Se apodera del mundo pero podemos neutralizarlo.
Vivimos en un mundo lleno de desesperación.
Hoy la vemos profundamente arraigada y en todas partes.
Lo notamos en la pérdida de esperanza, en el derrotismo, en el pesimismo e incluso llega provocar pensamientos suicidas.
Se respira en el aire porque es el signo de una época que ha perdido la fe.
El demonio de la desesperación está atacando con una fuerza feroz como nunca.
Y los dolores que nos provoca son un elixir para él y lo envalentonan.
Aquí hablaremos sobre la forma de actuar del demonio más activo en nuestra época, el de la desesperación, Caym, para que lo puedas identificar, y sobre el final te daremos 7 herramientas para combatirlo eficazmente.
Seguramente no hay ninguno de nosotros a quien el enemigo no haya golpeado con fuerza con sentimientos de desesperación en los últimos meses.
Y el campo de batalla es nuestra mente, en la que luchamos contra los poderes de las tinieblas.
Quienes se alimentan de nuestro dolor y así se refuerza la desesperación.
En la tradición judeocristiana el demonio de la desesperación se llama Caym.
Es el Gran Amo del infierno, aparece como un hombre elegante con alas de Mirlo.
Comanda 30 legiones y es uno de los más sabios del infierno.
A través de sus argumentos logra la desesperación de quienes le escuchan.
Los exorcistas, que están en la primera línea de batalla, nos dicen que el demonio ataca preponderantemente las mentes de los afligidos con la amenaza del infierno.
Llenan sus mentes de desesperación, les susurran al oído una y otra vez: «No hay esperanza para ti»; «A Dios no le importa»; «Tus sufrimientos nunca terminarán»; «Estás condenado al infierno»
Es una de las armas más peligrosas de los demonios.
Porque es uno de los mayores sufrimientos del infierno e incluso del propio satanás: la desesperación de haber perdido.
En su visión del infierno Sor Faustina Kowalska lo describió como una de las siete mayores torturas de los condenados.
En su viaje hacia la liberación, la desesperanza puede ser el mayor de los sufrimientos para los poseídos.
Se convencen de que nunca serán libres y de que no se está avanzando.
Sus mentes se han hundido en un pozo profundo.
Sesión tras sesión, los exorcistas los animan, apoyan, y oran por ellos.
E incluso dice el exorcista Padre Stephen Rossetti que muchas veces los propios exorcistas se sienten rodeados de desesperanza aguda que traen los afligidos.
Y respirar tanta desesperación es debilitante para ellos.
Esto es lo que sucede también en nuestras sociedades.
A medida que la fe se desvanece, la desesperación del infierno se extiende.
Y poco a poco las naciones se convierten en una tierra contaminada de desesperación.
Gente gritando y agrediendo, luchas por el poder, pasiones encendidas y mucha violencia y rabia.
Todos estos son signos del infierno apoderándose de la tierra.
Y ni que hablar de las brujerías que hoy están a la orden del día.
El padre Gabriele Amorth cuenta el caso de una joven que se sentía muy mal desde hacía tres años, aunque sólo por las noches.
En cuanto entraba en su dormitorio se sentía desesperada, empezaba a perder el conocimiento, respiraba con creciente dificultad, y caía desmayada.
Su madre la llevaba a la urgencia, y al entrar en el hospital las molestias desaparecían.
Regresaba a casa y otra vez los mismos síntomas, pero sólo cuando entraba en su dormitorio, cuando apoyaba la cabeza en la almohada.
Después de tres exorcismos y tres bendiciones a la casa, no se obtuvo ninguna reacción ni mejoría.
Y al final pensaron que podía haber algún maleficio en la almohada de la joven. Todas las almohadas eran de plumas, las había confeccionado la madre de la joven.
Pero en la almohada de la chica encontraron una tela negra, tan grande como la almohada, ribeteada de plumas, como una corona mortuoria.
Le echaron agua bendita y la quemaron.
Y a partir de ahí los dolores cesaron, la joven volvió a dormir bien, y los malestares desaparecieron.
La tela negra introducida en la almohada por arte de magia, debía conducir poco a poco a la joven a la desesperación y la muerte.
Investigaron con prudencia y descubrieron que una familia vecina, por odio y envidia, había encargado el hechizo de muerte contra toda la familia, aunque sólo había funcionado con la hija.
O sea que una familia vecina por la desesperación de la envidia, había encargado una brujería para sembrar desesperación en sus vecinos.
Santa Catalina de Siena narra que el Señor le dijo que el pecado de la desesperación es más grave para Él que todos los demás pecados.
Porque las almas culpables de desesperación juzgan Su miseria mayor que la misericordia de Él.
Y le agregó,
«Este es el pecado que no es perdonado aquí ni allá, porque el alma no será perdonada si menosprecia Mi misericordia».
Y como ejemplo está el de Judas Iscariote, que se suicida por desesperación al notar la gravedad de lo que ha hecho.
En su desesperación no hace lo mismo que Pedro, que al negar a Jesús se llena de dolor, llora y pide perdón.
En definitiva la desesperación que provoca Caym es un miedo generalizado que quita la esperanza, llena de miedo y dolor, y aleja de la misericordia de Dios al que lo padece.
En mayor o menor medida todos lo padecemos en momentos de gran tensión como los que hemos vivido en los últimos años.
¿Y cuáles son las cosas que debemos hacer para salir del círculo vicioso de la desesperación?
Acá hay 7 medidas que deberíamos tomar.
Primero combatir el miedo que generan los ángeles caídos con el santo temor del Señor.
El temor paralizante y el temor del Señor son dos lados que compiten, uno por la desesperación y otro por la esperanza.
Caym usa el miedo para paralizarnos espiritualmente y alejarnos de la confianza en Dios.
Sin embargo el santo temor del Señor entra en esa herida, para hacernos conscientes de que nuestro sufrimiento tiene mérito cuando estamos unidos a Jesús.
Y que confiar en Dios significa saber que Él cuidará de los detalles de nuestras vidas, especialmente en momentos especialmente difíciles.
Segundo, concentrarse en Dios en lugar de en uno mismo o en los demás.
Para que la esperanza prevalezca en nuestras vidas debemos elevar deliberadamente nuestras mentes y corazones a Dios y al Cielo.
Cada vez que te encuentres sumido en pensamientos de desánimo o emociones que te lleven a la desilusión, lleva conscientemente tu voluntad a pensar en Dios: quién es Él, Sus promesas para tu vida, etc.
Una buena manera de hacerlo es a través de oraciones de gratitud y leyendo versículos de las Escrituras que nos recuerdan su misericordia y amor.
Pero incluso si no puedes pronunciar una oración y todo lo que puedes decir es un desesperado, «Ayúdame, Señor. Dame esperanza», ten la seguridad de que Él lo concederá.
Debes quererlo con tu mente y corazón, y luego mantener tus pensamientos en el Cielo en lugar de tus desilusiones.
Tercero, ora por aumento en la fe y la caridad.
En el caso de una esperanza frágil, podemos volver a la virtud de la fe, que es el fundamento sobre el que se construyen la esperanza y la caridad.
No te alejes del rosario y la coronilla de la divina misericordia recitados pidiendo por esas intenciones.
Cuarto, nunca te revuelques en la culpa.
No somos perfectos, como seres humanos propensos al pecado, cometemos graves errores.
Pero no tiene sentido revolcarse en la culpa, es veneno.
El sentimiento de culpa es una trampa utilizada por el diablo.
Lo que viene de Dios es el arrepentimiento, el dolor por herir a los que amamos.
Y el arrepentimiento no consiste en reflexionar sobre nuestro remordimiento, sino que nos debe encaminar hacia Dios.
Quinto, pide ayuda a tus seres queridos.
Dios nos ha dado hermanos y hermanas de sangre, en la fe y en la amistad.
Sin embargo, la mayoría de las veces nos quedamos solos con nuestros problemas porque simplemente no nos atrevemos a compartirlos.
A veces podemos sentir tanta vergüenza que nos negamos a revelar nuestras luchas secretas; pero hazlo.
Sexto, anima a alguien más que esté dudando o desanimado.
Una de las mejores maneras de eliminar la neblina de la autocompasión es ofreciendo tu tiempo a alguien que está convaleciente, solo, confinado en casa o luchando.
Si bien esto puede parecer incómodo o poco práctico para muchos de nosotros, es beneficioso para alejarnos de reflexionar sobre nuestro dolor.
Séptimo, elige soportar las dificultades con paciencia.
Cuando Dios permite que las dificultades que produce el demonio de la desesperación nos aflijan, es porque quiere refinar la resistencia o perseverancia en nosotros.
Cuando permitimos que Él nos purgue de esta manera, podemos descubrir que hemos crecido en fortaleza para soportar nuestras luchas con paciencia.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablarsobre la mayor actividad que en estos tiempos está teniendo el demonio de la desesperación, Caym, y te dimos 7 consejos para combatirlo con éxito.
Y me gustaría preguntarte que haces cuando te asalta la desesperación y que es lo que te restablece la calma.
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