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Definición de dos términos más del diccionario de argentinismos de Francisco

Hacer lío y pasado de rosca.

 

Habría que ir construyendo un diccionario de los términos rioplatenses y argentinismos que usa el Papa Francisco para comunicar sus ideas de forma popular, visual y dramática. Ahora traemos dos términos más para engrosar el diccionario: “hacer lío” y “pasado de rosca”.  

 

 

Ya hablamos anteriormente de dos de sus expresiones, en ese caso del lunfardo porteño, primerear y balconear, ver aquí.

“HAGAN LÍO”

“Hacer lío” es una expresión común de los argentinos, y si hubiese que expresarla en lunfardo porteño habría varias palabras: despelote, quilombo, despiole, desbole, desconche, toletole, batifondo, batuque…, palabras que se oyen habitualmente en la TV argentina.

“Hacer lío” es un término que el Papa utilizó en su diálogo con los jóvenes en Río de Janeiro. Pero lo hizo de una manera peculiar.

“Quisiera decir una cosa. ¿Qué es lo que espero como consecuencia  de la  Jornada de la Juventud? Espero lío. (…) quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle (…)”.

“Hacen lío” los niños cuando gritan, los hinchas cuando celebran un triunfo, los adolescentes lo hacen de buena gana en sus dormitorios ignorando los auriculares. “Hacen lío” los estudiantes cuando festejan que se recibieron, pero también “hacen lío” las manifestaciones que convierten en un infierno la ciudad de Buenos Aires, bloqueando las calles para protestar; o los que quieren hacerse escuchar a toda costa, a veces con el típico bombo que el mismo Papa hizo entrar a la audiencia con los jugadores de fútbol argentinos, provocando no poco revuelo en el protocolo vaticano.

Cuando Francisco les dijo a los jóvenes que queía que hicieran lío, alboroto, ruido, movimiento, está diciendo que los jóvenes reclamen espacio en la sociedad, y por qué no, también en la Iglesia. Las iglesias están apagadas – parece decir el Papa argentino – cuando los cristianos no “hacen lío”, cuando los sacerdotes no salen al encuentro de las “ovejas” que le han sido confiadas. Y la existencia misma no tiene la sal de la buena masa de evangélica memoria.

La idea de que la Casa de Dios debe abrir sus puertas no es nueva. Es tan vieja como el cristianismo. El “hagan lío” de Francisco es para que las puertas de las iglesias estén siempre abiertas de par en par y puedan dar refugio a la humanidad dolorida del pueblo de Dios en camino por el mundo. Pero también para que desde adentro del lugar de culto se pueda salir para llevar al mundo, a todos, el tesoro que custodia.

“Hagan lío”, no se queden callados, repitió cuando volvió a Roma, ya dentro de los muros vaticanos. La Buena Noticia no es silenciosa. Nos está pidiendo que no nos quedemos callados. No lo estuvo Jesús cuando echó a los mercaderes del templo o cuando querían lapidar a la adúltera. “Háganse escuchar”, es otra forma de referirse a lo mismo. Un protagonismo, un hacerse ver, pero con algo positivo adentro. Y que no involucra solamente a la Iglesia.

“LA CIVILIZACIÓN SE PASÓ DE ROSCA”

“¡Esta civilización mundial se pasó de rosca!”, les dijo también el Papa Francisco a los jóvenes en Río de Janeiro. El Papa volvía a lanzar uno de esos argentinismos que adquirió en sus años de acción pastoral como simple cura.

En mecánica, cuando una tuerca se ajusta más de lo debido, se rompe y empieza a girar en falso, ya no puede “agarrar” la materia, o sea, la realidad. Entonces queda “falseada”. No es difícil comprender de dónde viene esta expresión que forma parte de la manera de hablar de los argentinos y del Papa Francisco en particular: los talleres mecánicos de barrio.

Estar “pasado de rosca” también significa que alguien ha pasado el límite, que le ha dado tantas vueltas a las cosas que ya no razona, que ya no piensa con claridad y supone que la vida es ese girar sin sentido. Poco importa que la expresión se use para hablar de la droga o del alcohol, que no es demasiado diferente de abusar del poder, del dinero o de las influencias. El resultado es el mismo: ya no ve la realidad, ya no la “agarra” tal como es, la distorsiona exagerándola o la envilece mortificándola.

En Brasil el Papa Francisco estuvo centrado en el objetivo de las jornadas desde el momento mismo en que pisó el suelo de esa tierra tan querida: la juventud. Fue allí, ante los jóvenes, cuando se refirió a esa sociedad, a esa civilización mundial que “se pasó de rosca”, y en la visita al hospital de San Francisco de Río hizo una cruda pintura de la realidad:

“¡Cuántos mercaderes de muerte que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad”.

Era necesario decirlo así, para que lo entendieran los jóvenes y los que ya no lo somos tanto.

“¡Esta civilización mundial se pasó de rosca! (…) porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos”: los jóvenes y los ancianos.

El párrafo quedó flotando entre la gente que llenaba la Catedral. Es  que la denuncia no sacude solo a los denunciados sino a todos. De alguna manera cada uno siente el peso de su propio silencio, de la complicidad por no haber hablado, por no haber sido capaz de ese “acto de valor” que Francisco reclamaba con urgencia.

Los teóricos tratan de explicar con sus análisis que la sociedad está dividida, confundida, desintegrada, complicada, desconcertada, trastornada y miles de términos más para justificar la realidad.

Justificar el error, en vez de reconocerlo y buscar el perdón, es una patología que intenta suavizar los efectos sin necesidad de confesar el pecado. Francisco nos simplifica las cosas porque “la tiene clara”: “¡Esta civilización mundial se pasó de rosca!”.

Fuentes: Jorge Milia para Terre d’América, Signos de estos Tiempos 

 

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