La Dolorosa del Colegio es un óleo de la Virgen.
El 20 de abril de 1906, parpadeó prodigiosamente en repetidas ocasiones durante 15 minutos.
En el comedor del internado del Colegio San Gabriel de los Padres Jesuitas, en Quito, capital del Ecuador.
Este acontecimiento transcurrió dentro de la revolución liberal de 1895 que venía propugnando un laicismo hostil para la educación.
Los católicos vieron en el prodigio de la Dolorosa una preocupación de la Madre de Dios con el futuro de la niñez y juventud ecuatorianas, despertando en todo el país un fuerte impulso de religiosidad.
La Virgen tiene sobre el pecho el corazón traspasado por siete espadas.
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En la mano izquierda los tres clavos de la crucifixión.
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Con la mano derecha aprieta contra el pecho la corona de espinas ligeramente envuelta en una parte del manto.
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El rostro es muy expresivo y manifiesta un dolor profundo.
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Dos lágrimas se deslizan por las pálidas mejillas.
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Tiene los ojos una inefable dulzura con un dejo infinito de tristeza, bondad y cariño.
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Parece que hablara de sus grandes dolores y divinas amarguras en un ambiente de plenitud y de esperanza.
CONTEXTO HISTÓRICO DEL MILAGRO DEL 20 DE ABRIL
Desde su independencia, el Ecuador había conservado hondamente la fe recibida de España, y tan arraigada en la vida del País.
Pero en Europa y por consiguiente en América, los movimientos del siglo 18, con sus Librepensadores y Enciclopedistas, y la exaltación revolucionaria de la Razón daría como fruto un sectarismo liberal anti-cristiano y anti-eclesial.
A todos los países latinoamericanos iban llegando estos movimientos como una verdadera marea.
También en Ecuador, tras el asesinato de García Moreno irrumpe el liberalismo no solo laico sino ateo y anticlerical.
El inicio de todo fue el año 1895.
Una minoría de liberales europeizantes y las masas incultas siempre manejadas, van a imponerse al País, a la cultura cristiana, a la religiosidad del pueblo, a la educación católica de la juventud.
La bandera la levanta el proclamado General Eloy Alfaro, y todo su equipo. Desde ese momento los acontecimientos se suceden sin interrupción.
En 1895, los soldados del Coronel Hidalgo y de Medardo Alfaro ocupan parte del Colegio San Gabriel.
Asalto al Palacio Arzobispal e intento de asalto a los Jesuitas.
Se levanta un motín pidiendo la expulsión de los de los religiosos extranjeros; encarcelan a los redactores del periódico «La Ley».
El año 1896 se propone en la Cámara de Diputados la expulsión de la Compañía de Jesús, aunque no obtienen los votos necesarios.
Se decreta la separación de la Iglesia y del Estado, con sujeción de lo eclesiástico a lo civil; se ha de decretar la supresión de los conventos y monasterios, «que no son sino focos de infección».
Se prohíbe el establecimiento de nuevas Ordenes Religiosas.
El 4 de Mayo de 1897 ocurre el asalto por las tropas liberales al Colegio San Felipe de los Jesuitas, en Riobamba, con la profanación de la Iglesia y del Sagrario, el asesinato del Rector, P. Emilio Moscoso, la prisión de todos los jesuitas, y el pillaje y destrucción del Colegio.
El 24 de Enero de 1899, el Vice-Presidente intima a los jesuitas a salir del país, hacia el norte, antes de las 10 de la noche de aquel día.
Ante una imponente manifestación de la gente, protestando por esa arbitrariedad, el gobierno retira la orden, y hasta pide a los Padres Jesuitas que salgan por las calles a pacificar a la población.
Efectivamente, salen los padres Faura y Proaño para tranquilizar al pueblo.
En 1900 se suprime la enseñanza religiosa en los Colegios Fiscales; se restringe la libertad de enseñanza; se niega a los colegios católicos, recibir exámenes y conferir títulos académicos; se niega toda subvención fiscal a los colegios privados.
En 1904: Ley prohibiendo el ingreso en el país de nuevas Ordenes Religiosas.
Se suprimen los noviciados de las Ordenes contemplativas.
Sólo ecuatorianos de nacimiento podrán ejercer cargos eclesiásticos.
Prohibición a los religiosos de administrar sus bienes: lo harán por administradores o procuradores aprobados por el Estado.
El Ministro de Cultos lanza la consigna: «Independientes de España, independicémonos de Roma».
Y se modifica la Ley Constitucional, suprimiendo la Religión Católica como oficial, en la Nación.
1906 es el año del milagro.
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El movimiento revolucionario depone al Presidente Lizardo García y eleva de nuevo, como Jefe Supremo, a Eloy Alfaro.
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La Asamblea Nacional proclama el laicismo, que era lo mismo que anticlericalismo.
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La Iglesia es despojada de su personería jurídica.
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Se promueve un motín contra los hermanos de las Escuelas Cristianas; confirman la expulsión de los Salesianos y los Capuchinos.
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Un grupo invade el palacio Arzobispal y maltrata al anciano Obispo Gonzáles Calisto.
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El Gobierno decreta sanciones contra los que prediquen señalando los fallos del Poder público y la Constitución laica.
EL MILAGRO DEL 20 DE ABRIL DE 1906
Era la noche del 20 de Abril de 1906. El Colegio San Gabriel (de los Jesuitas) estaba de vacaciones y solo se hallaban en él los alumnos internos que ese día habían realizado una excursión.
36 niños comprendidos entre los 10 y 17 años de edad se encontraban en el comedor de dicho plantel acompañados por el padre Andrés Roesch, Prefecto del Colegio, y el hermano Luis Alberdi.
Al lado derecho del comedor pendía de la pared un cuadro con una hermosa oleografía de la Santísima Virgen de los Dolores.
Muy cerca de la imagen de la Santísima Virgen estaba la mesa de los alumnos menores: Jaime Chávez, Carlos Herrmann y Pedro Donoso.
También ellos, como los demás alumnos comentaban los sucesos del terremoto de San Francisco de California.
Carlos Herrmann viendo el cuadro de la Virgen en la pared comentaba cómo esas siete espadas que la Virgen tenía clavadas en el corazón eran por nuestros pecados.
Al principio no notó nada extraordinario, sólo unos cinco minutos después observó que se «movían los párpados» de la Sagrada imagen.
En un primer momento creyó que fue imaginación, pero al instante su compañero Jaime Chávez que también estaba mirando al cuadro, lleno de espanto y tapándose los ojos con la mano dice:
«ve a la Virgen»
Y los dos se quedaron atónitos al ver que la imagen de la Santísima Virgen abría y cerraba los ojos, expresivamente como si tuviera vida.
«Ví que la Virgen empezaba a torcer los ojos cómo las que están agonizantes» expresa el niño Jaime Chávez al dar su testimonio.
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Y Carlos Herrmann dice: «…le vi, y mueve los párpados…»
Sobrecogidos los niños ante tal inesperado como extraño fenómeno, y viendo que la Sagrada imagen continuaba abriendo sus ojos, el niño Jaime Chávez invita a su compañero Carlos Herrmann a rezar un Padre Nuestro y una Ave María.
Se ponen de rodillas y rezan; luego vuelven a sentarse pero sin apartar los ojos de la imagen.
Inmediatamente Carlos Herrmann acude a buscar a su compañero de mesa, Pedro Donoso, que estaba hablando con su hermano mayor en otra mesa
Y le dice: «…Ven y verás esta cosa chusca», y que como Pedro no hiciera caso, le insiste por tres veces hasta lograr llevárselo consigo.
Donoso estaba con su hermano mayor, y no hacía caso; a la tercera vez acudió:
«Yo me fui… Abre! Le vi mover los ojos a la Virgen y me tapé los ojos por no ver, y por miedo!».
Llamaron a otros niños, que llegaban incrédulos y burlones, sin hacer mucho caso…, pero al fijarse en el Cuadro, iban viendo todos el movimiento de los ojos de la Virgen, majestuoso, lento; a veces el ojo derecho, a veces el izquierdo, a veces los dos…
Y los niños, entre inconscientes y atónitos decían a coro: «Ahora cierra…, ahora abre…, ahora el izquierdo, ahora el derecho…, ahora los dos…»
Pedro Chávez y luego Humberto Muñoz fueron a avisar al Padre y al Hermano que estaban conversando en otra mesa.
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El Padre no hizo gran caso, diciéndoles que no dijeran disparates.
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El Hermano Alberdi se acercó fríamente y escéptico, seguro de que sería una broma y dislate de los chicos….
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Pero quedó pasmado: en efecto, él veía también el dulce movimiento de los ojos de la imagen del Cuadro.
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Cuando después llegó el Padre, dice que sintió un frío que le helaba el cuerpo, pues también estaba viendo a la Virgen abrir y cerrar los ojos.
El Hermano Alberdi declara:
«Después de un rato estábamos juntos el P. Roesch y yo dando una broma a dos niños, cuando en este tiempo viene uno de los niños de la primera mesa a avisar que la Virgen que estaba en el cuadro está moviendo los ojos
Y nos acercamos hacia donde estaba el cuadro, con mucha frialdad y poco entusiasmo, a lo menos a lo que toca a mi persona.
Y yo no sé dar cuenta de lo que me pasó en ese momento; pero sí me acuerdo que le dije al Padre Roesch, después que me fijé en el Cuadro: ¡Padre, cierto es! y exclamé: ¡Qué prodigio!…
Yo poco a poco me acerqué muy cerca del cuadro, donde estuve viendo cerrar y abrir los ojos, tiempo de un cuarto de hora… «
El Padre Roesch dice:
«En un principio sí creí que era ilusión y después de haberlo visto me retiré si dar crédito todavía, instado de nuevo por el Hermano Alberdi regresé y me constó el parpadeo con tanta claridad que me dio la sensación de escalofrío».
EL PROCESO CANÓNICO
El 21 de abril empezó a correr en Quito el rumor del extraño suceso, la suprema autoridad eclesiástica de entonces, Monseñor Ulpiano López Quiñonez, Vicario Capitular, ordenó
“que se cubra dicha imagen y nada se publique por la prensa ni en el púlpito, relativo a ese acontecimiento, mientras no se decida sobre su valor y autenticidad”.
Con gran descontento de los colegiales y de la gente, el cuadro fue escondido y nadie pudo verlo.
El 27 de abril, el vicario capitular decretó que se indagara a los testigos del mencionado hecho.
Dos días después se presentó en el Colegio San Gabriel el Vicario junto a Alejandro López, secretario de la Curia; y Víctor Gómez Jurado, notario mayor.
Este grupo convocó a los 35 niños, a los dos jesuitas y a tres empleados y les pidieron que escriban lo que vivieron ese día, pero sin comentarlo con nadie.
Algunos entrevistados fueron muy explícitos y añadieron algunas explicaciones y circunstancias que confirmaron la evidencia del hecho.
El 2 de mayo de 1906 se acercaron los testigos ante las autoridades correspondientes y ratificaron con la solemnidad del juramento sus referidas declaraciones escritas.
El 30 de mayo los volvieron a reunir para que repitan de palabra lo que habían puesto en el escrito y lo confirmen o lo modifiquen.
Los peritos, José María Troya, profesor de Física de la Universidad Central, Carlos Caldas, profesor de Química del mismo centro, José Lasso, fotógrafo; y Antonio Salguero, pintor, concluyeron que el hecho no pudo darse por el efecto de la luz o por las condiciones en las que estaba ubicado el cuadro.
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Esto, ya que el movimiento de los párpados de la imagen no pudo producirse por circunstancias de ubicación, pues se repitió varias veces, como lo prueba el que hayan podido observarlo a la vez los concurrentes.
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La imagen fue calificada por este grupo como perfecta.
También un grupo de médicos analizó a cada uno de los testigos y concluyó que el citado hecho no fue efecto de una ilusión sensorial.
EL FALLO
Después de todas estas indagaciones y procesos, la autoridad eclesiástica emitió su dictamen el 31 de mayo de 1906, que en su parte esencial decía:
1. El hecho, verificado en el colegio de los jesuitas, está comprobado como materialmente cierto.
2. Por las circunstancias en que acaeció, no puede explicarse por causas naturales.
3. Por los antecedentes y las consecuencias, no puede atribuirse a influjo diabólico.
En consecuencia, puede creérselo con fe puramente humana.
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Y por lo mismo, puede prestarse a la imagen que lo ha ocasionado, el culto permitido por la Iglesia y acudir a ella con especial confianza.
LA IMAGEN ORIGINAL
Hay tres cromolitografías de La Dolorosa:
la una, la del milagro, se guarda en la capilla privada del colegio San Gabriel;
la segunda se encuentra en el colegio San Felipe de Riobamba,
y la tercera estuvo en el noviciado de los Jesuitas, en Cotocollao, hasta que fue llevada a España por el padre Cañete, antiguo profesor “gabrielino”.
Los devotos pueden visitar el cuadro del prodigio durante las horas de clase de los estudiantes.
Además, en la misma capilla se guarda con gran recelo un marco de oro y piedras preciosas que fue entregado por los fieles para decorar la imagen.
La donación fue en el cincuentenario del milagro (1956).
El 20 de cada mes, el retrato original es trasladado a la iglesia del colegio, donde todos los alumnos reciben misa y veneran a la Madre Santa.
Asimismo, en todas las aulas hay una copia del cuadro para que los estudiantes se encuentren en su presencia y, si lo desean, recen.
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En la sala de profesores hay otra imagen enmarcada con una imitación de la corona que la Virgen recibió el 22 de abril de 1956, de parte del cardenal Carlos María de la Torre, en el Gobierno de José María Velasco Ibarra.
A más de estos cuadros, hay otros que están en lugares a donde los fieles acuden por su fe.
Por ejemplo, en las calles Benalcázar y Sucre (Quito), donde, entre 1868 y 1958, funcionó el colegio San Gabriel, en cuyo comedor ocurrió el prodigio.
En este sitio, posteriormente funcionó el colegio Gonzaga y, en la actualidad, se ubica la capilla conocida como la del Milagro de La Dolorosa.
Allí, para no perder la huella del hecho, reposa una imagen de devoción. Aunque este templo está cerrado al público porque el edificio se encuentra en mantenimiento, los fieles pueden visitarlo con autorización y en compañía de guías turísticos.
Próximamente, se prevé convertirlo en un centro cultural.
La noche del milagro, la imagen de La Dolorosa fue trasladada a la iglesia del colegio San Gabriel, ubicada -en ese entonces- arriba del comedor, en este espacio también funciona una capilla en donde hay otro cuadro.
Finalmente, en la iglesia de La Compañía, hay dos cuadros (uno en el altar y otro en la sacristía) que congregan a decenas de devotos diariamente.
EL SANTUARIO
En junio de 1968 se inició la construcción de una iglesia de grandes dimensiones para la atención pastoral de los alumnos del colegio San Gabriel bajo la dirección de los PP. Alfonso Acosta, S.J. y José Ribas, S.J.
La construcción de la iglesia demoró varios años por los costos de la misma y las modificaciones que se introdujeron en los planes originales que concebían un templo de mayores proporciones.
El templo fue dedicado desde sus principios como Santuario de “La Dolorosa del Colegio” y fue consagrado por el Sr. Cardenal Pablo Muñoz Vega el 30 de diciembre de 1978. Al año siguiente, el 6 de enero de 1979 fue creada la Parroquia “La Dolorosa del Colegio” siendo el P. Alberto Rubianes, S.J su primer párroco.
RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD PÍO XII A LOS FIELES DE ECUADOR CON MOTIVO DE LA CORONACIÓN DE LA DOLOROSA DEL COLEGIO, EN QUITO*
Domingo 22 de abril de 1956
Amadísimos hijos, —católicos ecuatorianos y, más en especial, católicos quiteños— que con suma devoción y entusiasmo colocáis hoy una corona sobre las sienes de vuestra «Dolorosa del Colegio», al cumplirse los cincuenta años de las manifestaciones con que Ella os mostró su predilección.
¿Qué idea ha sido esta, hijos amadísimos, de celebrar con fiestas y con júbilo a Quien ante vosotros se muestra con los ojos llenos de lágrimas?
¿Quién os ha enseñado a coronar con una corona de oro a la que tiene en las manos una corona de espinas?
Lloró la Virgen y sus llantos y dolores fueron primero profetizados en las palabras del Santo anciano (Lc 2, 35), y luego vigorosamente descritos con sublime concisión en aquella Señora, que estaba de pie junto al patíbulo de su Divino Hijo (Jn 19, 25); y estas lágrimas nos obtuvieron salvación y gracia.
Según referencias de los testigos, mostró la Virgen, —aun en medio de su eterna felicidad y como señal de su materna solicitud por la salvación de sus hijos— angustia y tristeza, hasta el punto de parecer que estaba para romper a llorar, al ver vuestra catolicísima nación asolada por la persecución, manchada de sangre, arrastrada a tales extremos por el odio sectario que podría decirse en peligro aquella vieja y santa herencia de fe, especialmente si se conseguía llevar a cabo el propósito de descristianizar la educación de vuestros hijos.
Y ¿quién podrá dudar de que fueron aquellas angustias y aquellas tristezas las que impetraron del cielo las fuerzas necesarias para poner un dique a las potencias del mal y preparar esta primavera de las almas, cuyos frutos ahora vosotros tenéis el gozo de contemplar?
Son lágrimas, pero lágrimas preciosas, que bien merecen, hijos amadísimos, vuestra gratitud más sincera; son dolores, pero dolores cuyos frutos vosotros estáis gozando y en los que justamente habéis de ver una singular manifestación de amor maternal.
Bien están, pues, las fiestas y el júbilo, bien la corona de oro, aunque todo os recuerde una vez más aquel contraste sublime, que hace de las alegrías de la maternidad una fuente de lágrimas, y que convierte a toda madre, consciente de su misión, en una heroína del deber.
Pero todos vuestros agasajos y solemnidades podrían quedar en simple ruido, que el viento se lleva, si vuestra piadosa consideración no se detuviese un momento a pensar: lloró la Virgen, pero ¿no llorará acaso también hoy, y quién sabe si por culpa nuestra?
Porque, efectivamente, amadísimos hijos, ¿con qué ojos podría Ella ver, por ejemplo, una vida de fe reducida acaso a una serie de manifestaciones exteriores y privada de aquel espíritu interior, que todo lo valoriza y sin el cual lo exterior no significa ni vale nada?
¿Qué efecto le habrá de producir un corazón orgulloso y altanero, que al pobre y al humilde les mira de arriba abajo y parece que no sabe sino ser superior a quienquiera que se atreva a comparecer en su presencia? ¿Encontrará Ella el amor que se debe a su Divino Hijo, la obediencia a la Iglesia, la observancia de los mandamientos y de los preceptos?
Lloró la Virgen, hijos amadísimos, y no obraríamos con la sinceridad con que queremos obrar, si no os dijésemos que mucho tememos que llore todavía; sin poder dudar, claro está, del consuelo y de la alegría que le procuráis con vuestra piedad filial, especialmente en estos momentos.
Y ha sido Quito, la legendaria e histórica Quito, que recostada en la ladera del orgulloso Pichincha y coronada de cumbres volcánicas, se diría que duerme un sueño de gloria en la paz templada de su alta meseta.
Ha sido Quito, la de la encantadora «Azucena», que Nos mismo tuvimos la singular satisfacción de elevar al máximo honor de los altares, la que hoy ha preparado a su Madre Dolorosa este triunfo, pagando una vieja deuda de gratitud en la que más que el oro y que las piedras preciosas lo que cuenta, como en todo don filial, es el corazón con que se ofrece.
Ciudad feliz, porque, como dice el Espíritu Santo, honrar a la propia Madre es lo mismo que juntar un gran tesoro (cf. Ec 3,5); dichosa ciudad y dichoso país, si sabéis ser fieles a lo que en tan solemne ocasión habéis prometido, porque, como podríamos decir parafraseando las expresiones de un gran Doctor de la Iglesia[1], bien está que el primer pensamiento haya sido honrar a vuestra Madre, y luego haya venido el propósito de huir del pecado y vivir una vida mejor; pero si un día tales propósitos se olvidaran, ni se da gracias como se debe, ni valen nada las honras y alabanzas.
Recíbelas Tú benignamente, oh Dolorosa del Colegio, o, como más universalmente eres conocida, Dolorosa de Quito; recíbelas Tú, y que sean precisamente Tus dolores, que sean Tus lágrimas las que descendiendo sobre esa tierra fértil, hagan prosperar y madurar frutos de perfección cristiana y de santidad.
Es un pueblo que te ama y que no quiere verte llorar más; es un pueblo dispuesto a llorar él sus pecados con tal de que Tú sonrías; es un pueblo de hijos tuyos, de devotísimos hijos tuyos que hoy te ofrece esa corona, como prenda tangible de reconciliación, como memoria perenne del amor que Te profesa, como señal de reconocimiento de Tu soberanía maternal.
Es un pueblo predilecto que, aunque te haya costado lágrimas, puede asegurarte que no son lágrimas perdidas, sino que precisamente por ellas confía plenamente en Tu bondad y en Tu intercesión ante Tu preciosísimo Hijo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos. Amen.
Para terminar, una Bendición especial a Nuestro amadísimo Hijo y Prelado vuestro, a cuyas manos hemos confiado la imposición de la corona, que bien hubiéramos querido imponer Nos mismo con las Nuestras.
Una Bendición a esa ciudad y a toda la nación ecuatoriana; una Bendición a toda la América de lengua española y, más en particular, a todos aquellos que en estos momentos, de un modo o de otro, oigan Nuestra voz.
* AAS 48 (1956) 292-294.
[1] San Agustín, Enarr. in Psalm., 75, n. 14; Migne, PL, t. 36, col. 965.
Fuentes:
- http://www.oremosjuntos.com/Devociones/LaDolorosa.html
- http://www.catholictradition.org/Mary/del-colegio.htm
- http://www.csgabriel.edu.ec/index.php?option=com_content&view=article&id=2&Itemid=113
- http://dolorosadelcolegio.blogspot.com/2008/09/historia-del-milagro.html
- http://www.fatima.pe/articulo-931-la-dolorosa-del-colegio
Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María
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