El triunfo del Inmaculado Corazón de María terminará con esto.

Algo anda mal con occidente.

La civilización que fue creada por el cristianismo, que fundó el sistema universitario, dio lugar a asombrosos avances en la ciencia y creó los hospitales, parece haber perdido la capacidad de reaccionar ante un espíritu impuro que la posee.

Por ejemplo en nuestro tiempo, muchos médicos que han hecho el juramento de defender la vida, tienen poca consideración con las personas bajo su cuidado.

Todos sabemos lo que está sucediendo con los no nacidos, con los ancianos y los enfermos graves en Europa y que ahora se está extendiendo por el mundo.

La civilización cristiana basada en la dignidad inherente de cada persona como un hijo de Dios está siendo liquidada.

Los demonios conducidos por satanás han atacado las bases de la sociedad occidental y no se alcanza a exorcizarla porque el maligno gobierna las naciones.

En este video te queremos hablar sobre cómo el espíritu impuro se ha apoderado de la civilización que creó el cristianismo y la está destruyendo, y cómo Dios va a intervenir para purificar la tierra y que haya una larga época de paz.

El cristianismo creó el concepto de libertad, pero esa libertad no implica que las creaturas se rebelen al creador.

Sino precisamente asumir plenamente que somos hijos de Dios.

La noción cristiana de libertad va mucho más allá de la política y llega al tema moral, de la capacidad del ser humano para superar el egoísmo y vivir una vida de amor.

Este tipo de libertad es la que nos vino a enseñar Cristo.

Pero nos enfrentamos a espíritus impuros cuyo plan es quitarnos esa libertad y nos encadenan, en un nivel nunca antes visto en la historia, por ejemplo con la adicción a las drogas, al sexo, a la pornografía, etc.

¿Y donde se creó la grieta?

San Juan Pablo II, en Fides et Ratio, escribió que la fe y la razón son las dos alas sobre las que el espíritu humano asciende a Dios.

Pero el rumbo que ha tomado la cultura occidental actualmente, busca separar estos dos elementos y hacerlos antitéticos entre sí.

2 Por un lado prescinde, ridiculiza y combate la fe, mientras que, por otro, emplea una caricatura de la razón para ponerla al servicio de los dictados de la revolución sexual.

Y lo increíble es que un gran número de personas inteligentes y sofisticadas en las democracias occidentales no se preocupan.

Y se han transformado en turbas que por ejemplo ahora han llegado a quemar estatuas religiosas o de grandes figuras del pasado simplemente porque no eran blancos.

Y hasta en algunas universidades se está enseñando lo que llaman matemáticas antirracistas, para luchar, dicen ellos, contra el patriarcado blanco.   

Occidente debe redescubrir la fe o decir adiós a la civilización.

Al abrir una brecha entre la fe y la razón, Occidente se ha convertido en una cultura de la muerte y del conflicto, una parodia de su antigua identidad.

A nuestros hijos se les enseña a ser profundamente narcisistas, aferrarse a ideologías irracionales como la teoría de género, y a comprometerse apasionadamente con proyectos como «salvar el planeta», cuando lo que está en caos es la civilización humana, la relación entre la gente y la valoración de la vida humana, y no el planeta.

Lo más preocupante es que Occidente ha reemplazado un sistema basado en el altruismo, por un sistema basado en el egoísmo, la llamada «realización» del yo, concebida exclusivamente en términos subjetivos.

Occidente ha buscado convertirse en dueño de su propio destino al negar su dependencia de Dios y usurpar su posición como creador y Señor.

Este es el gran triunfo del maligno.

Nos hemos convertido en juez y jurado de quién vive y quién muere, qué se cuenta como hombre o como mujer, qué constituye una vida significativa.

Occidente se está destruyendo a sí mismo al decir sí al maligno.

En el Evangelio de San Marcos, Jesús expulsa a los espíritus «impuros» en no menos de trece ocasiones. 

Mientras que ahora no se hace eso. 

Y hasta incluso dentro de la propia religión que creó Jesús, hay líderes que no creen que el maligno existe, creen que es algo ideado por la imaginación de los hombres.

En la civilización occidental creció un verdadero odio a sí misma que ahora ha conquistado a las clases intelectuales y que se concreta en el triunfo del relativismo.

Sólo volviendo a Dios, aceptando humildemente nuestra posición como criaturas de un Dios amoroso, entregándole las riendas e inclinándose en obediencia a él, nuestra cultura puede salvarse.

El clamor es: ¡Señor, ven en nuestra ayuda! ¡Libera a nuestra civilización del espíritu impuro!

Debemos volver a tener respuestas compartidas razonables a las preguntas fundamentales sobre la esencia del hombre, su lugar en el universo, su destino, si es que esta civilización quiere durar.

Todo este desconcierto sucede porque en poco más de un siglo, Occidente ha experimentado una oscilación cultural marcada por la negación a la fe.

Es lo que el entonces cardenal Joseph Ratzinger, a punto de convertirse en Papa Benedicto XVI en 2005, denominaba «dictadura del relativismo», que definía como una doctrina «que no reconoce nada como definitivo y que deja solo al yo y sus deseos como medida última».

¿Y qué pasó de relevante en la historia de la cultura occidental que provocó este deslizamiento? 

¿En qué momento del curso histórico este modelo de humanidad occidental sufrió una mutación, una alteración que condujo a su crisis y a negarse a sí mismo?

Fue en el momento en que los occidentales dejaron de oir a Dios y prestaron oído a las tentaciones sin fin de los ángeles caídos.

El odio que el maligno ha logrado producir entre los intelectuales hacia Occidente es tan extraño, tan patológico, y tan autodestructivo, que es inexplicable que pueda venir de los propios seres humanos, sino de entidades que quieren terminar con ellos.

De este modo, la victoria completa del relativismo contemporáneo marcaría la desintegración definitiva de Occidente, destinado a ser absorbido, mucho antes de lo que pensamos, por otras civilizaciones insensibles a sus principios, y que no fueron creadas por el cristianismo.

Pronto desaparecería todo el legado cultural, artístico, religioso, filosófico, político y legal occidental.

Esta ruta que está conduciendo al naufragio de nuestra civilización sólo podría ser detenida por una recuperación plena de la concepción judeo-cristiana del hombre, con toda la herencia que lo distingue.

Y es por eso que estamos en un momento crucial de la historia, en lo que llamamos el final de los tiempos.

Un momento en que Dios hará una purificación de la civilización humana, donde vendrá una iluminación de conciencia de cada ser humano para que vuelva a Él.

Y ahí se producirá una purificación, el triunfo del Inmaculado Corazón de María, habrá un derramamiento de un nuevo pentecostés y se producirá el reinado eucarístico de Jesús, que será espiritual.

Y tendremos una larga era de paz antes de la segunda venida física del Señor, el juicio final, y el fin de la historia.    

¿Y qué es esencialmente la «Era de Paz» que vendrá después de estos días de confusión?

Jesús le dijo a la mística Elizabeth Kindelmann: «El Espíritu de Pentecostés inundará la tierra con su poder y un gran milagro ganará la atención de toda la humanidad».

Será algo que no ha sucedido desde que el Verbo se hizo carne.

Jesús le explicó que esto «significa el triunfo universal de Mi divino Corazón, la liberación de las almas y la apertura del camino a la salvación en toda su extensión».

A la vidente italiana Luisa Picarreta le expresó que esa era de paz es disfrutar, permaneciendo en la tierra, de todas las cualidades divinas.

«Es la Santidad aún no conocida, que Yo daré a conocer», dijo Nuestro Señor. 

Y San Juan Pablo II manifestó que en esta oscuridad, Dios nos ha dado una estrella a seguir: María, ella literalmente nos muestra el camino que debemos tomar para prepararnos para el descenso de este Reino divino.

Es a ella como Madre y Modelo a quien la Iglesia debe mirar para comprender en su totalidad el sentido de su propia misión.  

El fundamento de la Era de la Paz es el reencuentro de la voluntad del hombre con la Voluntad de Dios, en todos los confines de la tierra.

Y lo explicó el Papa Juan Pablo II a finales de 2002 diciendo, «Ésta es nuestra gran esperanza y nuestra invocación, ‘¡Venga tu Reino!’, un Reino de paz, justicia y serenidad, que restablecerá la armonía original de la creación».

Y para prepararnos para esta era de paz en la Tierra debemos hacer un culto a la Divina Voluntad y abrazarla dejando de lado nuestra voluntad humana.

Nuestra Señora será el «signo» que ha aparecido en nuestro tiempo, una «Mujer vestida de sol» que elude al dragón.

Si queremos a derrotar a satanás en esta hora de apostasía, entonces debemos imitar a María con todo nuestro ser.

Bueno hasta aquí lo que te queríamos contar sobre el espíritu impuro que ha penetrado en la civilización creada por el cristianismo y la está corroyendo por dentro, y cómo vendrá la Era de Paz de la mano de Jesús y María para salvarnos.

Y me gustaría preguntarte qué cosas esperas de la era de paz que se producirá luego de la purificación del mundo.

El texto de lo que hablamos lo puedes ver por un link que te dejo en la descripción de este vídeo 

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