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Existe y se venera UNA UNICA VIRGEN MARIA, Madre del Salvador del mundo y Madre Nuestra, simbolizada en diversas Imágenes, adornada con cuatro Prerrogativas y con cientos advocaciones en América Latina, «por sucesos de valor natural»  (aparición) o invención de imágenes…

Las Prerrogativas son los privilegios concedidos a la Santísima Virgen por haber sido creada para ser la Madre de Dios y asociada a Cristo, su Hijo, para la obra de redención de la humanidad. Y la primera prerrogativa, a la vez su mayor título, es el de Madre de Dios. De ésta derivan las demás excelencias que son dogmas marianos de fe de la Iglesia y las consecuentes virtudes.

 

1. María Madre de Dios

María engendra en la carne a Jesús cuya persona es única: la del Verbo de Dios y por eso es llamada Madre de Dios. Habiendo en Jesús dos naturalezas -la humana y la divina- hay en cambio un solo sujeto: la persona divina del Verbo engendrado por el Padre antes de todos los siglos. María es Madre de la persona de Jesús, estrictamente Madre de Dios. La Maternidad de Nuestra Señora es la plenitud de la gracia que el ángel le anuncia (Lc 1: 28).

 

2. Inmaculada Concepción de MaríaRecordando lo ya dicho: de la maternidad divina derivan las otras prerrogativas, la Inmaculada Concepción de María es, podríamos decir, consecuencia de haber sido María creada para ser la Madre del Hijo del Altísimo.

La santidad de Quien la habita exige la santidad, la absoluta pureza y la mayor perfección de quien lo recibe. María se vuelve así el templo de Dios, Santo de los Santos, Arca de la Alianza, todas figuras y preparaciones veterotestamentarias a su predestinación para ser la Morada de Dios entre los hombres

 

3. Virginidad Perpetua de María

De la propia maternidad divina se desprenden estas otras prerrogativas, puesto que María ha sido virgen antes, durante y después del parto. La singularidad y excelencia de la maternidad divina que trae al mundo al Verbo Eterno en la carne conlleva el modo prodigioso en que es concebido, engendrado y dado a luz. Y esto, que supera a toda experiencia, puede ser intuido y comprendido cuando nos abrimos a la acción del Espíritu Santo en nuestros corazones.

Decía el Papa Juan Pablo II, en la audiencia general del 10 de julio de 1996:
“La expresión que se usa en la definición de la Asunción, «la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen», sugiere también la conexión entre la virginidad y la maternidad de María: dos prerrogativas unidas milagrosamente en la generación de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Así, la virginidad de María está íntimamente vinculada a su maternidad divina y a su santidad perfecta”.

 

4. María Madre de la Fe, de la Esperanza y de los Creyentes

La Santísima Virgen es la llena de gracia desde el mismo instante de su inmaculada concepción y por lo mismo es la mujer plena de virtudes naturales y sobrenaturales, ordenadas todas a su misión de Madre del Hijo de Dios y a su fiel y directa cooperación en la salvación cumplida por su Hijo.

María es mujer de fe, de esperanza y de caridad como ninguna otra creatura había sido antes ni jamás lo ha de ser.

Si ya por ello ocupa la Virgen un lugar único en la historia de la salvación, porque se nos presenta como la Mujer de la esperanza y de la fe, en grado eminentísimo se manifiestan esas virtudes suyas durante toda la Pasión de su Hijo. Contrariamente a lo ocurrido con los discípulos que desesperaron y no creyeron las palabras del Señor -las que tantas veces había repetido diciendo que era necesario que el Mesías padeciese y fuese muerto y que al tercer día resucitaría de entre los muertos- la Santísima Virgen es la que espera cuando todo se oscurece, en el momento del aparente triunfo de las tinieblas; cuando su dolor es infinito, en la mayor soledad, desde la muerte de Cristo hasta el de su Resurrección.

Dolor misteriosamente dulce por la esperanza que lo sostiene iluminada por la fe en su Dios y Señor.

María por cierto merece el título de Madre de la Esperanza. Cuando parece que el mundo cae en el abismo, que todo está perdido, que todo colapsa y el mal tiene la victoria, cuando Satanás se enseñorea sobre la humanidad, aparece la Virgen Madre de Dios. Aparece la luz esperanzadora de su presencia y de su voz. Aparece toda la majestad augusta y el amor inconmensurable de su maternidad.

En estos tiempos de general apostasía y de consecuente destrucción del hombre, la Madre de Dios nos asegura con su presencia el favor del cielo, la victoria de nuestro Señor sobre el pecado, la muerte y sobre Satanás. Ella viene a traernos la luz de Cristo. Ella viene a llevarnos a Cristo, Ella viene a defender a la Iglesia y a su Pastor. Su presencia continua reaviva y fortalece nuestra esperanza e ilumina nuestra fe.

P. Justo Antonio Lofeudo mslbs
www.mensajerosdelareinadelapaz.org

*Algunos autores consideran como cuarta prerrogativa a la Asunción de la Santísima Virgen María.

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