús no vino. Y Fray José, seguía llamándolo día tras día, en la celda, en el huerto, en la cocina…en todas partes.
Al fin un día sintió que la voz de Jesús le respondía:
«Volveré, pero cuida de tener todo preparado para que a mi llegada hagas de mi una estatua de cera en todo igual a como soy».
Fray José corrió a contárselo al padre prior, pidiéndole cera, un cuchillo y un pincel.
El Superior se lo concedió y Fray José se entregó con ilusión a modelar una estatua de cera del Niño que había visto.
Hacía una y la deshacía, para hacer otra, pues nunca estaba conforme, y cada una que hacía le salía más bella que la anterior, y así pasaba el tiempo, esperando que regresase su Amado Jesusito.
Y por fin llegó el día en el que rodeado de ángeles, se le presenta el Niño Jesús.
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Y Fray José en éxtasis, pero con la mayor naturalidad pone los ojos en el Divino modelo y copia al Niño que tiene delante.
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Cuando termina y observa que su estatua es igual al Sagrado Modelo, estalla en risas y llantos de alegría.
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Cae de rodillas delante de ella y posando la cabeza sobre las manos juntas, muere.
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Y los mismos ángeles que acompañaron a su Niño Jesús, recogieron su espíritu y lo llevaron al Paraíso.
Los religiosos enterraron piadosamente el cuerpo del santo lego y con particular devoción colocaron la imagen de cera del Niño Jesús en el oratorio del monasterio.
DESTINO DE LA IMAGEN
Aquella misma noche Fray José se apareció en sueños al Padre Prior, comunicándole lo siguiente:
«Esta estatua, hecha indignamente por mi, no es para el monasterio.
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Dentro de un año vendrá Doña Isabel Manríquez de Lara, a quien se la daréis, quien a su vez se la entregará a su hija como regalo de bodas.
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Quien la llevará a Bohemia y de la capital de aquel reino será llamado -Niño Jesús de Praga- entre los pueblos y naciones.
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La gracia, la paz y la misericordia descenderán a la tierra, por El escogida para habitar en ella, el pueblo de aquel reino será su pueblo, y El será su PEQUEÑO REY».
Y efectivamente al año en punto, Doña Isabel Manríquez de Lara, en un viaje de recreo por la zona, topó con las ruinas del monasterio, y el prior, ya único superviviente le entregó la imagen del Niño Jesús, contándole su fascinante historia.
La dama llena de alegría, retornó a su castillo de Sierra Morena, muy cerca de Córdoba. Y aquí la leyenda deja paso a la Historia…
Lo que sí se sabe es que cuando en 1526 un Habsburgo se ciñó la corona de Bohemia, los enlaces entre las familias nobles españolas y eslovacas se repitieron.
Cuando la emperatriz partió para Praga en 1547, entre sus damas de la corte iba doña María Manríquez de Lara, hija de don García Manríquez de Lara y de doña Isabel de Bregsano, de noble familia italiana.
En la casa solariega de los Manríquez de Lara, en la región cordobesa, se veneraba una preciosa estatua del Niño Jesús.
En 1566, la hija de la familia doña María se casó con el noble bohemio Vratislav de Pernstejn,
En 1582 moría este noble caballero rodeado por su esposa y sus siete hijos, dos varones y cinco hembras. Polixena era la favorita de Dona María.
Doña María entregó la imagen de que querido Niño Jesús a Polixena y esta la consoló en su pronta viudez, pues su primer matrimonio sólo duró cinco años.
Luego de su segunda viudez, la piadosa princesa Polixena Lobkowitz, sintiendo en el alma las apremiantes necesidades de los Carmelitas, resolvió entregarles la pequeña estatua de cera, de 48 cm.
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La que representaba un hermoso Niño Dios, de pie, con la mano derecha levantada, en actitud de bendecir, mientras con la izquierda sostenía un globo dorado.
Su rostro era muy amable y lleno de gracia, la túnica y el manto habían sido arreglados por la misma princesa, la cual, al dar la estatua a esos religiosos, les dijo:
«Padres míos, os entrego lo más caro que poseo en el mundo:
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Honrad mucho a este Niño Jesús y nada os faltará.»
EL NIÑO JESÚS DE PRAGA EN SANTA MARÍA DE LA VICTORIA
La estatua fue recibida con gratitud y colocada en el oratorio interior del convento, donde fue objeto de la veneración de todos aquellos buenos Padres.
Distinguiéndose entre todos el Padre Cirilo, que con toda verdad podría titularse el apóstol del divino Niño Jesús de Praga.
La promesa de la augusta donante se cumplió a la letra, y los maravillosos efectos de la protección del divino Niño no tardaron en manifestarse.
Pues muy pronto, y en varias ocasiones se verificaron prodigios y fueron milagrosamente socorridas las necesidades del monasterio.
Entre tanto, estalló de nuevo la guerra en Bohemia.
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En 1631, el ejército de Sajonia se apoderó de la ciudad de Praga.
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Los Padres Carmelitas creyeron prudente trasladarse a Munich.
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Durante esa época tan desastrosa, especialmente para Praga, la devoción al Niño Jesús cayó en el olvido.
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Los herejes destruyeron la iglesia, saquearon el monasterio, penetraron en el oratorio interior, hicieron burla de la estatua del Niño Jesús.
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Y quebrándole las manos, la arrojaron con desprecio detrás del altar.
Al año siguiente, retiróse el enemigo de Praga y pudieron los religiosos volver a su convento, pero nadie se acordó de la preciosa estatua.
Por esto, sin duda, se vio reducido el monasterio a la miseria como el resto de la población, pues carecían los religiosos de alimentos para ellos, y de los recursos indispensables para restaurar su casa.
Después de 7 años de tanta desolación, volvió a Praga el Padre Cirilo, en el año 1637.
Cuando Bohemia se hallaba en peligro inminente de sucumbir y hasta de perder el don inestimable de la fe, y cuando la ciudad estaba por todas partes rodeada de enemigos.
En tales aprietos, y al tiempo que el Padre Guardián exhortaba a sus religiosos que instasen a Dios para que pusiese término a tantos males, le habló el Padre Cirilo de la inolvidable estatua del Divino Niño y obtuvo licencia de buscarla.
La encontró al fin entre los escombros, detrás del altar.
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La limpió, la cubrió de besos y de lágrimas, y como aún conservaba intacto el rostro la expuso en el coro a la veneración de los religiosos.
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Quienes llenos de confianza en su protección, cayeron de rodillas ante el Divino Infante y le suplicaron fuese su refugio, su fortaleza y amparo en todo sentido.
Desde el momento en que fue colocada en su puesto de honor, el enemigo levantó el sitio y el convento se vio provisto en el acto de cuanto necesitaban los religiosos.
Encontrábase un día el Padre Cirilo en oración, delante de la estatua, cuando oyó claramente estas palabras:
«Tened piedad de mí y yo me apiadaré de vosotros.
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Devolvedme mis manos y yo os devolveré la paz.
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Cuanto más me honrareis, tanto más os bendeciré».
LA RESTAURACIÓN DE LAS MANOS DE LA IMAGEN
En efecto, le faltaban las manos, cosa que, al encontrarlo no había advertido el Padre Cirilo, enajenado como estaba por el gozo.
Sorprendido el buen Padre, corrió inmediatamente a la celda del Padre Superior y le contó lo ocurrido, pidiéndole que hiciese reparar la estatua.
El Superior se negó a ello, alegando la extremada pobreza del Convento.
Luego, el humilde devoto de Jesús fue llamado a auxiliar a un moribundo, Benito Maskoning, quien le dio 100 florines de limosna.
Se los llevó al Superior con la convicción de que con ellos haría reparar la estatua, pero este juzgó que era mejor comprar otra más hermosa y así lo hizo.
El Señor no tardó en manifestar su desagrado; pues el mismo día de la inauguración de la nueva imagen, un candelabro que estaba fijo y muy asegurado en la pared, se desprendió y cayendo sobre la estatua, la redujo a pedazos.
Al mismo tiempo, el P. Superior cayó enfermo y no pudo terminar su período de mando.
Elegido un nuevo Superior, el P. Cirilo volvió a suplicarle que hiciera reparar la estatua, pero recibió nueva repulsa.
Entonces sin desmayar, se dirigió a la Santísima Virgen.
Apenas acabada su oración, lo llamaron a la Iglesia.
Se le acercó una señora de venerable aspecto, que dejó en sus manos una cuantiosa limosna, y desapareció sin que nadie la hubiese visto entrar y salir de la Iglesia.
Lleno de gozo, el P. Cirilo fue a dar cuenta al Superior de lo que pasaba; pero éste no le dio más que medio florín (25 centavos); siendo insuficiente para el objeto esta suma, todo quedó en el mismo estado.
El convento se vio sujeto a nuevas calamidades.
Los religiosos no tenían posibilidad de pagar la renta de una finca que habían arrendado y que no les producía nada.
Los rebaños murieron, la peste desoló la ciudad, muchos carmelitas, inclusive el Superior, sufrieron este azote. Todos acudieron al Niño Jesús.
El Superior se humilló y prometió celebrar 10 misas ante la estatua y propagar su culto.
La situación mejoró notablemente, pero como la estatua continuaba en el mismo estado, el P. Cirilo no cesaba de clamar sus quejas ante su dadivoso protector, cuando oyó de sus divinos labios estas palabras:
«Colócame a la entrada de la Sacristía, y encontrarás quien se compadezca de mí.»
En efecto, se presentó un desconocido, el cual, notando que el hermoso Niño no tenía manos, se ofreció espontáneamente a hacérselas poner, no tardando en recibir su recompensa
Pues ganó a los pocos días un pleito casi perdido, con lo que salvó su honor y su fortuna.
Los beneficios innumerables que todos alcanzaban del milagroso Niño, multiplicaban día a día el número de sus devotos.
Por esto deseaban los carmelitas edificarle una capilla pública, teniendo en cuenta que el sitio donde debían levantarla, había sido ya indicado por la Santísima Virgen al P. Cirilo.
Pero faltaban los recursos y además, temían emprender esta nueva construcción en un tiempo en el que los calvinistas arrasaban todas las iglesias.
Se contentaron con colocarlo en la Capilla exterior, sobre el altar mayor, hasta el año 1642, en el que la princesa Lobkowitz mandó edificar un nuevo santuario que se inauguró en 1644, el día de la fiesta del Santo Nombre de Jesús.
De todas partes acudían a postrarse delante del milagroso Niño, los pobres, los ricos, los enfermos, en fin, toda clase de personas hallaban en Él remedio de sus tribulaciones.
En 1655, el Conde Martinitz, Gran Marqués de Bohemia, regaló una preciosa corona de oro esmaltada con perlas y diamantes.
El Reverendo D. José de Corte se la colocó al Niño Jesús en una solemne ceremonia de coronación.
Las gracias y maravillas innumerables debidas al «pequeño Grande» (así llaman en Alemania al Niño Jesús de Praga), se divulgaron hasta en las comarcas más lejanas, con lo que su culto se ha extendido en nuestros días de una manera prodigiosa.
MILAGROS DEL NIÑO JESÚS DE PRAGA, EN SANTA MARÍA DE LA VICTORIA DE PRAGA
Tradicionalmente en el Carmelo Teresiano se ha tenido una especial devoción a la Santa Infancia de Jesús.
Y esta devoción se puede ver concretada en acontecimientos particulares que sucedieron a los santos padres de la Orden, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
Luego a lo largo de los siglos, sus hijos e hijas de todo el mundo han continuado expresando y manifestando esta especial devoción a este Misterio de la Vida de Jesús, que fue su Infancia.
De hecho la devoción a la Milagrosa Imagen del Niño Jesús de Praga, no es más que el resultado de esta historia de amor a la sencillez y a las virtudes del Santo Niño.
Un hecho inesperado daría gran impulso a la devoción al Pequeño Rey.
Cierto día, en 1639, Fray Cirilo, tenido ya por muchos como santo, fue buscado por el Conde de Kolowrat, Enrique Liebsteinski, cuya esposa estaba gravemente enferma.
El Conde pidió al carmelita que llevase la imagen del Niño Jesús a la cabecera de la enferma, alegando que ella era prima de la princesa Polyxena, que había donado la imagen al Convento.
Como varios médicos ya la habían desahuciado, la única esperanza que restaba era el Santo Niño.
Fray Cirilo no podía dejar de atender tan justo pedido. Llegando al cuarto de la moribunda, le dijo el marido:
“Querida, abre los ojos. Ved, aquí está el Niño Jesús para curarte”.
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Con gran esfuerzo la enferma abrió los ojos, su rostro se iluminó, y ella exclamó:
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Oh! ¡El Niño está aquí en mi cuarto!”
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E irguió los brazos hacia Él, a fin de besarlo.
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Al ver esto, el marido exclamó exultante:
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“Milagro! ¡Milagro! ¡Mi mujer se ha salvado!”
La alegría fue general.
Tan pronto se restableció, la condesa fue al convento y ofreció al Niño una corona de oro y objetos preciosos en señal de gratitud.
Este fue uno de los milagros más célebres atribuidos al Pequeño Rey.
A partir de él su devoción comenzó a diseminarse no sólo en la corte, sino también entre el pueblo de la ciudad y sus alrededores.
Y ante el altar del Niño Dios afluían, cada vez en mayor número, peregrinos de todas partes.
Eso hizo que una rica dama de la corte, llevada por devoción indiscreta, hurtase la imagen.
Pero este sacrilegio fue castigado por Dios, y el Pequeño Rey retornó a los Carmelitas.
Las grandes donaciones en dinero y en bienes, con las cuales los fieles agradecían las gracias recibidas del Divino Infante, hicieron posible construir la capilla destinada a la milagrosa imagen.
Para su solemne consagración, en 1648, fue invitado el Arzobispo de Praga, Cardenal Ernesto Adalberto de Harrach, quien concedió a los frailes la más amplia facultad de celebrar misa en esa ermita del Santo Niño Jesús.
Con esa solemne confirmación del Arzobispo, la capilla del Pequeño Rey de la Paz se convirtió en un lugar de culto oficial y muy frecuentado.
UN GENERAL PROTESTANTE
Nuevamente en 1648, en otra batalla durante la Guerra de los Treinta Años, las tropas protestantes suecas invadieron la ciudad y transformaron el convento Carmelita en hospital de campaña.
Pero ninguno de los 160 soldados heridos ahí tratados se atrevió a escarnecer del Santo Niño.
Por lo contrario, el mismo comandante de los invasores, el General Konigsmark, durante una inspección, se postró ante la milagrosa imagen, diciendo:
“Oh Niño Jesús!
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No soy católico, mas también creo en tu infancia y estoy impresionado al ver la fe de las personas y los milagros que haces en su favor.
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Yo te prometo que, en cuanto me sea posible, haré levantar el acuartelamiento del convento”.
Y entregó a los frailes una donación de 30 ducados.
Poco después los suecos levantaron el asedio de Praga, y todos atribuyeron la liberación a la protección del Pequeño Rey.
CONFIRMACIÓN Y EXPANSIÓN DEL CULTO
Con el regreso a la normalidad, llegó a Praga en 1651 el Superior General de los Carmelitas, Fray Francisco del Santísimo Sacramento, que aprobó la devoción al Divino Infante, recomendando a los frailes que la difundiesen por los otros conventos austríacos y entre los fieles.
Dejó escrita una carta, reconociendo la legitimidad del culto a la sagrada imagencita, que fue fijada en la puerta de la capilla del Niño Jesús.
En 1655, gracias a la contribución del Barón de Tallembert, la milagrosa imagen fue colocada en un magnífico altar en la iglesia de Santa María de la Victoria.
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Y solemnemente coronada por el Arzobispo de Praga, José de Corti.
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Aún hoy se celebra una fiesta solemne el día de la Ascensión, en recuerdo de esa coronación.
La devoción al Divino Niño continuó extendiéndose en todas las clases sociales.
La gran emperatriz del Sacro Imperio, María Teresa, quiso confeccionar en 1743, con sus propias manos, un rico vestido para el Pequeño Rey.
LA IMAGEN SE PRESERVÓ DURANTE LAS TIRANÍAS NAZI Y COMUNISTA
En 1744, una vez más las tropas protestantes, ahora prusianas, cercaban Praga.
Las autoridades de la ciudad acudieron al convento de los Carmelitas, pidiendo al prior que el Pequeño Rey fuese llevado en procesión solemne por la ciudad, a fin de librarla de la destrucción de los herejes.
Y felizmente se llegó a una capitulación honrosa, sin batallas; pocos meses después los prusianos dejaron Praga, y todos sus conmovidos habitantes acudieron a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria para agradecer al Niño Jesús esa nueva gracia.
Sin embargo, otro peligro mayor amenazaba la devoción al Divino Infante.
En 1784, el impío Imperador José II suprimió el convento de los Carmelitas y confió la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria a la Orden de Malta. Y así, sin la asistencia continua de los Carmelitas, el culto al Niño Jesús decayó.
Ya en el siglo XX, durante a II Guerra Mundial, Praga fue ocupada por los nazis, y después el flagelo comunista se abatió sobre el país durante casi 50 años.
Mas ni uno ni otro enemigo de la Fe católica atentó contra la milagrosa imagen, que continuó en su trono en la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria.
De Praga, el culto al Niño Jesús ya se había extendido por toda Europa, y de ahí hacia América Latina, India y Estados Unidos.
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En este país floreció gracias a la devoción de Santa Francisca Javiera Cabrini.
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Que ordenó la entronización, en cada una de las casas del instituto por ella fundado, de una imagen del Pequeño Rey.
LA DEVOCIÓN SE EXPANDE A ARENZANO
En 1895, los Carmelitas de Milán pidieron al Cardenal Ferrari permiso para introducir la devoción al Niño Jesús de Praga en su iglesia de Corpus Domini.
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El Cardenal no sólo autorizó la entronización, sino que quiso él mismo hacerla en presencia de tres mil fieles.
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En la ocasión, consagró a todos los niños de Milán al Niño Jesús de Praga.
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A partir de entonces, esta devoción conquistó el corazón de los italianos.
En el convento Carmelita de Arenzano, fundado en 1889 por el hermano del fundador de Corpus Domini, surgió la idea de exponer un cuadro representando al Niño Jesús de Praga en la iglesia del convento.
Los habitantes de la ciudad pronto se mostraron muy sensibles al nuevo culto, y el Pequeño Rey atendió sus oraciones y pedidos con muchas gracias y bendiciones.
El año de 1902, para sustituir el cuadro, la marquesa Delfina Gavotti, de Savona, obsequió a los frailes una imagencita del Niño, copia exacta de la de Praga.
La enorme afluencia de fieles ante el altar del Niño Jesús motivó a los frailes a construirle un santuario expresamente dedicado.
La primera piedra fue colocada en octubre de 1904, y cuatro años más tarde el templo era solemnemente consagrado.
El cronista del convento carmelita anotó entonces:
“Para todos fue claro que sólo el culto a la infancia divina, venerada bajo el título del Santo Niño Jesús de Praga, dio origen, desarrollo y feliz final a nuestra empresa de construir esta iglesia, para que fuese para los fieles de toda Italia el centro propulsor de esta devoción”.
El día 7 de setiembre de 1924, Su Santidad el Papa Pío XI envió especialmente al Cardenal Merry del Val para coronar solemnemente a la sagrada imagen. Así, la devoción al Niño Jesús de Praga recibía la aprobación oficial de la Iglesia.
EN PRAGA: LOS COMUNISTAS PROHÍBEN EL CULTO, PERO LUEGO SE RESTABLECE
Mientras en Arenzano florecía la devoción, en Praga, transformada en capital de la entonces Checoslovaquia, el régimen comunista impedía el libre ejercicio del culto, propugnando el ateísmo de Estado.
En 1968, un intento de librarse del régimen impío fue sofocado con sangre en la llamada Primavera de Praga.
La devoción al Niño Jesús continuaba restringida a los que frecuentaban la iglesia donde estaba expuesto.
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Y también al fruto del apostolado de las monjas Carmelitas que, deportadas muy lejos de Praga, pintaban estampas con el Santo Niño y las enviaban clandestinamente a otros conventos europeos.
Finalmente, a fines de la década de los ochenta, con la caída del Muro de Berlín, y después, con la llamada Revolución del Terciopelo, cesó la dictadura comunista en Checoslovaquia y surgió la nueva República Checa, independiente y soberana.
Fue restablecida la libertad civil y religiosa, y el nuevo Arzobispo de Praga, que había sido también víctima de la represión comunista, se empeñó en el reflorecimiento de la devoción al Niño Jesús.
Por invitación de él, dos frailes carmelitas, justamente de Arenzano, fueron hacia Praga para reabrir el convento y estimular esa sublime devoción.
¡Divino Niño Jesús de Praga, ten piedad de nosotros!
Fuentes:
- http://es.wikipedia.org/wiki/Ni%C3%B1o_Jes%C3%BAs_de_Praga
- http://www.devocionario.com/jesucristo/praga_1.html
- http://www.corazones.org/jesus/nino_praga.htm
Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María
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Preciosa historia