La Demolición de la Doctrina Católica que están haciendo los Jesuitas [el caso canadiense]

La transformación de los jesuitas en la década de 1960 y como paganizan la Iglesia en Canadá.

Durante los primeros 400 años de vida los Jesuitas tuvieron una influencia decisiva para la cristianización del mundo.

Sus misiones dieron frutos impresionantes en lugares tan distantes como la India, Lejano Oriente, África, las Américas.

Y en ese esfuerzo tuvieron muchos mártires.

Sin embargo la Compañía de Jesús tuvo un cambio radical en la década de 1960.

La otrora élite de soldados que llevaban almas para Cristo, se dedicó a deconstruir la religión cristiana, avergonzándose primero y abdicando después, de su política de cristianizar el mundo.

Y no sólo eso, ahora han dado otro giro, se dedican a introducir las espiritualidades paganas dentro de la Iglesia Católica.

Aquí hablaremos sobre la fundación y el pasado glorioso de la Compañía de Jesús, cómo sucedió su gran cambio en la década de 1960 y a donde les está conduciendo su cambio actualmente. 

Hasta no hace mucho tiempo caminaban por la Tierra unos gigantes de la fe, los jesuitas.

Que cambiaron el curso de la historia y de las civilizaciones, difundiendo el cristianismo por todos los continentes.

Eran los soldados de Dios, que munidos de una formación excepcional y un coraje propio de una fe profunda, lograron enormes avances en llevar a los hombres a Cristo.

Su fundación se debió a un soldado vasco, Ignacio de Loyola, a quien una herida de batalla, sufrida en 1521, lo confinó a un hospital, con solo un libro de las vidas de los santos para leer.

Y cuando lo abrió, a pesar de su rechazo, el Espíritu Santo invadió su corazón. 

Y entendió que el verdadero valor y las hazañas eran extender la causa de Cristo y su Iglesia por el mundo, y no sus afanes en guerras humanas.

Pero tenía que comprender cómo hacerlo.

Entonces se dirigió al solitario Monte Manresa vistiendo solo una túnica.

Y después de diez meses de ayuno agotador y oración intensa, supo lo que Dios lo estaba llamando a hacer. 

El nuevo ejército de élite tendría que ser la falange avanzada para la defensa y extensión de la fe. 

El lema sería para la mayor gloria de Dios

Y sería necesario que ese cuerpo de combatientes tuviera el más alto grado de santificación, que estimó que se lograría con el más alto nivel de conocimiento de la fe.

El punto de inflexión llegó el 15 de agosto de 1534 cuando con tres compañeros, Francisco Javier, Francisco Borgia y Pedro Fabro, ascendió a Montmartre en París y realizó el acto de consagración a la Madre de Dios.

Cinco años después, el Papa Pablo III estableció la Compañía de Jesús.

Y la Compañía reclutó a quienes deseaban servir como soldados de Dios, para la defensa y propagación de la fe, y para el progreso de las almas en la vida y en la doctrina cristiana.

La otra genialidad de San Ignacio fueron los ejercicios espirituales, que pueden catalogarse como el secreto de su éxito sobrenatural.

Que buscaban la santificación al servicio de la Iglesia, desarrollando una conciencia para la conquista de los pecados del ejercitante, el cultivo de las virtudes para la imitación de la Vida de Cristo y una unión con Cristo Crucificado.

Se trata de la conquista de uno mismo, arrancando todas las capas de autoestima que construye el orgullo, porque a menos que se expulse el amor propio, el Espíritu Santo no podría actuar eficazmente.

Fue así que este cuerpo de élite, con alto grado de formación y una fe extraordinaria, se transformó en la avanzada misionera de la Iglesia.

En 1594, 450 jesuitas fueron enviados a la cismática Inglaterra, muchos de ellos fueron ejecutados por su fe, pero en otros países tuvieron éxito en frenar al protestantismo.

Francisco Javier evangelizó parte de la India convirtiendo a muchos hinduistas y otros misioneros llegaron al Tíbet convirtiendo a los budistas, y también a Japón.

Y cientos de jesuitas llegaron con sus misiones a América Latina, para la conversión de millones de indígenas que practicaban religiones paganas.

El éxito de los Jesuitas y su fama fue descomunal, hasta que les tocó la tentación en la década de 1960.

En esa época se realizó la Congregación General número 31 de la Compañía y la elección simultánea de Pedro Arrupe como superior de la Orden.  

Y entonces la Compañía dio un giro de 180 grados, decidió que los últimos cuatrocientos años habían sido bochornosos y debían dar vuelta la página.

Decidieron cambiar su propósito sobrenatural de convertir el mundo a Dios, para hacerse compatibles con el mundo secular.

Y no sólo compatibles, sino la avanzada de los más compatibles.

Abrazaron el marxismo cultural al que llamaron justicia social, influyendo dramáticamente en las nuevas generaciones, debido a su gran red de centros educativos, especialmente universitarios.

Sus seminarios se convirtieron en centros de reprogramación espiritual y sus universidades en fábricas de furia anticatólica.

Lo que les ha llevado a asumir una serie de posiciones irreconciliables con el magisterio tradicional y a favor de la desconstrucción de la fe.

Confundieron el marxismo con el cristianismo, y dieron fuerza a la teología de la liberación.

Apoyaron a movimientos guerrilleros como los sandinistas y la ETA y otros.

Trabajaron para difundir que el Concilio Vaticano fue un cambio radical de la Iglesia, en lugar de tratar de integrarlo a la doctrina tradicional, haciendo presión para imponer lo que se llamó el «espíritu del Concilio».

Una vez sus prodigiosos dones intelectuales habían producido gigantes católicos, pero ahora comenzaron a producir cómplices de una cultura occidental en decadencia, que rechaza la doctrina católica tal como fue legada por los apóstoles. 

Hoy la regla que rige a la Compañía es la proscripción de cualquier tradición doctrinal o moral anterior a 1970. 

Estamos ante el típico caso de corrupción de lo mejor, que es la peor corrupción que puede existir.

Trágicamente, los marines de Dios se transformaron en la década de 1960, al espíritu de la época, porque el modernismo tomó a la compañía.

Su modernismo se basa en la suposición utópica de que, para hacer justicia en este mundo, es necesario dar prioridad a la comunidad antes que al individuo.

Y ha sido tal su influencia en la confusión de la Iglesia en este momento, que comprender su modernismo significa comprender el modernismo católico, y comprender el modernismo católico significa comprender la crisis actual de la Iglesia.

Cualquiera puede darse cuenta lo que sucede en la Compañía de Jesús cuando lee declaraciones perturbadoras del Superior de la Compañía, Arturo Sosa Abascal, que relativizan lo dicho por Jesucristo en la Biblia, porque dice que no había grabadora en aquella época.

O que el demonio es una creación de los seres humanos para explicar el mal.

Pero esto no es sólo de Sosa Abascal.

En Canadá, los descendientes de los jesuitas que convirtieron al país al cristianismo, hoy declaran que su misión no sólo no es sacar a los indígenas paganos de su religión, sino tomar la espiritual de los indígenas e integrarla a la espiritualidad católica.

Una vez los jesuitas tuvieron misioneros de la talla de San Juan de Brebeuf en Canadá, que se ganó el respeto de las tribus huronas, a quien llamaron «echon», que significa «el que lleva la carga pesada», porque no había otra persona que trabajara tanto como él.

Aprendió la lengua hurona para comunicarse mejor, hizo un diccionario y creó un alfabeto escrito para que el pueblo pudiera escribir su historia.  

Pero fue atrozmente martirizado en 1649 por la tribu de los iroqueses, que se negaban a la cristianización de los indígenas, que los hurones aceptaban.

Ahora, el padre Gilles Mongeau, actual vicario provincial de los jesuitas de Canadá, dijo en una entrevista con Vatican News, que los jesuitas están incluyendo la enseñanza de las tradiciones espirituales de los nativos y ceremonias indígenas en los servicios religiosos católicos.

Y esto es a pesar de que las tradiciones espirituales nativas implican invocar a los espíritus de los muertos y venerar a deidades de la naturaleza como la «madre tierra», lo que fue  presenciado en la ceremonia en la que participó Francisco en su visita a Canadá a fines de julio de 2022.

Y no solo eso, el vicario provincial jesuita canadiense criticó los esfuerzos misioneros anteriores destinados a convertir a los nativos al cristianismo y pidió una «descolonización» de «la práctica de la fe cristiana». 

Mongeau explicó que los jesuitas de hoy evitan escrupulosamente toda forma de colonización.

Y que por el contrario valoran las espiritualidades indígenas que enfatizan una «relación profunda con el medio natural», con la esperanza de tomarlas como base para una espiritualidad ecológica en la Iglesia Católica.

De modo que el programa de los jesuitas en su trabajo con las tribus nativas de Canadá, no es la conversión de estas almas que necesitan la gracia de Cristo para su salvación eterna.

Sino la adopción de sus prácticas paganas para formar una «espiritualidad ecológica» dentro de la Iglesia Católica.

Que equivale nada menos que a la adoración de la naturaleza y de la madre tierra.

Solo Dios sabe lo que sucederá con la Compañía de Jesús, que aunque han incrementado su poder, su número está en caída libre y sus provincias se reducen cada día que pasa.

Pero debemos saber que todavía hay jesuitas fieles al cristianismo original y ejemplares, que debemos rezar por ellos.  

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar, sobre los cambios radicales que tuvo la Compañía de Jesús, que le llevó a ser el fronting de la evangelización durante los primeros 400 años de vida, siguiendo a San Ignacio de Loyola, a ser el actual fronting de la deconstrucción tanto del cristianismo como de los esfuerzos de cristianizar el mundo.

Y me gustaría preguntarte si conoces algún jesuita que aún conserve la impronta ignaciana de cristianizar el mundo o no.

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