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Emergida del radicalismo feminista, la ideología de género surgió a mediados del siglo pasado impulsado desde el seno del existencialismo, negador de la naturaleza humana.

Simone de Beauvoir, compañera de Sartre, fue una de las impulsoras de una visión relativista que habría de ser retomada por otras autoras como Betty Friedan, Nancy Chorodow, Christine Riddiough y Alison Jagger. Los constructivistas sociales, los marxistas inspirados por Engels y pansexualistas como Foucault, contribuyeron para crear la idea de que el “gender”, en inglés, es una construcción cultural que nada tiene qué ver con el hecho natural de que las personas somos sexuadas.

Esta ideología ha penetrado en numerosos círculos sociales y políticos, impulsores, no de la diversidad sexual, pues ésta es imposible, sino de la diversidad de género, con efectos sobre el comportamiento sexual. El sexo es algo que está definido biológicamente más allá de su manifestación física, sino que está impreso en todas las células con los genes X y Y, que unidos como XX o XY, determinan el sexo. Esto es algo que no se elige, simplemente, es.

Pretender que el comportamiento de las personas en su vida sexual es una imposición cultural es un invento que ya ha tenido consecuencias nefastas y ahora amenaza repetirse con el bebé llamado “Storm”, hijo de Nath Witterick y David Stocker, canadienses, quien han decidido mantener en secreto el seño del niño, para que él pueda elegir libremente qué será.

Se repetiría con él el experimento que ya realizan con Jazz, de 5 años, y Kio, de 2, ambos varones, a quienes desde los 18 meses permiten elegir su ropa de niño o niña de manera indistinta.

Esta noticia recuerda la triste historia de los gemelos Bruce y Brain Reimer. El primero de ellos fue mutilado en una amputación accidental del pene en una circuncisión. Sus padres escucharon del doctor John Money, de la Universidad John Hopkins de Baltimore, la tesis de que los niños nacían neutros, por lo que acudieron a él y éste aconsejó que lo castraran y lo educaran como mujer. Se trataba de gemelos idénticos y con ello se intentó mantener al hermano como medio de “control” del mismo.

A Bruce le cambiaron el nombre a Brenda. Se burlaban de “ella” porque orinaba de pié, era agredida continuamente en la escuela. Fue una tortura en lo que calificó como un “lavado de cerebro” que sólo dejó malos recuerdos en su mente. Llegó a decir que peor que lo que hicieron con su cuerpo, fue lo que hicieron con su mente. Finalmente el padre confesó la verdad al ya adolescente, quien se realizó una operación de faloplastía para recuperar la morfología masculina y adoptó el nombre de David. Se casó con una madre soltera con tres hijos y su historia se hizo pública en el año dos mil. Poco después se produjo el divorcio de la pareja. Más tarde, Brian se suicidó y David se sintió responsable del suceso, por lo que años después también se suicidó. Así concluyó el infeliz experimento que no pudo demostrar la tesis de la construcción cultural, pues pese a los intentos de educar a un niño como Brenda, ignorando su verdadero sexo, terminó como David. Pero el daño ya estaba hecho.

Ciertamente, según los conocedores, el ser humano tiene que asumir su identidad como lo que es. También existen fenómenos que, por causas desconocidas, lo impiden. En el pasado, los siquiatras declaraban esto como un desequilibrio mental, como una enfermedad. Una campaña de los grupos homosexuales presionó para que dicha definición se eliminara. La campaña fue encabezada por un siquiatra homosexual. A partir de entonces, la presión brincó a las legislaciones para que se considere como normal dicha tendencia o conducta.

Es importante distinguir la tendencia de la conducta, pues es bien sabido que muchos que tienen tendencias homosexuales, no asumen dichos comportamientos. Los hay que se someten a intervenciones siquiátricas y asumen, con éxito, la identidad sexual de la que están dotados. Eso ofende a algunos, pero a ellos los hace felices.

El tema del homosexualismo es un misterio, raros son los casos de desórdenes en los cromosomas y la bisexualidad física, aunque se afirma que los hay. Sin embargo, son las excepciones. La “construcción cultural” no está probada, aunque existan hechos culturales que en la historia se han identificado con un sexo u otro, sin necesariamente ser específicos de ello. Pero ahora que muchas actividades o la vestimenta, que antes se definían como de uno u otro sexo se asumen indistintamente, también podemos observar que se asumen de manera diferente entre hombres y mujeres, pues resulta inevitable que cada uno lo haga de acuerdo con su sexo.

Resulta lamentable lo que ahora ocurre en Canadá, y que quizá sea la historia de muchos niños que serán adoptados por parejas homosexuales. Esperemos que no sean historias como las de Bruce-Brenda-David, ni la de Brian, víctima indirecta del experimento. Un derecho humano fundamental es el de la propia identidad.

Fuente: José J. Castellanos para comunicadorescatolicos.org

 

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