Cómo nació la Virgen María y las promesas a quienes honren su nacimiento.

Cada 8 de septiembre se festeja el nacimiento de la Virgen María, la madre de Jesucristo.  

Un hecho decisivo en la historia de la salvación, porque Ella fue quien hizo posible la encarnación de la segunda persona de la Santísima Trinidad en la Tierra.

Y es un hecho tan importante, que el Cielo produjo en ese momento una serie de eventos sobrenaturales, como cuando el nacimiento de Jesucristo.

Varios místicos han tenido visiones del nacimiento y también de las gracias que son otorgadas por el cielo a quien lo honre.

Aquí contaremos sobre cómo estaba el pueblo de Israel en el momento del nacimiento de María, cómo fue el anuncio a sus padres de que se iba a producir, cómo fue el nacimiento, y cuáles son las promesas a quienes hoy día sean devotos del nacimiento y lo honren con oraciones.  

La Iglesia Católica considera el nacimiento de María como un hecho que emula en parte, en grandeza e importancia, al nacimiento de Jesús.

Porque la Santísima Virgen ocupa un lugar único en la historia de la salvación, por la más alta misión jamás dada a cualquier criatura.

Su existencia está indisolublemente conectada con la de Cristo y participa de un plan único de predestinación y gracia.

Y por eso el nacimiento de María se inserta en el corazón mismo de la Historia de la Salvación.

La Iglesia conmemora el nacimiento de la Madre de Dios el 8 de septiembre, aunque Ella informó en varias apariciones que nació el 5 de agosto y esa fecha es su fecha real de cumpleaños.

El nacimiento de María se encuentra en la confluencia de los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, poniendo fin a la etapa de espera y de las promesas.

Porque en ese tiempo ya no hablaban los profetas, su voz no mantenía la esperanza en Israel y el cetro de David había caído en manos del extranjero.

En su abatimiento el pueblo se preguntaba, ¿El Señor nos ha abandonado, no quiere cumplir sus promesas por nuestra maldad? 

¿Tan grande es nuestra iniquidad, que su rostro se ha apartado de nosotros?

Pasaban los años y las Semanas profetizadas por Daniel, el extranjero imperaba, el paganismo se iba apoderando de la tierra de la fe en Yahveh, y el abatimiento se reflejaba cada día más en todos los ánimos.

Los ancianos se miraban en silencio y suspiraban elevando sus ojos al cielo, los jóvenes bajaban el rostro con vergüenza al paso de los legionarios, y las mujeres oprimían contra el pecho a sus hijos, murmurando, ¡esclavo serás como tus padres!.

Pero oculto a la vista de todos Yahveh estaba tejiendo su plan.

Había una pareja de adultos ya mayores, Ana y Joaquín, ambos pertenecían a la tribu de Judá.

Ana era oriunda de Belén, hija de Matán y de Emerenciana, y se casó a los 24 años con Joaquín, un propietario rural dedicado a los rebaños y lanas de origen galileo, que descendía de la familia real de David.

Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba.

Los hebreos consideraban la esterilidad como un oprobio y un castigo del cielo.

Eran tales los menosprecios que en la calle se les negaba el saludo.

Y en el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios.

Joaquín, muy dolorido, se retira al desierto para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad, ayuna 40 días.

Mientras Ana intensificaba sus ruegos, implorando la gracia de un hijo, recordando a la otra Ana de las Escrituras, de la que habla el libro de los Reyes, quien habiendo orado mucho al Señor fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde sería un gran profeta.

Ambos ofrecieron al Señor un voto expreso, que si les daba un  hijo, lo consagrarían a su servicio en el templo.

Y el Señor, oyendo las oraciones de la virtuosa Ana y el ayuno de Joaquín, mandó sus ángeles para anunciarles separadamente que serían padres.

Y según María de Jesús de Ágreda dice,

«Ordenó el Altísimo que la embajada de la concepción de su Madre Santísima fuese semejante a la que después se había de hacer en su inefable Encarnación.

Y fue el mismo Ángel que se le mostró a la Virgen María».

El Arcángel Gabriel apareció a Joaquín que estaba con la majada y le dijo que Dios había oído sus ruegos, y que tendría una hija que se llamaría María, y sería madre del Salvador del mundo. 

Y la misma revelación tuvo Ana en un huerto en donde vivía apartada. 

Y así nació la que había sido concebida pura y sin pecado original, la escogida del Padre para ser Madre de Su hijo.

Ana Catalina Emmerich cuenta que en el momento del nacimiento de María, vio a Ana penetrada de luz en medio de su aposento, donde aparecía también, en lo alto, la escala de Jacob. 

Y entonces un resplandor celestial llenó la habitación, y moviéndose se condenó en torno de Ana. 

Las mujeres que la acompañaban cayeron como desvanecidas con el rostro pegado al suelo. 

La luz en torno de Ana tomó la forma de la zarza que ardía junto a Moisés, sobre el monte Horeb, y ya no le fue posible contemplarla. 

Y de pronto vio que Ana recibía en sus brazos a la pequeña María, luminosa, que envolvió en su manto y apretó contra su pecho, mientras decía oraciones. 

Oyó que la niña lloraba, mientras Ana sacaba unos lienzos debajo del gran velo que la cubría y la fajó, dejando la cabeza, el pecho y los brazos descubiertos. 

Las mujeres despertaron y todas juntas entonaron un cántico de acción de gracias, y Ana alzó a la niña en el aire como para ofrecerla. 

Entonces la habitación se volvió a llenar de luces y se oyó a los ángeles que cantaban Gloria y Aleluya.

Llamaron entonces a Joaquín y éste arrodillándose, derramó abundantes lágrimas de alegría sobre la niña. 

Y la alzó en sus brazos entonando un cántico de alabanzas, como Zacarías cuando el nacimiento de Juan el Bautista.

Y en el instante en que la pequeña María se hallaba en los brazos de Santa Ana, la vio en el cielo presentada ante la Santísima Trinidad y saludada con júbilo por todos los coros celestiales.

Allí María recibió el conocimiento de los más profundos misterios, instruida por la gracia divina.

También vio anunciado el nacimiento de María en el Limbo a los santos Patriarcas que fueron penetrados por una alegría inexplicable, porque se había cumplido la promesa hecha en el Paraíso.

Era como si todos sus trabajos, penitencias de su vida, combates y oraciones, hubiesen llegado a su completa madurez, produciendo frutos de paz y de gracia.

Observó la alegría por el nacimiento de María en toda la naturaleza, en los animales, y en el corazón de los hombres de bien.

Mientras los pecadores experimentaron pena y aflicción.

Vio que en la Tierra Prometida varios poseídos del demonio se agitaban en medio de convulsiones violentas. 

Corrían de un lado a otro clamando: «Hay que salir… Debemos salir… Ha nacido una Virgen… ¡Son tantos los ángeles que nos atormentan sobre la tierra, que debemos partir, porque ya no podemos poseer un sólo hombre más…!».

Y en el país de los Reyes Magos mujeres videntes tuvieron visiones del nacimiento de la Santísima Virgen, decían a los sacerdotes que había nacido una Virgen.

También los Reyes Magos, que observaban los astros, vieron figuras y representaciones del acontecimiento. 

Y en Egipto, la misma noche del nacimiento de María, fue arrojado del templo un ídolo y echado a las aguas del mar, al tiempo que otro ídolo cayó de su pedestal y se deshizo en pedazos.

También Ana Catalina Emmerich recuerda que la Virgen Santísima le dijo a Santa Brígida, que cuando las mujeres embarazadas santifican la víspera del día de su Nacimiento, ayunando y recitando con devoción nueve veces el Ave María, en honor de los nueve meses que Ella había pasado en el seno de su madre, y cuando renuevan con frecuencia este ejercicio de piedad en el curso de su preñez, acercándose con piedad a los sacramentos, Ella lleva esas oraciones ante Dios y les obtiene un parto feliz, aunque las condiciones se presenten difíciles.

Y le dijo a ella misma, que quien en el día de la festividad del Nacimiento de la Virgen, por la tarde, recite con devoción nueve veces el Ave María y continúe durante nueve días este ejercicio de piedad, dará a los ángeles cada día nueve flores destinadas a formar un ramillete, que Ella recibe en el cielo y presenta a la Santísima Trinidad, con el fin de obtener una gracia para la persona que ha dicho esas oraciones.

Transcurridos nueve días de su nacimiento se le dio el nombre de María, que significa Señora en siriaco y Estrella del Mar en hebreo.

Y llegado el tiempo sus padres llevan a María al templo de Jerusalén, para ser criada con las otras vírgenes y santas viudas, que moraban en las habitaciones vecinas al templo.

Allí se dedicarían a las labores, oraciones y demás servicios de Dios.

Joaquín muere a los 80 años y Ana a los 79.

Hay varias tradiciones sobre donde nació María, algunos consideran que fue en Belén, otros en Nazareth, pero ya en el siglo V existía en Jerusalén un santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática. 

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las visiones místicas del nacimiento de María, sus repercusiones en el mundo y las promesas a los devotos de este suceso.

Y me gustaría preguntarte si conoces otras visiones místicas sobre el nacimiento de la Santísima Virgen y qué cosas agregan.  

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