Que engaños y castigos recibía el Padre Pío de los demonios y cómo se defendía.
Los demonios tienen como actividad central la tentación a los seres humanos, con el fin de inducirlos a pecar, se alejen de Dios y finalmente se condenen.
Pero con algunas personas se ensañan más, produciéndoles todo tipo de castigos.
Como con el Padre Pío, que era acusado por los demonios de robarle a personas que habían poseído o tenían bajo su influencia.
Algunos exorcistas lo invocan en sus exorcismos para que los auxilie, y han escuchado a los demonios admitir que el Padre Pío le daba más problemas que San Miguel Arcángel, porque les quitaba más almas en su poder.
Es que sin ser exorcista, el Padre Pío liberaba a muchos de quienes se iban a confesar, a través de un mini exorcismo mental, como usaba San Alfonso.
A veces terminaba con una bendición especial y a veces reprendiendo al demonio en voz alta y pidiéndole que se marchara, como vemos que hacía Jesús.
El Padre Pío tuvo una lucha intensa con los demonios durante toda su vida y lo atacaban de muchas maneras, sin descanso.
Aquí hablaremos sobre cómo los demonios atacaban al Padre Pío, que le hacían, cómo descubría los engaños de los demonios y cómo hacía para repeler los ataques.
Como la mayoría de nuestros suscriptores saben, San Padre Pío es uno de los santos más famosos y queridos de nuestra época.
Y tuvo una de las vidas más sobrenaturales que se hayan registrado en la historia moderna.
Cuando de muy joven padeció una terrible enfermedad, comenzó a vivir intensas experiencias espirituales.
Entonces la gente lo vería levitar y caer regularmente en estados de éxtasis.
Recibió los estigmas de la pasión de Cristo en manos, pies, costado y hombro, que fueron invisibles entre 1911 y 1918, y luego visibles durante 50 años, y días antes de su muerte desaparecieron milagrosamente.
Los estigmas sangraban pero jamás se le infectaron, y además emitían un dulce aroma a flores.
Podía leer el alma de las personas durante la confesión.
Se cuenta el caso de un matemático que fue a confesarse con él sin decirle su profesión, y cuando le preguntó cuántas veces había realizado el pecado que mencionaba, fue vago, entonces el Padre Pío le dijo «eres matemático, sal del confesionario y regresa cuando sepas cuántas veces hiciste eso».
Tenía además el don de la bilocación, o sea estar en dos lugares al mismo tiempo, y ha habido muchos testigos que lo vieron fuera de San Giovanni Rotondo, de donde jamás salió siendo fraile.
Y una vez dijo «puedo hacer tres cosas a la vez: orar, confesar y dar la vuelta al mundo».
Se comunicaba con sus hijos espirituales a distancia a través de aromas.
Y recibía cantidad de almas del purgatorio que acudían a él para elevarse rápidamente al cielo con las oraciones del santo, al punto que una dijo que en su vida había visto más muertos que vivos.
El Padre Pío disfrutó de increíbles visiones celestiales desde su juventud, pero también sufriría fuertes ataques demoníacos.
El Padre Gabriele Amorth, un hijo espiritual suyo, quien fue un destacado exorcista romano, dijo que el Padre Pío tenía a los demonios como verdaderos enemigos y violentos.
Lo atormentaron en las formas más espantosas y de vez en cuando lo azotaban dejándolo magullado y sangrando.
Uno de los primeros contactos que tuvo con los demonios ocurrió en 1906.
No podía conciliar el sueño esa noche debido al enorme calor del verano y escuchó los pasos de alguien que venía de una habitación cercana.
Pensó que Fray Anastasio tampoco podía dormir y quería hablar por un rato.
Se acercó a la ventana y trató de llamar a su compañero pero no pudo hablar.
Y en el alféizar de una ventana cercana, vio una forma monstruosa a la que le salía humo de su boca.
Y escuchó una voz que decía: «Él es, es él» y luego desapareció.
A partir de ahí el demonio se le aparecería en los más variados disfraces para confundirlo.
A veces se le aparecía como un feo gato negro, o con la forma de otro animal congesto agresivo.
Otras veces los demonios venían como muchachas jóvenes, desnudas y provocativas, realizando danzas obscenas, para probar la castidad del joven sacerdote.
Pero también se le aparecían como su Guía Espiritual, como el Provincial de la Orden capuchina, como el Papa Pío X, el Ángel de la Guarda, como San Francisco o como Nuestra Señora.
Y a veces no veía a nadie pero lo perturbaban con ruidos ensordecedores y lo cubrían de saliva.
Y se libraba de estos ataques invocando el nombre de Jesús.
Su mayor peligro era cuando el demonio trataba de engañarlo tomando la forma de uno de sus superiores o una persona sagrada como el Señor, la Virgen o San Francisco.
¿Y cómo discernía al demonio de una aparición real de una persona viva o del cielo?
El decía que se notaba una cierta timidez cuando la Virgen o el Señor se le aparecían, seguido de una sensación de paz cuando la visión se iba.
Pero cuando el demonio se le aparecía como alguna persona sagrada provocaba un sentimiento inmediato de alegría y atracción, pero era reemplazado luego por remordimiento y tristeza.
Una vez satanás trató de engañarlo acudiendo al Padre Pío haciéndose pasar por un penitente en el confesionario.
Un día, mientras escuchaba confesiones, vino un hombre al confesionario, alto, guapo, vestía con cierto refinamiento y era amable y educado.
Empezó a confesar sus pecados, que eran de todo tipo: contra Dios, contra el hombre y contra la moral.
Todos los pecados eran muy malos y dejó desorientado al sacerdote, que le respondía con la Palabra de Dios, el ejemplo de la Iglesia y la moral de los Santos.
Pero el enigmático penitente le respondía a su vez palabra por palabra, justificando sus pecados, con extrema habilidad y cortesía.
Excusaba todas las acciones pecaminosas, haciéndolas sonar bastante normales y naturales, incluso comprensibles a nivel humano.
Contaba pecados espantosos contra Dios, Nuestra Señora y los Santos, lo que dejó estupefacto al Padre Pío.
Y su sutileza y malicia le hicieron preguntarse ¿quién es él? ¿de qué mundo viene?
Trató de mirarlo más en detalle para leer algo en su rostro, al mismo tiempo que se concentraba en cada palabra que decía, tratando de descubrir alguna pista sobre su identidad.
Pero de repente tuvo una iluminación interna y reconoció claramente quién era.
Y con tono imperativo le dijo:, «¡Di que viva Jesús y que viva María!».
Y tan pronto como pronunció estos poderosos nombres, satanás desapareció instantáneamente dejando tras de sí un hedor insoportable.
Y el Padre Pierino cuenta que un día el Padre Pío estaba en el confesionario, oculto por dos cortinas, mientras él está sentado en un banco leyendo el breviario.
Y de repente apareció un hombre apuesto, de ojos pequeños y negros, pelo entrecano, chaqueta oscura y pantalón rayado, que no respetó la cola para confesarse con el Padre Pío y no bien salió el penitente anterior se metió en el confesionario.
Y después de unos minutos vio a ese hombre hundido en el suelo con las piernas abiertas.
Y en la silla del confesionario, donde había estado sentado el Padre Pío, ya no lo vio a él sino a Jesús, de aspecto rubio, joven y guapo, que miraba fijamente al hombre que había caído al suelo.
Y posteriormente vio al padre Pío que se fundió con Jesús.
Y le sintió decir que pasará a confesarse el próximo penitente y no se vio más al penitente anterior, había desaparecido.
El demonio alternaba estos engaños con castigos físicos.
Le tiraba de la cama, le sacaba la camisa y lo castigaba dejándolo visiblemente magullado.
A veces lo sacaba a rastras del dormitorio.
Pero él diría que sabía que Jesús, Nuestra Señora, su Ángel de la Guarda, San José y San Francisco están siempre con él, asistiéndole cuando él los invocaba.
Y hay un caso que han contado testigos sobre el auxilio que recibió de Nuestra Señora.
Una mujer poseída se acercó al confesionario del Padre Pío para arañarle la cara a la vista de todos.
Entonces el santo le gritó «¡en el nombre de Dios, vete!»
Y la mujer le siguió gritando: «¡Te haré pagar! ¡Te haré pagar!»
Otros frailes se llevaron a la mujer y le comenzaron un exorcismo.
Más tarde esa noche los frailes fueron despertados por un ruido increíble, como si la puerta grande de la iglesia se estuviera dando un portazo.
Y escucharon al Padre Pío gritar: «¡Hermanos! ¡Hermanos!».
Corrieron a su celda y vieron al Padre Pío en el suelo, sangrando por la cara y un cojín del reclinatorio debajo de su cabeza.
Al día siguiente el Padre Pío se presentó con el rostro magullado, sus ojos negros y la mujer apareció de vuelta diciendo,
«¡Ah, me vengué de ese miserable viejo!»
Y no dejaba de decir «¡Ah, ese cojín! ¡Ese cojín!»
Y en el exorcismo que siguió, la mujer dijo que en la noche había estado arriba para ver al anciano que tanto odiaba y comenzó a castigarlo, pero la Dama Blanca la detuvo.
Y el cojín encontrado debajo de la cabeza del Padre Pío había sido puesto allí por la Virgen María para que no se dañara más en su caída.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las luchas que el Padre Pío tuvo con los demonios, que a veces usaron el engaño y otras veces el castigo físico.
Y me gustaría preguntarte si conoces a alguien que haya tenido enfrentamientos directos y visibles con los demonios y cómo fueron.
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He leído casi todo lo publicado sobre el Padre Pío y cada vez entiendo menos de teología. ¿Cómo puede Dios permitir que el diablo tenga ese poder de aparecerse ante el padre Pío como si fuera Jesucristo o la Virgen María para confundirlo y apoderarse de su alma, y de someterle a terribles palizas y no dejarle dormir ni cinco minutos en toda su vida? Si eso le pasó al Padre Pío… ¿qué no nos pasará a nosotros, personas normales, al morir? Que alguien me lo explique, si es que hay alguien en el universo que entienda este despropósito.