La forma en que Dios hace que el demonio trabaje para el Plan de Dios.

Uno de los grandes misterios de la fe es por qué Dios tolera el mal en el mundo y permite que satanás y sus demonios tengan tanto poder.

Jesucristo le explica a Don Ottavio Michelini por qué lo permite.

Y además le cuenta cómo luego transforma el mal en bien, y cómo el demonio en última instancia, también lo sirve a Él.

Esto cambia nuestra visión del mal, porque cuando Dios permite algo negativo, podemos confiar en que lo transformará, de alguna manera incomprensible, en un bien posteriormente.   

Aquí hablaremos sobre la explicación que Jesucristo dio a Don Ottavio Michelini de cómo Dios transmuta el mal en bien y en qué cosas lo podemos observar.  

¿Hay alguna utilidad práctica en la existencia del mal?

¿Por qué Dios no se deshace de los malvados ahora y deja que los justos vivan en paz?

Esta es una pregunta especialmente importante cuando la bondad en el mundo parece ensombrecerse y los malvados parecen ganar una tras otra batalla a los justos.

Y los justos acorralados oran para pedirle a Dios que termine el mal.

Pero San Juan Crisóstomo, que fue el padre de todos los predicadores, dice que los malvados nos están haciendo un favor.

Porque la oscuridad de su maldad produce un contraste con la luz de los que hacen el bien.

Y por eso los malvados ocultan su pecado e incluso les hace sentir que cometen actos maliciosos, y este remordimiento en algún momento les puede llegar a cuestionar su vida pecaminosa y cambiar.

De acuerdo con esta idea de San Juan Crisóstomo, el mal es una oportunidad para ejercer la virtud cristiana.

Primero, evitando que el mal oscurezca nuestro espíritu.

Cuando somos capaces de ser pacientes con algo doloroso que merece ser rechazado y sin embargo es abrazado por mucha gente, comprendemos que desalentarnos es decaer en la fe, y permitimos que nuestro amor a Dios nos modere.

En segundo lugar por lo que dice San Pablo en Gálatas 6: 9 “no nos cansemos de hacer bien porque a su debido tiempo cosecharemos, si no nos rendimos”.

Todo el trabajo en la Tierra es una cooperación con Dios.

Él nos da la Tierra y la naturaleza para que sembremos y cuidemos el sembradío, y luego cosechará a su debido tiempo.

Y en tercer lugar, también la existencia de la maldad es útil como brújula, porque podemos identificar los actos malvados y responder viviendo una vida opuesta a ellos, por contraste.

Es ahí donde se produce la diferencia de luminosidad entre la luz y la oscuridad, y de hecho nos convertimos en un faro de luz ante la oscuridad.

Y también nos convertimos en una guía identificable para los demás, incluso para los propios malvados y pecadores.

Es por esto que probablemente Dios no separe el trigo de la cizaña hasta el último momento.

Obviamente estamos hablando de una presencia del mal en forma controlada, porque cuando excede determinada cota vemos que Dios actúa de raíz.

Y Jesús le explicó a Don Ottavio Michelini, el 13 de junio de 1976, cómo Él usa al demonio, es decir al mal, para crear el bien. 

Primero le explica cómo Él ha preservado el poder de los demonios, contrariamente a lo que podemos suponer, para nuestro bien y por el bien del plan de Dios.

Le dijo,

Hijo mío, te digo ahora que los demonios pueden actuar de innumerables maneras. Pero ¿por qué pueden hacer tanto?

Es porque los creé libres y no les quité sus dones naturales. 

Operan incesantemente desde la caída del hombre, empujándolo a desobedecerme, inculcándole su terrible vicio personal: el orgullo. 

Al operar contra el hombre, su falsedad y maldad se unen en una mezcla explosiva.

El demonio no descuida ningún método: la adulación, la seducción, la sensualidad, la moda impúdica, la pornografía, el fraude, el robo, la violencia, el terror y todo lo que su aguda inteligencia le permite inventar.

Su gran sueño loco es competir con Dios, y como Dios, quiere poseer un reino. 

Su emboscada preparada para los primeros padres humanos, de alguna manera tuvo éxito. 

La humanidad le pertenece por la caída de Adán y Eva.

Y sería suya por el tiempo y por la eternidad, si Yo no hubiera intervenido.

Así nació un río que contenía las aguas impuras de todos los males, nació el sufrimiento, nació la vergüenza, y con la concupiscencia, nacieron todas las pasiones.

Por este pecado entró la muerte en el mundo

Es el mal, nacido de satanás, que se está extendiendo sobre la humanidad.

Y entonces Jesucristo comienza revelarle la función que cumplen los demonios en el plan de Dios.

Los hombres que no han aceptado la soberanía de este terrible tirano, los que de verdad creen en Dios se preguntan aterrados: pero ¿por qué puede hacer todavía tanto? 

¿Por qué Dios, que es infinitamente más grande y más poderoso, no le impide actuar? ¿Por qué no lo encierra en el infierno?

A esta pregunta ya se ha respondido que no os corresponde a vosotros juzgar la conducta de Dios. 

Pero de todos modos, te quiero decir las razones principales.

Dios nunca priva a sus criaturas de los dones dados gratuitamente. 

Son las criaturas las que pueden perderlos, como don de la gracia, tanto en los ángeles como en los hombres, y no por la acción de Dios, sino por la libre elección de los ángeles y de los hombres.

Los dones naturales permanecen, incluso con el pecado. 

Dios, sin embargo, por un designio misterioso de su Providencia, convierte el mal en bien.

El mismo Satanás tendrá que reconocer un día que siempre ha servido a Dios.

Las tentaciones que el demonio ejerce sobre el hombre sirven muchas veces, para hacerlo más prudente, más asiduo en la oración, es decir, para hacerlo avanzar hacia Dios.

Pero la tentación que no es repelida sino acogida y consumada en el pecado, sirve sin embargo para humillar al hombre y castigarlo por su presunción. 

Os es difícil penetrar en los planes misteriosos del Dios lleno de amor, misericordia y justicia.

De todos modos debes saber que satanás, el genio del mal, incapaz de hacer el bien, en el día del juicio final tendrá que admitir con vergüenza desesperada, que ha contribuido mucho a la santificación y por tanto a la glorificación de una multitud de santos, de mártires, de vírgenes, de bienaventurados que disfrutan del paraíso.

Una gran confusión marcará este día de lágrimas y amarguras, pero también de perfecta justicia.

Los que creen en Mí vivirán para siempre. Aquellos que no crean en Mí tendrán muerte eterna en este lugar de oscuridad y sin esperanza.

¡Hijo mío, realmente hay que ser sensato y ciego para no ver!

¡Orad y reparad! ¡No te canses, ofréceme tus sufrimientos! Son una alegría para Mí, porque gracias a ellos podéis traerme almas.

?

Y la forma maravillosa con la que Dios usa la maldad de los demonios para traer el bien queda muy bien explicado por la leyenda piadosa de la construcción del templo dedicado a San Francisco de Asís en Quito, Ecuador.

A poco tiempo de iniciada la evangelización de América, había en Quito un ilustre arquitecto, su nombre era Cantuña y descendía de una antigua estirpe de indígenas.

Y en el año de 1550 algunos sacerdotes franciscanos españoles solicitaron a este constructor que edificase una magnífica iglesia en homenaje a San Francisco de Asís, el fundador de su Orden.

El arquitecto aceptó el pedido de los padres y les prometió concluir la obra en el plazo de un año.

No obstante este hombre tenía una mala costumbre era borracho. 

Y derrochó el dinero y el tiempo en su vicio, gastándose incluso todo el pago que había recibido de los franciscanos.

Mientras tanto la fecha de entrega de la obra se acercaba y Cantuña estaba cada vez más desesperado y no sabía que hacer. 

Y todos los habitantes de la ciudad estaban ansiosos por ver la iglesia concluida.

Y cuando faltaban pocos días para que expirara el plazo asumido, Cantuña tomó una lamentable decisión, haría un pacto con el demonio, entregándole su alma, a cambio de que terminara la construcción en tiempo. 

El demonio se le apareció, aceptó el contrato y convocó a innumerables legiones de espíritus malignos para terminar la iglesia.

El trato era que cuando colocaran la última piedra del templo, sin que nada faltase, Cantuña entregaría su alma al diablo.

Pero San Francisco viendo a esta alma débil en peligro inminente, rogó a la Santísima Virgen que librase al pobre infeliz de la condenación eterna.

Entonces, Nuestra Señora se le apareció a Cantuña, que se arrepintió de la decisión. 

Lo consoló afectuosamente y le dijo que no se preocupara con el problema, Ella misma lo resolvería.

Y envió un ángel para ayudarlo.

Finalmente, llegó el día de la entrega de la iglesia. 

El demonio, habiendo concluido ya la obra y contento con la perdición de Cantuña, le exigió la entrega de su alma. 

Pero él quiso cerciorarse que el trabajo estuviera de veras terminado, que no faltara ninguna piedra, pues ese era el trato.

Y recorriendo el edificio, ambos notaron que faltaba una piedra en una de las paredes del atrio de la iglesia. 

El ángel enviado por María Santísima había escondido la última piedra y así el hombre escapó de las garras del demonio.

El demonio sumamente enojado se retiró.

Y los quiteños vieron como Dios usa a los demonios para su plan de avance del bien. 

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo Dios usa la maldad del demonio para lograr el bien, y cómo eso es parte del Plan de Dios.

Y me gustaría preguntarte si te han sucedido cosas malas en la vida, que al final no resultaron malas, sino que trajeron cosas buenas, o nunca te ha sucedido. 

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