Actuaron en coyunturas políticas diferentes.
Las decisiones hay que juzgarlas en su contexto histórico y en la coyuntura política del momento. Juan Pablo II no se manifestó abiertamente en contra de reprimir a los terroristas afganos después de los atentados del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas y apoyó al Presidente Bush en lo que se llamó la “Coalición de los Dispuestos”, haciendo una interpretación válida de la doctrina católica de la “guerra justa”. Sin embargo, hoy el Papa Francisco está haciendo campaña contra la invasión a Siria.
Hoy estamos en una coyuntura internacional distinta de la que vivió el mundo hace 12 años, EE.UU. ha operado mucho y con éxito, aparentemente, desastroso en oriente medio; claro que medimos el éxito o fracaso según cual haya sido el objetivo, porque si el objetivo fue el expresado públicamente las campañas no lograron ni la paz ni extender la democracia, pero si su objetivo fue algo que nunca dijo públicamente, la desestabilización de la región, entonces si fue exitoso.
HA PASADO MUCHA AGUA BAJO EL PUENTE
EE.UU. con sus aliados occidentales han apoyado todos los movimientos que curiosamente implicaron finalmente una desestabilización de oriente medio, las invasiones de Afganistán e Irak fueron un fracaso militar, y quienes sufrieron más las consecuencias han sido los cristianos, porque los islamistas han tenido carta blanca para realizar las purgas religiosas que quisieran. Solamente un ejemplo más allá de las pérdidas materiales y de vidas, después de una década de ocupación militar estadounidense de Afganistán, han cerrado todas las iglesias cristianas del país.
La política estadounidense se ha vuelto más belicista y ahora estamos frente a un ataque a Siria.
Tal vez los problemas económicos que tiene Estados Unidos le lleven a diseñar esta estrategia. Al respecto Juan Manuel de Prada ha escrito recientemente:
La intervención en Siria fue diseñada hace mucho tiempo, a modo de prólogo al ataque a Irán, que es la pieza que en última instancia se pretende abatir. Las razones que se alegaban para justificarla eran, sin embargo, tan inconsistentes y la calaña de la chusma que combate a Assad tan repugnante que tal intervención se había tenido que aplazar. Pero el peligro de colapso inminente del dólar ha exigido urdir ahora esta engañifa tan burda. Por aceptar euros a cambio de petróleo fue derrocado Sadam Husein; por pretender crear una divisa africana fundada en el patrón oro –el dinar– fue liquidado Gadafi; por pretender desligar las ventas de su petróleo del dólar, Irán se ha convertido en la bicha de los americanos. El problema de fondo es que el dólar, la moneda de reserva mundial desde Bretton-Woods, está cada vez más desprestigiada; con una deuda pública mayor que todos los países de la Unión Europea juntos, cada dólar que imprime Estados Unidos es, a estas alturas, papel mojado. El colapso del dólar sólo se podrá dilatar mientras se mantenga como divisa de las transacciones internacionales de petróleo; en cuanto un grupo de países empezase a comerciar en otra divisa, Estados Unidos iría a la bancarrota. La intervención en Siria es tan sólo un subterfugio para desestabilizar aún más la zona y justificar una ofensiva contra Irán.
Francisco está decididamente en contra del ataque estadounidense a Siria, llama al ayuno y a la oración, está buscando resortes diplomáticos que accionar, ha hablado claro y fuerte que hay que negociar, que es la única fuente de solución.
JUAN PABLO II CUANDO EL 11 DE SEPTIEMBRE DEL 2001
El ex embajador de EE.UU. ante la Santa Sede, Jim Nicholson, recuerda la respuesta del Santo Padre sobre los terribles acontecimientos del atentado contra las Torres Gemelas. Y cuenta como las expresiones vertidas por el Papa, en su reunión personal, sirvieron de espaldarazo a la administración Bush para lanzar la “Coalición de los Dispuestos” para atacar al terrorismo en sus bases de Afganistán.
El Papa Juan Pablo II, estaba poseído por un gran sentido común sobre la dinámica de la globalización y las complejidades de los pueblos y culturas.
Mi primer encuentro personal con el Papa Juan Pablo II fue el 13 de septiembre de 2001. La ocasión fue la presentación formal de mis cartas credenciales como nuevo embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede. Fue planeado para ser una ocasión de fiesta, pero fue un acontecimiento triste, ya que el mundo estaba sufriendo los terribles acontecimientos de tan sólo 48 horas antes.
Lo primero que el Papa me dijo fue lo mucho que lo sentía por mi país, que acababa de ser atacado, y lo triste que le hacía sentir. A continuación hicimos juntos una oración por las víctimas y sus familias.
Luego, el Papa dijo algo muy profundo y muy revelador de su aguda comprensión del terrorismo internacional. Él dijo:
“Embajador Nicholson, este fue un ataque, no sólo sobre los Estados Unidos, sino sobre toda la humanidad.”
Y, luego agregó:
“Tenemos que parar a estas personas que matan en nombre de Dios.”
Las palabras del Papa acerca de los atacantes de los Estados Unidos el 9/11, y nuestra necesidad, de hecho nuestra obligación moral, “de hacer algo” fue muy valiosa para los EE.UU. para el montaje de una “Coalición de los Dispuestos”, como el Presidente Bush llamó. Fue captado al instante y la comprensión del Papa ante la situación – la base de Afganistán para el lanzamiento de estos ataques terroristas – que le obligó a prestar su influencia moral como amigo y aliado de los Estados Unidos.
Él sabía exactamente lo que estaba diciendo y el efecto que tendría sobre los demás países que estaban tratando de decidir si querían o no unirse a nosotros como socios militares en Afganistán contra Al Qaeda y sus colaboradores. El Papa no hizo una pausa, dudó o se equivocó cuando se comunicaba a través de mí a nuestro presidente y a los líderes de países con ideas afines para empujar contra los terroristas sin Estado quienes trataban de alinearse bajo la protección de la soberanía de Afganistán.
El Papa Juan Pablo II se crió bajo los regímenes represivos de los nazis y los comunistas. Sabía muy bien los efectos sobre la libertad y la dignidadque su agenda ideológica y recursos militares podrían causar a personas inocentes.
El Papa había jugado un papel clave en lo que George Weigel llama la “revolución de la conciencia” en Polonia. Jugó un papel decisivo en la desaparición de la Unión Soviética y del comunismo europeo, y practicaba también de uso de la discreta fuerza moral para influir en los organismos internacionales.
Era, ante todo, un hombre de paz, el Papa Juan Pablo II también entendió la doctrina de la guerra justa de la Iglesia y la responsabilidad de los líderes para proteger a los inocentes ante las fuerzas del mal. Él respetó al presidente Bush y su “juicio prudente” para decidir lo que era legítimo para proteger el bien común.
En 2004, el presidente Bush, con gratitud y respeto por su solidaridad con los valores estadounidenses, concedió al Papa la Medalla de la Libertad, que es el premio más importante que los Estados Unidos otorga a un civil.
Fuentes: Catholic Agency, Signos de estos Tiempos