La revolución evangélica en cada uno de nosotros.
El Padre Gheddo, misionero del PIME, explica por qué en Bergoglio no hay una ruptura con la tradición, ni con los predecesores, ni con la Iglesia. Sino que expresa la voluntad de ayudar a todos a ser más auténticos seguidores e imitadores de Jesucristo.
A un año de su elección, Francisco continúa liderando al pueblo cristiano e incluso a muchos no cristianos en la esperanza por la paz, la justicia, la alegría de la vida, y el crecimiento humano y económico para todos.
El Papa argentino propone una vez más, con su persona, sus acciones y sus palabras, el Evangelio y las bienaventuranzas de Jesús, una revolución en comparación con la inhumanidad del mundo en el que vivimos, especialmente en nuestro Occidente post- cristiano, que parece haber eliminado a Dios del horizonte del hombre y de la sociedad.
Durante dos mil años las iglesias cristianas proclaman la buena nueva de que ha nacido el Salvador del hombre. En el pasado el «primer anuncio» causó un terremoto beneficioso en las personas, así como también sucede hoy en día en territorios de misiones y en las jóvenes Iglesias. La proclamación de las bienaventuranzas no nos conmueve más, lo hemos escuchado muchas veces.
Pero en cada época histórica, el Evangelio siempre se renueva.
En el pasado reciente, Juan XXIII y Juan Pablo II fueron papas «populares», que tocaron los corazones de la gente.
Con Francisco hay un hecho nuevo. Él mismo se pone al nivel de la gente común, sus discursos se refieren a la vida cotidiana y todos lo entienden. Casi parece decir: usted ya sabe lo que dice la Iglesia, lo que se dice acerca de la doctrina y la moral cristianas. Ahora vamos a ver cómo nosotros vivimos o podemos vivir en esta antigua tradición.
El Papa Francisco desciende desde la silla papal, renuncia a los lujos y al esplendor, se proclama pecador, es uno de nosotros que está en el camino, con nuestras propias tentaciones, es transparente, no quiere el secreto, de hecho, abre todos los nichos, los armarios, las cajas de seguridad del Vaticano, para empezar la purificación de la Iglesia, precisamente desde su centro.
Sobre todo cuando habla siempre provoca al oyente. No hace ningún razonamiento, sino la revisión de la vida cotidiana; en los comentarios al Evangelio en Santa Marta explica lo que es Jesús, pero luego aplica inmediatamente el evangelio a la vida cotidiana, y a su gente.
Pero realmente, ¿qué es, después de todo, la revolución del Papa Francisco?
Nada más que eso: quiere traer a los hombres de nuestro tiempo a Dios, a Jesucristo, al Evangelio. En él no hay ninguna ruptura con los Papas anteriores y la tradición cristiana. La verdad revelada se mantiene, pero se interpreta y aplica de diferentes formas según las diferentes épocas históricas y la evolución de los pueblos.
Jesús dijo a sus apóstoles:
«Aún tengo muchas cosas que decirles, pero es demasiado para ustedes por ahora. Y cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad. El no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir.» (Juan 16, 12-15).
La revelación final de Dios es la de Jesucristo, pero nosotros, los hombres nunca podremos entender completamente la mente de Dios.
La Iglesia ha comprendido poco a poco más profundamente en el Evangelio y cambiado a lo largo de los siglos en muchas cosas.
El Papa Francisco está en esta línea. Por ejemplo, mediante la convocatoria del Sínodo sobre la Familia e interrogando a las Iglesias de todo el mundo, traerá una renovación y «actualización» no es el modelo del matrimonio, según el Evangelio, sino en las normas pastorales y legales para vivir el modelo en el mundo de hoy.
Muchos todavía se preguntan qué es, cómo es la revolución evangélica de que el Papa Francisco es el primer misionero y modelo.
Sin embargo, es fácil de entender: que todos los bautizados nos convirtamos en seguidores e imitadores más auténticos de Jesucristo, para encontrar el entusiasmo y la alegría de ser sus testigos, luz del mundo y la sal de la tierra.
Nadie puede salir de esta «revisión de vida», según el Evangelio: cardenales, obispos, sacerdotes, monjas, laicos.
Fuentes: ??P. Piero Gheddo, Signos de estos Tiempos