Tanto la devoción al corazón de María como al de Jesús parecen presentarse como obsoletas. Muchos se han pronunciado sosteniendo su decadencia derivada de su irracionalidad y banalidad; sin embargo, no todos comparten esta tesis.

Somos conscientes de la problemática que encierra la mariología. Por una parte, su puesto dentro de la teología. Por otra, su método. Respecto a lo primero, nos hemos podido obsesionar por una ciencia mariológica autónoma. Esta tentación ya ha sido superada y optamos por su inserción en la teología.

Por esta vía mariología y teología se ven mutuamente enriquecidas. Respecto a lo segundo, hemos podido observar estudios que van desde el más puro racionalismo histórico a la mejor de las especulaciones. En este punto, optamos por un camino intermedio que pueda conjugar la seguridad de unos datos con la reflexión madura de la fe.En esta línea se mueven estas páginas. (1)

Este breve artículo tiene la finalidad de evocar algunas ideas sobre el corazón de María que grandes maestros ya expusieron en su día (2) y pueden resultar una aportación a la teología de hoy.

La perspectiva desde la que abordamos el estudio es trinitaria. Podíamos haberlo hecho desde la Cristología o la Eclesiología tal como lo propuso el Concilio. Para nuestro estudio nos resulta más interesante tener como telón de fondo la riqueza que encierra la trinidad de Personas desde su mutua relación y compenetración. El corazón afecta a las personas en cuanto a su identidad y su diferencia.

Por último, no podemos olvidar una doble problemática a tener en cuenta. Por un lado, el peligro que supone reducir la mariología a un principio fundamental como es el corazón (4). Por otro, las dificultades que entraña el uso de la analogía y la metáfora en teología. En este punto, S. de Fiores, recogiendo algunas opiniones de autores como G. Vodopivec, P. Ricoeur o C. Molari, escribe que “al afirmar y negar al mismo tiempo, la metáfora corre el riesgo de conducir a la ingenuidad ontológica, que confunde el plano histórico con el plano de referencia, o bien se limita a la afirmación quitando la verdad de la negación” (5). A pesar de estas y otras dificultades bien merece el intento un esfuerzo por presentar las posibilidades de una teología del corazón de María.

 

1. Significado de la metáfora corazón

Se hace obligado comenzar analizando el significado de la metáfora corazón. Podría realizarse desde muchos puntos de vista (literario, filosófico, histórico,…) Nosotros nos ceñimos al campo teológico. De esta manera, nuestra investigación se centra en la Escritura, la tradición y la teología actual. Tres puntos de apoyo necesarios para encontrar algunas ideas básicas.

1.1. En la Escritura

La palabra corazón es muy usada. Más allá de su sentido propio (corazón orgánico) se utiliza en sentido metafórico. Su riqueza polisémica hace de ella un reto. En este caso es referida tanto a entes materiales como espirituales. Indica aspectos tan variados como los sentimientos, valores, impulsos, personalidad, inteligencia, totalidad-unidad…

Hay algunos sentidos de la palabra corazón que aparecen como novedosos en algunos libros de la Escritura, pero en líneas generales el contenido de esta metáfora es similar en el A.T. y en el N.T. Para encontrar el significado de la palabra corazón hemos querido partir de los sujetos a quienes es referida para intentar encontrar un sentido distinto a la mera acumulación de significados. De esta manera, la metáfora corazón es referida tanto a Dios como a los hombres e incluso a la naturaleza y a los animales, aunque fundamentalmente el término pertenece a Dios y por participación al hombre.

1.1.1. Dios tiene corazón

El dato de la Escritura es claro: Dios tiene corazón. David es elegido rey según el corazón de Dios (1S 13, 14; Hch 13, 22). Las acciones de Dios brotan de su corazón (1Cro 17, 19). Yahvéh realiza los designios de su corazón (Jr 23, 20; 30, 24), habla en su corazón (Gn 8, 21) e incluso es capaz de indignarse en su corazón (Gn 6, 6).

El corazón sólo le pertenece a Dios pero ha querido compartirlo con el hombre (Jr 7, 17; Ba 2, 31). Él conoce el corazón de todos los hombres (1R 8, 39; 2Cro 6, 30) porque ha formado el corazón a cada uno (Sal 33, 15). De esta manera, Dios sondea el corazón humano y sólo él lo conoce (Si 42, 18; Sal 17, 3; 44, 22; Jdt 8, 14). Y cuando Dios mira a una persona no se fija en las apariencias sino en el corazón (1S 16, 7).

1.1.2. El hombre tiene corazón

Desde la Escritura podemos afirmar que el corazón es en el hombre lo más importante e íntimo. Mirando al corazón del hombre podemos descubrir:
a) La personalidad y las características de una persona: inteligente (1R 3, 12; Jb 37, 24; Mt 13, 15), inquieta (2R 6, 11), soberbia (2R 14, 10; Jr 49, 16; Lc 1, 66), débil
(2Cro 13, 17), generosa (2Cro 29, 31), torpe (Sal 4, 3), firme (Sal 27, 14), torcida (Pr 11, 20; 12, 8), intranquila (Is 35, 4), perfecta (Is 38, 3), incrédula (Hb 3, 12), pervertida (Pr 17, 20), alegre (Jn 16, 22; Hch 2, 26), sencilla (Hch 2, 46; Ef 6, 5; Col 3, 22).

b) La causa y fundamento de todas las acciones de la persona (1Cro 17, 2; Hch 5, 4). El corazón es el que mueve a la persona (Ex 25, 2; 35, 21) y el que dicta lo que se debe hacer (1S 14, 7; 2S 7, 3). Es el lugar donde se decide (1Cro 28, 2; Ne 5, 7), se piensa (2Cro 1, 11; Est 7, 5), se medita (Pr 16,9; Lc 2, 19), se ora (2M 15, 27; Sal 30, 13), donde se peca y se maldice a Dios (Jb 1, 5), se cometen injusticias (Sal 58, 3; Mt 15, 19). Del corazón sale lo bueno y lo malo (Lc 6, 45).

c) Es la forma y el lugar donde se establece el diálogo entre el hombre y Dios. A Yahvéh se le busca con todo el corazón (Dt 4, 29; 6, 5; 2Cro 22, 9; Sal 119, 2; 2Tm 2, 22), y encontrado se le ama con todo el corazón (Dt 13, 4; Mt 22, 37; Mc 12, 30) y se le entrega el corazón entero (1R 11, 4). El resultado es que Yahvéh fortalece a los que tienen en él todo el corazón (2Cro 16, 9), y esto conlleva que el corazón viva más allá de la vida y de la muerte (2Cor 7, 3). La fe del hombre se ratifica en el corazón (Rm 10, 9).

Podemos encontrar señalados de forma especial el corazón de Jesús y de María en cuanto personas concretas:
– El corazón de Jesús. Él mismo se define como manso y humilde de corazón (Mt 11, 29) y hace referencia al corazón en los sentidos ya aludidos. Se cree en el corazón de Cristo (Flp 1, 8).

– El corazón de María. María aparece como aquella que guarda las palabras y los hechos de Jesús en su corazón y los medita (Lc 2, 19; 2, 52). Incluso puede verse reflejado el sufrimiento de María (6) (Lc 2, 35).

-El corazón de los profetas. La palabra del profeta surge del corazón (Jr 23, 26).

1.1.3. El pueblo tiene corazón

En la Escritura encontramos que se habla al corazón de Jerusalén (Is 40, 2), se le reprende (Ez 14, 5), incluso se le recrimina que pueda ser traidor y rebelde (Jr 5, 23). El corazón del pueblo puede volverse al Señor (1R 12, 27) y es el lugar donde se conservan las enseñanzas de Yahvéh (1Cro 29, 18).

1.1.4. El cielo y el mar tienen corazón

Se hace referencia al lugar más profundo, a aquello que proporciona misterio e inmensidad (Ex 15, 8; Dt 4, 11; Ez 27, 4; 27, 25-26; Jon 2, 4).

1.2. En la Tradición

Aunque la metáfora corazón ha estado presente a lo largo de toda la tradición cristiana, la devoción al corazón de Jesús y de María y su teología se pospuso algunos siglos. Referido al corazón de María (7) tenemos muchos testimonios, entre otros, Orígenes (s. II-III) que entiende la espada que atraviesa el corazón referida a la pasión de Cristo, San Gregorio Taumaturgo (s. III) que presenta el corazón de María como el recipiente de todos los misterios divinos o Aurelio Prudencio Clemente (s. IV-V) que es el primero en exponer la doble concepción de Cristo en el corazón y en las entrañas de María. Los primeros datos sobre la devoción al corazón de María no los encontramos hasta el siglo VIII, algo que llama la atención frente a las primeras advocaciones marianas en los siglos III-IV.

S. Bernardo de Claraval (s. XII) va a profundizar en el significado del corazón. Éste es visto como aquel que concentra y distribuye todas las gracias divinas, aquel que contiene y desarrolla la maternidad espiritual y que al tiempo es corredentor. Junto a esta idea, presenta el corazón de María en íntima unión al corazón de Jesús, pudiendo hablarse de la comunión de los corazones. Esta unidad le lleva a afirmar que la muerte que Jesús realiza en su cuerpo María la lleva a cabo en su corazón.

Estas ideas permiten considerar a S. Bernardo como un precursor importante de lo que presentaremos como teología del corazón de María. Otros autores respaldan estas mismas ideas como Hugo de San Victor (s. XII) o Ricardo de San Lorenzo (s. XIII).

Años más tarde, santa Gertrudis (s. XIII) aporta la relación que se establece entre el corazón de María y las tres Personas de la Santísima Trinidad. Se consolida ahora la devoción al corazón de María y de Jesús. Esta unidad de los sagrados corazones será presentada con una claridad asombrosa por san Pedro Canisio (s. XVI), afirmando que el corazón de María es el corazón de Jesús y que no pueden entenderse el uno sin el otro.

Pero el gran interprete y estudioso del corazón es san Juan Eudes. En su obra El corazón admirable, presentada en doce volúmenes, ofrece el significado del corazón de María, los medios para la devoción, así como el fundamento en los corazones de la Santísima Trinidad.

El corazón es entendido como interioridad, haciendo referencia al fondo mismo del ser, al centro, al origen, que es al tiempo algo dinámico. Se convierte así en centro de referencia de la persona entera. Este núcleo dinámico está sustentado por el amor, un amor que tiende a difundirse. Tampoco olvida san Juan Eudes la dimensión sacramental del corazón en cuanto misterio que se oculta y se revela.

J.Mª. Alonso sintetiza estas ideas afirmando que el corazón es “el centro, la sustancia, el ápice, la punta viva del alma; el alma misma tiene corazón… es el lugar del encuentro de Dios con el hombre: en él tiene que operarse la metanoia, la renovación interior; y en él tiene que producirse la única y verdadera transformación: la deificación por la presencia trinitaria” (8).

Toda esta riqueza semántica de la realidad del corazón que señala san Juan Eudes hace que en 1672 se instituya la fiesta del corazón de Jesús, pocos años antes de que tuvieran lugar las revelaciones de Paray-le-Monial de santa Margarita María de Alacoque. El reconocimiento público y oficial de la devoción y culto al corazón de María tardará en llegar, debatiéndose entre un pueblo exigente y un magisterio cauteloso. Tras distintos eventos que van desde la aparición de una imagen misteriosa de María mostrando su corazón, pasando por las revelaciones a Sr. Dufriche-Desgenettes en la parroquia Notre-Dame des Victoires en París, y la fundación de la archicofradía que conseguirá la consagración del mundo al corazón de María, hasta las grandes revelaciones de Fátima en 1917, se aprueba la fiesta del corazón de María y se eleva a rito doble de segunda clase, con oficio y misa propios para toda la iglesia latina, señalando su fecha el 22 de agosto, octava de la asunción.

1.3. En la teología actual

Presentamos las ideas de dos teólogos que han hablado del corazón: K. Rahner y J.Mª Alonso. Los presento porque llegan a unas conclusiones similares en el tema que estudiamos, a pesar de que uno se centra en el corazón de Jesús, y el otro, en el corazón de María, y que siguen un método distinto de trabajo: el primero, parte del concepto de persona humana para llegar a la categoría divina del amor (corazón) y, el segundo, parte de la categoría divina del amor (corazón) para llegar a la persona humana.

El corazón para K. Rahner es una protopalabra. Es una de esas palabras “que unifican como por conjuro, que concitan la realidad, que se apoderan de nosotros y nacen del corazón” (9). La palabra corazón, propia del hombre, hace referencia, en primer lugar, a la unidad y al centro más íntimo de la persona; en segundo lugar, al núcleo desde donde emergen las decisiones; y en tercer lugar, al amor como realidad última del hombre y como experiencia de Dios.

Como unidad y como centro más íntimo de la persona, K. Rahner afirma que el corazón es el “centro o intimidad original, fundamental y unificadora de su realidad una (intimidad que es tan corpóreo-espiritual como la totalidad del hombre)” (10). Se hace referencia a lo más original y personal del hombre, anterior al cuerpo y al alma. J. Mª. Alonso reconoce también la idea de unidad y vida interior para el corazón-símbolo (11) pero no da tanta importancia al aspecto físico del corazón (12). El corazón físico para éste queda reducido a mero motivo sensible para que el hombre ascienda de lo material a lo espiritual. Pese a las pequeñas diferencias, puede entenderse el corazón como el núcleo original que hace al hombre tomar conciencia de sí como realidad unificada.

Como núcleo desde donde emergen las decisiones, K. Rahner afirma que el corazón es configurador de los comportamientos de la persona. Sólo los hombres tienen corazón (los animales tienen músculo cardíaco) y de éste nacen todos sus comportamientos, “nacen de un punto central común e íntimo que los reúne a todos y les acuña el último sentido” (13). También J.Mª. Alonso se muestra conforme con esta idea al presentar el corazón en “cuanto principio radical que puede emitir sus actos de amor” (14).

Como lugar de amor y experiencia de Dios, K. Rahner afirma que “el hombre aprende que lo más íntimo de la realidad personal es el amor y que el amor es, de hecho lo más íntimo en la experiencia del corazón del Señor” (15). Y en ese amor, que es lo más íntimo en el hombre, es donde aparece la experiencia y encuentro con Dios como fundamento y origen de ese amor. El corazón se convierte en el lugar en el que el hombre limita con Dios y se vuelve a Él (16), se produce el paso de lo individual a lo infinito (17), “es el lugar en el que el misterio del hombre pasa a ser el misterio de Dios” (18). J. Mª. Alonso, sin ser tan claro y esquemático, presenta el corazón como el amor divino que se da a la persona y que exige correspondencia. Se trata de una relación con lo divino que nace y se realiza desde el corazón.

 

2. Fundamentos de una teología del corazón

Después de los datos presentados, se nos presenta el reto de intentar una teología que tenga como núcleo último el corazón. Vamos a proponer ver reflejadas brevemente estas ideas en la imagen de Dios y posteriormente en la mariología, tema éste último que nos ocupa.

2.1. El corazón de Dios y el corazón del hombre

¿Es posible afirmar que Dios tiene corazón? Sin ningún reparo puede decirse que Jesús tuvo corazón en cuanto hombre. Su personalidad, sus acciones, sus sentimientos, su relación con el Padre, su amor hacia los hombres… todo ello nacía del corazón como ese centro original y fundante de su persona. Y en este centro original no caben distinciones entre lo humano y lo divino, engloba ambas dimensiones en una realidad sin confusión ni división. En este sentido, podríamos encontrar una primera justificación.

Algunos autores, como S. Juan Eudes, han querido ver tres corazones en la trinidad de Personas divinas. Afirma que “el primer corazón que reside en la santísima Trinidad, es el Hijo de Dios, que es el corazón del Padre,… El segundo es el Espíritu Santo, que es el corazón del Padre y del Hijo. El tercero, es el amor divino, uno de los atributos de la esencia divina, que constituye el corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; tres corazones que vienen a constituir tan sólo un único y mismo corazón, con el que las tres divinas Personas se aman entre sí con amor tan grande como se merecen, amándonos igualmente a nosotros con una caridad incomparable” (19).

A nuestro modo de ver, este planteamiento tiene su acierto en cuanto explica y salva la unidad y la diversidad de Personas en Dios. No obstante, nos parece algo forzado hablar en Dios de tres corazones distintos que a su vez forman un solo corazón. Pensamos que puede ser más rico entender en Dios un solo corazón referido al Espíritu Santo.

La pregunta podría ser: ¿qué es lo que hace al Padre ser Padre y al Hijo ser Hijo? ¿Cuál puede ser ese centro (corazón) en Dios que le dé unidad y al tiempo diferencia? Es preciso encontrar en Dios un núcleo de donde provengan sus acciones, sus sentimientos, la identidad y diferencia en sus personas. Esta breve reflexión nos lleva a presentar al Espíritu Santo como el corazón en Dios. Este Corazón en Dios es el que hace el Padre sentirse Padre y al Hijo sentirse Hijo. Este Corazón es el que hace a Dios salir de sí mismo en su Hijo (20) y actuar. Así, puede pensarse como fundamento último del Corazón (Espíritu) el amor de Dios como fuerza propia (21). En Dios, Corazón y Espíritu se identifican en cuanto el Espíritu es portador de personalidad, de relación, de actividad… De esta forma, puede entenderse que el relato de la anunciación transcurra todo él transido por el Corazón de Dios lo mismo que la resurrección.

El Corazón de Jesús participa del Corazón divino. La relación entre el Padre y el Hijo no puede ser otra que a través del Corazón. De este Corazón Jesucristo hará partícipes a toda la humanidad. Es participación del amor y de la actividad de Dios, incluso participación del ser mismo de Dios en su núcleo más personal. Esta pequeña reflexión que parte de los datos presentados en la Escritura, nos lleva a plantear la relación del hombre con Dios en el Corazón.

Dos preguntas surgen al hilo de esta reflexión. Por una parte, la diferencia entre el corazón de Jesús y el nuestro, y por otra, aclarar la diferencia entre el corazón y el Espíritu. En Jesús el corazón humano está inundado todo él por el Espíritu. Participa de forma plena y directa del ser (identidad) del Padre por ser su Hijo y tener en común el mismo amor y dinámica propia trinitaria. El corazón del ser humano está también todo él transido del Espíritu de Dios pero no de forma directa sino participativa, por nuestro ser hijos de adopción. De este modo, el corazón del hombre tiene, por una parte, los rasgos propios de la personalidad, cualidades y dones de cada uno, y por otra, el fundamento que les da vida y que subyace a toda la persona: el amor de Dios que es su presencia. Así, el hombre participa de Dios al indagar en su corazón, y será responsabilidad suya actuar desde el corazón con la fuerza y dinámica de Dios. Si el corazón es lo más íntimo del hombre, allí actúa el Espíritu.

Encontrar una diferencia entre el Espíritu y el corazón se hace difícil. En Dios Padre no habría diferencia. La diferencia se encuentra en el corazón del hombre, por su materialidad. El corazón del hombre participa del corazón de Dios (el Espíritu) pero cada hombre tiene una personalidad propia que le lleva a tener un corazón distinto al de Dios. Se puede hablar de participación pero no de identidad. Aquí puede recordarse que el corazón nos presenta ese núcleo original del hombre, ese límite en el que el hombre toca con lo divino y le humaniza.

El hombre no ha sido abandonado por Dios. Tiene corazón. “Las criaturas no han sido abandonadas por su creador como restos de un inmenso naufragio en la arena de la historia, sino que son avocadas e instaladas en el corazón mismo de Dios” (22).

Después de estas breves ideas cabe la posibilidad de pensar en una teología que pueda tener como punto de referencia el corazón. Esto puede realizarse en cualquiera de las áreas teológicas: cristología, escatología, moral… Nosotros lo vamos a intentar desde el área de la mariología.

2.2. El corazón de María

Dios obra en todos los corazones y de forma especial en el corazón de María al llevar a cabo su obra de redención. Dios Padre ha preparado el corazón de María para ser digna morada de su Hijo. El corazón de María participa del corazón de Dios. María concibió primero en su corazón (mente) y después en su vientre (23). La presencia trinitaria se encuentra ya en María antes de la concepción, y estará en ella en y durante la misma por su corazón (24).

Desde este primer punto ya tendría sentido hablar del corazón de María. Sin embargo, tenemos que ir más allá. El corazón de María nos presenta no sólo la relación con Dios, la identidad, sentimientos y pensamientos de la Virgen sino su amor hacia nosotros (25). Así, cabe ver en el corazón de María la mejor fotografía de ella. Es aquí donde debe centrarse nuestra atención para descubrir el fundamento último de la vida de María y de los dogmas marianos.

 

3. Definición y posibilidades de una teología del Corazón de María

La historia de la devoción al corazón de María ha hecho mucho hincapié en ser la forma y la esencia de todas las devociones marianas. Su fundamento invade la realidad de cualquier devoción al centrarse en el amor que lleva a María a darse a Dios y a los hombres. El corazón la Virgen concentra su entrega personal. Por esta razón, se ha querido pensar en el corazón de María como la devoción que es capaz de dotar de sentido, profundidad y purificación al resto de las devociones.

Algo así queremos presentar a la hora de hablar de la teología. El corazón de María puede ser aquella forma y esencia que dé sentido, profundidad y purificación a toda la mariología.

3.1. La teología del corazón de María

En 1944 J.Mª. Alonso escribe un artículo definiendo la teología del corazón de María: “una mariología que tenga por objeto material el mismo de la mariología; y por razón formal el corazón de María” (26). No duda en ver el corazón como un método:

“Pero esto supuesto, decimos que la doctrina teológica del corazón de María puede reducir todas las verdades teológicas a la unidad, llamándolas a su centro. Esta doctrina ofrece la función personal, íntima, espiritual y sobrenatural de la Virgen. Nos presenta toda su vida interior tal como es dirigida y poseída por el Espíritu Santo desde el principio de la concepción inmaculada. Ahora bien: si se consideran bajo esta luz todas las verdades mariológicas nos hallamos con un método y un principio con los cuales puede iluminarse toda la mariología” (27).

Se trata de encontrar en la metáfora corazón explicación y profundidad al misterio de María, un principio constructor y unificador de toda la mariología. Para ello tenemos que ver en el corazón dos aspectos importantes (28) que nos ayudan a comprender esta idea. Por una parte, vemos reflejado en el corazón de María un aspecto pasivo o estático del amor de la Virgen, formado por todas las excel
encias de María en cuanto le han venido dadas gratuitamente por Dios (predestinación, maternidad divina, inmaculada concepción, virginidad,…), por otra, el aspecto activo o dinámico del amor de la Virgen, donde se incluyen todas las acciones libres y espontáneas meritorias de María (la aceptación de cada uno de los privilegios, el fiat de la encarnación, una vida entregada a Dios,…).

De esta forma, haciendo uso de la analogía y la metáfora, el corazón se convierte en método y forma que tiene como peculiar llamar a toda la mariología a su centro y explicarla desde ahí.

Centrándonos en las verdades y fundamentos mariológicas nos damos cuenta que la metáfora corazón es capaz de dar explicación y profundidad a las mismas. Si partimos de la predestinación de María por parte de la Trinidad (aspecto pasivo del amor de la Virgen) nos damos cuenta que es llamada a ser Madre, y esta función sólo tiene su origen en el Corazón, en el Amor. La confesión realizada en el concilio de Éfeso encuentra su fundamento en el corazón de María, lugar en donde se realiza el designio divino. María acepta ser madre en el corazón (aspecto activo del amor de la Virgen) concibiendo primero en su corazón (mente) y después en su seno. Maternidad divina y espiritual nacen del único centro posible en María.

La realidad virginal desde el corazón da un horizonte mucho más rico, profundo y amplio. El P. García Paredes presenta muy bien esta idea afirmando que: “La virginidad biológica que no corresponda a la virginidad del corazón es mutilación, esterilidad, pura negatividad. (…) Si la virginidad de María aparece en un primer momento como un escandaloso testimonio de pobreza y de impotencia, profundizando más allá en ella, se descubre la acción del Espíritu que injerta en el corazón de la Virgen una fuerza de genuino amor de entrega a Dios y a los hombres” (29). Esta idea no significa omitir la virginidad física. Se trata de ver la virginidad desde una explicación más convincente y amplia. Desde la profundidad y riqueza que nos da el corazón, podemos encontrar otro modo de comprensión. Nos centraríamos no tanto en el aspecto físico sino en su significado más propio de dedicación o consagración de María a Dios desde el primer instante de la vida de María (aspecto activo de su amor). J.Mª. Alonso quiere ver en este tema la integridad no tanto de una parte del cuerpo cuanto la integridad del corazón que abarca la persona entera (30).

Si tomamos el dogma de la inmaculada concepción percibimos en la definición presentada en la encíclica Ineffabilis Deus una fórmula negativa. Retomar este dogma a la luz del corazón de María nos hace ver a la persona de María inundada por la Gracia ya desde su nacimiento. El corazón de María ha sido habitado de manera especial por la Trinidad (aspecto pasivo del amor de la Virgen) y esto la ha llevado a vencer el pecado y vivir plenamente para el Señor (aspecto activo del amor de la Virgen). Desde la concepción de la Virgen su corazón ha quedado plenamente dedicado y entregado a Dios en sus tres Personas.

El dogma de la asunción tiene más dificultades para poder ser explicado. Los mismos teólogos no se ponen de acuerdo sobre muchas cuestiones como la muerte de María, la realidad cuerpo-alma en el cielo… J.Mª. Alonso ha querido ver en en el corazón la muerte de María en cuanto lugar en donde ella sufrió y compadeció (31). Al tiempo, se descubre el corazón María tan íntimamente unido al corazón del Hijo que sólo se puede pensar que lo acontecido en el Hijo sucedió también en María. No obstante, él mismo es consciente de la dificultad del mismo cuando afirma que “no es fácil a la teología católica disipar las obscuridades del misterio. Éste hunde sus raíces en un contexto escatológico que tampoco se revelará hasta el final de los tiempos” (32).

Otros aspectos de mariología, como la corredención y la mediación, también pueden ser vistas desde la metáfora corazón. La redención entendida en sentido objetivo sólo le confiere a Jesucristo, visibilizada en su vida sacrificial, desde su nacimiento hasta su muerte en cruz. María participa en la redención de Cristo, por el fiat primero (objetivo) y todos los demás fiat que María realizó junto a su Hijo. En el corazón, María es redimida y colaboradora al tiempo en la obra de la redención. Su mediación en cuanto madre, nace, por una parte, de su ser vínculo entre Dios y los hombres en la persona de Jesucristo, por otra, de su intercesión como madre espiritual de los hombres. Ambos aspectos han de ser vistos desde un corazón maternal invadido por el amor que es presencia divina.

Esta teología cordimariana podría incluso ayudar a comprender la figura de María en el ámbito ecuménico. Somos conscientes de la división que conlleva pensar en el aspecto activo del amor de la Virgen. María colabora en la obra de la redención desde su corazón. Sin embargo, puede ser enriquecedor en el diálogo ecuménico una visión de la Mariología desde la metáfora corazón en cuanto síntesis y exposición del misterio de María.

3.2. Toma de conciencia de la teología del corazón de María

Estas ideas han acompañado a lo largo de los siglos la devoción al corazón de María. Sin embargo, la acentuación excesiva de la devoción al corazón de María condujo a cierto olvido de la teología que subyacía a ésta.

Aunque es algo cuestionable, queremos considerar el año 1944 como la toma de conciencia de la teología del corazón de María. Se trata de un año denso por sus acontecimientos. En 1942 se difunden las dos primeras partes del llamado secreto de Fátima, situación ésta que dará lugar al interés de muchos mariólogos por estas revelaciones del corazón de María. En 1944 se produce, por una parte, la consagración del mundo entero al inmaculado corazón de María por Pío XII, por otra, el reconocimiento de la fiesta del corazón de María con misa y oficio propio para toda la iglesia latina. Estos datos dan como resultado la toma de conciencia de la teología del corazón de María por un grupo de teólogos que se reúnen en Fátima para celebrar la IV asamblea nacional de mariología. Estudiarán la teología del corazón de María desde las distintas ciencias teológicas (33).

3.3. Posibilidades de la teología del corazón de María

Después de la presentación resumida de la teología del corazón de María cabe exponer, también con brevedad, las posibilidades que nos aporta una mariología estudiada desde este punto de vista. Son consecuencias que deben ser tenidas en cuenta en el futuro de la teología y especialmente de la mariología.

3.3.1. La teología se ve iluminada y enriquecida desde el símbolo corazón

La palabra corazón no es una moda de la teología del momento. Se encuentra presente a lo largo de la Escritura y ha sido usada en todos los tiempos. Se trata de una palabra que ha sido pronunciada en todas las culturas y lenguas y que pertenece a lo más íntimo del ser humano, aquello que llama a la unidad. La palabra corazón hace referencia al “centro original y más íntimo de la totalidad anímico-corporal de la persona” (34). El corazón se convierte en centro “originario y dinámico” del hombre. Es una palabra incluida en el ámbito de la sacramentalidad, del misterio que se desvela, de lo oculto que se manifista. Al tiempo que se oculta se manifiesta. En este sentido K. Rahner la definido el corazón como una protopalabra, “palabras que unifican como por conjuro, que concitan la realidad, que se apoderan de nosotros y nacen del corazón” (35).

Junto a estos significados no podemos olvidar la característica principal que es el amor. En el fondo del corazón se encuentra el amor como presencia de Dios, siendo al tiempo lugar de encuentro de Dios con el hombre, lugar de personalización, y centro dinámico de nuestras acciones.

A partir de la palabra corazón, puede forjarse una teología que concite lo humano y lo divino a la unidad, al amor, al misterio. Tanto en su aplicación a la cristología, a la soteriología, mariología… la metáfora corazón es capaz de enriquecer y llevar a la teología a límites insospechados.

3.3.2. Redescubrimiento y valoración de la teología del corazón de María

La metáfora corazón de María ha olvidado su función de misterio, y tomada parcialmente por muchos predicadores (36), ha sido reducida a un sentido material¬devocional. Parecía, y aún lo parece, que éste terminaría su existencia como si fuera el final de una devoción más. La falta de sentido y explicación del mismo, le han hecho caer en ridículo y olvido.

La teología del corazón de María está todavía por redescubrir y aplicar su sentido más profundo y rico. 1944 no puede ser olvidado tan fácilmente. El corazón de María condensa toda la persona de María en su ser amada por el Dios trinitario, siendo al tiempo manifestación de su amor y entrega personal a Dios y a los hombres.

3.3.3. El corazón de María, razón formal de la mariología. Unidad frente a pluralidad

La pluralidad de las devociones y de las ideas en general, no pueden ser entendidas como algo negativo. El problema se encuentra cuando una realidad concreta se explica desde la diversidad de sus partes sin tener en cuenta el núcleo fundamental de la realidad en sí. Algo parecido ha sucedido en mariología. La persona de María ha sido muy pensada, primero, desde perspectivas muy distintas (cristológica, eclesiológica, trinitaria…); después, desde títulos, dogmas, apariciones… Puede decirse que, en general, la mariología se ha estudiado desde la pluralidad de títulos, dogmas, virtudes…, olvidando fundamentar toda la realidad mariana en algo nueclear que fundamentara todos estos estudios parciales. Bien es cierto, que un intento de ello fue fundamentar toda la mariología en la maternidad de María. Pero, casi siempre, la tendencia ha sido la dispersión en el pensamiento y en los estudios.

Por eso, nuestra propuesta es una llamada a la unidad frente a la pluralidad, a buscar una metáfora que sea capaz de dar la unidad que necesita la mariología.

La tradición ha propuesto ver la devoción al corazón de María como la forma de todas las devociones marianas, como aquella que contiene lo esencial y nuclear de todas ellas. Así se consigue unas devociones con sentido y centradas en los límites racionales-espirituales de lo que son. Y, dejemos claro, que no se trata de quitar todas las devociones marianas dejando en su lugar la cordimariana. Se trata de que todas las devociones encuentren su verdadero sentido y significado en el corazón de María. Del mismo modo, es necesario redescubrir la teología del corazón de María como aquella teología capaz de dar sentido y profundidad a la mariología, una teología que explica y unifica toda la mariología.

3.3.4. Se abre un posible diálogo con las iglesias cristianas respecto a la mariología

Se hace difícil un diálogo ecuménico sobre la persona de María especialmente a raíz de los dos últimos dogmas definidos en la iglesia católica. El diálogo se complica cuando intentamos escuchar la pluralidad de tendencias en cada una de las iglesias, y su evolución en los temas marianos. A pesar de todas las dificultades disponemos de una base común: el consensus quinquesaecularis. Todos compartimos la profesión de fe desde Nicea a Calcedonia. Esto nos hace unirnos en lo fundamental respecto a María: la maternidad.

Nosotros pensamos que una visión de la mariología centrada en la unidad, proporcionada por la metáfora corazón, puede ayudar al diálogo ecuménico en este tema. La afirmación de una concepción, primero, en su corazón y después en su seno puede ser aceptada tanto por orientales como por protestantes. Se podría ver con normalidad el aspecto pasivo del amor de la Virgen reflejado en el corazón. El problema lo encontramos al pensar en el aspecto activo del amor de María. La colaboración de María desde el corazón resultaría difícil de resolver.

La virginidad y la inmaculada concepción explicadas de forma positiva desde el corazón pueden ser un punto de encuentro. La iglesia ortodoxa, así como la anglicana, no ponen demasiados obstáculos a la profesión de la virginidad. Algo más en algunos sectores de la iglesia protestante contemporánea, aunque bien es cierto que Lutero, Calvino y Zinglio no tuvieron problemas en aceptarla pese a sus diferencias. Profesar el corazón virgen como digna morada del Hijo y como entrega generosa de María podría ser una respuesta válida. Respecto a la inmaculada, en líneas generales podemos decir que ni ortodoxos, ni anglicanos, ni protestantes aceptan esta profesión tal como lo hace la iglesia católica. Lo que aceptan es la necesidad de que Jesús nazca de una madre preparada para tal destino. De esta forma, puede proponerse el corazón, desde su identidad anterior al cuerpo y al alma y la inhabitación divina, como aquella realidad que la lleva a vivir siempre en gracia. Vemos así el lado positivo de la definición acercándonos a la iglesia ortodoxa (toda santa) y a algunos protestantes más modernos como K. Barth.

Otro punto interesante sería el aspecto devocional tan criticado por algunas iglesias protestantes. Quizá la devoción al corazón de María como síntesis y fundamento del resto de las devociones puede ayudar a comprender y explicar muchas de éstas.

Cabría añadir más posibilidades pero hemos creído suficientes las presentadas. Son puntos importantes que bien merecen la pena su reflexión y estudio con más tiempo y dedicación.

 

Conclusión

La metáfora corazón sigue siendo un reto para aquel que la estudia. Es una palabra misteriosa que revela y oculta al mismo tiempo. Un sacramento. Muchos han querido devaluar y maltratar una palabra sagrada. A todas horas podemos escuchar esa palabra en la calle, medios de comunicación y en cualquier lugar por raro que nos parezca. Sin embargo, la metáfora corazón debe ser recuperada en su sentido más profundo teniendo el compromiso de proferirla con prudencia y veracidad. “La hemos de utilizar sin prodigarla” (37), para que no se convierta en una de las muchas palabras desgastadas de nuestro lenguaje religioso.

La palabra corazón seguirá siendo un manantial de verdad. Con palabras de María Zambrano, “contra ello (el corazón) toda razón queda sin razón alguna, mientras la verdad se le acerca como prometida. Sólo como prometida, que no admite tan pronto ser desposada, que aguarda aún” (38).

La teología, vista desde la metáfora corazón, adquiere una nueva comprensión y amplitud. Así lo hemos querido presentar aplicada a la mariología. La teología del corazón de María nos ofrece una visión rica y complexiva de la mariología. Estas ideas que hemos presentado a modo de introducción necesitarán en adelante un desarrollo y un estudio más profundo. Basten estas páginas para sacar a la luz un proyecto que quedó en el espíritu de unos grandes maestros.

(1) Cf. ALONSO J.Mª., Inmaculado Corazón, en Nuevo Diccionario de Mariología, Madrid 1988, 942; ID., Culto al Sagrado Corazón de Jesús, “Ilustración del Clero” 49 (1956)
(2) Entre otros, puede señalarse al gran promotor de la devoción cordimariana S. Juan Eudes o, posteriormente, los exponentes de la IV Asamblea Nacional de Mariología como José Mª Bover, Máximo Peinador o Joaquín Mª Alonso.
(3) Cf. GROSSO L., La tierra donde acontece la teofanía del Amor: hacia una teología fundamental del corazón de María, “EphMar” 48 (1998) 231-260; ID., “Trono de la sabiduría”: hacia una teología fundamental del corazón de María, “EphMar” 48 (1998) 533
-548; CAMPO VILLEGAS G., María y su corazón, “EphMar” 49 (1999) 141-143.
(4) Cf. U. VON BALTHASAR, Teodramática, III. Las personas del drama: El hombre en Cristo, Madrid 1993, 272.
(5) FIORES DE, S., María en la teología contemporánea, Salamanca 1991, 603.
(6) No todos comparten esta interpretación. Algunos piensan que la espada que atraviesa el corazón es referida a la división que se producirá con motivo de rechazar o acoger la Palabra (Cf. GARCÍA PAREDES J.C.R., Mariología, Madrid 1995, 110-112; FRANQUESA P., La figura de María en Lucas, en A. APARICIO (Dir.), María del Evangelio, Madrid 1994, 251-256).
(7) Para realizar un estudio completo de ello puede consultarse a BOVER J.Mª., Origen de la devoción al corazón de María, “EstMar” 4 (1944) 59-171.
(8) ALONSO J.Mª., El corazón de María en san Juan Eudes, vol I, Madrid 1958, 86.
(9) RAHNER K., Escritos de teología, vol III. Vida espiritual-sacramentos, Madrid 1961,
(10) Ibid., 363.
(11) Sobre el objeto del corazón, J.Mª. Alonso aborda una cuestión nominativa. No le convence el título de corazón simbólico. Separa demasiado los dos contenidos de la palabra: por una parte, el corazón físico en sí mismo, y por otra, el amor representado bajo el símbolo cordial. Para lograr una mayor claridad y unidad en el término opta por la expresión corazón-símbolo.
(12) Cf. ALONSO J.Mª., Sobre una teología del corazón de María, “Ad Maiora” 9 (1956)
(13) RAHNER K., Escritos de teología, vol. III. Vida espiritual-sacramentos, Madrid 1961,
(14) ALONSO J.Mª., Sobre una teología del corazón de María, “Ad Maiora” 9 (1956)
(15) RAHNER K., Escritos de teología, vol. III. Vida espiritual-sacramentos, Madrid 1961,
(16) Cf. Ibid., 359.
(17) Cf. Ibid., 362.
(18) ID., Escritos de teología, vol VII. Escritos pastorales, Madrid 1961, 521.
(19) EUDES J., El corazón admirable de la Madre de Dios, libro I, cap. 2, nº 2.
(20) Cf. DURRWELL F-X., Nuestro Padre. Dios en su misterio, Salamanca 1992, 30.
(21) Cf. Ibid., 134-135.
(22) GONZÁLEZ DE CARDEDAL O., Raíz de la esperanza, Salamanca 1995, 60.
(23) “Christum prius mente quam ventre concipiens” (S. AGUSTÍN, PL 38, 1074).
(24) ALONSO J.Mª., El corazón de la Inmaculada, “Verdad y vida” 15 (1975) 343.
(25) ID., Sobre una teología al corazón de María, “Ad Maiora” 9 (1956) 35.
(26) ALONSO J.Mª., Sobre una teología del corazón de María, “Ad Maiora” 9 (1956)
(27) ID. El corazón de la inmaculada, “Verdad y vida” 15 (1975) 350.
(28) Cf. ID., Sobre una teología del corazón de María, “Ad Maiora” 9 (1956) 44.
(29) GARCÍA PAREDES J.C.R., María la mujer consagrada, Madrid 1979,159.
(30) Cf. ALONSO J.Mª., El corazón de la inmaculada, “Verdad y vida” 15 (1975) 339.
(31) ID., El corazón de María en la teología de la reparación, “EphMar” 27 (1977)
(32) ID., ¿La asunción desmitologizada?, “EphMar” 26 (1976) 349.
(33) Ejemplos de esta toma de conciencia los encontramos en: BOVER J.M., Origen de la devoción al corazón de María, “EstMar” 4 (1945) 148; PEINADOR M., El corazón de María en los evangelios, “EstMar” 4 (1945) 57-58; ALONSO J.Mª., El corazón de María en San Juan Eudes, vol. I, Madrid 1958, 213; ID., Sobre una teología del corazón de María, “Ad Maiora” 9 (1956) 15.
(34) RAHNER K., Escritos de teología, vol. III. Vida espiritual-sacramentos, Madrid 1961,
(35) Ibid., 358.
(36) Cf. ALONSO J.Mª., La consagración al corazón de María, acto perfectísimo de la virtud de la religión. Una síntesis teológica, (Introducción a la obra de CANAL J.Mª., La consagración a la Virgen y a su corazón, 2 vols., col. Cor Mariae, Madrid 1960), vol. I,
(37) RAHNER K., Escritos de teología, vol VII. Escritos pastorales, Madrid 1969, 527.
(38) ZAMBRANO M., Claros del bosque, Barcelona 1988, 72.

Pablo Brogeras Martínez
 
 

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