El lugar de la Crucifixión de Jesús en Tierra Santa

Entrada a la Basílica del Santo Sepulcro

Se encuentra en la la Iglesia del santo Sepulcro de Jerusalen.
Los últimos capítulos de los Cuatro Evangelios tienen limitada información acerca del lugar de la crucifixión, entierro y Resurrección del Señor. Pero éstas son las primeras fuentes a las que debemos en primer lugar echarles un vistazo para obtener una idea clara acerca del lugar.
 

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EL LUGAR DEL CALVARIO HOY EN DÍA

Pared del Monte Golgota con la roca que asemeja una calavera

1. Los Evangelios llaman a este lugar Gólgota (en Arameo «Golgotha»; en Griego «Kránion» (calavera), a partir de lo cual llegamos a Calvario, de la raiz latina «calva», la piel que recubre el cráneo sin cabello. Nuestro término común Monte no se usa. Monte empezó a ser usado solamente en el siglo IV, cuando sacaron la roca que lo rodeaba, dejando la roca de la crucifixión aislada, pequeña y redonda colina de unos 6 m de altura. Simplemente se lo menciona como un lugar llamado Gólgota para indicar el sitio en que se levantó la cruz y la vecina propiedad rural de José de Arimatea: 

«Llegaron a un lugar llamado Gólgota (que significa la Calavera)» (Mt 27,33) 

«Trajeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota (que significa el lugar de la Calavera)» (Mc 15,22) 

«Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, allí lo crucificaron, junto con los criminales uno a su derecha y el otro a su izquierda» (Lc 23,33) 

«Llevando su propia cruz, fue hasta el lugar de la Calavera (que en arameo se llama Gólgota)» (Jn 19,17) 

2. Los Evangelios también afirman que en el sitio había un jardín

«En el lugar en que Jesús fue crucificado, había un jardín» (Jn 19,41) 

3. Este jardín del Gólgota se encontraba fuera de la ciudad pero suficientemente cerca como para permitir que los que por allí pasaban pudieran leer el cartel (titulus) preparado por Pilato y atado a la cruz: 

«Muchos judíos leyeron este cartel, ya que el lugar en que Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y estaba en Arameo, Latín y Griego» (Jn 19,20). 

4. Los Evangelios afirman también que cerca de la «Calavera» en donde Jesús fue crucificado había una tumba nueva empotrada en la roca

«En el lugar donde Jesús fue crucificado había un jardín y en el jardín una tumba nueva, en la que nadie había sido depositado» (Jn 19,41) 

«José tomó el cuerpo, lo envolvió en una limpia tela de lino y lo puso en su propia tumba nueva que él había cavado en la roca» (Mt 27,59) 

«Entonces él lo bajó (de la cruz), lo envolvió en una tela de lino y lo puso en una tumba que había sido cavada en la roca, que aún nadie había sido depositado allí»(Lc 23,53) 

  

LA «TUMBA NUEVA» EN LA CUAL JESÚS FUE DEPOSITADO

Selpucro de Jesús en la Basílica del Santo Sepulcro

5. La entrada a la tumba fue sellada con una piedra grande 

«Arrastró una piedra grande hasta ponerla delante de la entrada a la tumba y se retiró» (Mt 27,60). 

«Cuando terminó el Sabbat, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Al mirar vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande» (Mc 16, 1.4). 

«El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y entrando no encontraron el cuerpo del Señor Jesús» (Lc 24,2). 

6. Los Evangelios también dan una descripción del interior de la tumba. A partir de esa descripción algunos estudiosos deducen que la tumba podría haber sido del tipo arcosolio y no del tipo de tumbas kokhim (con forma de horno). Esto se deduce del relato dado por Arculfo. Esto es lo que el Evangelio dice con respecto a este espacio: 

«María se quedó de pie y llorando fuera de la tumba. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro de la tumba y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar en el cual el cuerpo de Jesús había estado, uno en la cabecera y el otro a los pies» (Jn 20,11-12) 

«Entrando en el sepulcro, vieron un joven, sentado a su derecha, vestido con una vestidura blanca, y tuvieron miedo». (Mc 16,5). 

7. La última información que deducimos de los Evangelios es que la tumba en la que el Señor fue depositado pertenecía a José de Arimatea 

«José tomó el cuerpo, lo envolvió en una tela limpia de lino y lo puso en su propia tumba nueva» (Mt 57,59-60). 

Aquí concluye la información acerca del lugar de la crucifixión y del entierro del Señor tal y como la encontramos en los Evangelios. Mirando el monumento actual resulta difícil imaginar el aspecto de este lugar casi 2000 años antes. Cristianos piadosos de todas las épocas han edificado encima de este lugar varios monumentos y construcciones que han ayudado a transformar por completo el área vacía fuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén en el siglo primero. 

Resulta incomprensible su transformación sin tener mentalmente en cuenta la transformación de la arquitectura de la totalidad de Jerusalén. También debemos tener presente que a partir del siglo IV, este sitio se ha convertido en el punto central de la historia de Palestina. Fue el lugar de muchas y largas guerras entre el poderío de Cristianos y Musulmanes. 

  

EL ALTAR DE LA CRUCIFIXIÓN EN EL CALVARIO

Altar de la Crucificción en el Calvario

Para lograr comprender a fondo la topografía de este lugar nos hace falta la ayuda de los detallados estudios arqueológicos llevados a cabo por el difunto P. Virgilio Corbo, ofm. Sus descubrimientos fueron publicados por la Editorial Franciscana de Jerusalén en una obra de tres volúmenes titulada «El Santo Sepulcro de Jerusalén» (Jerusalén, 1981-1982). Fue la persona a quien se le confió el trabajo arqueológico en varias áreas de este Monumento y que se llevó a cabo a través de múltiples etapas debido a la complejidad del edificio. 

Hoy en día no nos resulta posible contemplar la ubicación del Calvario y de la Tumba excavada en la roca; podemos, sin embargo, formarnos una visión casi exacta de la topografía del lugar. 

 

LO QUE HAY DEBAJO

Orígenes (siglo III) reporta, como de origen judía, la tradición relativa al sepulcro de Adán en el mismo lugar de la crucifixión de Jesús (Gólgota o Lugar del Cráneo): «de modo que, como todos mueren en Adán, todos puedan resucitar en Cristo». Un pequeño ábside al pie del Calvario (Capilla de adán) perpetúa este antiquísimo recuerdo de naturaleza simbólica. 

Eusebio de Cesárea, antes de los trabajos (327-335) emprendidos por orden del emperador Constantino, admite: «El lugar del Cráneo, donde Cristo fue crucificado, todavía hoy se muestra en Aelia, al norte del monte Sión», y esto no obstante que un culto idolátrico (de la diosa Venus/Afrodita) se había apropiado del lugar desde hacía mucho tiempo. Una cruz de mucho valor, que se perdiera en posteriores saqueos, no tardó en tomar lugar en la cima del montículo rocoso, considerado por los cristianos el ombligo o centro espiritual del mundo (Cirilo de Jerusalén, siglo IV).

El Emperador Adriano sofocó la revuelta en el 135 y decidió demoler toda la ciudad de Jerusalén con el objeto de borrar todos los lugares que podrían incitar a otra revuelta a los judios. El emperador prohibió la presencia judía en la nueva ciudad. Una comunidad gentil-cristiana siguió viviendo en Jerusalén y aseguraron la continuidad en la identificación de los lugares sagrados (el primer obispo de esta comunidad fue Marcos). 

De esta manera Adriano preparó una ciudad completamente nueva, estructurada de acuerdo a planes helenísticos y con el nuevo nombre de «Aelia Capitolina» («Aelia» en honor suyo y «Capitolina» porque contendría un Capitol para los dioses romanos). En este nuevo plan arquitectónico el Jardín del Gólgota resultó ser el centro de la nueva ciudad. Algunos autores insisten en decir que el área de este Jardín se convirtió en el Capitol de la nueva ciudad con altares para los tres más importantes dioses romanos – Júpiter en el centro flanqueado por Juno y Minerva. Otros, citando evidencias que aparecen en los escritos de Eusebio de Cesarea, insisten en que el templo fue dedicado a Afrodita. Ambas escuelas de pensamiento concuerdan en que un templo pagano se erigió en ese lugar. 

Fuentes literarias cristianas narran como el Jardín del Gólgota fue rellenado para estar a la altura del área para la construcción del nuevo templo romano. Esto es como Eusebio de Cesarea (265-340), nacido en Palestina, describe estos acontecimientos en su «Vida de Constantino» 

La desnuda roca del Calvario desenterrada bajo la Basílica

El mismo Eusebio de Cesárea refiere detalladamente las circunstancias que llevaron al descubrimiento de la tumba de Cristo, oculta bajo un poderoso terraplén del tiempo del emperador Adriano (135 d. C.): cuenta de hecho, cómo el emperador Constantino (un poco después del 325) había ordenado derribar el templo pagano y excavar en profundidad «y entonces, contra toda esperanza, apareció… el venerable y santísimo testimonio de la resurrección salvífica». Desde entonces, la tumba encontrada permaneció siempre venerada y, hasta la destrucción ordenada por el califa Hakem (1009) se la podía observar completamente excavada en la roca, siendo revestida de mármol sólo en el exterior (Arculfo, siglo VII).

De la basílica constantiniana tripartita (Martyrion, Tripórtico y Anástasis) permanece hoy solamente la rotonda de la Anástasis, aunque muchas veces restaurada, como un grandioso mausoleo sobre la tumba vacía de Cristo. El resto de la construcción (el ingreso por el sur, el Catholicon en centro, el deambulatorio y la capilla subterránea de Santa Helena) es obra cruzada (1141). El terremoto del 1927 lesionó gravemente el monumento; los trabajos de restauración, iniciados en 1960, dieron ocasión a ahondar más nuestro conocimiento sobre la historia y la topografía del lugar del período de Cristo.

Los franciscanos ofician en la basílica desde el siglo XIV junto con otros diversos ritos cristianos, con derechos dispuestos, según su placer, por los sultanes, primero el del Cairo y después (desde 1517) por el de Constantinopla, hasta el reconocimiento del «Statu quo» (1757 y 1852) orden férreo que todavía hoy regula la convivencia de las diversas comunidades. 

Fuente: Basílica del Santo Sepulcro 



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