La conducta de Jorge Bergoglio durante la “guerra sucia” en Argentina

Investigación sobre una época de persecución.

 

El libro la “Lista de Bergoglio” es una investigación sobre la actividad de Bergoglio durante la guerra sucia de Argentina, donde salvó las vidas de decenas de perseguidos, según el libro. El autor habló con Radio Vaticano y presentó el libro en Roma.

 

lista de bergoglio

 

Jorge Mario Bergoglio, ahora el Papa Francisco, tuvo la capacidad, la prudencia y la astucia de un agente secreto que salvó la vida de más de un centenar de personas – posiblemente más – durante la guerra sucia de Argentina en la década de 1970.

Esta es la evaluación de Nello Scavo, autor de un nuevo libro titulado “La Lista di Bergoglio”.

La obra revela cómo el entonces padre Jorge Bergoglio planeó una estrategia secreta para salvar a los perseguidos en una guerra clandestina emprendida por la Junta militar de Argentina.

«La imagen que surge de Bergoglio es el de un hombre capaz, que actuaba con la prudencia y la astucia de un 007», dijo Scavo a Radio Vaticano.

Él dijo que no es posible dar estimaciones precisas de cuántas vidas salvó Bergoglio, sobre todo porque nunca quiso hablar de sus esfuerzos. Asimismo, no colaboró con el libro. Pero el autor, un periodista del periódico Avvenire de los obispos italianos, dijo que había recogido docenas de historias de los testigos de diferentes períodos, algunos que lo conocieron y otros que no lo hicieron.

Scavo estima con cautela que «más de 100 personas fueron sin duda salvados por el Padre Jorge Mario Bergoglio en ese momento», agregando que muchos otros fueron «indirectamente salvados» por el sacerdote jesuita. En una presentación del libro en Roma el 7 de octubre, Scavo puso la cifra en más de 1.200 vidas salvadas directa e indirectamente, superando el número de los rescatados por el industrial alemán Oskar Schindler durante la Segunda Guerra Mundial.

Un método que Bergoglio utilizó para ocultar los estudiantes, tanto hombres como mujeres, fue usar el Colegio Máximo de San Miguel en Buenos Aires. Incluso sus compañeros jesuitas no eran conscientes de sus acciones, en la creencia de que los recién llegados eran jóvenes en el proceso de discernimiento espiritual o seminaristas en retiro.

Una vez allí, Bergoglio elaboró un plan secreto para permitirles escapar.

«Encubiertos, llegaron a Brasil, por ejemplo, donde se diseñó una red, una vez más por los jesuitas, lo que les permitió llegar a Europa», dijo Scavo.

«Usó su esfera de influencia, las amistades y conocimientos con el fin de obtener pequeños  favores»

Bergoglio salvó no sólo a jóvenes sino también a sindicalistas, sacerdotes, intelectuales, y otros.

Pero su récord durante el 1976 – 1983, la dictadura argentina, no estuvo exento de polémica. Como Provincial de los jesuitas en Argentina desde 1973 hasta 1979, el futuro Papa fue acusado de complicidad con el régimen.

Los críticos han dicho que tuvo demasiado silencio sobre los abusos contra los derechos humanos que tenían lugar en ese momento, aunque los partidarios subrayan que la cautela de Bergoglio fue un acto de prudencia, lo que le permitió salvar tantas vidas como pudo. Muchos sacerdotes, monjas y obispos murieron a manos de la Junta Militar, y al igual que Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial, Bergoglio sentía que podría salvar más vidas, ayudando de manera clandestina. Por otra parte, su posición era relativamente menor y es poco probable que tuviera mucho peso, incluso si hubiera hablado más.

Pero también ha sido acusado de denunciar a dos jesuitas al régimen. Franz Jalics, que ahora vive en Alemania, y Orlando Yorio, ya fallecido, que estuvieron convencidos de que Bergoglio les había entregado, lo que les valió cinco meses de prisión y tortura. El régimen consideraba su trabajo con los pobres con recelo y sospechaba que apoyaban a la guerrilla.

Los dos se reconciliaron con Bergoglio en el 2000. Jalics ha llevado a cabo su propia investigación y encontró que Bergoglio no estuvo involucrado en la denuncia. También hizo una declaración, poco después de la inauguración de Francisco como Papa, en la que dijo:

«El hecho es que Orlando Yorio y yo no fuimos denunciados por el padre Bergoglio»

El jesuita fue recibido en audiencia privada por el Papa en el Vaticano el 5 de octubre.

El libro de Scavo, también revela que una vez secuestrados por el régimen, Bergoglio pretendía liberar a los dos hombres a su propio riesgo personal.

«Nosotros reconstruimos una reunión cara a cara muy dura que tuvo lugar entre el Padre Bergoglio y el almirante Massera, el jefe de la marina de guerra – un hombre muy difícil – en el que Bergoglio intenta obtener la devolución de estos dos sacerdotes», dijo Scavo.

El libro también menciona Ana y Sergio Gobulin, dos cristianos que trabajaban en el barrio Bajo Flores de Buenos Aires. Bergoglio los visitó en el barrio y celebró su boda, pero Sergio fue arrestado y encarcelado. Bergoglio consiguió que lo dejaran en libertad con la ayuda del cónsul italiano y la pareja huyó a Friuli, en el noreste de Italia.  Veamos lo que dice el libro más en detalle.

“NOSOTROS LE DEBEMOS LA VIDA”

Sergio y Ana Gobulin llevan más de 40 años guardando silencio sobre su pasado: al inicio de la dictadura de Videla, fueron perseguidos por su labor misionera entre los pobres de las villas miseria, y él fue secuestrado y torturado durante 18 días. Salvaron la vida gracias a la labor de un jesuita que había colaborado con ellos atendiendo a los más pobres: el padre Jorge Bergoglio.

“Rompieron las puertas. Lo pusieron todo patas arriba. Dijeron que buscaban armas”.

Les trajo sin cuidado la niña pequeña, y una familia cuyo único problema era que luchaba por los derechos y la dignidad de los marginados. Fue una intimidación. A la policía secreta no le gustaba aquella idea de liberación que iba colándose por todas partes. (…)

Habla Sergio:

“En 1970, todavía estudiante de Teología, decido, por coherencia con mis convicciones, ir a vivir a una villa miseria en la periferia de Buenos Aires. Con un grupo cada vez más numeroso de residentes del barrio, nos dedicamos a diversos trabajos: asistencia a familias paupérrimas que procedían del interior del país y de las naciones limítrofes, creación de una escuela nocturna para la alfabetización de los adultos, asistencia sanitaria, asistencia a chicas que eran madres y a otras obras sociales”.

En aquel período, conoce a Bergoglio. Jorge no era todavía sacerdote. Sería ordenado el 13 de diciembre de 1969, cuatro días antes de celebrar su 33 cumpleaños. Entre tanto, Sergio se ganaba la vida trabajando como empleado en un centro de la Compañía de Jesús. Aquí encontrará a su futura mujer. Ana era maestra de los hijos de algunos profesores. (…) Bergoglio, una vez nombrado Provincial de los jesuitas, quiso conocer más de cerca aquellas realidades.

“La primera vez estuvo con nosotros algunos días. Volvió a casa profundamente conmovido por aquella experiencia”.

Sergio y Ana se casaron el 14 de noviembre de 1975. La celebración fue presidida por el padre Jorge. Pocos días después, se encontraron la casa saqueada por los militares. Los recién casados estaban en el cine. Cuando volvieron, parecía que hubiera pasado un batallón de excavadoras.

“No habíamos hecho nada malo, no teníamos armas, no pertenecíamos a ninguna organización terrorista”, dice Sergio.

El 11 de octubre de 1976, Sergio Gobulin llega chupado (agotado). Aquella mañana, tenía un día de permiso en el trabajo. Tenía necesidad de organizar unos asuntos familiares. También Ana estaba en casa. En 24 horas se le acabaría el permiso de maternidad. Los cazadores de disidentes, cuando descubrieron que Sergio no estaba en el trabajo, corrieron a buscarlo. Se lo cruzaron en la calle. Una lluvia de golpes, un saco de rafia cubriendo la cabeza, las manos unidas detrás de la espalda. Se lo llevaron, sin tiempo para reaccionar. Las compañeras de Ana tuvieron tiempo de advertirle. Consiguió esconderse, huyendo de lo peor que hubiera podido pasarle. Sergio, no. Durante 18 días, permaneció a merced de desconocidos que lo trasladaron varias veces: cárceles, habitaciones, cuarteles y, de nuevo, cárceles. Siempre las mismas preguntas: ¿Qué hacen en el barrio? ¿Quién forma parte de su grupo terrorista?

En cuanto el padre Jorge fue informado, puso en marcha una operación de salvamento, en dos direcciones: rescatar a Sergio de los militares, y poner a salvo a Ana. El jesuita comenzó a indagar por su cuenta, preguntando por la calle, mirando a su alrededor. Fue a ver a algunos oficiales para poner en conocimiento el caso de sus amigos. Después de varias peripecias, logró liberar a Sergio.

“Los 18 días de mi secuestro fueron verdaderamente duros, tanto por las torturas físicas, como, sobre todo, por las psicológicas. Después de mi liberación, fui consciente, a través de mis familiares, de los esfuerzos que realizaron el padre Jorge y el entonces vicecónsul de Italia en Argentina, Enrico Calamai, para buscarme y liberarme”.

A través de la Nunciatura, Bergoglio hizo que se interesara por esta cuestión Enrico Calamai, el heroico cónsul italiano protagonista de centenares de liberaciones.

“Calamai hizo que me hospitalizaran en el Hospital italiano de Buenos Aires, por motivos de seguridad, junto a mi mujer y mi hija. Ana y yo pensábamos que, una vez recuperado, nos alejaríamos de la capital”.

Un día confiaron al amigo jesuita su plan: trasladarse al interior de Argentina, lejos de los militares, para poder volver a comenzar.

“Es tiempo de coraje. Aquí los problemas no se han acabado, ni para ustedes ni para Argentina. Todavía les buscarán. Escuchenme: abandonen el país”, les dijo el padre Jorge.

Sergio y Ana precisan:

“No nos interesa hacernos publicidad ni aprovecharnos de la amistad con el padre Jorge. El hombre a quien le debemos la vida se ha convertido en Papa. Y nosotros, que lo hemos conocido de cerca, no podemos no verlo como un designio de la Providencia”.

Son muchos los detalles que Sergio y Ana no podrán olvidar del padre Jorge. Como cuando, en 1978, el Provincial fue a ver a la madre de Sergio, que permaneció en el país con el resto de la familia. Le entregó un sobre. Dentro estaba el dinero para un viaje: “Anda a ver a tu hijo”.

Fuentes: Mercatornet, Alfa y Omega, Signos de estos Tiempos

 

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