Pimerear, balconear…

 

El papa Francisco ha introducido una nueva jerga en el Vaticano, el lunfardo porteño, (puede ver aquí una diccionario de lunfardo). Dos de las palabras que usó, las más célebres hasta ahora, han sido “primerear” y “balconear”, que se analizan más abajo.

 

bergoglio tomado mate

 

El lunfardo es un “argot” que se utilizó al principio en las clases bajas y marginales de Buenos Aires (y posteriormente en Montevideo), que luego se popularizó en el lenguaje cotidiano. El origen de la voz lunfardo, derivaría del dialecto romanesco (de Roma), del vocablo Lombardo que significaba ladrón, corrompido luego en Lumbardo, éste a su vez en Lunfardo, y ahora simplemente en Lunfa, que es la voz lunfarda para expresar la palabra lunfardo. Como se ve, hay una gran influencia italiana en el porteño.

El lunfardo tiene su mayor expresión artística en el tango, y uno de los típicos exponentes del tango lunfardo fue Edmundo Rivero, (puede escucharse aquí un tango usando el lunfardo). Y el ex astro de fútbol Diego Maradona en sus reportajes siempre usaba palabras en lunfa. Es impensable llegar a Buenos Aires y no sentir y respirar tango y lunfardo.

Bergoglio, como todo porteño, es amante del tango y usa en su vida diaria el lunfardo, porque es imposible no usarlo en Buenos Aires, ya que sus expresiones están en el habla cotidiana.

PRIMEREAR

Ese Dios católico que nos “primerea” siempre

La idea de saberlo todo, sumado a un sentido poco solidario, instituyeron la idea de “primero yo”. Poco importaba que lo que estuviera en juego fuera comprar una entrada para un partido de fútbol o la postulación a una cátedra universitaria. Nadie pensaba para tener tal actitud si sus virtudes y conocimientos eran los que merecían esa primacía, todo radicaba en ser el primero en estar, pedir, conseguir o exigir algo a puro golpe de mano, sólo por ser el primero. La idea era primerear, siempre y a cualquier precio.

Primerear, nunca fue un neologismo virtuoso. Básicamente significa, ganar de mano, tomar la iniciativa antes que el otro, o antes que el otro se dé cuenta. Un dicho muy común en el Río de la Plata es: “el que pega primero, pega dos veces”. La palabra, salvaje aún y no domada por los diccionarios, se cuela en el periodismo. Una crónica policial puede decir: “… el ofendido lo “primereó” con el cuchillo”.

De lo anterior se deduce que primerear no suele ser una acción muy edificante, sino todo lo contrario. Al menos era así antes de Bergoglio.

La gente de las “villas” sabe perfectamente el significado de la palabra y su utilización, por eso cuando apareció un cura que les dijo que “hay que primerear la gracia, que hay que peleársela al pecado”, lo entendieron. Lo entendieron porque hablaba su idioma, sabía que ellos tenían que primerear a la droga, a la falta de oportunidades de trabajo, a la marginación… y no siempre lo lograban.

La acción no difiere a la vieja lucha entre la virtud y el pecado. Vuelve el concepto de “la Fe es milicia” basada en la idea de librar una permanente batalla entre el bien y el mal. Allí, entre los que iban a agradecer o a pedir a San Cayetano; allí, entre los marginados de la villa 11-14 o entre los olvidados del Borda, el soldado de la compañía de Ignacio los llamaba a la pelea, a “primerear” al pecado, “a ganarle de mano”, a sacarle ventaja a la injusticia. Y muchos descubrían en sus palabras que todavía tenían algo por qué luchar.

Pero esta acción de primerear también fue referida por él en la multitudinaria Vigilia Pentecostal con los miembros de los movimientos eclesiales laicos el 18 de Mayo, pero no ya en relación a cada creyente, sino a Dios.

“Decimos que debemos buscar a Dios, pero cuando nosotros vamos Él nos estaba esperando. El ya está, y voy a usar una palabra que usamos en Argentina: el Señor nos primerea, nos está esperando. Pecas, y te está esperando para perdonarte. Él nos espera para acogernos, darnos su amor y así va creciendo la fe. Alguno preferirá estudiarla, es importante, pero lo importante es el encuentro con Dios, porque Él nos da la fe”.

Ante el Señor, que nos primerea, la consecuencia según Francisco, sería que nosotros primereásemos la gracia.

BALCONEAR

“No balconeen la vida, métanse en ella, como hizo Jesús”.

“Balconear”, en el lunfardo argentino literalmente quiere decir “mirar desde el balcón”. Es una actitud puramente curiosa, sin participación, como un espectador de los demás que no participa de lo que está viendo. Siempre tiene un comentario crítico sobre lo que no le gusta o le parece mal, pero no se mezcla con la gente.

En los años de nuestra adolescencia y anteriores; en aquellos mismos que el Maestrillo Bergoglio era nuestro profesor, nuestro Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe participaba, especialmente, en la procesión de Corpus Christi, junto a otros colegios católicos y la feligresía en general. En esa procesión que discurría por el centro de la ciudad en un largo recorrido, era típico ver muchos balconeros. En algunas casas, alguna imagen y un par de velas centraban la atención sobre una familia que se dedicaba a saludar a los procesionantes y hacer comentarios entre ellos. En ciertas zonas, una o dos casas por cuadra mostraban a un grupo curioso dedicado a la misma práctica. A mí me extrañaba un poco porque mis abuelos maternos, los que aún vivían, aún veteranos y algoachacosos, se incluían entre los miembros de su parroquia y no consideraron nunca la idea de balconear.

Hablando con un cura del colegio me dio una definición sencilla: “Son viejas teñidas de fe. La fe no se vive desde el balcón, sino caminando”. Una frase que volvería a mi memoria haciendo el Camino de Santiago en 2010 y que remite a una Iglesia en marcha.

Cuando dijo: “No dejen que otros sean los protagonistas del cambio, ustedes son los que construyen el futuro”, me sentí joven yo también y pensé en lo bueno que era que esa juventud expectante lo comprendiera y en treinta o cuarenta años recordara sus palabras y analizara los resultados.

Luego sentí esa ternura y admiración por el amigo al ver que “le saltaba el porteño que lleva adentro” cuando les insistió a los jóvenes con eso de: “No balconeen la vida, métanse en ella, como hizo Jesús”.

Para Francisco – y es difícil que alguien no lo entienda – el cristiano es un protagonista, no un espectador. En poco tiempo nos ha demostrado que desde el único balcón que se puede participar es aquel de la logia, en que una tarde lluviosa se asomó un Papa del fin del mundo y saludó a quienes lo esperaban con un simple: “Buona sera” se ganó el corazón del mundo pidiendo que recen por él…

Fuentes: Jorge Milia para Terre d’America, Signos de estos Tiempos

 

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