Como toma decisiones el Papa.

 

En Papa Francisco con frecuencia hace referencias al discernimiento. Aunque muchos son conscientes de lo que quiere decir con esto, aquellos que nunca han estado expuestos a la espiritualidad ignaciana puede ser que necesite un poco más de información.

 

papa francisco primer plano

 

Aquí están algunas de las maneras en que Francisco utiliza la idea de «discernimiento».

En el momento en el cónclave cuando Bergoglio comenzó a darse cuenta de que podría ser elegido Papa, durante el almuerzo el miércoles, 13 de marzo el dice que sintió una paz interior profunda e inexplicable y un una especie de confort vino sobre él, y además una gran oscuridad. Y esos sentimientos le acompañaron hasta su elección más tarde ese día.

Preguntado sobre qué elemento de la espiritualidad ignaciana ayuda a vivir su ministerio, respondió el Papa, «Discernimiento».

«El discernimiento es una de las cosas que funcionaban dentro de San Ignacio. Para él, es un instrumento de lucha con el fin de conocer al Señor y seguirlo más de cerca».

«Este discernimiento requiere tiempo. Por ejemplo, muchos piensan que los cambios y las reformas pueden llevarse a cabo en un corto período de tiempo. Yo creo que siempre necesitamos tiempo para sentar las bases de un cambio real y efectivo. Y este es el momento de discernimiento. A veces, el discernimiento nos insta a hacer exactamente lo que tenías al principio pensado que harías más tarde. Y eso es lo que me ha pasado en los últimos meses. El discernimiento se realiza siempre en la presencia del Señor, mirando los signos, escuchando las cosas que pasan, el sentimiento de la gente, especialmente a los pobres. Mis opciones, incluidas las relacionadas con los aspectos del día a día de la vida, como el uso de un coche modesto, están relacionadas con un discernimiento espiritual que responde a una necesidad que surge de ver las cosas, a la gente y de la lectura de los signos de los tiempos. El discernimiento en el Señor me guía en mi forma de gobernar».

Podemos ver en estas citas, que el Papa es un hombre profundamente espiritual que está constantemente tratando de estar atentos a dejarse guiar por Dios. Pero ¿qué significa exactamente el Santo Padre con «discernimiento»?

El discernimiento, o para usar la expresión correcta «discernimiento de espíritus», es la interpretación atenta de lo que San Ignacio llama los «movimientos del alma.»

Estos movimientos interiores consisten en pensamientos, emociones, inclinaciones, deseos, repulsiones y atracciones.

El discernimiento de espíritus implica aprender a ser sensible a estos movimientos, reflexionar sobre ellos y entender de dónde vienen y hacia dónde nos llevan.

San Ignacio llama a las dos fuentes de estos movimientos el «buen espíritu» y el «mal espíritu». Los movimientos interiores iniciados por estos espíritus son llamados «consolaciones» y «desolaciones».

Usted puede ser sorprendido al notar que Dios no siempre es la causa de las consolaciones y que los malos espíritus no siempre son la causa de la desolaciones.

En sus Ejercicios Espirituales, San Ignacio establece 14 las reglas para discernir cómo y bajo qué circunstancias las consolaciones y desolaciones surgen en nuestras almas y éstas se llaman las «Reglas para el discernimiento de los espíritus.»

Es obvio que el Papa Francisco es un hombre profundamente espiritual que ha aprendido a escuchar la voz de Dios. Este enfoque de la escucha es informado por una gran tradición de un gran santo que nos puede enseñar mucho acerca de lo que significa escuchar la voz de Dios.

REGLAS IGNACIANAS DE DISCERNIMIENTO DE LOS ESPÍRITUS

Estas son las Reglas para sentir y conocer las varias mociones que se causan en el alma: las buenas para recibir y las malas para lanzar. Estas se amprender en la primera semana de los ejercicios espirituales ignacianos.

Primera regla.

En las personas que van de pecado capital en pecado capital, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes, haciendo imaginar deleites y placeres sensuales, para más conservarlos y aumentarlos en sus vicios y pecados; en las cuales personas el buen espíritu usa el modo contrario, punzándoles y remordiéndoles las conciencias por la razón y su capacidad natural de juzgar rectamente.

La segunda

En las personas que van intensamente purgando sus pecados, y en el servicio de Dios nuestro Señor de bien en mejor subiendo, es el contrario modo que en la primera regla; porque entonces es propio del mal espíritu morder, entristecer, y poner impedimentos, inquietando con falsas razones, para que no pase adelante; y propio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones, y quietud, facilitando y quitando todos impedimentos, para que en el bien obrar proceda adelante.

La tercera, de consolación espiritual

Llamo consolación, cuando en el ánima se causa alguna moción interior, con la cual viene la ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor; y también, cuando ninguna cosa criada sobre la haz de la tierra, puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas. Asimismo, cuando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor, ahora sea por el dolor de sus pecados, o de la pasión de Cristo nuestro Señor, o de otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y alabanza. Finalmente, llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad, y toda alegría interna, que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, aquietándola y pacificándola en su Criador y Señor.

La cuarta, de desolación espiritual

Llamo desolación todo lo contrario de la tercera regla, así como oscuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste, y como separada de su Criador y Señor. Porque así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la consolación, son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación.

La quinta

En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y determinación, en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación. Porque así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar.

La sexta

Dado que en la desolación no debemos mudar los primeros propósitos, mucho aprovecha el intenso mudarse contra la misma desolación; así como es en instar más en la oración, meditación, en mucho examinar, y en alargarnos en algún modo conveniente de hacer penitencia.

La séptima

El que está en desolación considere cómo el Señor le ha dejado en prueba, en sus potencias naturales, para que resista a las varias agitaciones y tentaciones del enemigo; pues puede con el auxilio divino, el cual siempre le queda, aunque claramente no lo sienta; porque el Señor le ha retirado su mucho fervor, crecido amor y gracia intensa, quedándole sin embargo gracia suficiente para la salud eterna.

La octava

El que está en desolación trabaje por estar en paciencia, que es contraria a las vejaciones que le vienen, y piense que será presto consolado, poniendo las diligencias contra la tal desolación, como está dicho en la sexta regla.

La novena

Tres son las causas principales porque nos hallamos desolados: la primera es por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales, y así por nuestras faltas se aleja la consolación espiritual de nosotros; la segunda, por probarnos para cuánto somos capaces, y en cuánto nos alargamos en su servicio y alabanza, sin tanta paga de consolaciones y crecidas gracias; la tercera, por darnos veraz noticia y conocimiento para que internamente sintamos que no es de nosotros traer o tener devoción crecida, amor intenso, lágrimas, ni otra alguna consolación espiritual, mas que todo es don y gracia de Dios nuestro Señor; y porque en cosa ajena no pongamos nido, alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o gloria vana, atribuyendo a nosotros la devoción o las otras partes de la espiritual consolación.

La décima

El que está en consolación piense cómo se habrá [se comportará] en la desolación que después vendrá, tomando nuevas fuerzas para entonces.

La undécima

El que está consolado procure humillarse y bajarse cuanto puede, pensando cuán para poco es en el tiempo de la desolación sin la tal gracia o consolación. Por el contrario, piense el que está en desolación que puede mucho con la gracia suficiente para resistir a todos sus enemigos, tomando fuerzas en su Criador y Señor.

La duodécima

El enemigo se hace como mujer en ser flaco por fuerza y fuerte de grado. Porque así como es propio de la mujer, cuando riñe con algún varón, perder ánimo, dando huída cuando el hombre le muestra mucho rostro; y por el contrario, si el varón comienza a huir perdiendo ánimo, la ira, venganza y ferocidad de la mujer es muy crecida y tan sin mesura: de la misma manera es propio del enemigo enflaquecerse y perder ánimo, dando huída sus tentaciones, cuando la persona que se ejercita en las cosas espirituales pone mucho rostro contra las tentaciones del enemigo, haciendo lo diametralmente opuesto; y por el contrario, si la persona que se ejercita comienza a tener temor y perder ánimo en sufrir las tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la faz de la tierra como el enemigo de la naturaleza humana, en prosecución de su dañada intención con tan crecida malicia.

La decimotercera

Así mismo, se hace como vano enamorado en querer ser secreto y no descubierto. Porque así como el hombre vano, que hablando a mala parte, requiere a una hija de un buen padre, o una mujer de buen marido, quiere que sus palabras y suasiones [sugerencias, sugestiones] sean secretas; y al contrario le desplace mucho, cuando la hija al padre, o la mujer al marido, descubre sus vanas palabras e intención depravada, porque fácilmente colige [entiende] que no podrá salir con la empresa comenzada: de la misma manera, cuando el enemigo de la naturaleza humana trae sus astucias y suasiones [sugerencias, sugestiones] al ánima justa, quiere y desea que sean recibidas y tenidas en secreto; mas cuando las descubre a su buen confesor, o a otra persona espiritual que conozca sus engaños y malicias, mucho le pesa; porque colige [comprende] que no podrá salir con su malicia comenzada, en ser descubiertos sus engaños manifiestos.

La decimocuarta

Asimismo se comporta como un caudillo, para vencer y robar lo que desea; porque así como un capitán y caudillo del campo, asentando su real y mirando las fuerzas o disposición de un castillo, lo combate por la parte más débil: de la misma manera el enemigo de la naturaleza humana, rodeando, mira en torno todas nuestras virtudes teologales, cardinales y morales, y por donde nos halla más flacos y más necesitados para nuestra salud eterna, por allí nos bate y procura tomarnos.

Fuentes: NCRegister, Jesuitas, Signos de estos Tiempos

 

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