Los aspectos clave del Plan de la Masonería para generar la apostasía en la Iglesia.
Cada vez más católicos advierten como la apostasía ha crecido dentro de la Iglesia, a través de declaraciones de altos prelados que contradicen el depósito de la fe que viene de los Apóstoles.
Ya no se puede ocultar con frases bonitas y piadosas, quieren cambiar la doctrina de la Iglesia original.
¿Pero esa apostasía que hoy vemos, ha surgido desde dentro de la Iglesia o ha sido introducida por agentes foráneos para cambiar a la Iglesia?
¿Esto obedece a un plan externo o es un cambio que surgió en las entrañas de la institución?
Aquí hablaremos sobre cuáles son los planes conocidos por los que la masonería llamó a infiltrar a la Iglesia, cómo ha transcurrido esa infiltración y los frutos que les dio, y que tan pesada es esa operación.
Algunos aún no han podido unir la apostasía que se está viendo en los rangos altos de la Iglesia con la infiltración masónica.
No se percatan que esta apostasía no es fruto de la casualidad, ni del despertar al unísono de altos prelados de que la doctrina católica está anticuada y debe ser cambiada por el humanismo.
Ni que este plan viene de larga data, que no ha sido obra de una generación sino de varias.
Y tampoco de que no se trata de una guerra espiritual de guante blanco, sino de algo mucho más pesado.
En 1859 salió a luz la «Instrucción Permanente Alta Vendita», que instruyó a los miembros de la Logia Masónica italiana a emprender un esfuerzo para infiltrar a la Iglesia Católica desde adentro.
El documento cayó en manos del Papa Gregorio XVI y posteriormente se publicó bajo el pedido de los Papas Pío IX y León XIII.
Y en él se dice, «nuestro fin último es el de Voltaire y de la Revolución Francesa, la destrucción para siempre del catolicismo e incluso de la idea cristiana».
Propone la infiltración de la Iglesia por jóvenes liberales para producir la corrupción de los sacerdotes, que significará por extensión, también la corrupción de los laicos.
Establece que la clave del éxito será la capacidad de los agentes infiltrados para fingir piedad y ortodoxia, y ganarse la confianza y la estima de los católicos, con el fin de abrir camino a las nuevas doctrinas dirigidas al clero joven.
Sostiene según su texto que «en pocos años el joven clero habrá invadido, por la fuerza de los acontecimientos, todas las funciones, gobernarán, administrarán y juzgarán.
Serán llamados a elegir al Pontífice que reinará; y ese Pontífice, como la mayor parte de sus contemporáneos, estará necesariamente imbuido de los principios humanitarios que estamos a punto de poner en circulación».
Este plan marchaba tan bien que la masonería ensoberbecida celebró su 200 aniversario en 1917, marchando descaradamente en la Plaza de San Pedro con una pancarta que decía «Satanás gobernará en el Vaticano y el Papa será su esclavo», según lo presenció San Maximiliano Kolbe que en ese momento estudiaba en Roma.
Pero pronto cambiaron de estrategia ante el revuelo que estas manifestaciones suscitaron, y volvieron a las sombras, que les daban mayores réditos.
Y siempre hay filtraciones que permiten conocer el plan.
Una muy importante fue la de tres cartas escritas en 1961, por el presidente de la Comisión Pontificia para el Patrimonio Cultural de la Iglesia, Monseñor Francesco Marchisano, al gran maestre del Gran Oriente de Italia, donde proponía un plan para tomar los seminarios sacerdotales en las regiones italianas de Piamonte y Lombardía.
Los seminarios de Trento, Turín y Udine fueron identificados como lugares ideales para el intento.
Estas cartas fueron reveladas en septiembre de 2002 por el Padre Luigi Villa, en un dossier, y nuevamente en septiembre de 2019, en su revista Chiesa Viva.
Y el 12 de septiembre de 1978, casi un siglo después de la publicación de Alta Vendita, a casi dos décadas desde el lanzamiento del complot para apoderarse de los seminarios de Italia, y 17 días después de nombrado Papa Juan Pablo I, se publicó la «Lista Pecorelli».
El abogado y periodista de investigación italiano Mino Pecorelli, publicó una lista de 120 cardenales, obispos y sacerdotes del Vaticano de alto rango, que identificó como miembros de una logia masónica, incluyendo sus nombres, fechas de ingreso a la masonería, números de código y nombre en clave por el que eran conocidos en la logia.
Y simultáneamente a la publicación de la Lista Pecorelli, el arzobispo Edouard Gagnon estaba listo para presentar al nuevo pontífice Juan Pablo I, los hallazgos de una auditoría oficial de tres años de todas las oficinas de la Santa Sede, sobre las acusaciones de que ciertos prelados de la Curia romana eran secretamente miembros de la masonería.
La investigación de Gagnon sobre la masonería dentro de la Curia romana había sido encargada oficialmente por Pablo VI, en respuesta a la acusación particular de que dos prelados de alto rango eran masones.
Uno era el Arzobispo Annibale Bugnini, que estuvo a cargo de la Comisión para la reforma de la liturgia latina posterior al Concilio Vaticano II, que produjo lo que se llama misa del Novus Ordo.
Y el otro era el Cardenal Sebastiano Baggio, Prefecto de la Congregación para los Obispos, responsable del nombramiento y elección de obispos en todo el mundo católico.
Y fíjate estas aterradoras fechas, que nos van a persuadir que esta guerra dentro de la Iglesia, desatada por la masonería, no es un juego de niños sino que es algo muy pesado.
El 26 de agosto de 1978 Juan Pablo I fue nombrado Papa.
El 12 de septiembre Mino Pecorelli publicó la lista de funcionarios del Vaticano que eran miembros de la masonería, muchos de los cuales ya se sabía extraoficialmente desde tiempo antes que pertenecían a la logia.
El 25 de septiembre, el arzobispo Gagnon se reunió en privado con Juan Pablo I para presentarle los resultados de su investigación de tres años sobre el mismo asunto, en la que según su secretario, el padre Charles Murr, hablaron más específicamente de la pertenencia del Cardenal Baggio a la Logia Masónica.
El 28 de septiembre, Juan Pablo I llamó personalmente al Cardenal Baggio para que se reuniera con él en su oficina ese día.
Baggio se reunió en privado con el Papa en su apartamento personal esa noche a las 8, durante aproximadamente una hora, y los guardias suizos que estaban afuera de la habitación luego testificaron que lo escucharon gritar al Papa.
A la mañana siguiente, 29 de septiembre, Juan Pablo I fue encontrado muerto en su habitación.
El médico declaró que había muerto alrededor de las 11 de la noche.
Y seis meses después, el 20 de marzo de 1979, Mino Pecorelli fue asesinado a tiros en Roma.
El padre Luigi Villa luego agregaría un dato por demás importante, al cual podemos dar credibilidad porque en 1956, el padre Villa fue asignado por el Padre Pío a la misión de dedicar su vida a defender a la Iglesia del trabajo de los masones, especialmente a los de dentro de la Iglesia.
Y luego el Papa Pío XII confirmó personalmente esta misión y puso al sacerdote bajo la protección de los cardenales Alfredo Ottaviani, prefecto del Santo Oficio, Pietro Parente y Pietro Palazzini.
El padre Villa informó que el Cardenal Palazzini ordenó que se realizara la autopsia a Juan Pablo I.
Se realizaron tres autopsias, llamadas oficialmente «exámenes médicos», y el veredicto de cada una confirmó que el Papa había sido asesinado.
Los resultados de las autopsias no fueron publicados por el Vaticano.
Dos de los altos prelados que aparecían en la Lista Pecorelli tenían funciones especialmente relevantes y eran un peligro potencial.
El arzobispo Annibale Bugnini encabezó los cambios realizados en la liturgia del Novus Ordo, y después se sabría que su objetivo fue eliminar de la Misa del Rito Romano cualquier cosa que pudiera ser objetable para los protestantes.
De él se había encargado Pablo VI antes de su muerte, enviándolo a Irán como Nuncio Apostólico, donde haría menos daño a la Iglesia, por la escasez de católicos en Irán y la relación casi inexistente entre la Santa Sede y el gobierno islámico de Irán.
Pero el Cardenal Baggio, sin embargo, resultó más difícil de eliminar, porque seguiría siendo el encargado de la Congregación para los Obispos, responsable de nombrar a todos los Obispos del mundo hasta 1984, lo que demuestra la fortaleza de la red de poder que los masones habían establecido en el Vaticano.
Y un tercero destacado fue el cardenal Agostino Casaroli, ministro de Relaciones Exteriores de Pablo VI y secretario de Estado de Juan Pablo II, quien fue responsable de la actitud abierta del Vaticano hacia los comunistas durante el pontificado de Pablo VI, la que fue posteriormente rechazada por Juan Pablo II porque sabía de primera mano el daño comunista.
Ahora bien, sería ingenuo pensar que los buenos católicos que hay en el Vaticano, han podido ya quitar de en medio a los masones que infiltraron los puestos más altos.
Porque por ejemplo, Monseñor Pio Vito Pinto, a quien Pecorelli identificó como ingresado a la masonería el 2 de abril de 1970, gobernó como Decano del Tribunal Supremo de la Iglesia, la Rota Romana, hasta marzo de 2021, e incluso hizo declaraciones favorables sobre la admisión a la comunión de los divorciados vueltos a casar.
Y recientemente, el 27 de septiembre de 2022, el obispo Francesco Soddu de Terni, presumió públicamente de asistir a la inauguración de una nueva entrada a la Logia Masónica del Gran Oriente de Italia.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo la apostasía dentro de la Iglesia obedece a un plan desarrollado por los masones para infiltrarla y cómo se trata de una operación pesada.
Y me gustaría preguntarte si crees que la masonería dentro de la Iglesia ha crecido desde la muerte de Juan Pablo I o crees que ha decrecido.
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