Carlos Samaría, el zapatero de Francisco en Buenos Aires, habla sobre Jorge Bergoglio

Como es el verdadero Bergoglio.

 

Es un hombre muy bueno. Humilde como un pajarito. Nunca quería zapatos nuevos. Yo lo forzaba, pero mire monseñor…

 

carlos samaria zapatero de francisco

 

Contó también que el Papa no usa plantillas como se dijo, sino un apoyo especial en una de las plantas de sus pies.

Las sandalias del pescador son humildes y los zapatos del papa Francisco, más todavía. Se los fabrica Carlos Samaría, un ortopedista, quien cuida los pies del Papa desde hace casi 40 años fabricando sus sencillos zapatos.

«El es un hombre muy bueno. Humilde como un pajarito. Nunca quería que yo le besara el anillo, inclusive cuando fue obispo y luego cardenal. Sí, tira para abajo la mano; y siempre pide rece por mí, en el final del saludo, siempre», contó quien es el responsable de calzar al pontífice desde cuando era cura párroco y director del Colegio Máximo de San Miguel, en las afueras de Buenos Aires.

«El es un hombre que está muy cerca, siempre tocando la miseria humana», contó Samaría en el mismo comedor de una mansión de la calle Montevideo, en Buenos Aires, donde compartió comidas con Bergoglio.

Se emociona a cada rato y los ojos se le llenan de lágrimas de emoción. Junto a la casa que comparte con su esposa, funciona la Ortopedia Alemana, un tradicional centro de atención argentino.

¿Cómo es el Papa?

– Sencillo, sencillo, sencillo. El quiere la capellada así (mueve la mano como alisando el empeine de una horma), los cordones como Dios manda, como era antes, amplios para que pueda mover los pies, porque necesita mover los dedos.

Por eso los zapatos del Papa son humildes y cómodos. Así los prefiere Francisco, como las sandalias de Pedro, el pescador de Galilea, a quien le toca suceder al comando de la barca de la Iglesia.

¿Que sintió al ver sus zapatos, que enfocaban las cámaras de tevé mostrándolos a todo el mundo?

– ¿Al ver los zapatos que hice? (sonríe). Medio me reía, ¡pucha! (palabra de admiración popular en Argentina) mirá, siempre humilde. El se deja acariciar por la dulce humildad en todos lados, viene con el subterráneo, las primeras veces yo lo llevaba de vuelta. Le decía pero antes era un monseñor ahora usted es un cardenal yo lo tengo que llevar. No Samaría, me decía, quédese tranquilo, no pierda tiempo. Bueno, le mando con la ambulancia que lleva a los médicos. Nada, el se va caminando, viene caminando, le gusta andar entre la gente, ir mirar. Hizo una misa en Constitución dos veces para las prostitutas y cartoneros.

Samaría se emociona otra vez. La voz se le quiebra y quiere contar cuan humilde era Bergoglio, ya cardenal y primado de la Argentina. Recordó esas misas en la Plaza Constitución de Buenos Aires, para la gente de la calle y los cartoneros que recolectan residuos para poder sobrevivir. También mencionó que acompañó a Francisco a colocar una imagen de la Virgen Desatanudos, de la cual el Papa es devoto, en una propiedad ubicada a 60 kilómetros al sur de Buenos Aires.

– Le donaron un pedazo de tierra, de 7 u 8 hectáreas y él (Bergoglio) hizo una granja para la recuperación de drogadictos y alcohólicos. Hay como 80 que se atienden allí gratuitamente. Y van sicólogos, médicos y sacerdotes. Tienen otro (centro similar) en Vicente López y Berazategui, relató en referencia a otras localidades del Gran Buenos Aires, un conglomerado de unos 11 millones de habitantes.

El zapatero del Papa tiene 81 años, dos hijos y varios nietos. En su taller guarda, dentro de un sobre blanco el dibujo de la planta de los pies de Francisco. Sobre esa horma dibujada tamaño 42/43 fabricó un par de zapatos negros, con suela de goma «para el invierno» y se los envió a Francisco apenas se enteró de que su amigo era el nuevo Papa.

– Lo conozco desde que era el rector del Colegio Máximo de San Miguel. Entonces comencé haciéndole los zapatos. Cuando lo nombraron obispo, en la ceremonia donde se acuesta él en el piso, se veían los agujeritos en las suelas. Cuando fue cardenal, se puso los mismos zapatos; los quise cambiar y no quiso. Se puso los mismos zapatos, no los nuevos que se había hecho.

– Cuando viajó a Italia (para asistir el Cónclave), le dije: si Usted va a estar allá, yo voy corriendo con los zapatos. No le veía una gran chance, por lógica, dentro de mi pobre apreciación, y cuando me enteré, me puse a llorar como un pibe. Fue un impacto emocional muy fuerte (se emociona otra vez) Pensé el Papa, un amigo, uno se conmueve.

Samaría, quien había preparado unos zapatos nuevos, con suela de goma, para que el entonces Jorge Bergoglio afrontara el invierno porteño, se los envió al Papa por intermedio del obispo auxiliar de Buenos Aires, Jorge García.

– Y puse una carta dentro del zapato, donde expresaba a mis emociones sentimentales, (se acongoja). Discúlpeme lo recuerdo y me emociono.

– Mire monseñor me iría a llevarlos yo, pero supongo que Usted debe tener un cúmulo de tareas que robarle tiempo a Usted es un perjuicio. Le ruego me avise cuando puedo ir, fue el contenido de la misiva de Samaría.

Pensó que el pontífice le enviaría una esquela de saludo.

– Pero me llamó por teléfono (otra vez la emoción) a las siete y media de la mañana. Hola Samaria habla el padre Bergoglio, me dijo y yo medio dormido. Soy Francisco el Papa, me dijo. Y agregó: Recibí su carta, muy linda, le agradezco muchísimo y yo le avisaré más o menos de acá a un mes o mes y medio -que se aplaquen las cosas- cuándo puede venir. No se preocupe, estoy bien con los zapatos, le agradezco los zapatos nuevos.

– Le estoy haciendo unos zapatos nuevos, aunque no me los pida.

Agregó:

– Nunca quería zapatos nuevos. Yo lo forzaba, pero mire monseñor… y el decía No arréglelos que con estos ando bien, un poquitito porque todavía podían tener más uso, eran útiles, y otro poquitito porque el zapato viejo se amolda al pie, es así.

Luego contó que el Papa no usa plantillas como se dijo, sino un apoyo especial en una de las plantas de sus pies. Explicó que se nota un poco

– Cuando Usted lo ve caminar en línea recta, una pequeña claudicación, pero el lugar exacto es algo confidencial.

El zapatero del Papa está feliz con la designación de su amigo. Pero extraña esas tertulias amistosas y frugales,

– monseñor prefería siempre comer algo sencillo, y algún sorbo de vino en el comedor de casa.

Una vez le preparó salmón rosado y Bergoglio se quejó porque se había ‘puesto en gastos’ superfluos para él.

Espera verlo pronto, saludarle en persona, e invitarlo a bendecir una imagen en cerámica de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina, de seis metros de altura, que será entronizada en un barrio de la capital del país. La están haciendo especialmente en Cardomus, una casa italiana en la ciudad de Paenza, donde don Carlos estuvo el mes pasado.

Fuentes: Periodista Digital, Signos de estos Tiempos

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