Ángeles, profetas y Jesús son extraterrestres.
La semana pasada estuve mirando en History Channel una serie llamada Alienígenas Ancestrales, que tiene como base la teoría de que seres extrarrestres han visitado la tierra y donde supuestos expertos relacionan cada pasaje de la Biblia (y otros textos sagrados) con la presencia de seres del espacio exterior, sin más prueba que sus propias opiniones, y dicho con una seguridad que puede poner en duda hasta al más firme sentido común, al más fiel estilo del suizo Erich Von Daniken.
Todo comienza con una pregunta. “¿Y si los dioses y ángeles descritos en la Biblia fuesen las mismas entidades que hoy se presentan como seres extraterrestres?”. La respuesta está clara para la gente que vive de estos temas, y es una respuesta afirmativa. ¡Claro que SÍ!
¿Qué dicen los defensores de estas teorías? Las referencias a Dios y a otras divinidades no son más que la prueba del contacto de los hebreos con los habitantes de otros planetas. Y lo mismo sucede con los ángeles. Si son seres procedentes del cielo, la conclusión es clara: son extraterrestres.
Además, todo lo relativo a sus apariciones y desapariciones, las teofanías, los momentos de especial encuentro divino y revelación al hombre… se muestran claramente como lo que hoy llamamos avistamientos de los famosos objetos volantes no identificados (ovnis).
LA ZARZA ARDIENTE, LA COLUMNA DE FUEGO, LA ABDUCCIÓN DEL PROFETA ELÍAS Y LOS ELOHIM
Un ejemplo concreto: Moisés se encuentra con una zarza que arde y no se consume. Explicación más lógica, según esta gente: “obviamente, el profeta nada podía saber sobre la luz artificial, porque parece que de eso se trataba”. Éste es el rigor empleado, como podemos leer: “parece que”. De hecho, continúa diciendo: “O al menos así podemos interpretarla, analizada la escena a varios milenios vista”. Curioso planteamiento hermenéutico que explica un texto religioso de la Antigüedad aplicando dudosas afirmaciones que sólo tienen sentido a la luz del progreso al que ha llegado la humanidad hoy en día.
Porque, si seguimos con el libro del Éxodo, encontramos otra interpretación igualmente extravagante, cuando se relata la marcha por el desierto del pueblo hebreo, guiado por una columna de nube por el día y por una columna de fuego durante la noche. Leemos: “¿Acaso no es lícito concluir que Yahvé era una aeronave que se mantenía a cierta altura, guiando al pueblo elegido tanto de día como de noche, pues emitía luz para que los caminantes pudiesen ver por dónde pisaban?”.
El catálogo de textos veterotestamentarios empleados por los defensores de la hipótesis alienígena es amplio, y cualquier buen conocedor de la Biblia podría elaborar una bastante completa. El diluvio universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra, el paso del Mar Rojo, la caída del maná, el encuentro de Moisés con Yahvé en el monte Sinaí, la presencia de Dios en la Tienda del encuentro, los fenómenos ocurridos en torno al Arca de la Alianza, los episodios protagonizados por los mensajeros divinos (ángeles), la desaparición misteriosa del patriarca Enoc y, sobre todo, la ascensión del profeta Elías al cielo en un carro de fuego. Esta última escena es la más “extraterrestre” de todas, ya que se interpreta en clave de “abducción”, tan de moda entre los aficionados a la ufología. Otro texto muy citado es la visión de la gloria de Dios que relata el profeta Ezequiel en el primer capítulo del libro que lleva su nombre.
Una expresión bíblica muy exprimida ha sido el uso que vemos en el Génesis del término “Elohim” (plural de “El”, Dios) para referirse al Creador, y el plural empleado en el texto de la creación:“hagamos”. ¿Solución? Muy sencilla, para algunos: nos encontraríamos ante unos seres extraterrestres, los Elohim, que han elaborado al ser humano en un laboratorio con tecnología muchísimo más avanzada que la del planeta Tierra. Esto, sin ir más lejos, es lo que defienden los raelianos, y se encuentra en el corpus doctrinal de otras sectas y corrientes de la nueva espiritualidad.
EL RELATO UFOLÓGICO DE LA BIBLIA
Una frase que ponen en labios del prolífico autor español J.J. Benítez (autor de la saga Caballo de Troya, entre otras obras), señala que “la Biblia es el mejor libro de ovnis que existe”. Para muchos representantes del mundo esotérico-ufológico, los grandes personajes del Antiguo Testamento no serían más que seres humanos avanzados o con una sensibilidad especial que los hizo capaces de comunicarse con seres de otras “civilizaciones superiores” extrañas a nuestro planeta a través de la telepatía u otras técnicas. Así se explicarían las apariciones, hierofanías, revelaciones y visiones. Utilizando la terminología actual, no serían tanto profetas cuanto contactados.
Esto lo podemos ver en multitud de libros de ese tipo, que en las últimas décadas han tenido una difusión inversamente proporcional al rigor y seriedad de sus planteamientos. Y, cómo no, el tema ha dado el salto a la televisión.
HISTORY CHANNEL YA HABÍA PRODUCIDO “OVNIS EN LA BIBLIA”
La Biblia, comienza diciendo el guión del documental, recoge historias fantásticas sobre una fuerza sobrenatural. El planteamiento del tema es directo: “¿y si esa fuerza no fuera Dios? ¿Y si fueran ovnis?”.
Repasando los casos que recrean con actores y grandes efectos especiales, los de History Channel contraponen a las explicaciones de los “eruditos religiosos” los nuevos hallazgos de los “investigadores modernos”. Dicho esto así, ya pueden imaginarse quiénes llevan las de perder… ¿Quiénes son los expertos consultados en esta producción televisiva? Los “estudiosos” de siempre, autores de libros que van entre la ciencia-ficción y el esoterismo (además de un señor bajo cuyo nombre y apellido leemos no “escritor”, sino “iluminado por la inteligencia extraterrestre”).
Ah, ¡pero sale un hombre vestido de negro y con alzacuellos! Un reverendo presbiteriano. Se llama Barry Downing, y se ha dedicado durante años a defender la intervención extraterrestre en la Biblia.
El tenor es que aquellos pobres hebreos, ignorantes de los adelantos científicos que aguardaban a la humanidad, habrían interpretado los hechos de la única forma que podían: con una explicación sobrenatural, religiosa. Sin embargo, ahora ya somos mucho más inteligentes y estamos avanzados, por lo que no podemos aceptar esa exégesis tan supersticiosa y literal.
Son los efectos devastadores de un positivismo que llegó a erigirse en cosmovisión religiosa: el ser humano, en su evolución cultural, vive una transición de la mitología religiosa a la explicación filosófica, para terminar, en el culmen de su intelectualidad, en un pleno saber científico, lo más racional del mundo, desterrada ya toda religión y toda metafísica. Y al final, hemos pasado de creer en Dios con unos fundamentos racionales a creer en los extraterrestres –quiénes son, cuántos, de dónde vienen… no lo sabemos–, sobre multitud de fundamentos irracionales. Porque para el hombre postmoderno da igual creer en uno o en otros.
JESÚS, EL DEL ORIGEN TAN EXTRAÑO
El que ha inspirado después al mesías postmoderno llamado Superman, el de un Padre “de otro mundo”… ¿lo adivinan? Sí, por supuesto: Jesús es extraterrestre. Una conclusión que es fácil de inferir, ya que si el Nuevo Testamento está plagado de ovnis –cosa que, veremos ahora, quieren hacernos creer algunos–, y Cristo es el protagonista… lo más sencillo es que venga del espacio exterior.
Sumando a esto que, tal como entendemos los cristianos la Biblia como una unidad fundamental, Jesús es el protagonista de la recopilación completa de los libros sagrados, puesto que las escrituras hebreas no hacían otra cosa que anunciarlo y esperarlo, preparando el camino en la historia de la salvación. Si esta historia ha estado repleta de visitas alienígenas, lo más normal del mundo es que su culmen sea un descendimiento extraterrestre en toda regla.
LA ENCARNACIÓN Y NACIMIENTO
Según los textos de esta gente el primer acontecimiento extraordinario en los evangelios es la encarnación del Hijo de Dios. ¿Cómo pudo María quedar embarazada sin haber tenido relaciones sexuales? Aquí la explicación “racional” no consiste en desechar la virginidad de la Madre, sino en afirmar que la joven de Nazaret fue objeto de una operación de inseminación artificial, mediante la cual le fueron implantados los genes del Mesías, como afirman algunos autores de la órbita de la nueva religiosidad ufológica.
Así puede leerse:
“son legión los autores que en los últimos tiempos, a tenor de las evidencias aportadas por los Evangelios canónicos y apócrifos, defienden que el Mesías era en realidad el ‘enviado’ de una civilización extraterrestre, cuyo cometido era cambiar el destino de una humanidad sumida en la violencia y la maldad”.
A partir de aquí, uno puede imaginarse lo demás: todo suceso de difícil comprensión tendrá una retorcida interpretación alienígena. Al igual que pasaba en el Antiguo Testamento, toda luz, voz, nube o hecho que venga de lo alto no es más que una manifestación extraterrestre. ¿No estamos hablando de cosas “del cielo”? Pues ya está –concluyen con una facilidad asombrosa–: vienen del espacio exterior, de civilizaciones más evolucionadas que la nuestra.
Si Yahvé es un ser de otro planeta, su principal Enviado, y más si es su Hijo, comparte su misma naturaleza no humana. Y con el nacimiento de este personaje tan especial, nos encontramos con el primer gran signo que nos habla del espacio: la estrella que guió a los magos de Oriente hasta el Niño.
Leyendo el texto del evangelista Mateo, se aferran a la letra –aquí sí– y dicen que nada de supernovas, conjunciones planetarias ni cometas. No, porque la estrella guiaba a los magos, y aparecía y desaparecía, y al final paró sobre el lugar donde estaba el Mesías recién nacido. Ah, y no olvidemos la serie de anuncios angélicos que, ya en sueños o en vigilia, sucedieron en torno al nacimiento de Cristo: un repertorio clarísimo de intervenciones alienígenas.
TRANSFIGURACIÓN, RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN
La siguiente manifestación mesiánica de Jesús, la escena del bautismo en el Jordán, tiene su correspondiente lectura extraterrestre: la voz que baja del cielo, el descenso del Espíritu Santo, el señalamiento de Jesús, entre todos los presentes, como alguien muy especial…
Otro episodio muy querido para estos relectores de los evangelios es el de la transfiguración de Jesús. No sólo hay una nube y una voz, sino que Jesús resplandece de repente. Y, por si fuera poco, en el texto leemos que Cristo y sus tres discípulos “entraron en la nube”, lo que da una idea del acceso a una nave espacial, que sería la que emitía la luz que llena la escena. La aparición de los dos personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías, no sería otra cosa que el encuentro con los pasajeros de la nave, el segundo de los cuales –recordemos– fue abducido unos siglos antes en el célebre carro de fuego.
Seguimos adelante, y nos encontramos con la resurrección. Otro misterio más que es destripado por los que escudriñan la Biblia buscando platillos volantes. ¿Quiénes son los ángeles que guardan el sepulcro vacío o que hacen rodar la piedra en los diversos relatos evangélicos? Extraterrestres, por supuesto. Por eso tienen vestidos refulgentes, faltaría más. Y habrían llegado, según algunos, para llevarse el cadáver del más importante.
Comentando esto, se lee:
“seguro que muchos ufólogos de nuestros días no dudarían en identificar a estos seres con los humanoides que suelen presentarse junto a los ovnis, y que han sido contemplados por miles de testigos en todos los rincones del planeta”.
Ya está, ya se ha desentrañado el misterio de los ángeles que aparecen en la Sagrada Escritura: son humanoides. ¿Con alas o sin alas? Eso no lo sabemos, pero sí que son humanoides, porque les brilla la ropa. Eso es seriedad al leer un texto antiguo, y lo demás son tonterías.
Yendo cuarenta días más allá, lo de la Ascensión de Cristo al cielo les suena a abducción, como no podía ser de otra manera. Pero debido a la sencillez de los evangelios al narrar esta escena, se tienen que fiar de “otras fuentes”. ¿Cuáles? Los evangelios apócrifos, como está comprobado. A estos autores les da igual, y llegan a decir con todo el desparpajo del mundo que “son, como de costumbre, los evangelios apócrifos los que aportan mayor exactitud”. Querrán decir que aportan detalles extraños. Resulta que en uno de estos textos se habla de una luz cegadora que envuelve a Jesús, el mismo sol que lo rodea y se lo lleva al cielo, con movimientos extraños. Ahí está, otra vez, la nave espacial.
J.J. BENÍTEZ Y EL CABALLO DE TROYA
No es el único ni el primero, pero sí el más vendido y leído: J.J. Benítez. El autor de la saga Caballo de Troya, una serie de novelas que ofrecen, como si se tratara de una revelación particular, una vida peculiar de Cristo, escribió otros libros –bajo la discutible categoría del ensayo– donde explicaba con pelos y señales el importante lugar de lo extraterrestre en la vida y misión de Jesús. Por ejemplo, en El ovni de Belén (1983) pretendía demostrar que “las iglesias han manipulado la historia de la estrella” porque, “la estrella que guió a los Reyes Magos sólo pudo ser un objeto controlado inteligentemente”.
Antes de publicar este libro, en otra de sus obras, El Enviado (1979), afirmaba que
“Jesús de Nazaret fue ‘ayudado’, o ‘acompañado’ o ‘asistido’ de alguna manera por todo un ‘equipo’ de seres que hoy podríamos etiquetar como ‘astronautas’… Seres en un avanzadísimo estado evolutivo –tanto espiritual como tecnológico– y que pueden poblar muchos de los miles de millones de galaxias que forman los distintos universos, pudieron ‘colaborar’ en ese formidable ‘plan’ de la redención de la humanidad”.
Como puede observarse, toda una relectura en clave ovni de la historia de la salvación tal como la entiende la fe cristiana. Estos dos libros, principalmente, sirvieron como “aperitivo teórico” para la publicación, a partir de 1984, de la saga Caballo de Troya, que ha vendido muchos miles de libros.
Fuentes: Ries, Signos de estos Tiempos