Comienzan a desaparecer las limitaciones a la eutanasia.
La pendiente resbaladiza de la eutanasia no es algo que los contrarios sospechan que existe por detrás, sino que es una realidad ya promocionada. Mientras en algunos países donde no existe permiso legal para la eutanasia sus promotores la promueven como un método para los que tienen dolores físicos irresistibles, en los países en que existe la ley, se pasó a ampliarla a aquellos que tenían algún problema psiquiátrico y ahora proponen que cualquiera que esté cansado de vivir pueda pedirla.
Esto supone ni más ni menos que cualquiera que diga estoy cansado de vivir tenga acceso legal a ella, sin considerar que este juicio pueda ser pasajero o fruto de las condiciones sociales en las que vive en ese momento, que quizás con un leve cambio pueda modificar su visión del significado de la vida.
Algunos académicos argumentan la eutanasia para los ‘cansados de la vida’. Artículos recientes en la revista Journal of Medical Ethics impulsan una reforma de la ley para ser coherentes su razonamiento ético.
Los autores – incluyendo a los bioéticos Julian Savulescu y Jukka Varelius – sugieren que la eutanasia se justifica en última instancia por el sufrimiento existencial – una desesperación en la vida – y no por el tipo de enfermedad física.
Como el sufrimiento existencial puede venir en muchas formas, ya sea una enfermedad «diagnosticable» o por una desesperación no médica, se les debe permitir a los que, aunque no están enfermos, han perdido la esperanza y no tienen posibilidad de recuperar el sentido de sus vidas.
Varelius – que no va tan lejos como Savulescu llamando a una nueva legislación – identifica el sufrimiento existencial como el factor clave en las solicitudes de eutanasia. Considera el ejemplo de una angustiada víctima de un accidente de coche:
«[Tenemos que preguntarnos] si el sufrimiento de este paciente en particular es lo suficientemente grave como para que su vida no valga la pena vivir y si hay esperanza significativa que después de todo, podría recuperarse para vivir por lo menos una vida tolerable. Abordar estas preguntas implica considerar las cuestiones existenciales relacionadas con el valor de la clase de vida que este paciente puede vivir y la cuestión de qué grado de esperanza debe ser considerado lo suficientemente importante».
Varelius sugiere que las cuestiones de la pena, el significado y valor de la vida son consideraciones clave al momento de decidir si se concede la eutanasia. Propone que la presencia de una enfermedad médica no puede ser tan importante como la consideración que alguna vez pensamos que era.
En su comentario en un artículo reciente de BioEdge sobre la eutanasia en las cárceles, Philip Nitschke utiliza un concepto similar al argumentar a favor del derecho a morir de los presos:
«Si aceptamos el sufrimiento existencial como un criterio válido, tratando de distinguir que el «sufrimiento insoportable» de la enfermedad y el «sufrimiento insoportable» de la prisión no tienen sentido – es algo que las leyes ingeniosas y compasivas de Bélgica reconocen»
Fuentes: Bioedge, Signos de estos Tiempos