El ser humano es diferente a los animales, puede generar cultura.
Puede desarrollar su propio alimento mediante la agricultura y la ganadería.
Puede reparar su salud por medios que él creó.
Puede crear ciudades, inventar vehículos para transportarse, crear objetos nuevos y hasta salir del planeta.
Puede pensar abstractamente, crear filosofías, pensar sobre si mismo, sobre su existencia y su muerte.
Sin embargo el excepcionalismo humano está siendo cuestionado con la teoría de que no somos más que animales evolucionados.
Pero concomitantemente coexiste con otra tendencia opuesta, con la idea de que podemos ser como dioses.
Que podemos desarrollar aún más nuestros dones, crear nueva vida y llegar incluso a la inmortalidad física.
¿Cómo no nos damos cuenta que hay una tremenda contradicción entre ambas cosas?
Un dios que tiene el poder de crear vida es más que instinto ciego, que es la condición de los animales.
No pensamos en la contradicción, porque estamos siendo manipulados por el entorno ruidoso y de tentaciones que nos impiden pensar.
CÓMO SE ESTA DERRIBANDO EL EXCEPCIONALISMO HUMANO
El excepcionalismo humano, la creencia de que los seres humanos tienen un estatus único en el orden de la creación, ha sido la piedra angular de la civilización occidental.
Esta comprensión de la vida humana es atestiguada en el Génesis, el primer libro de la Biblia.
Y algunos rabinos sostienen que después de esto, el resto de la Escritura no es más que un atestiguamiento.
La ciencia divide a los seres en tres reinos, mineral, vegetal y animal.
En la parte superior de la lista, en la última categoría, está el hombre.
Se le describe como un animal racional. Esto hace al ser humano único y diferente de los ‘bichos’.
El estatus especial del hombre una vez estuvo fuertemente arraigado en nuestra cultura.
Nuestras leyes han sido cuidadosamente diseñadas para reflejarlo.
La Ilustración ha consagrado este entendimiento en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1793).
Y así también lo hizo la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Ambas se basan en la ley natural.
En nuestra época actual el tratamiento humanitario de los animales también ha ganado un escrutinio más riguroso porque nos damos cuenta de que su tratamiento ético mejora nuestra humanidad.
La sensibilidad hacia formas inferiores de vida, sin embargo, nunca tuvo la intención de otorgar un estatus de igualdad con las personas.
Pero, una manipulación sutil y gradual del lenguaje ha conducido a una nivelación de nuestra percepción del hombre y de la bestia.
¿DE DÓNDE VINO ESTA CONFUSIÓN?
La confusión de ver al hombre como un animal más la tenemos por ejemplo en una campaña que hizo la organización Personas por el Trato Ético de los Animales
En una publicidad comparó a los animales de granja enjaulados a los prisioneros judíos en los campos de concentración.
Esta visión borra la distinción entre seres humanos y animales.
Lo que vemos también frecuentemente en campañas internacionales de indignación por la muerte de animales como Cecil el león y Harambe el gorila.
Mientras que internacionalmente hay una complacencia de nuestra cultura por el aborto y la eutanasia.
Todo esto le quita la dignidad a la vida humana y niega implícitamente la personalidad humana.
Para citar un ejemplo de cómo funciona esto, pensemos que Adolf Hitler era vegetariano y aborrecía la crueldad sobre los animales, pero sin embargo envió a la cámara de gas a millones de seres humanos.
Si el ser humano es considerado otro animal ordinario ya no merece la dignidad y el propósito dado por Dios.
Ya no es aceptable a que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, y luego ni que exista Dios.
¿Y por qué sucede esto?
Llegamos a esta situación por el error epistemológico de negar que los humanos somos seres con un cuerpo y un alma.
La teoría darwiniana del materialismo biológico estricto fue el gran golpe de gracia que había sido preparado por el pensamiento filosófico de siglos anteriores.
En el extremo de la teoría darwiniana, el hombre es sólo un simio evolucionado, consecuencia de las fuerzas ciegas de la evolución, de errores genéticos y de la supervivencia del más apto.
A lo que Chesterton muy sagazmente concluye diciendo que “la evolución no niega especialmente la existencia de Dios, sino que niega la existencia del hombre”.
Porque el hombre se convierte simplemente en una criatura física.
Y sus pensamientos y lo que llamamos alma, son simplemente procesos químicos en su cerebro.
Hay que aclarar que el cristianismo está en desacuerdo con el materialismo darwinista pero no con la teoría general de la evolución.
Este materialismo extremo llevado a la política produjo las matanzas de los regímenes comunistas de Stalin, Mao Pol Pot…, que asesinaron más de 100 millones de personas en el siglo XX.
El alma es considerada para este materialismo como un epifenómeno de la materia, no es trascendente.
Y eso lleva a que no existe la santidad de la vida humana y por tanto hay una devaluación de lo que significa el ser humano.
El Papa León XIII dirá en la encíclica Rerum Novarum que “es la mente o la razón lo que hace un ser humano y que lo distingue esencialmente de la bestia”.
Esto no es de recibo para los materialistas extremos que están dominando la cultura en occidente
Va de la mano con el descaecimiento de la creencia en Dios.
Y es claramente una operación de las fuerzas del maligno.
Por ejemplo podemos ver el tratamiento de las mascotas utilizando ritos diseñados para los seres humanos.
LA ADOPCIÓN, CRIANZA Y EXEQUIAS DE PERROS
El lenguaje para explicar el estatus más alto que ahora se concede a los perros, por ejemplo, nos sirve para entenderlo.
En el pasado el término adopción tenía un significado único.
Esto significaba claramente que un ser humano, no relacionado por sangre o por el matrimonio, estaba siendo llevado en una familia y se le daba el mismo estatus que a sus miembros.
Hoy en día no es raro hablar de la adopción de un perro.
Antes la gente hablaba de comprar un perro o tener un perro.
Cuando el animal era llevado a casa del propietario / maestro comenzaba el proceso de entrenamiento.
Hoy en día el término crianza de un perro se ha convertido en boga.
Esto equivale a la relación que se ha utilizado tradicionalmente para connotar los sagrados lazos de amor y responsabilidad reservada para un padre a un hijo.
Cuando empezamos a pensar en nuestra relación con un perro y un niño de la misma manera nuestro estatus sufre.
Lógicamente entonces, a la luz de lo anterior, la muerte de un perro debe generar la misma sensación de pérdida que la de un ser humano amado.
Ahora se han creado rituales de luto para facilitar esto.
Recientemente, una funeraria anunció que ha ampliado sus servicios para incluir a las mascotas.
En su Pet Passages Program, la familia y amigos ahora son capaces de pasar tiempo en una cámara de vigilia donde grandes velas encendidas están dispuestas en torno a un ataúd para perros.
¿LOS PERROS SON GENTE TAMBIÉN?
Esta igualación incremental del hombre y el perro hasta el presente ha sido irreflexiva por parte de la mayoría de la gente.
Sin embargo, ahora hay intentos por parte de un grupo de neurocientíficos para demostrar que “los perros son gente, también”.
Esta creencia, según el New York Times, se basa en la resonancia magnética por la cual estos científicos afirman haber detectado similitudes entre los perros y los seres humanos, en la estructura y función de una región clave del cerebro, el núcleo caudado.
Sostienen que esto demuestra que “los perros tienen un nivel de sensibilidad comparable a la de un niño humano”.
Esta agenda científica está siendo utilizada que en la práctica se niegue la excepcionalidad humana.
Pensar en un perro como equivalente a un ser humano se presta para asumir la inversa, pensar a los seres humanos como perros.
Este tipo de pensamiento tiene consecuencias devastadoras.
Da permiso para el tratamiento de seres humanos de la misma manera que lo hacemos con los animales.
Esta equiparación entre las personas y los animales también le da licencia a los seres humanos en la reproducción de rasgos específicos, como los perros de pedigrí.
Esto en algunos casos ya se está llevando a cabo en las clínicas de fertilidad.
Ni que decir también de los abortos selectivos para los especímenes menos perfectos de seres humanos.
Por otra parte, en un nivel subconsciente también plantea la pregunta sobre el genocidio.
Después de todo, los nazis basaron la eliminación de los no arios en la premisa de que eran menos que humanos.
Si todos los seres humanos no son especiales, ¿no se podría eliminar ciertos tipos de personas?
LA CONTRADICCIÓN PASA DESAPERCIBIDA
El maligno nos manipula haciéndonos creer que somos sólo animales, pero también nos manipula haciéndonos pensar que somos como dioses, dueños de nuestro propio destino.
La humanidad ha hecho del progreso un ídolo en el que resuena la voz burlona del Demonio diciendo:
“Ya eres un adulto. Eres el rector y señor del mundo. Tú posees la ciencia. Tú no tienes necesidad de Dios y de la providencia.
Con la ciencia tú podrás vencer la pobreza, la enfermedad, la guerra e incluso hasta la misma muerte.
Dios te tenía como esclavo, pero mírate ahora hecho ya un adulto listo para la libertad.
Date pues cuenta que Dios no existe, tú puedes ahora decretar, lo que quieras (incluida la muerte de Dios), pues tú eres ahora el Dios del futuro”.
Una es la táctica es aparecer como el librepensador que permite a la gente escapar de la esclavitud de Dios, de los molestos mandamientos y las restricciones sexuales.
Y la otra, que parece está modelando la cultura occidental de hoy, es hacer creer que el hombre no es más que un animal.
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Y con eso se elimina toda pretensión de trascendencia y ancla nuestra conducta a nivel de los instintos.
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Haciendo irrelevante la pregunta si Dios o el diablo existen; es más, pueden existir, pero son irrelevantes.
De hecho, el diablo se celebra como un campeón de la libertad, especialmente de la “opresión” de la moral sexual.
El icono del activismo comunitario de izquierda, Saul Alinsky, reconoció al diablo en su célebre obra, Tratado para Radicales.
Este es un gran truco, también.
Pero, con el tiempo, muchos de los que se dejan seducir por esta imagen del diablo como libertador ve el engaño, porque el libertinaje trae la propia esclavitud y el castigo.
La vida de libertinaje, promiscuidad y adicción a las drogas de Baudelaire terminó con un derrame cerebral y su muerte a los 46 años.
Muchas grandes conversiones han venido de esos despertares para dar testimonio inestimable del poder transformador de la misericordia de Dios.
Una argumentación complementaria es convencer a la gente que la existencia del diablo no importa, porque Dios es tan misericordioso que no enviará a nadie al infierno.
Esta confianza presuntuosa en la misericordia de Dios en un principio parece una inversión del primer engaño del diablo en el Edén, cuando tentó a Eva a desconfiar de Dios.
Sin embargo, también es un nuevo envoltorio del misma engaño: no se debe creer en Dios cuando dice que desobedecer su voluntad conduce a la muerte (Génesis 3: 4).
EL MAYOR ENGAÑO DEL DIABLO: NO HAY NADA ESPECIAL EN EL SER HUMANO, SÓLO SOMOS ANIMALES
Sin embargo, se está desarrollando un mayor engaño del diablo que es convencer a los seres humanos que no son seres humanos.
Este engaño les excluye de reconocer su verdadera libertad y dignidad inherente como imagen de Dios, y como sus hijos adoptivos.
Es el engaño fundamental de nuestros primeros padres: el diablo tienta a Eva diciéndole que su desobediencia abrirá sus ojos, haciendo que sea “como Dios…” (Génesis 3: 5).
Adán y Eva ignoraron el hecho de que ya eran a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27), al rechazar el regalo que ya habían recibido y optando por un poder independiente a Dios, cayeron.
El diablo repite este engaño, sobre todo hoy. Sabemos que Jesucristo ha restaurado, e incluso elevado, la dignidad de la humanidad, que nos da cada uno el poder de ser hijos e hijas de Dios.
Pero, de nuevo, el diablo está tratando de convencer a la gente de que no son quiénes son.
En lugar de la tentación de rechazar a Dios directamente, el diablo está satisfecho con convencernos de que no somos nada especial a los ojos de Dios.
Los seres humanos no son más que organismos altamente evolucionados, diferentes en grado, pero no en la clase, de otros animales.
Al igual que todos los demás organismos, el comportamiento humano es una cuestión de biología y medio ambiente. No hay dimensión espiritual sino sólo la química del cerebro.
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No hay libre albedrío sino sólo las caminos evolutivos.
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No somos personas sino miembros de una clase, una etnia, una raza, una orientación sexual y así sucesivamente.
La obsesión progresiva secular con la «igualdad» refleja esta negación de la personalidad, de la misma forma en que justifica el exterminio de millones de bebés por nacer en el nombre del control de la población y “responsabilidad social”.
Los seres humanos son tratados como ganado para ser manejado, en lugar de personas para ser apreciadas.
El espíritu de la época habla de un espíritu humano, pero, en la práctica, el “espíritu” se reduce a la autoafirmación del consumo, la emoción egoísta, y el sentimentalismo vacío.
Las expresiones permitidas de “libertad” son en realidad esclavitudes al cuerpo y placeres psicotrópicos.
Y en realidad esta “libertad”, no la religión, es el “opio de las masas”.
La crisis de nuestro tiempo no es tanto una crisis de la teología, sino una crisis de la antropología.
La mentalidad moderna reduce al hombre a una mera especie animal que no tiene importancia especial para Dios o para el hombre mismo.
Es por esto que vemos en nuestra sociedad todas las formas de explotación y degradación.
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Desde la trata de personas, la violación, el abuso físico y sexual, la convivencia, la ilegitimidad, y el divorcio, nuestro ethos de autonomía y auto-gratificación nos convierte en consumidores de otros seres humanos en lo que Francisco llama la “cultura del descarte”.
Sin embargo, la cultura hace un encogimiento de hombros colectivo: ¿Qué se debe esperar?
Después de todo, somos solamente animales dirigidos por impulsos y apetitos.
Y así nos quedamos con una pseudo-moral de la “tolerancia”, la “convivencia”, de “ser agradable”. Del mismo modo que las fieles mascotas encontrarán una eternidad cómoda.
La maldición, si es que existe, está reservada para aquellos que interrumpen esta cómoda convivencia con “odio” e “intolerancia” maliciosa, o, peor aún, por insistir en la existencia de la verdad objetiva.
Incluso en este caso, uno tiene la sensación de que el infierno sería sólo una larga estancia en un campo de reeducación.
¿Por qué es esto una situación satisfactoria para el diablo?
Porque en esta visión del ser humano no hay lugar para el amor.
De hecho es el anti-amor, precisamente porque es la anti-libertad. Sin libertad no hay amor, no hay elección de Dios.
Dios respeta nuestra libertad. El don del libre albedrío de Dios nos da el poder de amar, y es este poder que nos hace más semejantes a Dios.
A menos que elijamos libremente a Dios en el amor, entonces no vamos a llegar a nuestra realización como personas humanas que han sido creadas para la comunión con Dios que es amor.
Para nosotros eso es el infierno. Si rechazamos lo que somos como seres humanos perdemos a Dios por nuestra propia elección, y Dios nos pierde.
¿Qué podría satisfacer al diablo más?
Fuentes:
- http://www.mercaba.org/FICHAS/evange-org/lo_del_demonio_es_en_serio.htm
- http://sacerdote-eterno.blogspot.com.uy/2011/08/el-demonio-sus-terrenos-y-sus-combates.html
- http://feedproxy.google.com/~r/CrisisMagazine/~3/L1dQftdj0-o/the-devils-greatest-trick
- https://spectator.org/56540_doggone-it-its-attack-human-exceptionalism/
- http://www.crisismagazine.com/2017/christian-answer-mans-indignity-man
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