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La suplica siguiente es recitada por el Cardenal Arzobispo de Génova, a las diez horas de cada 29 de agosto, en la hora y en el día de la primera aparición sobre el Fignona.

 

Oh, María, nuestra dulce madre y amorosa custodia,
recordando tu aparición a Benito Pareto en la cumbre del monte Fignona, recibe nuestro homenaje lleno de gratitud y de confianza.

Tú escuchas siempre las oraciones de tus hijos,
en el modo y en el tiempo querido por la Providencia de Dios;
desde que te has aparecido sobre la Santa Montaña a Nuestro Humilde hermano,
has hecho descender sobre quienes has invocado tu intercesión
copiosas bendiciones.

Reconocemos que somos indignos de tu bondad,
pero por esta razón esperamos tu amor de Madre
que nunca rechaza la ayuda a sus hijos más débiles y pecadores,
y por lo tanto más necesitados por la misericordia de Dios,
para que se conviertan y obtengan tu perdón.

Implora de tu Divino Hijo la salud del alma y del cuerpo,
consuela a quien llora,
inspira concordia donde hay incomprensión,
da fuerza a quien es perseguido,
paciencia a quien esta atribulado,
lleva a todas partes la serenidad, la paz y el gozo.

Ayúdanos, con tu ejemplo de plena fidelidad al Señor,
a custodiar en nosotros el preciosismo don de la vida Divina
que Jesús nos ha merecido con su muerte y resurrección
y nos ha dado en el Bautismo
que nos ha hecho miembros de la familia de Dios, la Iglesia,
de la que Tú eres la Madre.

Agradecidos por tantos dones
pide para nosotros al Señor:
fe sin tinieblas,
esperanza inquebrantable
y caridad ardiente.

Así, después de haber caminado en la vida terrena con los hermanos
hacia los bienes que la bondad de Dios nos ha prometido,
podremos alcanzar la eterna felicidad en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

AMÈN.

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