La Cuaresma de San Miguel Arcángel va del 15 de agosto al 29 de septiembre y la celebran muchos cristianos porque ahí San Francisco recibió los estigmas.  

Los fenómenos místicos católicos desafían nuestra racionalidad cuando no consideramos que existe un mundo sobrenatural dirigido por Dios.

Y que hay seres humanos que han logrado tanta cercanía con Jesucristo, que desean y son capaces, de imitarlo en sus gozos y en sus dolores, conducidos por Él, dedicando su vida a cultivar esto. 

Y un caso excepcional es lo que sucedió cuando san Francisco de Asís recibió los estigmas de la pasión de Cristo, quien resultó el primer estigmatizado de la historia.

Esto sucedió durante la Cuaresma de San Miguel Arcángel, que era uno de los tres retiros anuales de 40 días que realizaba el poverello de Asís en el año.

Lo que pasó alrededor de estos sucesos desafía la racionalidad de los incrédulos.

Aquí hablaremos sobre la devoción que tenía San Francisco de Asís por el Arcángel Miguel, su peregrinación al lugar de culto más famoso del arcángel y la Cuaresma de San Miguel Arcángel en la que recibió los estigmas de la Pasión de Cristo.

Entre la fiesta de la Asunción de la Virgen María, el 15 de agosto, y la fiesta de los Arcángeles, el 29 de septiembre, San Francisco de Asís hacía una penitencia de ayuno y oración de 40 días, para prepararse para la fiesta de San Miguel Arcángel.

Se la conoce como la Cuaresma de San Miguel Arcángel y es bastante popular entre los católico incluso hoy día, aunque no es muy promocionada.

Era una de las tres cuaresmas anuales que realizaba San Francisco y que hacía en el Monte Alverna.

Su devoción al Arcángel se debía a la autoridad y el auxilio que San Miguel ejercía para salvar las almas en el último instante de vida y el poder de ir a retirarlas del purgatorio. 

Esa devoción fue la que llevó al santo de Asís a acudir primero como peregrino a pie al Monte Monte Sant’Angelo, en 1216, que es la cueva en el Monte Gargano, donde el arcángel se había aparecido 4 veces.

Según testimonios sobre esa peregrinación, Francisco, siendo muy humilde, no quiso entrar en la cueva porque se sentía indigno y se detuvo a orar cerca de la entrada.

Pero antes de salir, quiso grabar la señal de su paso en la pared, y no quiso escribir su nombre, sino el signo de la Tau, la cruz franciscana. 

Siglos después el Padre Pío también hizo esa peregrinación y tampoco quiso entrar a la cueva, siguiendo a su padre espiritual.

En esa peregrinación San Francisco quería recordar que la cueva es el único lugar de culto no consagrado por manos humanas, y por eso a lo largo de los siglos ha recibido el título de «basílica celestial».

Brevemente te cuento este fenómeno extraordinario antes de seguir con la cuaresma de San Miguel realizada por San Francisco.

Los testimonios cuentan que el obispo de Siponto fue en procesión con el pueblo y el clero al lugar sagrado el 8 de mayo del año 940; ya el arcángel se había aparecido 3 veces en el siglo V.

Durante la procesión sucedió que unas águilas protegieron a los obispos de los rayos del sol con sus alas extendidas. 

Y cuando llegaron a la cueva encontraron que allí ya se había levantado un primitivo altar, cubierto con un mantel rojo y rematado por una cruz, y además encontraron las huellas de San Miguel en la roca. 

Y con inmensa alegría el santo obispo ofreció la primera misa allí.

Ahora, unos años después de la peregrinación al Monte Sant’ Angelo, San Francisco hizo la Cuaresma más importante de su vida en homenaje al Arcángel Miguel, entre el 15 de agosto y el 29 de septiembre del año 1224.

Y fue la más importante porque allí recibió los estigmas de la pasión de Cristo.

Sucedió en el Monte Alverna.

El Monte Alverna había sido donado al santo en el 1213 por el noble Orlando Catani, conde de Chiusi.

Quien sorprendido en su primer encuentro fortuito por las palabras del santo, decidió ofrecerle una de sus muchas posesiones, eligiendo un lugar que consideraba muy adecuado a las necesidades espirituales del fraile y de su comunidad.

Le dijo,

«Tengo una montaña muy espiritual en la Toscana que se llama Monte Alverna, que es muy solitaria y se adapta bien a los que quieren hacer penitencia. Con mucho gusto te la daría a ti y a tus compañeros por la salud de mi alma».

Y después de haber enviado a algunos hermanos que opinaron positivamente sobre las características de la localidad, Francisco aceptó agradecido el generoso regalo del conde.

Y el 15 de agosto de 1224 Francisco subió al Monte Alverna con la intención de cumplir allí la cuaresma en honor del Arcángel Miguel. 

Llevó consigo a los frailes Masseo, Angelo y Leone y, habiendo identificado un lugar adecuado para su retiro, lo aisló hasta el punto de que solo se podía llegar caminando sobre un bosque mediante una especie de pasarela, donde al final se había preparado una pequeña celda rudimentaria.

Ordenó a sus compañeros que no lo molestaran por ningún motivo, permitiendo sólo a Fray León que se acercara a él una vez durante el día para traerle algo de pan y un poco de agua, y otra vez durante la noche para anunciar el momento de la oración de la mañana.

Francisco no quería distraerse del recogimiento, la meditación y la oración, y además era consciente de que a menudo caía en éxtasis y deseaba no ser observado en esos momentos extraordinarios.

La cuaresma transcurrió normalmente hasta que en el día de la Exaltación de la Santa Cruz, que cae el 14 de septiembre, Francisco se dirigió a Jesucristo inflamado de amor.

Y le dijo,

«Oh mi Señor Jesucristo, te suplico dos gracias antes de morir: la primera, que sienta en mi alma y en mi cuerpo, tanto como sea posible, ese dolor que tú tuviste en la hora de tu amarga pasión.

Y la segunda es que sienta en mi corazón, en la medida de lo posible, ese amor desmedido con que Tú estuviste dispuesto a sufrir tanta pasión por nosotros pecadores».

Y un tiempo después el Señor se le apareció una noche volando con forma de serafín.

Y según los testimonios de los presentes en los alrededores del Monte Alverna, la montaña ardió durante más de una hora, iluminando las colinas y los valles circundantes con una luz muy intensa.

Tanto que unos arrieros que se dirigían a la Romaña se despertaron, creyendo que el amanecer había llegado antes de tiempo.

Y en esos minutos Francisco experimentó una serie de sensaciones todas juntas: asombro, alegría, compasión, dolor, miedo. 

Comprendió que algo excepcional estaba a punto de suceder en su vida.

Y cuando la criatura celestial se hubo desvanecido, descubrió en su cuerpo los signos de la pasión de Cristo.

En el costado derecho se había abierto una herida que parecía de un golpe de lanza, mientras que en las manos y los pies se habían abierto los agujeros causados por los clavos con los que clavaron al Señor en la madera de la cruz.

Y oyó de Cristo,

«¿Sabes?, te he dado los estigmas que son los signos de Mi pasión, para que seas Mi abanderado».

A partir de ese día, el poverello de Asís, apareció cada vez más minado por los problemas de salud y las privaciones.

No podía caminar más que por un brevísimo tiempo y era continuamente devorado por los dolores causados por las cinco heridas, las cuales perdían sangre constantemente y le impedían realizar las actividades más comunes de la vida diaria.

Para no mostrarlas ni en público ni a sus hermanos, las trataba de ocultar con vendajes, llevando las mangas de la túnica estiradas hasta los dedos de las manos y calzando medias que normalmente no había usado.

Pero mostraba una felicidad y una pasión con Cristo incomparables.

Francisco es para la Iglesia el primer estigmatizado de la historia, después vendrían muchos más, entre ellos el Padre Pío, otro franciscano. 

No se sabe exactamente en qué fecha ocurrió el extraordinario fenómeno sobrenatural de los estigmas a San Francisco, sin embargo en el calendario litúrgico católico se eligió el 17 de septiembre, para celebrar el recuerdo de los estigmas que recibió San Francisco en el Monte Alverna, durante la Cuaresma de San Miguel Arcángel.

Hoy algunos católicos guardan esta Cuaresma que va entre el 15 de agosto y el 19 de septiembre, tanto en honor al Arcángel Miguel como en recuerdo de los estigmas que recibió San Francisco de Asís.

Hacen un altar en su casa con una imagen de San Miguel Arcángel y de San Francisco de Asís, encienden un cirio como signo de la presencia del Resucitado y hacen penitencia con algún tipo de ayuno, que puede ser pasar los 40 días a pan y agua, o saltarse alguna comida o privarse de algo que le gusta especialmente.

Y oran la oración a San MIguel Arcángel creada por León XIII y las letanías de San Miguel.

Estas oraciones las puedes ver en un artículo, cuyo link puedes encontrar en la descripción de este video en Youtube.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre el retiro más importante en la vida de San Francisco de Asís durante la cuaresma de San Miguel Arcángel que va del 15 de agosto al 29 de septiembre, porque allí recibió los estigmas de la pasión de Cristo.

Y me gustaría preguntarte si conocías esta Cuaresma del Arcángel Miguel y si conoces a alguien que la recomiende o que la realice.

ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Se nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás malignos espíritus que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas, Amén.

LETANIAS DE SAN MIGUEL
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos
Jesucristo, atiéndenos.
Padre Celestial, que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Hijo Redentor del mundo, que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María, Reina de los Angeles, ruega por nosotros.

San Miguel, ruega por nosotros.
San Miguel, lleno de gracia de Dios….
San Miguel, perfecto adorador del Verbo Divino….
San Miguel, coronado de honra y de gloria….
San Miguel, poderoso Príncipe de los Ejércitos Celestiales.
San Miguel, porta estandarte de la Santísima Trinidad.
San Miguel, guardián del Paraíso.
San Miguel, guía y consolador del pueblo Israelita.
San Miguel, esplendor y fuerza de la Iglesia militante.

San Miguel, honra ya alegría de la Iglesia Triunfante.
San Miguel, Luz de los Angeles.
San Miguel, valuarte de la verdadera Fe.
San Miguel, fuerza de aquellos que combaten por el estandarte de la cruz.
San Miguel, luz y confianza de las almas en el último momento de vida.
San Miguel, socorro cierto.
San Miguel, nuestro auxilio en todas las adversidades.
San Miguel, mensajero de la sentencia eterna.
San Miguel, consolador de las almas del purgatorio, Vos a quien el Señor encomendó recibir las almas después de la muerte.
San Miguel, nuestro Príncipe.
San Miguel, nuestro abogado.

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, óyenos Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, atiéndenos.
Ruega por nosotros glorioso San Miguel, príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
Para que seamos dignos de sus promesas.
Amén.

OREMOS:
Señor Jesucristo,
santifícanos con una bendición siempre nueva y concédenos, por intercesión de San Miguel, la sabiduría que nos enseñe a juntar riquezas en el cielo y a cambiar los bienes de nuestro tiempo presente por los bienes eternos.
Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

CONSAGRACION A SAN MIGUEL
Príncipe nobilísimo de los ángeles, valeroso guerrero del Altísimo, celoso defensor de la Gloria del Señor, terror de los espíritus rebeldes, amor y delicia de todos los ángeles justos, mi querido San Miguel Arcángel, deseando hacer parte del número de tus devotos y siervos, a ti hoy me consagro, me doy y me ofrezco, y me pongo junto con mi familia y todo lo que me pertenece, debajo de tu poderosa protección.
s pequeña la ofrenda de mi servicio, siendo yo un pobre pecador, pero tu engrandecerás el afecto de mi corazón; recuerda que de hoy en adelante estoy debajo de tu sustento y debes asistirme en toda mi vida y obtenerme el perdón de mis muchos y graves pecados, la gracia de amar a Dios con todo mi corazón, a mi querido Salvador Jesucristo y a mi madre María Santísima, Concédeme aquellos auxilios que me son necesarios para obtener la corona de la eterna gloria. Defiéndeme de los enemigos del alma, especialmente en la hora de la muerte.
Ven, Príncipe Glorioso, asísteme en la última lucha y con tu arma poderosa lanza lejos, precipitando en los abismos del infierno, aquel ángel quebrador de promesas y soberbio que un día postraste en el combate en el cielo.
San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate, para que no perezcamos en el supremo juicio. Amén.

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