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El Nacimiento de Jesús como Nunca Antes fue Contado.

La verdadera historia de la Navidad no se trata sólo de luz, alegría y ángeles cantando. 

De árboles de Navidad, pesebres o belenes, y villancicos, en el mejor de los casos. 

Se trata también de batallas y ángeles de Dios luchando contra los ángeles caídos. 

No es sólo la historia pastoral de un nacimiento idílico. Es la historia de la batalla del demonio tratando de impedir un nacimiento, y su fracaso.

Que comenzó con las dificultades de Jesús y María en su viaje a Belén.

Ahí es donde encontramos la historia profunda de la Navidad, vista desde la perspectiva del Cielo.

Aquí hablaremos sobre la verdadera historia que hay detrás del gozo y la alegría de la primera Navidad, que ha quedado oculta por ciertos enfoques pastorales.

Y cómo esa verdadera historia está siendo más necesario considerarla hoy, porque el mundo está a punto de ver cumplida la promesa que trajo el Nacimiento gozoso del Niño Jesús.

En Apocalipsis 12:1 a 2 dice que «apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna debajo de sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta, y gritaba con dolores del parto, en la angustia de dar a luz».

La mujer representa a la Virgen María, la madre del pueblo llamado por Dios para reflejar Su gloria a las naciones, por eso tiene el sol y la luna bajo los pies. 

Pero en Génesis 3:15, dice que Dios había predicho al principio de los tiempos que a través de la mujer vendría un niño, que junto con Su madre aplastarían la cabeza de la serpiente. 

Y luego, en el Apocalipsis 12:3 a 4 leemos que «apareció otra señal en el cielo: un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas.

Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la Tierra. 

Y el dragón se detuvo frente a la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera».

Un asno y un buey presenciaron la escena del nacimiento del niño, tal vez incluso uno o dos perros, vacas y ovejas, 

Pero también estaba allí el «enorme dragón rojo», vorazmente hambriento y profundamente enfurecido.

El versículo 9 identifica a este dragón como satanás, la misma serpiente antigua que fue expulsada del Cielo, con una tercera parte de los ángeles; que destruyó el Paraíso, y devastó la creación, rompiendo la relación del hombre con Dios.

Había realizado su asalto al Reino y al Pueblo de Dios durante milenios apoyado en diversas dinastías de la historia y en el poder de las naciones impías. 

Y ahora tenía intenciones siniestras hacia el niño de Belén, quería que Jesús muriera.

Pero el Apocalipsis 12:5 a 6 nos dice que la mujer «dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones, y Su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.

Mientras la mujer huyó al desierto, donde Dios le tiene preparado un refugio para que allí la alimenten durante mil doscientos sesenta días».

Satanás perdió su comida. Incapaz de destruir a Jesús en el nacimiento y por ende a la iglesia que Él después pediría a San Pedro que fundara.

Y entonces dirigió su ira hacia los demás hijos de la mujer, el Pueblo de Dios.

El apocalipsis 13:4 dice que «el dragón se enfureció contra la mujer, y fue a hacer guerra contra los demás descendientes de Ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús».

Esta visión de San Juan revela la guerra sin límites que ha desatado satanás en la Tierra, desde que fue expulsado del Cielo.

Satanás supo que tenía los días contados cuando el nacimiento de Jesús.

Por eso, lo que rodeó al nacimiento de Jesús no solo fue el gran gozo para la humanidad porque nació el Hijo de Dios, sino que también sucedió la batalla espiritual más grande de la historia humana. 

Las huestes celestiales que cantaban «¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor!» según Lucas 2, estaban presentes esa noche no solo para dar un concierto y expresar su gozo, sino para entablar una batalla. 

Dios sabía que una entidad malévola estaba enroscada para matar al bebé al que María iba a llamar «el Salvador». 

Y mandó a Sus ángeles no sólo para cantar, sino también para luchar.

No estaban solamente tocando el arpa, estaban guerreando contra los ángeles rebeldes. 

Y además involucraron a los hombres en esta batalla, cuando fueron a avisarle a los pastores sobre el nacimiento, y ellos concurrieron para adorar al niño.

Y luego a los Reyes Magos.

El coro de ángeles escuchado por los pastores probablemente no haya sido solo un alegre villancico, sino un grito de victoria en la guerra.

CS Lewis sugiere lo que realmente celebraron esa noche diciendo que «el cristianismo es la historia de cómo el rey legítimo ha desembarcado, se podría decir disfrazado, y nos llama a todos a participar en una gran campaña de sabotaje. Dios ha aterrizado en este mundo ocupado por el enemigo en forma humana”.

De modo que la Navidad fue el Día D de Dios, en la invasión al territorio del enemigo.

Y también la advertencia a los malvados de todos los tiempos, que el principio de su fin había comenzado con el nacimiento de ese niño. 

Para los malvados, Jesucristo fue el bebé más peligroso que jamás haya nacido.

¡Y con razón querían que Jesús muriera!

Ese gozoso nacimiento de Nuestro Señor desató la mayor batalla sostenida de la historia humana. 

Porque donde el cristianismo echó raíces, la cultura cambió y floreció la libertad, en la medida que la tiranía no puede prosperar donde Cristo libera. 

De modo que la Navidad es el momento cuando el bebé, más peligroso nunca antes nacido, se enfrentó al mal para liberarnos. 

Cuando el salvador largamente esperado aterrizó en esta Tierra para liberar a su pueblo de la esclavitud de la tiranía y el mal. 

Y cuando el infierno tembló, porque el Dragón trató desesperadamente de acabar con el plan de Dios y falló. 

Esa batalla continúa hoy, porque el proceso de liberación sigue avanzando, hasta que lleguemos a la Era de Paz, en que la humanidad recobrará parte de las gracias que tenía en el Jardín del Edén y perdió.

Y es especialmente profunda en nuestra época, en que caducó el desafío que satanás planteó a Jesucristo de que podía destruir Su Iglesia.

Y obtuvo 100 años de más poder, según la visión que tuvo León XIII en 1884.

Hoy el Cielo está desarmando el poder extra que obtuvo satanás. Y él se defiende, aunque sabe que ha perdido, e intenta que la mayor cantidad de hombres se pierda. 

Por eso la Navidad, y especialmente esta Navidad, debemos vivirla con el profundo gozo de que Dios está trabajando en nuestra liberación.

Debemos ser como los pastores que se unieron a los ángeles cantando villancicos de gozo y guerra espiritual por el nacimiento del Salvador.  

Teniendo la seguridad, expresada por san Pablo en Romanos 16, de que «el Dios de paz aplastará pronto a satanás bajo vuestros pies».

Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre lo que subyace detrás de la alegría gozosa del nacimiento del Hijo de Dios en la Navidad; fue y es un momento de fuerte batalla espiritual.

Y me gustaría conocer una reflexión tuya sobre cómo vives la Navidad. 

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