Sus instrucciones para mantener la fe y el freno para el ascenso del anticristo.

La muerte de Benedicto XVI nos pone ahora sí de lleno, dentro del Final de los Tiempos, que es el período en que Dios hará una intervención decisiva para que la humanidad vuelva a la fe y para derrotar al maligno.

Ya había signos de que esto había comenzado, pero ahora probablemente adquieran más notoriedad.

Aquí hablaremos sobre las dos razones, por las que la muerte de Benedicto XVI probablemente sea el dinamizador, de la tribulación, por un lado, que será consecuencia de que el maligno adquiera más poder.

Y por otro lado, que sea el dinamizador para la intervención definitiva de Dios y para que la humanidad regrese a la fe.

Que Benedicto XVI haya muerto el 31 de diciembre, en la víspera de la celebración de María Madre de Dios, es un poderoso signo profético, que debemos discernir. 

Porque este primer dogma mariano, apunta al proto evangelio, Génesis 3:15, que contiene la profecía de que la mujer y Su hijo vencerán a la serpiente maligna en el final de los tiempos.

María es esa mujer vestida de sol que mostrará el Apocalipsis y es la que estará al frente en el combate liderando al ejército de ángeles y pequeños.

La muerte de Benedicto XVI probablemente sea un acelerador de la batalla final de esta época por dos razones.

Por un lado, porque su muerte revivirá su legado como el teólogo quizás más grande del siglo XX y muchos aprenderemos sus mensajes y nos permitirá afianzar la fe.

Y por otro lado porque Benedicto XVI ha sido considerado el katejon, o sea la figura que menciona San Pablo que retiene la ofensiva definitiva del maligno, para obtener todo el poder en la Tierra y en la Iglesia.

Ofensiva que en realidad es una huida hacia adelante, porque el maligno la realiza ahora, ya que sabe que Dios está preparando el terreno para hacer una intervención decisiva en la Tierra.

Benedicto XVI fue como un ángel del orden y la legalidad, del amor y la mesura, durante el tiempo que dirigió la Iglesia, y la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El orden y la legalidad, el amor y la mesura, son las primeras víctimas en esta sociedad que se desmorona.

Pero recordemos también una profecía que hiciera en 1970, y se está cumpliendo, “la Iglesia se hará pequeña y tendrá que empezar todo desde el principio”.

Y esto es consecuencia de la persecución externa, pero sobre todo de la apostasía evidente en la iglesia, que la está auto demoliendo.

Ratzinger insistió en la primacía absoluta de la oración en la vida de cada individuo y de toda la Iglesia.

Y comprendió al cristianismo como la “historia de amor” entre Dios y la humanidad.

En los últimos días de su pontificado, por ejemplo, describió bellamente la fe como el toque de la mano amorosa de Dios en la noche del mundo.

Ratzinger tuvo la extraña habilidad de volver a las fuentes de las Escrituras y de los Padres de la Iglesia, y extraer nuevos conocimientos de ellos. 

Miró la tradición con ojos frescos, al mismo tiempo que comprendía los problemas y necesidades del momento. 

Y se dedicó a trasmitir el mensaje de Jesús en su forma más pura. 

Comprendiendo que el alejamiento del hombre de su Creador es el principal problema del presente. 

Entendió a su vez que se necesitaba algo nuevo, pero que esto nuevo no debería crear una ruptura con el pasado, sino que había que ofrecer una presentación fresca de lo que siempre es nuevo y nunca viejo.

Lo nuevo aún no ha llegado solía decir, pero lo viejo se ha ido. 

Y se vio a sí mismo como el último Papa de una época de decadencia y, al mismo tiempo, como alguien que estaba construyendo un puente y ayudando para la llegada de lo nuevo, sea lo que sea.

Quizás su mensaje más importante que deberíamos retener es “Manténganse firmes en la fe, no se confundan”.

Y todo esto fue decorado en Ratzinger por una rara capacidad de transmitir su pensamiento de una manera simple y a la vez profunda.

Y con una humildad, perseverancia y santidad de vida que hasta sus más acérrimos enemigos reconocieron.

Y la segunda razón por la que su muerte sería un acelerador de la batalla final de esta época, es porque ha sido considerado el Katejon por varios estudiosos.

La Biblia enseña que en los tiempos finales habrá algo, que le llama katejon, que será un dique de contención de la llegada del anticristo.

Pero cuando este katejon se remueva estará todo listo para que llegue.

En varias oportunidades hemos dicho que no necesariamente el anticristo es una persona, sino que podría ser un sistema o un grupo de personas.

Y además San Pablo afirmaba que en cada época había un anticristo.

En la Primera Carta a los Tesalonicenses San Pablo nos habla sobre el Final de los Tiempos. 

Y dice que para que esto se despliegue, primero debe darse una gran apostasía, lo que significa que muchos van a abandonar la fe. 

Y luego aparecerá el hombre sin ley, el anticristo, que pondrá su trono en el templo de Dios y se hará pasar por Dios. 

Y San Juan por su parte dice que el anticristo tiene que salir de las mismas filas cristianas.

Pero San Pablo menciona que hay algo que lo detiene. 

Y que cuando este freno desaparezca, este hombre sin ley regirá el mundo. 

Y los hombres que no acogieron la Verdad, o sea a Jesús, se perderán.

De modo que San Pablo dice que primero va a venir una gran apostasía, y luego el anticristo, porque sólo así la Iglesia puede ser purificada, lo mismo que el mundo.

Y el 10 de septiembre de 2003, San Juan Pablo II dijo, “Después de la purificación a través de la prueba y el sufrimiento, el amanecer de una nueva era está a punto de comenzar”. 

Muchos papas han dicho lo mismo, indicando que la Iglesia florecerá nuevamente después de un tiempo de prueba. 

Y en las apariciones de Garabandal queda muy claro que el comienzo de este período de purificación, el Final de los Tiempos, está relacionado con la desaparición de Benedicto XVI.

El 3 de junio de 1963 las campanas de Garabandal empezaron a sonar.

Conchita, la vidente, que estaba en la cocina de su casa con su madre Aniceta, exclamó inmediatamente, «Las campanas tocan por un muerto. Seguramente, es por el Papa», y en efecto, Juan XXIII había muerto. 

Y agregó, “Ahora ya no quedan más que tres Papas”.

La madre, sorprendida, le pregunta por qué ha dicho eso, y ella le responde que la Virgen le había dicho que después de este Papa, Juan XXIII, solo quedaban tres más. 

Después Conchita agregaía que quedaba uno más, pero que la Virgen no lo tomaba en cuenta por su brevedad.

La madre le pregunta si entonces después vendría el fin del mundo. 

Y Conchita responde, “no el fin del mundo, sino el fin de los tiempos”.

Aniceta entonces le pregunta si no es lo mismo. 

Y la niña respondió “A mí fue la Virgen quien me lo dijo: ‘después de este Papa ya sólo quedan tres y después, el fin de los tiempos”.

Y hagamos la cuenta. 

Después de Juan XXIII vino Pablo VI, luego Juan Pablo I que estuvo sólo un mes, le siguió Juan Pablo II, y posteriormente Benedicto XVI.

Hasta ahí tenemos 3 papas y uno que no se cuenta por la brevedad de su pontificado.

¿Y qué pasa entonces con Francisco?

Es un pontífice que está entonces en el final de los tiempos.

Y a decir verdad los signos de los tiempos muestran que algo ha cambiado, especialmente durante el gobierno de Francisco.

Hemos visto llegar una serie de tribulaciones a la Iglesia y al mundo, que marcan un quiebre con la continuidad anterior.

En el mundo vemos la velocidad que ha tomado la decadencia moral, llegó la pandemia y luego la guerra.

En la Iglesia el desconcierto, la apostasía, las herejías se han multiplicado.

Y en la profecía de los Papas de San Malaquías encontramos también lo mismo.

El penúltimo lema, el 111 alude a Benedicto XVI, se describe como “gloria del olivo», quien eligió el nombre del fundador de la orden benedictina en cuyo escudo hay un olivo. 

Pero el que le sigue es el último de la lista y curiosamente no tiene número, como si fuera otra clase de pontífice o que englobe a más de uno.

Dice,

“En la persecución final de la Santa Iglesia Romana, se sentará en el trono Pedro el Romano, que apacentará sus ovejas entre muchas tribulaciones, y cuando estas cosas acaben, la ciudad de las siete colinas, Roma, será destruida y el juez terrible juzgará a las personas. El Fin».  

Este texto nos dice que luego del lema 111, que correspondió a Benedicto XVI, vendría una gran persecución a la Iglesia, que llama “persecución final”.

Y luego da tres informaciones más, que no es usual en los otros lemas.

Primero, dice que Petrus Romanus gobernará la Iglesia en medio de muchas tribulaciones.

Segundo, que luego Roma será destruida.

Y tercero, que el juez terrible, o sea Dios, hará un juicio a todas las personas.

Algunos han visto en el teórico lema 112 de Petrus Romanus una sucesión de varios pontífices.

Hablan de por lo menos 3 gobernadores de la Iglesia.

De modo que queda claro que luego de Benedicto XVI vendría una gran tribulación, que había sido retenida hasta el momento de su muerte.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las posibles consecuencias que tendría la muerte de Benedicto XVI en la remodelación del mundo y la Iglesia.

Y me gustaría preguntarte si piensas que Benedicto XVI era el katejon que impedía la aceleración de la tribulación o no.

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