Joseph Ratzinger dice qué opciones tiene la Iglesia.
Salvo que el mundo te haya atrapado, o que te vaya muy bien económicamente, es difícil pensar que la humanidad va por el camino correcto, que te asegure la paz y el bienestar real.
Occidente ha entrado en decadencia, del mismo modo que lo hizo el Imperio Romano en los primeros siglos de nuestra era, atacado por las invasiones bárbaras, que crearon un caos, del que se salió gracias a la conservación de la cultura, el ordenamiento de vida y los aportes científicos de los monasterios.
Lo que pasó al Imperio Romano está pasando ahora.
Por eso, hace más de 50 años el joven teólogo Joseph Ratzinger nos advirtió que «occidente está herido de muerte y es una caricatura del sentido común y la razón»
¿Por qué dijo eso? ¿Seguimos en ese camino medio siglo después? Aquí hablaremos sobre las fuerzas humanas que están produciendo la decadencia del occidente cristiano y las opciones que tiene la Iglesia.
El mundo occidental que creó en cristianismo se está derrumbando.
Sus valores morales están desapareciendo rápidamente.
Ha evolucionado hacia una sociedad con toda clase de perversiones y pocos valores positivos.
Y esto se deteriora día a día.
¿Por qué es esto? ¿Qué cosas han hecho los hombres para derrumbarla?
Los secularistas, obviamente acicateados por lucifer, han convencido a las sociedades occidentales que el cristianismo es un impedimento para el bienestar de la sociedad y para desarrollar el humanismo y la felicidad humana.
Y la consecuencia de esto fue arrinconar al cristianismo como una expresión solamente privada, que no puede mostrar su cara al público.
Además de perseguirlo, ridiculizarlo y hasta martirizarlo.
Esto se ha complementado por una campaña para publicitar la peor cara del cristianismo, con algunos hechos desgraciados.
Especialmente con los abusos sexuales de algunos sacerdotes, que la Iglesia no ha sabido reprimir con eficacia.
Pero además están reivindicado civilizaciones paganas, olvidándose por ejemplo que las tribus poderosas de los habitantes originarios de América y de África hacían sacrificios y esclavizaban salvajemente a otras tribus.
Y se han olvidado de mencionar los logros del cristianismo en la construcción de la civilización occidental.
Que fueron muchos y decisivos.
Porque donde florece el cristianismo hay una combinación de razón, preeminencia de la dignidad humana y normas morales objetivas sanas.
Florece el arte y la belleza como en ninguna otra civilización.
Lo mismo que la ciencia, porque el cristianismo es el padre de la ciencia moderna, a partir del trabajo de los monjes en la Edad Media.
Este aporte cristiano se ha sustituido hoy en occidente por un nihilismo donde todo está permitido y casi nada está mal.
Dónde el objetivo es el placer inmediato, sin medir las consecuencias morales ni las consecuencias prácticas a mediano plazo.
Este quiebre lo han advertido claramente dos pensadores gigantes de nuestro tiempo, dos cristianos, Alexander Solzhenitsyn y Joseph Ratzinger.
Solzhenitsyn, para los que no lo conocen, obtuvo el premio Nobel de Literatura en el año 1970 y su obra más famosa fue El Archipiélago Gulag, donde denuncia los campos de trabajo forzado de la Unión Soviética, donde estuvo preso años.
Y en una conferencia en Harvard hace ya más de 40 años, describió las razones del derrumbe de la civilización occidental, lo que se ha cumplido.
Dijo que occidente está espiritualmente enfermo con toda clase de excesos, especialmente de materialismo.
Esta clase de excesos están trayendo un malestar social, que se está transformando rápidamente en decadencia social.
Por un lado está la disminución del valor cívico en las élites gobernantes e intelectuales, que llevó a la pérdida de voluntad de Occidente de mantener su cultura, en honor al culto del bienestar material.
Otro mal que aqueja a occidente es el hiper individualismo que ha sido llevado hasta el límite, imponiéndolo a través del sistema legal.
De ahí se pasa a otra restricción, la libertad excesiva e incontrolada, que extiende los derechos individuales sin contrapartida de las obligaciones.
Lo que a su vez genera que la sociedad se vuelva indefensa ante los individuos que acumulan mucho poder.
Hoy lo vemos en el poder que han acumulado empresas como Facebook, Google, Twitter, que son capaces de establecer una moral mediante la censura, que luego obliga al sistema global.
El error ha estado en la idea humanista de que los seres humanos no tienen ninguna tendencia hacia el mal.
Al contrario de lo que había sido el criterio de la civilización cristiana, que atribuye la tendencia al pecado, a la caída del ser humano en el Jardín del Edén.
La idea humanista vuelve indefensa a la sociedad ante grupos que quieren establecer su propio proyecto, ajeno al bien de los demás.
También hemos visto el crecimiento notable del poder de los medios de comunicación, que se han transformado en árbitros no electos de nuestra sociedad y de nuestra cultura.
La prensa se ha convertido en el poder más grande en los países occidentales, excediendo al de la legislatura, al ejecutivo y al poder judicial.
Estos medios de comunicación y las redes sociales son artífices de un nuevo código moral.
Son los que promueven lo políticamente correcto, con la imposición de una manera de pensar única que impide el pensamiento independiente.
Y que crea instintos de manada peligrosos, que no nos deja ver aspectos de la realidad.
Esto nos prepara para un colapso, producido por ignorar los acontecimientos reales, sobre los que no queremos hablar o no nos dejan hablar.
Otro factor es la perversa huida de los occidentales del sufrimiento y el dolor, al poner el bienestar por encima de todos los otros valores.
Lo vemos actualmente incluso entre muchos católicos, que no toleran que se hable de algunos temas de la realidad, que ellos consideran que son cosas malas; huyen de la realidad.
En cambio el cristianismo sostiene que el sufrimiento atempera al espíritu humano y produce personalidades más fuertes, más profundas, que las generadas por el estado de bienestar.
Por otro lado, la miopía política occidental ha llevado a los relativistas morales a abrir la puerta al totalitarismo, con sociedades cada vez más controladoras.
Una nueva vuelta del torniquete la padecimos en la crisis de salud por el patógeno, en la que se obligó al confinamiento a todo el planeta.
El progreso material y tecnológico nos alejó de la fe y nos puso como meta obtener la felicidad en la Tierra, haciendo retroceder nuestro espíritu al abrazar solamente lo material.
Que hace todo lo posible por auto perpetuarse y genera la escalada de totalitarismo que vemos hoy en Occidente, cuando fue la cuna del liberalismo y del libre pensamiento.
¿Y qué pasa con la Iglesia en este certero diagnóstico?
De esto nos habló hace más de 50 años atrás, 4 años después de finalizado el Concilio Vaticano II, el joven teólogo padre Joseph Ratzinger, que sería mucho después Benedicto XVI.
Dijo que occidente está herido de muerte y es una caricatura del sentido común y de la razón.
E insistió en la conservación de la fe ante la previsión de que la estructura eclesial actual se irá erosionando.
Porque el mantenimiento de la fe por un remanente de cristianos practicantes fieles a la doctrina de los apóstoles, harán surgir en algún momento de nuevo a la institución.
El diagnóstico de Ratzinger ha sido que la dictadura del relativismo ha generado una cultura blindada contra Dios y enemiga de Cristo, que es impenetrable.
Esta cultura, en consonancia con lo que describe Solzhenitsyn, está eliminando las resistencias a través de un marco legal que protege el pensamiento único, con la excusa del bienestar y la protección de las minorías.
Pero Ratzinger no apuesta a la reacomodación de la civilización occidental, no lo ve posible, sino apuesta al mantenimiento y custodia de la verdad revelada.
Porque llega a percibir que la Iglesia tiene poca capacidad de influir, debido a que el mundo ha decidido no tomarla en cuenta.
Para Ratzinger, la única opción que le queda a la Iglesia es prepararse para ser minoría y conservar el depósito de la fe ante las presiones que vendrán.
Sin embargo, cada vez parece más claro que hay fuertes presiones internas dentro de la Iglesia para transformarla en un engranaje de esta cultura del relativismo occidental.
No es casualidad que importantes prelados propongan cambios importantes en la doctrina, en el sentido de los valores actuales del mundo occidental.
La opción sana y realista que Benedicto XVI propone entonces es blindar la fe de la Iglesia admitiendo que se transformará en una Iglesia de minorías.
Y que esto le traerá una salud doctrinal que no tendría si apostara a congraciarse con el mundo, para mantener su volumen actual.
Y sostiene que en algún momento la civilización redescubrirá en medio de su caos, a este pequeño remanente, como una tabla de salvación.
El punto difícil en esta visión es el mantenimiento de los activos edilicios de la Iglesia y su estructura operativa, porque toda organización tiene una fuerte resistencia a achicarse.
Y por otro lado está la persecución que necesariamente habrá de venir si la iglesia se mantiene fiel a sus principios doctrinales históricos y la proclama.
Es por esto que pronostica que vendrán grandes convulsiones en la Iglesia.
Bueno hasta aquí lo que te queríamos contar sobre las causas por las que se está derrumbando la civilización cristiana y las opciones que tiene la Iglesia, ser un reservorio de la fe, pero más chica, o sumarse a la nueva cultura dominante, transformándose en intrascendente.
Y me gustaría preguntarte cuál de estas dos opciones que tiene la Iglesia es la más realista y también cuál es la más correcta.
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