Lo que más conspira para que la gente no se salve y cuáles son las penas del infierno.

Hoy en día existe el supuesto de que “todos” van al cielo por defecto.

Y quizás alguno al purgatorio, los más conscientes de sus pecados.

La teología del fuego y el azufre no está de moda.

Y en general los sacerdotes, obispos y cardenales no se sienten confortables con ella.

La afirmación, de que “esperamos que todos los hombres se salven” ha sido sobrepasada y se ha convertido en “¿cómo puedes pensar que todos los hombres no serán salvados?”.

Aquí hablaremos sobre las pruebas de la existencia del infierno, por qué realmente existe para mostrar la misericordia de Dios y cuáles son las penas que se sufren en el infierno.

Durante años, ha habido un silencio tan inexplicable como condenable sobre la realidad del Infierno, en las homilías y en las catequesis. 

Y esto pone en peligro las almas.

En las últimas décadas se ha quitado énfasis al Infierno, en un intento equivocado de «hacer más espacio» para la misericordia de Dios, a expensas de Su justicia.

Y es porque en el mundo, la preocupación por la muerte física ha reemplazado a la preocupación por la muerte espiritual, es decir, el Infierno.

A partir de entonces, el Infierno ha sido evitado como la peste, al igual que la verdad sobre el pecado.

El dogma del Infierno es fundamental para la Fe, e irónicamente para la salvación de las almas, y no se puede ignorar sin causar un gran daño.

Por lo tanto la doctrina de la Iglesia ha afirmado históricamente tres cosas: la existencia del infierno, que es consecuencia de no acoger la misericordia de Dios y que se trata de una libre elección de parte de los que entran allí.

El padre Schouppe recopiló varios casos documentados, en su libro sobre el infierno de apariciones de condenados, que supuestamente habían ido al infierno y bajaron para alertar. 

Cristo advirtió a sus discípulos sobre el infierno con más frecuencia de lo que habló sobre el cielo.

Las Sagradas Escrituras están llenas de referencias al Infierno, mucho más que al cielo, menciona el castigo eterno no menos de 167 veces. 

Advirtió del fuego inextinguible; del tormento eterno; de un horno ardiente donde hay llanto y crujir de dientes; del lugar de las tinieblas de afuera; del lugar donde el gusano no muere, etc. 

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma, «La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del Infierno y su eternidad. Inmediatamente después de la muerte, las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden al Infierno, donde sufren los castigos del Infierno», numeral 1035.

Y todo esto tiene sentido, porque no es razonable pensar que Dios hubiera creado criaturas con libre albedrío, que determinan sus propios destinos, sin imponer consecuencias eternas apropiadas para sus elecciones.

Al darnos libre albedrío, Dios se ha obligado a Sí mismo a aceptar nuestras decisiones. 

Podría habernos hecho animales irreflexivos o robots mecánicos, pero en cambio nos dio la dignidad de poder responder libremente a Su amor.

Cuando pecamos mortalmente y rechazamos la misericordia divina con impenitencia final, no hay otra alternativa lógica para nuestro destino eterno que no sea el Infierno.

Por otro lado, nadie puede vivir libremente a menos que conozca la ley moral, que es la «valla» que separa el Cielo del Infierno.

Y el miedo al castigo es lo que mantiene a raya a los espiritualmente inmaduros, y es un punto de partida necesario para la caridad.

Un principio fundamental que parece que hemos perdido en nuestros días es que el miedo al infierno es un primer paso necesario para abrazar el amor, en mucha gente. 

Una razón importante por la que hay tan poca fe entre los cristianos de hoy es que el temor santo, se ha evitado en las catequesis y en la liturgia.

El pensamiento políticamente correcto es que el infierno y el miedo son razones indignas para la conversión.

Y este es un gran error de cálculo con la psicología de la gente.

Cuando los sacerdotes reemplazaron la predicación sobre el pecado y el Infierno con el edulcorante teológico de ignorar el infierno y hasta cierto punto el purgatorio, sofocaron la madurez espiritual de los católicos.

Han desconocido la realidad de que la misericordia de Dios está muy unida a la posibilidad de caer en el infierno.

Nuestro Señor le enseñó a la Hermana Faustina la Coronilla de la Divina Misericordia para apelar a la misericordia de Dios, especialmente en favor de los pecadores y moribundos.

Y el Ángel de Portugal les enseñó a los pastorcitos de Fátima la jaculatoria para rezar el rosario, donde se le pide a Jesucristo que nos libre del “fuego del infierno”.

Y como muchos hoy día niegan la existencia del Infierno, durante estas apariciones, tanto a los pastorcitos de Fátima como a Santa Faustina, se les mostró el infierno de primera mano y escribieron sobre sus horrores.?

Santa Faustina Kowalska escribió en su diario “Yo, la hermana Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del infierno para poder contarle a las almas y testificar de su existencia”.

Y además de contar las penas del infierno para que ningún alma pueda tener excusa de decir que no existe el infierno, también Jesús le habló de Su misericordia.

Es más, Jesús le mostró el infierno para hacer más vívida Su misericordia.

El mensaje dado a Santa Faustina, es que el Dios misericordioso le da al alma un momento vívido interior para que se arrepienta en cada momento de la vida, especialmente a los moribundos.

De modo que si el alma está dispuesta, tiene la posibilidad de volver a Dios en todo momento.

Pero a veces, la obstinación en las almas es tan grande que eligen conscientemente el infierno, según el Señor.

Por lo tanto, Santa Faustina no deja de decir que las almas que van al infierno es porque eligen el infierno, o sea que es una elección deliberada de los orgullosos.?

Según lo que Faustina describió del infierno, es tanto un estado como lugar. 

Es un estado de eterna desdicha, pero además será un lugar cuando resucitemos en el juicio final.

De modo que los tormentos no sólo serán para nuestra alma sino también para nuestro cuerpo, nuestra materia, y por lo tanto debe estar ubicado en un lugar físico.

Los tipos de penas que vio en los habitantes del infierno son las siguientes:

-la primer pena del infierno es la pérdida de Dios;

-la segunda es el remordimiento perpetuo de la conciencia;

-la tercera es que la condición de uno nunca cambiará;

-la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; un sufrimiento terrible porque es un fuego completamente espiritual, encendido por la ira de Dios;

-la quinta es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante, pero a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros, su propia alma y la de los demás;

-la sexta es la compañía constante de satanás;

-Y la séptima es la horrible desesperación, el odio a Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias.

Estas son las penas sufridas por todos los condenados juntos, pero no es el fin de los sufrimientos.

Hay penas especiales destinadas para las almas en particular.

Estos son los suplicios de los sentidos.

Cada alma padece los sufrimientos relacionados con la manera en que ha pecado.

Y Jesucristo le ordenó a Santa Faustina que lo divulgara.

“Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ningún alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay infierno.

O que nadie ha estado allí, y por lo tanto nadie puede decir que no sabe”, escribió la santa polaca.

Esto es similar a la visión del infierno y la advertencia que hizo Nuestra Señora en Fátima.

La Santísima Virgen dijo a los pastorcitos,

“Ustedes han visto el Infierno a donde los pecadores van cuando no se arrepienten”.

Y Sor Lucía escribió en su diario, haciendo la descripción de su visita al infierno,

“Lo que he escrito no es más que una pálida sombra de las cosas que vi.

Pero me di cuenta de una cosa, que la mayoría de las almas que hay no creían que hubiera un infierno». 

Santa Teresa de Ávila fue otra mística que tuvo una visión del infierno.

Dijo, “Un día, mientras estaba en oración, de repente me encontré sumida en el infierno.

Me di cuenta de que el Señor me quería llevar a dar un vistazo sobre a donde conduce una vida de pecado”.

Y nos dijo una cosa especialmente importante,

“Mirando hacia atrás, no puedo pensar en una sola prueba que haya experimentado en esta vida que pueda compararse siquiera fugazmente al inframundo.

¡No tenemos ninguna razón para quejarnos de los problemas mundanos!

El Señor me hizo un gran favor cuando me sumergió en el infierno.

Me ayudó a poner la tribulación y las contradicciones de esta vida en perspectiva.

Me dio la fuerza para sufrir las cosas.

También renovó mi gratitud hacia Dios, que me liberó del tormento eterno.

Todo lo demás parece muy fácil ahora”.?

Sin embargo, a pesar de todo esto, hay teólogos, sacerdotes y laicos que descartan la existencia del infierno o que haya alguien allí. 

Pueden decir que las personas que merecen el Infierno son aniquiladas, o sea que su alma deja de ser eterna

Y otros dicen que todos se salvan.

Pero la realidad es que las personas finalmente se envían a sí mismas al Infierno al elegir el pecado mortal y negarse a arrepentirse.

Bueno hasta aquí lo que queríamos contar sobre la existencia del infierno, sus penas, y la razón por la que existe.

Y me gustaría preguntarte qué opinas sobre la existencia del infierno y sobre las razones por las que no se predica actualmente sobre este estado y este lugar.

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