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La peor cara del capitalismo.
Las condiciones de trabajo de Bangladesh hicieron recientemente decir al papa Francisco que ahí hay trabajo esclavo, por el paupérrimo nivel salarial. Pero la génesis de esto no hay que buscarla en Bangladesh sino en la globalización, que hizo al capitalismo aún más salvaje, porque las corporaciones trasladaron sus fábricas a los países con mano de obra más barata. Pero ahora a occidente le está explotando en la cara, porque con ello des industrializaron sus países y atentaron contra su propia capacidad de generar empleos y aumentar los salarios en el largo plazo.

 

fabrica de balgladesh colapsada

 

La globalización produjo la obligación a las empresas de pensar sólo en el lucro, para ser competitivas, dándose vuelta las décadas de progreso y mejoramiento en el bienestar de los trabajadores occidentales.

BANGLADESH MUESTRA EL LADO OSCURO DE LA GLOBALIZACIÓN

El 24 de abril un edificio de ocho pisos que albergaba varias fábricas textiles en Bangladesh se vino abajo dejando el saldo de por lo menos 922 muertos y 2437 heridos.

El papa Francisco se lamentó del suceso y envió las condolencias. Pero también se refirió a las condiciones de trabajo. Dijo:

«Esto se conoce como mano de obra esclava», refiriéndose a los U$S 40 mensuales pagados a los trabajadores en esas fábricas.

Y agregó:

«No pagar un salario justo… centrarse exclusivamente en los libros de balance, en los estados financieros, sólo mira el beneficio personal. Eso va en contra de Dios»

Sin intentarlo, el Papa estaba describiendo el lado oscuro de la globalización.

¿Por qué es Bangladesh, después de China, el segundo mayor productor de prendas de vestir en el mundo? ¿Por qué existen 4.000 fábricas de ropa en ese empobrecido país que, hace algunas décadas, no tenía casi ninguna?

Debido a que en el subcontinente asiático es donde las marcas occidentales – de Disney a Gap a Benetton – pueden producir más barato.

Y pueden hacerlo porque las mujeres y los niños van a trabajar por U$S 1.50 al día hacinados en fábricas que son desvencijadas, donde las regulaciones de salud y seguridad son inexistentes.

Esto es lo que el capitalismo, carente de conciencia, está produciendo.

The Walt Disney Co., con ventas de U$S 40 mil millones al año, decidió – después de un incendio planta de ropa en noviembre cobró la vida de 112 trabajadores – de dejar de producir en Bangladesh.

«La prohibición de Disney ahora se extiende a otros países, como Pakistán», dice The New York Times, «donde un incendio el pasado septiembre mató a 262 trabajadores de la confección».

NO HACE MUCHO TIEMPO

Las camisas, polleras o faldas, trajes y vestidos que se usaban en EE.UU. decían «Hecho en EE.UU.» – en las plantas en las Carolinas, Georgia y Luisiana, donde los salarios más bajos, reglamentos livianos y aire acondicionado que vino después de la Segunda Guerra Mundial, habían atraído a las fábricas de Nueva Inglaterra.

La idea de Estados Unidos era que los 50 estados y sus ciudadanos deben competir entre sí. Los federales establecieron las normas sanitarias y de seguridad que todas las fábricas tenían que cumplir, e impusieron leyes y salarios por horas. Algunos estados ofrecían salarios más bajos, pero no había un salario mínimo federal.

Esto mismo puede ser rastreado en todos los países centrales de occidente, comenzando con Europa, pero tampoco América Latina está afuera, salvo México, que tiene una política especial para las “maquiladoras” en su frontera con EE.UU.

Las sociedades que paulatinamente se organizaron como estados de bienestar integraron cada vez a más gente a la corriente principal del estándar de vida de la mayoría, asegurando salario y condiciones de trabajo dignas para la mayoría de la población.

Los aranceles altos para la importación favorecieron a las empresas locales mientras que una carga se colocó a los productos extranjeros que entraban a los países, lo que significaba una protección a la producción local.

Las empresas locales a su vez pagan altos impuestos que proporcionaban ingresos para el gobierno central, permitiéndole construir la infraestructura del país y otros gastos, que luego fueron exagerados, como el aumento de la burocracia estatal.

Los aranceles de importación impedían a los explotadores del trabajo hacerse ricos en talleres de explotación en el extranjero.

TODO CAMBIÓ CON LA GLOBALIZACIÓN

Pero a finales del siglo XX, occidente y especialmente EE.UU. se embanderó con el abandono del «proteccionismo». Pocos se dieron cuenta de que los países se habían dado por vencidos del patriotismo económico, de que la economía debe estar estructurada en beneficio de los habitantes de cada país primero.

Y occidente abrazó el globalismo, y EE.UU. militó fuertemente para ello.

La base ideológica de la globalización es que, lo mejor era un mercado libre donde las empresas produjeran y vendieran en cualquier lugar libre, aplicado a todo el mundo.

Así se pudo crear una economía global donde las empresas producen y venden cuando quieran y donde quieran.

Como era de esperar, los grandes impulsores de la idea fueron las empresas transnacionales. Ahora podían desplazar plantas y fábricas fuera de las economías bien reguladas y de altos salarios de los países occidentales a México, China y la India, y luego a Bangladesh, Haití y Camboya, produciendo por centavos, y enviando sus productos de vuelta a occidente, vendiéndolos aquí al mismo precio anterior, con lo que hacían una buena diferencia.

ESTO PROVOCÓ LA DESINDUSTRIALIZACIÓN DE OCCIDENTE

Como algunos de los que estaban familiarizados con la decadencia de Gran Bretaña predijeron, esto conduciría inexorablemente a la desindustrialización, el freno de la subida constante de los salarios de los trabajadores occidentales y su nivel de vida, y el enriquecimiento de una nueva clase de corporativistas.

Mientras tanto, otras naciones, creyendo todavía en el nacionalismo económico, –  como por ejemplo China y la India – invadieron y capturaron enormes rebanadas del mercado en cada país occidental para sus empresas de origen, sus «campeones nacionales». Los perdedores serían las empresas que se quedaron en los países de occidente y produjeron para ellos, con los trabajadores oriundos.

Y así sucedió. Los salarios reales, por ejemplo en Estados Unidos, no han aumentado en 40 años.

En la primera década del siglo, Estados Unidos ha perdido de 5.000.000 hasta 6.000.000 empleos en la manufactura, uno de cada tres que tenían, así como se cerraron 55.000 fábricas.

Y más aún, desde que Bush promocionó su Nuevo Orden Mundial, EE.UU. ha tenido déficits comerciales de U$S 10.000 billones de dólares.

Así se construyó la economía global destripando las economías de bienestar y permitiendo que fabricantes en zonas pauperizadas del exterior paguen salarios de hambre y esclavo, como dice Francisco, sin controles sanitarios y de seguridad, haciéndose millonarios.

Fuentes: Pat Buchanan para Catholic Exchange, Signos de estos Tiempos 

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