En la Semana Santa el maligno ataca más fuertemente.  

La Semana Santa es uno de los momentos en que se vio y se ve claramente el combate entre el maligno y Dios.

En especial del Jueves Santo en adelante.

Hace 20 siglos pareció que el demonio se iba a salir con la suya con la crucifixión de Jesús, pero el accionar de Dios tiene esos misterios, usa el mal para obtener un bien mayor.

Y en nuestro tiempo el demonio ataca especialmente más en estas fechas, tratando de desviar a los fieles y frustrarlos.

Por lo que debemos tener bien claro cuales son las cosas importantes que sucedieron a partir del Jueves Santo y sus consecuencias para nosotros.

Aquí hablaremos sobre los ataques del demonio en semana santa, ayer y hoy, y cuál es nuestra defensa.

Si satanás lleva un calendario, es de suponer que los días que recuerdan la muerte y resurrección de Jesús sean dos de sus días menos favoritos.

Pero eso no quiere decir que se tome el fin de semana libre todos los años, para sentarse e imaginar lo que podría haber sido, o llorar desconsoladamente. 

Mientras tenemos nuestras celebraciones del Triduo Pascual y el Domingo de Pascua, él sigue rugiendo y devorando, pero más de lo habitual. 

Y aunque él sabe que no puede evitar que los cristianos celebren la muerte y resurrección de Jesús, al menos puede engañarlos para que lo celebren más a su manera.

Por eso la semana santa, es un tiempo de la mayor actividad de maligno.

Que es preparada desde antes por sus secuaces, porque en días previos se verán lanzamiento de series, películas y libros que relativizan el sacrificio y triunfo de Jesús, ponen dudas sobre la veracidad de los hechos relatados por la Biblia y dan informaciones sobre nuevos descubrimientos arqueológicos, por ejemplo, que prometen cambiar la historia, y que luego quedan en la nada.

Y también aparecen trabas para que los católicos celebremos la Semana Santa plenamente, como las restricciones por la pandemia que siempre se acentuaron en en este tiempo.

Y también suceden tentaciones a los sacerdotes y a los fieles.

Él ataca a los pastores manteniéndolos ocupados toda la semana para que no tengan tiempo de preparar su prédica, incitándolos a pensar que contar otra vez la vieja historia de 2000 años es muy repetitiva, y que se ha vuelto cansado e irrelevante en el mundo de hoy.

Por eso los incita a innovar la celebración con variada pirotecnia.

Que en lugar del relato histórico y bíblico de la resurrección de Jesús, hable de los temas que hoy interesan a las personas, por ejemplo sobre cómo pueden «resucitar» de las deudas, de las relaciones rotas, de la infelicidad general. 

Y también tienta a los fieles, haciéndoles pensar que es una época de vacaciones poniéndolos ansiosos sobre donde van a salir a pasear, donde van a ir a comer, etc.

Que estén más preocupados por los huevos y los conejos de Pascua, en lugar de lo que sucedió a Jesús y las consecuencias para nuestra vida.

Durante la Pasión de Cristo, hoy y ayer, alrededor de Jesús en la cruz, hubo un enemigo feroz y formidable, invisible, cuya presencia hace sentir por todas partes, con un odio más allá de la medida del hombre.

Por eso en Semana Santa, debemos reforzar nuestra vigilancia.

Porque durante todo el año el demonio tiene que pedirle permiso a Dios para tentarnos y atacarnos, mientras que en la Semana Santa, Dios le da vía libre para conocer lo que hay en el corazón de las personas, de las convicciones de cada hombre y mujer sobre su fidelidad a Dios. 

Por eso hay más ataques que en el resto del año, para que los cristianos venzamos la tibieza espiritual, nuestras pasiones desordenadas y para tomar el control de nuestras vidas.

El maligno actúa directamente atacando las celebraciones de Semana Santa dentro de las mismas iglesias.

El exorcista Stephen Rossetti cuenta un caso que ocurrió en Semana Santa del 2021.

El Jueves Santo, cuando un sacerdote iniciaba el triduo pascual, inesperadamente, las luces de la iglesia comenzaron a parpadear.

Se volvieron anormalmente brillantes y luego muy tenues, a pesar de que los controles no tenían reóstato. 

Y luego las luces destellaron, se desvanecieron y la iglesia quedó completamente a oscuras. 

Sin embargo, el sacerdote, imperturbable, dirigió una hermosa celebración a la luz de las velas.

Y más tarde, una mujer espiritualmente dotada, presente en la celebración, le confió: «Uno de los secuaces de satanás entró en la iglesia e invocó la ayuda de los demonios para interrumpir la Misa».

Y cuando terminó la Misa, las luces volvieron a la normalidad, como si nada hubiera pasado. 

Y en una Iglesia cercana dos días después en la vigilia pascual, cuando llegó el momento de cantar el Gloria, el órgano inexplicablemente no sonaba.

El sacerdote procedió con calma para conducir la santa misa a capella, sin instrumentos. 

El organista intentó durante toda la liturgia que el órgano funcionara, pero fue en vano. 

Y al final, el tuvo una inspiración, sacó un poco del agua bendita, roció el agua sobre el órgano y comenzó a funcionar normalmente, justo a tiempo para el himno final. 

Este es un ataque demoníaco típico, el demonio acosa, produce problemas, pero nunca puede frustrar la obra de Dios. 

Por lo tanto, nosotros no debemos distraernos de la historia central de la Pasión del Señor, que transcurrió a partir del Jueves Santo, uno de los días más importantes en toda la historia del mundo.

Y tuvo su apoteosis el Domingo de Resurrección.

Ese día jueves temprano, Jesús envió a Pedro y a Juan para organizar la cena en el Cenáculo para celebrar la Pascua.

Lavó los pies de los apóstoles, celebró la primera misa e instituyó el sacerdocio.

Anunció que Judas lo traicionaría y dio el «mandamiento nuevo», de amarnos unos a otros.

Indicó que Pedro tendría un papel pastoral especial entre los apóstoles, anunció que Pedro lo negaría y oró por la unidad de sus seguidores.

Fue al huerto de Getsemaní y oró, y los discípulos se quedaron dormidos a pesar de Su advertencia.

Triste por lo que habría de sufrir le dice al Padre que se haga Su voluntad. 

Se consuma la traición Judas, lo apresan, y detiene a Sus discípulos de continuar una resistencia violenta.

Cura la oreja de Malco, siervo del sumo sacerdote, después de que Pedro se la cortara con una espada.

Y finalmente fue llevado ante los sumos sacerdotes Anás y Caifás y luego ante Pilato.

El ataque más fuerte que el Señor sufrió fue a partir de la oración en el Huerto de Getsemaní.

A partir de las 9 de la noche del jueves Jesús sufre un enorme deterioro físico que comienza en el huerto de Getsemaní cuando ora.

Allí es atacado viendo los pecados que toda la humanidad hará en el futuro y por el dolor físico y moral que habrá de sufrir el día posterior, el Viernes Santo.

Lo vivido por Jesús antes de ser arrestado se revela en distintos escritos como una mezcla indecible de tristeza, de espanto, de tedio y de flaqueza.

Que lo llevó a una pena moral, que llegó a tal grado de intensidad, que se manifestó somáticamente mediante la liberación de sustancias químicas que provocaron una hematidrosis, o sea sudor con sangre.

Este proceso inusual en el ser humano, es debido a una congestión vascular capilar y hemorragias en las glándulas sudoríparas, haciendo que la piel se vuelva frágil y débil.

En esos casos se produce dolor de cabeza, ansiedad, dolor abdominal y aumento de temperatura corporal antes del flujo sanguíneo.

Y le provocó una pérdida valiosa de líquido, lo que con baja temperatura ambiente y su piel húmeda, le provocaron escalofríos.

Y si bien la pérdida real de sangre no terminó con Él, su cuerpo se fragilizó y tuvo un gran daño psicológico.

Que luego se completaría con la flagelación, las distintas humillaciones, entre ellas que el pueblo eligiera la liberación de Barrabás en lugar de la suya, y su crucifixión.

Sin embargo luego todo cambió, la resurrección de Jesús fue un revés increíblemente irónico para el demonio, que parecía estar ganando.

Desde la perspectiva de satanás, la crucifixión había sido su victoria, había derrotado los propósitos de Dios. 

Pero la resurrección fue la anulación de esa aparente victoria. 

La cruz no destruyó el reino prometido de Jesús, sino que fue un gran paso adelante para los planes de Dios.

Ante el intento deliberado e intencional del archienemigo de derrotar los propósitos soberanos de Dios en la historia, la resurrección mostró el poder de Dios para tomar las artimañas de Su Enemigo, que pretendían destruir Sus propósitos, y usar esas mismas estrategias para lograr los propósitos divinos.

Por lo tanto el significado del sacrificio de Jesús y Su resurrección es que las promesas y los propósitos de Dios no serán ni pueden sufrir la derrota. 

Aunque el archienemigo de Dios, se centre en derrotar los propósitos de Dios con todos sus recursos y con el apoyo de incluso una gran cantidad de los seres humanos, no podrá hacerlo.

¡Las promesas de Dios nunca serán frustradas!

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre los ataques del maligno en semana santa y cómo debemos fortalecernos, comprendiendo lo que sucedió a partir del Jueves Santo que culminó en la resurrección.

Y me gustaría preguntarte si has sentido o visto ataques del maligno durante Semana Santa alguna vez.

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