Fue compañera de las monjas desaparecidas por la dictadura.

 

La prensa argentina ha publicado una serie de notas donde la religiosa francesa Yvonne Pierron, amiga de las monjas francesas muerta por la dictadura, habla sobre el agradecimiento que tiene Jorge Bergoglio por ayudarlas cuando era provincial jesuita, y se refiera al papa Francisco con elogio.

 

Yvonne Pierron

 

Esto es una muestra sobre cómo Bergoglio ha mostrado una imagen potable y atractiva para los grupos de la teología de la liberación y cercanos a la guerrilla.

La hermana Yvonne Pierron, compañera y amiga de las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon desaparecidas durante la dictadura, dijo que está feliz con la tarea del papa Francisco, quien las ayudó cuando sus hermanas fueron secuestradas, y lo invitó a visitar las aldeas de guaraníes a quienes se dedica ahora. Cada semana junto al responsable provincial del área, Miki Verón, recorre algunas de las 90 aldeas guaraníes en las que viven 7.400 paisanos de la etnia mbyá.

Conoció a Jorge Bergoglio, entonces jefe regional de los jesuitas, cuando sus hermanas en la Congregación de las Misiones Extranjeras fueron secuestradas. «Bergoglio nos ayudó mucho, se ocupó del caso y tomó contacto con la Embajada francesa», relató esta religiosa a la que pese a sus 85 años de edad es imposible entrevistar en su humilde casa de Posadas. Hay que seguir su ritmo, en la combi donde viaja, y zambullirse en sus reuniones con los guaraníes a quienes no predica, solo escucha.

«Me alegré cuando lo eligieron. Primero, porque es latinoamericano, y que sea argentino me llena de orgullo, porque él ha sido un luchador para que todos seamos iguales. Con él se terminaron los Pío, Pío, Pío en signos de nuestro tiempo, porque se preocupa por todos, que todos tengamos los mismos derechos. Cuánto agradezco que Francisco haya dicho ‘Pío, no, yo soy Francisco’, nada más», dijo la monja, durante una visita a la aldea guaraní Ojo de Agua, en el sur misionero.

Con esta definición de «papas Pío», aunque sólo levanta las cejas y sonríe misteriosa ante la pregunta, parece referirse a aquellos papados en los que el dogma le ganó al amor y a la caridad cristianas. Nacida en Wolfgantzen, Alsacia, -entonces Alemania-, en 1928, padeció la ocupación alemana en Lorraine, ingresó a las Misiones Extranjeras a los 17 años, llegó al país en 1955 y se siente «muy argentina, misionera y guaraní, admiro su cultura». «A una hermana, Alice a la que le decíamos Caty, se la llevó el mar y a la otra, Leonie la trajo el Río de la Plata; yo tengo un hueso de Leonie, como reliquia», contó.

Yvonne fue perseguida durante la dictadura y debió exiliarse luego de ser detenida al cabo de una de las primeras rondas de las Madres de Plaza de Mayo. Antes, trabajó con los mapuches en El Malleo, Neuquén, y con los peones y chacareros plantadores de tabaco en Perugorría, Corrientes. Allí trabajó con el obispo de Goya, Alberto Devoto, muerto en un accidente rutero tan extraño como los mataron a los obispos Enrique Angelelli (La Rioja) y Carlos Ponce de León (San Nicolás), durante la dictadura. En Misiones, donde es miembro honorario de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), fundó un albergue estudiantil para hijos de colonos y guaraníes en Pueblo Illia. Su edificio original de madera fue incendiado y el entonces gobernador Carlos Rovira construyó uno de material y una escuela lindante -ambas llevan el nombre de Yvonne- además de promover la autodeterminación y la soberanía territorial de los guaraníes, quienes ya cuentan con 30.000 hectáreas pero luchan por conseguir 120.000 más para sus 1.714 familias.

¿Sintió que el Papa incluye su obra cuando pide a la Iglesia trabajar en la periferia de la sociedad?

-Más vale que sí. Por eso me identifico con los guaraníes que son los más pobres. Agradezco que Francisco haya dicho Pío no, me quedo con Francisco. Pero que yo pueda viajar a visitarlo no es fácil, pero podemos pedir que venga a visitar a los guaraníes; está invitado. Y yo creo que va a venir, uno de estos días va a venir. Estuve con los misquitos, los mapuches y ahora los guaraníes y ellos son los que estuvieron primero. Los dueños de la tierra.

¿Qué es lo que propone el Papa?

-Tratar de luchar para que todos tengan derecho a la educación y a la salud. Educación y salud son dos puntos sagrados, ¿cierto? (Mira a los jefes tribales Victoriano, de Ojo de Agua, y a José, de Iguazú, quienes la escuchan fascinados) ¿Si todos pueden salvarse, incluso los que no creen? Claro, Dios no es malo, lo que pasa es que algunos lo hacen malo para su provecho.

¿Conoció a (Jorge) Videla?

-Sí, cuando llegué en 1955 nuestra superiora y fundadora (la argentina de familia rica María Dolores Salazar) nos instaló en Hurlingham. Videla era un hombre joven, casi banal, jamás imaginé que sería uno de los mayores monstruos de la historia argentina. Caty (Alice Domon) y Leonie se ocupaban de niños con síndrome de Down que algunos llamaban mogólicos. Y cuidaban al hijo de Videla. El chico se abrazaba a Leonie y lloraba gritando que no quería volver a su casa. Y ellas fueron luego víctimas de Videla y su gente.

¿Qué pensó cuando llegó a la Argentina en 1955?

– Yo dije, Hitler está acá, porque llegué después del golpe militar. Yo me acuerdo haber visto, justamente en la Plaza de Mayo, lo que vi en mi país durante la ocupación alemana de Francia: a los caballos adiestrados para matar a la gente con las patas. Entonces dije, Hitler está acá.

¿La cuidan mucho? Veo que Miki, Tiki Marchesini y Silvia Machado la acompañan mucho.

– Sí, pero yo me siento un ‘clavo’, porque no es fácil (sonríe con picardía) Sabe qué pasa que mi vocación es así. Pero volvería a tomar los hábitos como a los 17 años cuando entré a la congregación donde hice los primeros votos en el 58, a los 20 años. Y tengo 85 años, ya soy una vieja podrida (ríe con ganas, bromeando con Miki, un ex preso político a quien conoce de joven).

Su ajuar es escaso, como el que tenía en París durante el exilio, donde participó de las reuniones de refugiados donde compartió momentos con Mercedes Sosa y Julio Cortázar. Apenas unas fotos sobre su cómoda, entre ellas la del «Negro» Néstor Abel Leyes desaparecido y hermano de la psicopedagora posadeña Graciela Leyes, una Biblia, una foto del Che y la costilla de Leonie, su amiga monja asesinada por la dictadura. El día es luminoso, el estallido de las flores de lapacho confirman que la primavera vino para quedarse, y le religiosa sonríe con todo su rostro y sus ojos azules. Ella está feliz, con su gente guaraní, que la abrazan como a su talismán. No les predica, no les habla para convertirlos, solo los abraza, besa y escucha.

Fuentes: Infobae, Signos de estos Tiempos

 

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