No tiene desperdicios.
El periodista Ignacio Zuleta del diario argentino Ámbito escribió un relato de una almuerzo y peña posterior de el papa Francisco con una serie de políticos argentinos de todos los colores. Si bien se habla de personas y temas que de repente a muchos se les escapan, es un buen ejemplo de cómo la jerarquía católica se puede relacionar con el poder, que muchas veces se oculta por un pudor mal entendido.
Esto es muy importante, porque cuando se quiere negociar algo, una cosa es tener una relación personal con el político y otra una relación distante. El poder hay que ejercerlo, si no se “oxida”.
Dado que presenta un perfil distinto de Bergoglio, decidimos publicar la nota tal cual, que fue editada originalmente con el título “Reabrió Bergoglio en el Vaticano su peña con políticos”.
Francisco apareció en el comedor de Santa Marta, se sacó el solideo y sonrió. ¿Trajeron eso? El grupo de argentinos que lo esperaba para almorzar se abalanzó sobre el Papa y le entregó lo que esperaba: varias cajas de alfajores Havanna, debilidad criolla del Santo Padre que no se consigue en Roma y que se ocupa de proveerse a través de los numerosos visitantes que recibe en la residencia de los cardenales que eligió como vivienda definitiva. Fue el viernes, a puertas cerradísimas y con el grupo que solía reunirse los viernes con él en Buenos Aires reanudó la peña con amigos, entre ellos varios sindicalistas que no se ruborizan al llamarlo «jefe». Ante ellos, una representación de la oposición, habló poco de la Argentina, pidió unidad, dijo que a Cristina de Kirchner la vio bien, explicó que en viajes debe repartirse entre los cinco continentes y bajó al candidato criollo a manejar el Banco del Vaticano.
Jorge Bergoglio, en privado, hoy es inaccesible como todo Papa, pero cumplió la promesa de recibir a este grupo que lo tiene como principal referente y al que consulta sobre cuestiones políticas y de las otras, como que no le hagan faltar los alfajores, esta vez acompañados de un par de botellas de vino italiano compradas de urgencia. ¿No me trajeron vino argentino? No, exageró uno, estos tipos te incautan todo, una evocación de cepos que no pudo explicar mucho pero que a nadie le molestó.
El almuerzo, que se extendió por más de cinco horas, consistió en un austero servicio de pescados y verduras, a tono con la sobriedad de la residencia, una construcción nueva, con aire minimalista, que evita los fastos que se le atribuyen a la corte vaticana. Los que estaban, privilegiados desde hace años por la intimidad del Papa: Oscar Mangone, secretario del sindicato del gas; José María del Corral, un pedagogo que acompaña a Bergoglio en los temas educativos y que dirige el Instituto San Martín de Tours; Luis Liberman, otro experto en asuntos educativos que fue director de Educación de Gestión Privada durante el Gobierno porteño de Jorge Telerman; el rabino Daniel Goldman, de la comunidad Bet El, a quien la comunidad judeo-argentina no termina de calificar de conservador o de progresista; y Omar Abul, un referente de la comunidad islámica que ha pasado años en entidades y publicaciones culturales; fue también funcionario de Telerman en el área de vivienda y hoy tiene una silla en la Corporación del Sur que maneja el presidente del PRO nacional, Humberto Schiavoni. Había esposas y a ellas les dedicó el Papa la sobremesa, que se extendió como en cualquier peña política y terminó, clásico de la casa, con reparto de rosa-rios y una decena de bendiciones a objetos llevados por los visitantes para su santificación.
La charla fue de amigos, sin honduras políticas, y con un Bergoglio reticente a hablar de minucias criollas pese a que se trataba de un padrón más bien opositor. Quien podría haberse dicho más cercano al kirchnerismo -el rabino Goldman- se convirtió en un crítico del Gobierno cuando firmó el memorando con Irán por el atentado a la AMIA. Liberman y Abul se han olvidado de Telerman -hoy funcionario de Daniel Scioli-y justifican su trayectoria en que llegaron a aquellos cargos por indicación de sus respectivas comunidades. Para evitar que la lengua se deslizase más allá de lo que puede permitir quien conduce una Iglesia universal, Francisco reseñó la visita de Cristina de Kirchner en términos positivos. Fue bueno que viniera, recordó. «Además la vi muy bien».
Dio espacio para que le contaran, cual informe a jefatura, la situación del país antes de las elecciones, del sindicalismo y de la opinión pública. En todos esos temas el cuento incluyó detalles de la influencia que tiene en la Argentina la elección de un papa argentino. La respuesta, sintética, fue casi de homilía: hay que evitar las fracturas, hay que buscar la unidad a toda costa, en los partidos, los sindicatos, las organizaciones. Para los pastores del catolicismo no hay peor daño que el que produce el escándalo, y el escándalo siempre surge de la desunión y produce más desunión. Es una forma de ver la vida pública algo antigua y que replica formas convencionales de mediación, pero que contradice la ideología del populismo a lo Laclau, que instruye a los caudillos a que fomenten la contradicción y la pelea como forma de acumular poder. Lo que ilustra el dicho predilecto de Néstor Kirchner: hay que pegarle al chancho hasta que aparezca el dueño.
La mesa, criada en el espanto al escándalo, acordó en esa necesidad y todos aportaron más anécdotas y recetas sobre la desunión y cómo superarla.
Pasada una hora, la charla era ya de una llaneza doméstica increíble si se piensa que, en la cabecera, había un monarca; recuerdo de amigos, alguna chanza, y también el cotilleo de actualidad. ¿Viajes a la Argentina? No este año, el que viene veremos. No se olviden que soy el Papa de todo el mundo y en materia de viajes tengo que compensar entre los continentes, no sea que digan que prefiero a América Latina. Tengo que ir a Brasil este año y tengo que buscar algún argumento para repetir continente el año que viene.
Circulaba ese día la especie de que la alianza Carrió-Pino en la Capital Federal tenía alguna señal de Roma; no positivo, escueto. Más dio la noticia de que Alfonso Prat Gay podía convertirse en el banquero del Vaticano, que circula desde que Bergoglio asumió y que el dipu-economista saludó con un brindis («sería un honor que me llamaran»). Nunca estuvo cerca de acá, se escuchó en la mesa. Definitivo y sin menciones de Victoria Donda, hoy socia del ex Banco Central.
También preguntas de ocasión. ¿Trajo argentinos? No, sólo tengo a Guillermo Karcher, que estaba aquí en Ceremonial desde hace años y que lleva la correspondencia. Es el hombre para que me llegue algo más que rápido. Y hay otro muchacho argentino, pero nadie retuvo el nombre. ¿Se viste siempre de sotana blanca? Mi obligación es estar siempre de sotana blanca y con el solideo puesto, pero acá entre amigos eso no va.
La salida con fotos y más bendiciones fue, ese viernes, un hasta pronto. Volvieron a verse ayer todos cuando el Papa hizo la recorrida por la plaza ante 90 mil curiosos, bajo la lluvia y el viento que le hizo volar el solideo, que recogió oficioso un camarlengo. Lo esperaba el mismo grupo del viernes con algunos argentinos que hubieran querido estar en el almuerzo, pero que no tiene en el juramento de sangre de la peña que ha conservado Bergoglio desde que era obispo de Buenos Aires que incluye, entre otras cosas, nunca revelar lo que ahí se char-la y dice (por ejemplo lo que se cuenta en esta nota). A los cinco matrimonios privilegiados se sumaron en el corralito al que se acercó el Papa el diputado macrista Jorge Triaca con su mujer y Adriana, la que fue la de su padre, el sindicalista del plástico, el Momo Jerónimo Venegas -quien se fue a dormir anoche con la promesa de tener hoy un encuentro a solas con el Papa-, Pablo Moyano que llevó una treintena de jóvenes del sindicato de camioneros que está en Italia jugando un campeonato de fútbol, a quienes Francisco saludó de a uno, y un personaje infaltable en cualquier movida del sindicalismo, el empresario Julio Raele, referente de los metalúrgicos y vinculado al área del seguro, pero que ha alcanzado fama por la calidad de los asados que brinda en el quincho de su estudio.
Ahí sí hubo fotos para publicar -algunas distribuyó anoche el hijo de Hugo Moyano con la exageración de decir que «el Papa es camionero»- y despedidas para otro reencuentro: este lote de argentinos acompañará hoy a Francisco en la procesión de final del mes Mariano que recorrerá las calles de Roma saliendo de San Juan de Letrán y terminará en Santa María Maggiore.
Fuentes: Ámbito Financiero, Signos de estos Tiempos