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Su fiesta es el 29 de agosto y su novena comienza el 20.

Extracto de la catequesis de Juan Pablo II el 6 de noviembre de 1994 en Siracusa:

 «9. Hoy, aquí en Siracusa, puedo dedicar el santuario de la Virgen de las Lágrimas. Aquí estoy finalmente, por segunda vez, pero ahora vengo como Obispo de Roma, como Sucesor de Pedro, y realizo con alegría este servicio a vuestra comunidad, a la que saludo con afecto.

10. Oigo resonar hoy en mí, en este lugar, las palabras que Cristo dirige a Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 16, 18-19).

Estas palabras de Cristo expresan la suprema autoridad que él posee como Redentor: el poder de perdonar los pecados, que adquirió al precio de su sangre derramada en el Gólgota; el poder de absolver y perdonar.

11. Santuario de la Virgen de las Lágrimas, has nacido para recordar a la Iglesia el llanto de la Madre.

Recuerda también el llanto de Pedro, a quien Cristo confió las llaves del reino de los cielos para el bien de todos los fieles. Que esas llaves sirvan para atar y desatar, para redimir toda miseria humana.

Vengan aquí, entre estas paredes acogedoras, cuantos están oprimidos por la conciencia del pecado y experimenten aquí la riqueza de la misericordia de Dios y de su perdón. Los guíen hasta aquí las lágrimas de la Madre. Son lágrimas de dolor por cuantos rechazan el amor de Dios, por las familias separadas o que tienen dificultades, por la juventud amenazada por la civilización de consumo y a menudo desorientada, por la violencia que provoca aún tanto derramamiento de sangre, y por las incomprensiones y los odios que abren abismos profundos entre los hombres y los pueblos.

Son lágrimas de oración: oración de la Madre que da fuerza a toda oración y se eleva suplicante también por cuantos no rezan, porque están distraídos por un sin fin de otros intereses, o porque están cerrados obstinadamente a la llamada de Dios.

Son lágrimas de esperanza, que ablandan la dureza de los corazones y los abren al encuentro con Cristo redentor, fuente de luz y paz para las personas, las familias y toda la sociedad.

Virgen de las Lágrimas, mira con bondad materna el dolor del mundo. Enjuga las lágrimas de los que sufren, de los abandonados, de los desesperados y de las víctimas de toda violencia.

Alcánzanos a todos lágrimas de arrepentimiento y vida nueva, que abran los corazones al don regenerador del amor de Dios. Alcánzanos a todos lágrimas de alegría, después de haber visto la profunda ternura de tu corazón.

¡Alabado sea Jesucristo!»

 

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

Oh María Inmaculada, Madre y consoladora nuestra, me refugio en vuestro amabilísimo Corazón con toda la confianza de que soy capaz; vos seréis el objeto más querido de mi amor y veneración. A vos, que sois la dispensadora de los tesoros celestiales, recurriré siempre en mis penas para tener paz, en mis dudas para tener luz, en mis peligros para ser defendido, en todas mis necesidades para obtener vuestro socorro. Sed, pues, mi refugio, mi fortaleza, mi consolación, oh María consoladora. Por piedad, a la hora de mi muerte, recibid los últimos suspiros de mi corazón y obtenedme un lugar en la mansión celestial, donde todos los corazones unidos alabarán eternamente el Corazón adorable de Jesús, al mismo tiempo que a vuestro Corazón siempre amable, oh María. Tierna Madre nuestra, consoladora de los afligidos, rogad por nosotros que recurrimos a vos.

Rezar a continuación la oración del día que corresponda:

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh María, Virgen poderosa y Madre de misericordia, Reina del Cielo y Refugio de los pecadores! Nos consagramos a vuestro Inmaculado Corazón. Os consagramos nuestro ser y toda nuestra vida, todo lo que tenemos, lo que amamos, lo que somos. Vuestros sean nuestros cuerpos, nuestros corazones, nuestras almas, nuestros hogares, nuestras familias, nuestra patria. Queremos que todo lo que hay en nosotros y en derredor os pertenezca y participe de vuestras maternales bendiciones. Y para que esta consagración sea verdaderamente eficaz y duradera, renovamos hoy a vuestros pies, oh María, las promesas del bautismo y de la primera Comunión. Nos obligamos a profesar siempre con valor las verdades de la fe, a vivir como verdaderos católicos, enteramente sumisos a las disposiciones del Papa y de los Obispos unidos a él. Nos obligamos a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia y señaladamente la santificación de las fiestas. Nos obligamos a introducir en nuestra vida, en cuanto nos sea posible las prácticas consoladoras de la Religión cristiana, y, sobre todo, la santa Comunión. Os prometemos finalmente, oh gloriosa Madre de Dios y tierna Madre de los hombres, consagrar todo nuestro corazón al servicio de vuestro culto bendito, para pedir y asegurar, mediante el reinado de vuestro Inmaculado Corazón, el reinado del Corazón adorable de vuestro Hijo en nuestras almas y en las de todos los hombres, en nuestra querida patria y en todo el mundo, así en la tierra como en el Cielo. Amén.

Jaculatoria

¡Corazón Inmaculado y Dolorido de María, tened piedad de nosotros!

 

DÍA PRIMERO

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración preparatoria.

Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad, y digno de toda la veneración y ternura de los ángeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús, del que sois la más perfecta imagen; Corazón lleno de bondad y tan compasivo de nuestras miserias, dignaos derretir el hielo de nuestros corazones, y haced que estén enteramente encaminados hacia el del divino Salvador. Infundid en ellos el amor de vuestras virtudes, inflamadlos con aquel feliz fuego en que el vuestro arde de continuo. Guardad en vuestro Corazón a la santa Iglesia, custodiadla y sed siempre su dulce asilo y su torre inexpugnable contra todo asalto de sus enemigos. Sed nuestro camino para ir a Jesús y el canal por donde nos vengan todas las gracias necesarias para salvarnos. Sed nuestro socorro en las necesidades, nuestro alivio en las aflicciones, nuestro sostén en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros, pero especialmente en los últimos combates de nuestra vida, en el momento de nuestra muerte, cuando todo el infierno se desencadene contra nosotros para arrebatar nuestras almas, en aquel terrible momento, en aquel formidable instante del que depende nuestra eternidad. Ah, sí, oh Virgen piadosísima, haced que entonces sintamos la ternura de vuestro maternal Corazón y la fuerza de vuestro valimiento para con Jesús abriéndonos en la fuente misma de la misericordia un seguro refugio, para que podamos llegar a bendecirle con vos en el paraíso por los siglos de los siglos. Así sea.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.

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DÍA SEGUNDO

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración preparatoria.

Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra piadosísima, humildemente nos postramos ante vuestra presencia y solicitamos con toda confianza vuestro maternal patrocinio. La santa Iglesia os llama la consoladora de los afligidos y a vos continuamente recurren los atribulados en sus aflicciones, los enfermos en sus enfermedades, los moribundos en su agonía, los pobres en sus necesidades, y toda clase de necesitados en sus públicas y privadas calamidades, y todos reciben de vos consuelo y ayuda.

Dulcísima Madre nuestra, volved también a nosotros, míseros pecadores, vuestros amables ojos, y acoged benignamente las plegarias que os dirigimos con humildad y confianza. Socorrednos en todas las necesidades espirituales y temporales, libradnos de todos los males y especialmente del mayor de todos, cual es el pecado y de todo peligro de caer; obtenednos de vuestro Hijo Jesús todos los bienes, y particularmente el más excelente de todos, la divina gracia. Consolad nuestra alma, tan angustiada y afligida en medio de tantos peligros como nos amenazan, entre tantas miserias y desgracias que nos cercan por todas partes. Os lo pedimos por aquel inmenso júbilo que experimentó vuestra purísima alma en la gloriosa resurrección de vuestro divino Hijo.

Alcanzad tranquilidad a la santa Iglesia, ayuda y sostén a su Jefe visible, el Romano Pontífice, paz a los príncipes cristianos, a las almas del Purgatorio refrigerio en sus penas, a los pecadores el perdón de sus culpas y a los justos la perseverancia en el bien. Acogednos a todos, tiernísima Madre nuestra, bajo vuestra compasiva y poderosa protección, a fin de que podamos virtuosamente vivir, piadosamente morir y lograr la eterna bienaventuranza del Cielo. Así sea.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.

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DÍA TERCERO

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración preparatoria.

Virgen bendita, Madre de Dios, desde el Cielo, donde estáis sentada, como Reina, volved benigna vuestra mirada hacia este miserable pecador, vuestro siervo; quien, aunque penetrado de su indignidad, os bendice y ensalza desde lo íntimo de su corazón, como a la más pura, la más bella y la más santa de todas las criaturas, en reparación de las ofensas que os hacen las lenguas impías y blasfemas; bendice vuestro nombre, bendice vuestras sublimes prerrogativas de verdadera Madre de Dios, siempre Virgen, concebida sin mancha de pecado, de corredentora del género humano; bendice al Eterno Padre que os escogió de un modo particular por Hija; bendice al Verbo encarnado que, vistiéndose de la humana naturaleza en vuestro purísimo seno, os hizo Madre; bendice al Espíritu divino que os quiso por esposa suya; bendice y ensalza a la augusta Trinidad que os escogió y amó con tanta predilección, que os exaltó sobre todas las criaturas a la más sublime alteza.

¡Oh Virgen santa y misericordiosa! Alcanzad el arrepentimiento a los que os ofenden, y dignaos aceptar este pequeño obsequio de vuestro siervo, obteniéndome de vuestro divino Hijo el perdón de mis propios pecados. Así sea.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.

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DÍA CUARTO

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración preparatoria.

¡Oh Virgen Santísima y Reina de los Mártires, María, quién me diera estar en el Cielo para contemplar los honores que recibís de la Trinidad beatísima y de toda la Corte celestial! Pero como todavía voy peregrinando por este valle de lágrimas, dignaos aceptar también en mí, pecador e indigno siervo vuestro, el homenaje más sincero y el acto más perfecto de sumisión que puede ofreceros una humana criatura. A vuestro Corazón, traspasado con tantas espadas de dolor, confío desde hoy para siempre mi pobre alma. Asociadme a vuestros dolores y no permitáis que huya jamás de la Cruz en la que murió por mi salvación vuestro unigénito Hijo. Con vos, oh María sufriré todas las tribulaciones, contradicciones y enfermedades que agrade a vuestro divino Hijo enviarme en esta vida. Todo lo ofrezco a Dios en memoria de los dolores que sufristeis durante vuestra vida mortal, de modo que cada pensamiento de mi mente, cada latido de mi corazón, sean de aquí en adelante un acto de compasión de vuestros dolores y de complacencia por la gloria que gozáis ahora en el Cielo. Sí, amada Madre, como yo me compadezco ahora de vos y me gozo de veros tan glorificada, tened vos compasión de mí reconciliándome con vuestro Hijo Jesús, a fin de que torne a ser vuestro fiel y verdadero hijo. Cuando llegue el fin de mi vida, venid a asistirme en mi agonía, como asististeis a la de vuestro divino Hijo, para que, al salir de este penoso destierro, pueda ir a participar de vuestra gloria en el Paraíso. Así sea.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.

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DÍA QUINTO

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración preparatoria.

Oh excelentísima, gloriosísima y santísima María, siempre Virgen inmaculada, Madre de nuestro Señor Jesucristo, reina del mundo y señora de todas las criaturas, que a nadie abandonas, a nadie desprecias, a nadie que a ti recurra con un corazón puro y humilde despachas desolado, no me deseches a mí por mis innumerables y gravísimos pecados, no me abandones por mis excesivas iniquidades, ni tampoco por la dureza e inmundicia de mi corazón: no apartes a este tu siervo de tu gracia y de tu amor. Escucha a este miserable pecador que confía en tu piedad y misericordia; socórreme, oh piadosísima Virgen María, en todas mis tribulaciones, angustias y necesidades, y alcánzame de tu amado Hijo, Dios omnipotente y Señor nuestro Jesucristo, el perdón y remisión de todos mis pecados y la gracia de tu temor y amor, juntamente con la salud y castidad del cuerpo y la inmunidad de todos los males y peligros de alma y cuerpo. En mi postrer momento sé mi piadoso auxilio, y libra mi alma y las almas de mis padres, hermanos, hermanas y amigos, consanguíneos y bienhechores y de todos los fieles vivos y difuntos de las eternas tinieblas y de todo mal, por Aquél a quien llevaste nueve meses en tu sacratísimo seno y con tus santas manos reclinaste en un pesebre, nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que sea bendito por los siglos de los siglos. Amén.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.

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DÍA SEXTO

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración preparatoria.

Inmaculada Virgen, refugio de los pecadores, vos que, para reparar las injurias hechas a Dios y el mal causado al hombre por el pecado, habéis consentido que muriera vuestro divino Hijo, sednos siempre propicia, y desde el Cielo, donde reináis gloriosa, proseguid en favor nuestro vuestra obra de celo y de amor. Nosotros queremos ser vuestros hijos, mostraos vos también Madre nuestra. Suplicad a Jesús, el divino Reparador, que, aplicando a nuestras almas el fruto de su pasión y muerte, nos libre de las ligaduras de nuestras iniquidades. Sea El nuestra luz en las tinieblas, nuestra fuerza en las debilidades, nuestro socorro en los peligros; y, después de habernos confortado con su gracia y con su amor en el tiempo, nos conceda que lo amemos y veamos y poseamos en la eternidad. Amén.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.

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DÍA SÉPTIMO

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración preparatoria.

Santísima Virgen inmaculada, Madre mía María, a vos que sois la Madre de mi Señor, la reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores, recurro hoy yo, que soy el más miserable de todos. Os venero, oh gran reina, y os doy gracias por cuantos favores hasta el presente me habéis hecho: especialmente por haberme librado del infierno tantas veces por mí merecido. Os amo, Señora amabilísima; y, por el amor que os profeso, prometo querer siempre serviros y hacer cuanto pueda para que también de los demás seáis amada. En vos pongo todas mis esperanzas, toda mi salvación; aceptadme por siervo vuestro y acogedme bajo vuestro manto, oh Madre de misericordia. Y ya que sois tan poderosa para con Dios, libradme de todas las tentaciones, o bien, alcanzadme la gracia de vencerlas hasta la muerte. Os pido el verdadero amor a Jesucristo. Espero de vos el tener una buena muerte. Madre mía, por el amor que a Dios tenéis, os suplico que me ayudéis siempre, pero sobre todo en el último momento de mi vida. No me dejéis hasta que me veáis ya salvo en el cielo para bendeciros y cantar vuestras misericordias por toda la eternidad. Así lo espero, así sea.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.

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DÍA OCTAVO

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración preparatoria.

¡Oh María, mi dulce Madre y poderosa Reina! Tomad y recibid mi pobre corazón con toda su libertad y su querer, con todo su amor y sus afectos y con todas las virtudes y gracias de que pueda estar adornado. Todo cuanto soy y valgo, Reina y Señora mía, cuanto tengo y poseo en el orden natural y de la gracia, de Dios lo he recibido por vuestra mediación y amor; en vuestras soberanas manos lo deposito, para que vuelva a su nobilísimo origen; porque si confesamos que sois el canal por donde nos bajan las gracias del Cielo, también decimos que sois el acueducto por donde vuelven a su manantial, sois el hilo conductor que nos pone en comunicación directa con nuestro Padre celestial, sois el camino inmaculado que nos lleva seguros al corazón del mismo Dios. Tomad, pues, y recibid todo mi ser, oh María, Reina de los corazones, y esclavizadme con cadenas de amor, para que yo siempre sea vuestro y pueda repetir con verdad: «Yo soy todo de Jesús por María». A vos sólo quiero amar, Madre mía purísima, prestadme vuestro corazón, dadme vuestro amor y el de Jesús, que esto me basta para ser feliz en esta vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.

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DÍA NOVENO

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración preparatoria.

Gloriosísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra María, dirigid una mirada de compasión hacia nosotros pobres pecadores, que apenados por tantos males como en esta vida nos rodean, sentimos rasgársenos el corazón ante tan atroces injurias y blasfemias contra vos, Virgen Inmaculada, que tan frecuentemente nos vemos forzados a oir. !Oh cuánto ofenden a la Majestad infinita de Dios y de su Unigénito Hijo Jesucristo estas impías palabras! !Cómo provocan su enojo y cuánto nos hacen temer los efectos terribles de su venganza! Si con el sacrificio de nuestra vida pudiésemos impedir tantos ultrajes y blasfemias, muy gustosos lo haríamos, porque, Madre nuestra santísima, deseamos amaros y honraros con todo el corazón, por ser ésta la voluntad de Dios. Y precisamente porque os amamos, haremos cuanto está de nuestra parte, para que seáis de todos honrada y amada. Vos mientras tanto, oh Madre de piedad, soberana consoladora de los afligidos, aceptad este acto de reparación que os ofrecemos en nombre nuestro y en el de todas nuestras familias, aun por los que, no sabiendo lo que dicen, blasfeman impíamente de vos, a fin de que, alcanzando de Dios su conversión, hagáis más manifiesta y gloriosa vuestra piedad, vuestro poder, vuestra gran misericordia; y también ellos se unan a nosotros para proclamaros la bendita entre todas las mujeres, la Virgen Inmaculada, la piadosísima Madre Dios.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.
El autor de esta novena es el padre Antonio Corredor García, O.F.M.

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